Eric Laurent examina las drásticas medidas que debe tomar cada gobierno para enfrentar la pandemia. Se detiene en la incertidumbre ética que se le presenta a los gobiernos no totalitarios, para lo cual convocan a los comités científicos para que los aconsejen, y en las dificultades éticas de la implementación de las medidas. Nos recuerda que la inexistencia del Otro hace surgir en el sujeto un real de pasiones y afectos que se harán presentes en la confrontación con el virus. Nos instará a contribuir con la elaboración de prácticas restrictivas vivibles hasta la aparición de la vacuna.

María Marciani ilustra su escrito con un ejemplo tomado de la serie Years and years para concluir con la propuesta de hacer de lo virtual "un recurso más para inventar modos de ir más allá de las restricciones y seguir sosteniendo la clínica en tanto lugar de 'emplazamiento mismo de lo real'".

Graciela Martínez recorta la pregunta sobre cuáles serían para los analistas "las buenas formas de responder" en este tiempo de cuarentena. Y sugiere que la pregunta anima al desafío de no renunciar rápidamente, en función de los tiempos que corren, a la apuesta por lo indecible que escapa a lo virtual, y soportar, quienes practicamos el psicoanálisis, que necesitamos un tiempo para relevar las consecuencias clínicas de una práctica a la que no habríamos llegado en general de no ser forzados por la cuarentena.

Norah Pérez cruza la lectura del texto de Laurent, con "El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada" de Lacan, para subrayar la tensión que se dirime en el binario certidumbre-incertidumbre.

Eduardo Suárez destaca que el mundo muestra obscenamente su carácter de semblante y lo que toma carácter de pandemia es la angustia; frente a eso, afirma que lo que ha quedado como seguro, es "el más primitivo enclaustramiento" que, como lo ha señalado Lacan, "es uno de los recursos más primarios que tiene el ser hablante para defenderse de la emergencia de la Otra cosa". Destaca así mismo, que la Escuela reconoce e instituye como tal, al acontecimiento, y el analista "tiene que hacer con eso, inmunizado ante su señal más inequívoca".

Celeste Viñal destaca el estado de cuasi perplejidad en el que nos encontramos, "tratando de esforzarnos por incluir lo que se presenta como el punto de real en tanto imposible de soportar para cada quien". Y señala que la fragilización de tantos semblantes hace imposible estimar sus consecuencias, para eso apela a "nuestra apuesta de emplazar el real que nos concierne, probando lo social en el síntoma y el síntoma como lazo social", como tratamiento posible del vacío.

Con su escrito, Miquel Bassols nos transmite de manera contundente que estamos ante un acontecimiento que es y seguirá siendo paradigma de lo real del siglo XXI. Ante ello lanza la interrogación que orienta la lectura: "¿de qué real se trata?". Distinguirá el fenómeno del virus SARS-COV2, que sigue una ley implacable que habrá que descifrar lo antes posible para poder hacerle frente (tarea de la ciencia), del real del psicoanálisis, "lo real del siglo XXI", separado de las leyes de la naturaleza, resto de una naturaleza "irremediablemente" perdida, acentuando el carácter inédito de esta experiencia colectiva de lo real sin ley.

Marie-Hélène Brousse ubica en su texto cómo el virus ha hecho su entrada triunfal no solo en los discursos, alterando las modalidades del lazo social, sino también en el inconsciente y el dominio del equívoco. Interrogando la pandemia con "El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada" de Lacan, extrae su lógica y permite cernir la cronología trastocada en los tres tiempos. Es el tiempo de comprender el que nos permite reinterpretar el instante de mirada que falta, una mirada après-coup en anamorfosis. Y es solo el momento asertivo el que hace entrar al yo (je) en el juego como efecto de su acto y no como simple obediencia deshabitada.

La inexistencia del Otro es la tesis lacaniana que remarca Jésus Santiago del artículo de Eric Laurent para pensar el momento actual que atravesamos. La extensión de los usos de los semblantes de la ciencia y de la biopolítica atraviesa el mundo. Pero la ciencia y el reverso de la biopolítica, que el psicoanálisis encarna, acceden a lo real de forma distinta. Nos propone un cálculo del semblante que no omita el real en juego, con un vacío creado en cada parlêtre para la escritura del goce.

"A la espera de los tiempos en que podamos hacer elaboraciones sobre los efectos de la experiencia que transitamos, a pesar de los obstáculos, el deseo nos permite avanzar".

"Sin caer en pronósticos apocalípticos ni por el contrario en escenarios idílicos de una sociedad que se arrepienta de sus pecados y encuentre el camino de lo esencial (una letanía que se repite en las últimas semanas) es probable que se inaugure un nuevo paradigma. Si queremos seguir sosteniendo la función del psicoanálisis como discurso y como experiencia clínica, tendremos que saber manejarnos con lo que se añada, o bien, con lo que quede."

"Preservar [...] ese motor extraordinario: el deseo del analista. La Escuela se activa para tener este impuro deseo continuamente en vida".

"Inventar implica crear, diseñar, producir alguna cosa nueva que antes no existía, nos dice el diccionario. Es decir, inventar no es lanzarse los brazos abiertos a lo que parece evidente, sino cada vez romperse un poco la cabeza preguntándose cuáles son las consecuencias hoy, pero también para el tiempo a venir".

"Es así que, alojando las nuevas coordenadas, apostamos a sostener una conversación permanente al interior de la Escuela para no redoblar el aislamiento en términos subjetivos, sino más bien, para potenciar la vía del lazo analítico teniendo en perspectiva continuar, de alguna manera, nuestra vida de Escuela".

"Es un tiempo de humildad, de aceptar el agujero en el saber y un tiempo de comprender que, al igual que en un análisis, no podemos prever cuánto tiempo durará. Solo tenemos nuestra orientación lacaniana para guiarnos".

"El psicoanálisis tiene un trabajo a hacer, y en eso es irremplazable. Ese trabajo se ubica entre la posibilidad de construir una experiencia de lo singular o conformarse con formas siniestras de individualismo".

"En este tiempo extensivo de comprender, algo ya aprendimos: la mejor defensa contra el virus es la libertad de quedarse en casa –estar solo implica, siempre, la presencia del Otro‒".

"¿Cómo se vivió la pandemia en la Escuela? En primer lugar, hay que señalar que fue con matices. Es decir, cada uno de los miembros de las instancias tuvimos tiempos y lecturas diferentes. Pero el trasfondo común, al menos es mi lectura, siempre fue: algo vamos a perder para poder seguir sosteniendo el psicoanálisis y el trabajo de Escuela. El tiempo de comprender tomó esa manera: debíamos elegir qué perder".