Mayo 2020 • Año XIV
#38
Puntuaciones

Restricciones e invenciones

María Marciani

Bajar este artículo en PDF

Las ficciones son las que permiten velar lo real y hacerlo soportable. Será por eso que en este tiempo de cuarentena estamos todos intercambiando recomendaciones acerca de series, películas y lecturas. La vía del sentido prolifera, sin cesar, en un intento de tamponar el agujero que ha quedado al descubierto. Pero como lo que vivimos, a partir de la aparición del virus, se asemeja mucho a una película de ciencia ficción, algunas, en lugar de apaciguar nos despiertan en el punto mismo en que algo vuelve a revelarse de ese real.

La lectura del artículo de Eric Laurent [1] me recordó una de estas ficciones que toma otras vías, no solo por el contenido, sino que el título mismo remite a este momento que transitamos, donde un tiempo extraño ha comenzado, y cuyo final parece no llegar nunca. Se trata de Years and years. Esta serie distópica, solo en apariencia, nos sumerge en un futuro no muy lejano, hoy más que nunca. El colapso del sistema económico y las políticas de segregación muestran los estragos de un modo de producción que genera millones de migrantes, sin lugar y sin nada de qué agarrarse, sin discurso alguno con el cual hacer lazo social, único síntoma social que enunciaba Lacan en los años 70.[2] Tal como lo señala Laurent, asistimos al Otro en su ruina,[3] y esa inexistencia deja a cada uno confrontado con la angustia de ser reducido a su propio cuerpo. Y la serie, como nuestro cotidiano, dejan ver ese in-mundo.

Una escena de la serie antes mencionada impacta por su resonancia en nuestra práctica. Mathilda, hija adolescente de la familia Lyon ‒protagonistas de la serie‒ deja atónitos a sus padres. Ellos, comprensivos y cancheros, dicen entender lo que le está pasando sin prejuicios frente a una supuesta elección de identidad sexual. Pero vaya sorpresa, Mathilda no quiere ser transexual, eso no le interesa, quiere ser transhumana, liberarse de una vez por todas del peso del cuerpo que la hace mortal y flotar eternamente en una especie de esencia virtual, que puede ver y saber todo, posibilidad que el mercado oficial y clandestino ofrecen. La prohibición es la única respuesta que no hace más que afirmarla en ese plan. Virtualidad y cuerpo se fusionan vía la inserción de una serie de dispositivos. Este arreglo singular le permite a esta joven armarse un cuerpo y afrontar las escenas de la vida de otro modo, saliendo de las restricciones que se imponía. ¿No es acaso desde el cuerpo desde donde imaginamos los seres hablantes un mundo?

Por este tiempo de aislamiento, hacemos de lo virtual un recurso más para inventar modos de ir más allá de las restricciones y seguir sosteniendo la clínica en tanto lugar de "emplazamiento mismo de lo real";[4] esto no es posible sin el analista, en tanto este posibilita que se ponga en marcha ese aparato correlativo a la inexistencia del Otro, el inconsciente mismo en tanto testimonio de lo real. Volviendo al inicio, las ficciones pueden ayudar a soportar lo real, pero de lo que se trata en nuestra práctica es de poder "inventar ante la brizna de lo real sin ley una brizna de psicoanálisis",[5] alejados de la tentación de aplastar el real en juego en nuestra práctica que devendría, por la vía del sentido, en una vana estafa.

NOTAS

  1. Laurent, E., "El Otro que no existe y sus comités científicos" publicado en este número.
  2. Lacan, J., "La tercera", Lacaniana n° 18, Grama, Buenos Aires, 2015, p. 17.
  3. Miller, J.-A., El Otro que no existe y sus comités de ética, Paidós, Buenos Aires, 2005, p. 10.
  4. Ibíd., p. 13.
  5. Indart, J. C., "La hiperconexión en el consumo y en la producción. ¿Dónde está la brizna de lo real sin ley?", Blog de la Sección EOL La Plata.
El Caldero Online Cuatro+Uno EntreLibros
La Red PAUSA ICdeBA IOM2
EOL Wapol FAPOL Radio Lacan