AÑO XVII
Mayo
2023
42
Locuras que enlazan

Todo el mundo es queer

Gustavo Dessal

Atilio Pernisco
Cami and Nonna / oil on canvas 48"x 60"

Los sintagmas "Todo el mundo está loco" (prefiero esta forma castellana al galicismo "es loco") y "Todos somos delirantes", que de diversas maneras trufan los últimos seminarios de Lacan, son en verdad la culminación de una posición epistémica y clínica que comenzó en los inicios de su obra. A pesar de declarar su entrada en el campo del psicoanálisis con su célebre "retorno a Freud", tenemos un sinnúmero de evidencias de que este retorno no era una mera exégesis de los textos freudianos. Sus primeros estudios como psiquiatra, su tesis doctoral, su relación con el surrealismo, su disputa con Dalí demuestran que para Lacan el punto de partida "metapsicológico" (para emplear un término clásicamente freudiano) fue la psicosis.

Si a Freud se le cuestionó construir una teoría sobre el sujeto real a partir de una casuística neurótica, haciendo de ella la vía regia hacia el entendimiento de los mecanismos psíquicos de todo ser hablante, Lacan bien podría ser objetado por poner la psicosis en la cúspide de toda su obra. Su famosa pregunta ante una audiencia de la Sección Clínica de Vincennes, formulada a partir del automatismo de la lengua, "¿Por qué no todos escuchamos voces?", es un punto demostrativo por excelencia. En su Seminario 23, a propósito de una presentación de enfermos, insiste en su tesis. "¿Cómo es que todos nosotros no percibimos que las palabras de las que dependemos nos son, de alguna manera, impuestas?". La subversión ‒que prosigue el descubrimiento de Freud sobre el inconsciente solo que desde la posición de la psicosis como "normalidad"‒ consiste en postular la lengua como una invasión mórbida. Por lo tanto, ¿por qué algunos sujetos consiguen ser neuróticos?

La teoría del Nombre del Padre y la metáfora paterna debió ser construida para responder a esa pregunta que, sin duda, latía en el pensamiento de Lacan desde los comienzos. El Nombre del Padre es una posibilidad, una contingencia. La forclusión no es un puro automatismo, sino una elección del sujeto, esa conocida "insondable decisión del ser" que hace del loco un hombre libre, un hombre subvertido al significante amo.

Pero si en la locura psicótica encontramos que dicha libertad se acompaña de la soledad existencial más profunda, lo que nos resulta cada vez más apasionante son las formas colectivas que logran ser perfectamente compatibles con la locura, término que debemos admitir en toda su complejidad, puesto que, si bien puede incluir la psicosis strictu sensu, su alcance ‒al igual que el delirio‒ es mucho mayor. Así, "Todo el mundo está loco", "Todo el mundo delira" son, por una parte, afirmaciones universales y, al mismo tiempo, singulares. El delirio es el modo más logrado de explicar que el nudo RSI es siempre un acto fallido que encontrará distintas modalidades de suplencia. No solo el sinthome es un nombre para esa suplencia, sino que el nudo mismo es sintomático.

Gracias a Lacan y su concepción final sobre el delirio, podemos comprender mejor la transexualidad, el espectro autista, los fenómenos auto y hetero lesivos, y una larga lista de formas de hacer con lo real. En definitiva, se trata de la extraña pareja que el ser hablante entabla con su goce, habida cuenta de que la pareja hombre y mujer no tiene representación simbólica en el inconsciente. Pero me interesa poner el foco en que la locura y el delirio pueden adquirir formaciones colectivas asombrosas. En "La moral sexual cultural y la nerviosidad moderna", "Tótem y tabú", "Psicología de las masas y análisis del yo", "El porvenir de una ilusión" y, por supuesto, "El malestar en la cultura", Freud ya había expuestos diversos modelos teóricos capaces de explicar formas del discurso social que son compartidas. Incluso sin haber sido testigo del mundo de Internet, Lacan nos ha hecho comprender que la marca fundamental de los colectivos queer es la no renuncia al goce, el rechazo de la castración. Más aún, gracias a él estamos en condiciones de afirmar que el parlêtre es esencialmente queer y que un síntoma es capaz de crear lazos inauditos que vinculan a cientos de miles de personas. Las minorías queer dejan de serlo para transformarse no solo por su extensión numérica, sino por su creencia en el síntoma, en una inmensa muestra de la civilización actual.

En su libro When Prophecy Fails (1956), Leon Festinger, Henry Riecker y Stanley Schachter, tres psicólogos americanos de reconocido genio, dieron cuenta de un fenómeno al que denominaron "discordancia cognitiva" y que debería ser de obligada lectura en la formación de un analista de orientación lacaniana. En el año 1954, la señora Dorothy Martin, ama de casa residente en Utah, tuvo una epifanía y comenzó a escribir frenéticamente de forma automática lo que los extraterrestres le dictaban. De la escritura surgió la evidencia de que el fin del mundo llegaría el 21 de diciembre de ese año. En pocas semanas, la señora Martin logró reunir a miles de personas tras informar que el 29 de julio una nave espacial aterrizaría en las montañas Allegheny. Allí se dirigieron todos, y es entonces cuando comenzó la reacción más fascinante que los tres brillantes autores se dedicaron a explicar. Lejos de que la ausencia de los prometidos visitantes diera por tierra con la convicción de la señora Martin y sus seguidores, por el contrario, no hizo más que reforzarla. Si la formulamos en nuestros términos, la teoría de la "discordancia cognitiva" está íntimamente vinculada a la teoría de la repetición y su lazo con la pulsión de muerte. La profecía no cumplida no solo no pone de manifiesto la castración, sino que la deniega una y otra vez.

¿Cómo entender, entonces, que en pleno siglo XXI se haya podido retroceder a la idea de que la tierra es plana? Me corrijo de inmediato: no se trata de un retroceso, de una regresión, sino lo opuesto. La teoría actual de la tierra plana no es pre-científica, sino post-científica. El desplome de los semblantes rectores del orden histórico, que Lacan advirtió mucho antes de que el maravilloso Bauman diera a conocer su teoría del mundo líquido, ha sido capturado por el capitalismo de altas tecnologías (para retomar la aseveración de Lacan en "La ciencia y la verdad") que de la verdad como causa no querría saber nada. Lacan no vacila en vincular este "no querer saber" con la forclusión. Las redes sociales han permitido llevar esta forclusión al paroxismo y contribuir a la aparición de neo-delirios que dan testimonio de que el capitalismo se asienta en la Verwerfung de la castración.

En cierto modo, las redes sociales y los dispositivos tecnológicos permiten un "reencantamiento" del mundo, de allí que la teoría mágica de la Tierra Plana sea una causa eficiente para hacer con la locura en la estructuración de grandes organismos sociales. Tomados uno por uno, me atrevería a afirmar, los sujetos terraplanistas no creen en ello. El goce se extrae aquí del delirio con el que los sujetos hacen lazo social. Fuera de él, el goce se desvanece y volvemos al parlêtre como tal, al sujeto en tanto queer. Pese a que el Otro no existe,las redes sociales brindan la ocasión de hacerlo existir. Aunque más no sea durante un rato, como el "sentimiento oceánico" que convencía a Romain Rolland y despertaba la ironía escéptica de Freud.

BIBLIOGRAFÍA

  • Festinger, L., Riecher, H. y Schacter, S., When Prophecy Fails, publicado en 1956 y reeditado en 2021 por Martino Fine Books.
  • Lacan, J., "Acerca de la causalidad psíquica",Escritos 1, Buenos Aires, Siglo XXI, 1987.
  • Lacan, J., El Seminario, Libro 23, El Sinthome, Buenos Aires, Paidós, 2006.
  • Lacan, J., "La ciencia y la verdad", Escritos 2, Buenos Aires, Siglo XXI, 1987.