AÑO XVII
Mayo
2023
42
Forclusiones

Ampliación de la teoría de la Verwerfung

Gerardo Battista

Atilio Pernisco
We Make Our Own Cocktails / oil on canvas 48"x 60"

Introducción a la Verwerfung

Freud utilizó dos veces el término alemán Verwerfung. En "Neuropsicosis de defensa", a propósito de la psicosis alucinatoria, planteó:

[…] existe una modalidad defensiva mucho más enérgica y exitosa que consiste en que el yo desestima {verwerfen} la representación insoportable junto con su afecto y se comporta como si la representación nunca hubiera comparecido.[1]

Mientras que en el caso Hombre de los lobos lo usa para nombrar el conflicto pulsional que deriva de que él "no quiere saber nada de la castración en el sentido de la represión".[2] Freud plantea como problemática la coexistencia de tendencias pulsionales contrapuestas producto del encuentro con la escena primaria que lo sitúan entre la desmentida y la aceptación de la castración.

En El Seminario 3, Lacan realiza una operación conceptual que consiste en articular la Verwerfung en el Hombre de los lobos con el texto freudiano "La negación" que le permite elaborar las estructuras clínicas en función de las diferentes posiciones frente a la castración. A saber, la forclusión para la psicosis –Verwerfung–, la renegación para la perversión –Verleungung– y la represión para la neurosis –Verdrangung‒. De este modo, Lacan elabora su primera teoría de las psicosis donde la Verwerfung es considerada como la forclusión del significante Nombre del Padre.

Verwerfung edípica

En la última clase de El seminario 4, luego de un año de trabajo en torno al caso Juanito, Lacan realiza una operación de lectura que le permite extraer un sintagma que condensa el saber extraído, la Verwerfung edípica:

En este sentido, podemos decir que la crisis edípica de Juanito no conduce propiamente a la formación de un superyó típico, quiero decir un superyó tal como se produce de acuerdo con el mecanismo indicado en lo que hemos enseñado aquí sobre la Verwerfung,es decir, lo rechazado en lo simbólico reaparece en lo real. Esta es la verdadera clave, en el nivel más cercano, de lo que ocurre tras la "Verwerfung edípica". En efecto, en la medida en que el complejo de castración es franqueado pero, al mismo tiempo, no puede ser plenamente asumido por el sujeto, se produce una identificación con una especie de imagen bruta del padre, imagen portadora de los reflejos de sus particularidades, con todo su peso, que llega a ser aplastante.[3]

Voy a trabajar esta referencia desde tres perspectivas para precisar el ángulo de lo nuevo que introduce la "Verwerfung edípica" y la enseñanza que decanta para abordar las presentaciones clínicas contemporáneas.

I – Variaciones psicopatológicas

Lacan, con el sintagma "Verwerfung edípica", produce la ruptura de la causalidad lineal entre la forclusión y las psicosis que había propuesto un año antes.

Por un lado, introduce la pluralización de la Verwerfung que lo lleva en dos años a afirmar que "no hay Otro del Otro".[4] La puesta en evidencia del secreto del psicoanálisis hace saltar el tapón del Nombre del Padre y marca el inicio de su pluralización, de la reevaluación del estatuto de lo simbólico y de una clínica que evidencia suplencias neuróticas que prescinden de su función. En suma, el S(Ⱥ) permite afirmar que en la relación del simbólico al real hay una forclusión. En El Seminario 23, Lacan habla de "forclusión de sentido"[5] y plantea una orientación decidida por lo real. Entonces, la ampliación de la teoría de la Verwerfung se podría pensar como un antecedente de la "forclusión generalizada".

Por otro lado, situar a la forclusión del Nombre del Padre como una teoría restringida de la forclusión permite ampliar la base de las categorías clínicas binarias neurosis-psicosis. Tanto para Freud como para el primer Lacan, el nudo Edipo-castración era la base de la clínica analítica y de las categorías nosológicas. Lacan formula el sintagma "Verwerfung edípica" cuando se encuentra con presentaciones clínicas de neurosis que no disponen de la función simbólica del padre, como en el caso Juanito. De este modo, no sería indicador de estructura psicótica que un sujeto no se inscriba en la metáfora paterna.

Por lo planteado hasta aquí, podría decir que la "Verwerfung edípica" evidencia la necesidad de elaboración de nuevas categorías clínicas en el declive paterno. Al respecto, Lacan dice del caso Juanito que "trata de encontrar una suplencia para ese padre que se obstina en no querer castrar".[6] Por eso, Lacan plantea que el síntoma fóbico en este caso es un arreglo al goce fálico que prescinde de la solución típica del padre. Con respecto al campo de las psicosis, la categoría "psicosis ordinaria" introduce una clínica de la tonalidad, de la gradación, que permite sortear la base rígida de la clínica clásica binaria (aunque no prescinde de ella) y alojar una casuística que no presenta fenómenos elementales estridentes, sino signos discretos de lo forclusivo.

Miller arroja un sintagma ante lo inclasificable del caso Hombre de los lobos, la Verwerfung de la castración en la teoría anal del coito.

Es como si ese falo imaginario tuviera la función del Nombre del Padre. Cada vez que hay una afrenta a esta función, hay una desestabilización del sujeto, pierde sus referencias aun cuando no se llegue al desencadenamiento completo. De ahí que debamos afinar un poco la significación fálica.[7]

Cabe preguntar si lo que Miller denomina "imaginarización fálica"[8] en el Hombre de los Lobos no solo tiene valor de enganche que suple la significación fálica, sino también, que es índice de una modalidad de psicosis con imagen de Φ.

En suma, los sintagmas "Verwerfung edípica" y "Verwerfung de la castración" no solo posibilitan abrir el vasto campo de defensas en el ser hablante, sino también, son solidarios con la forclusión de la castración y las cosas del amor, efecto del discurso capitalista que Lacan postula en Hablo a las paredes.

II – El problema de la encarnación

Lacan propone una relación causal entre la "Verwerfung edípica" y la identificación con una imagen bruta del padre. Para elucidarla, me detendré en otro término que introduce en el mismo seminario a propósito del problema de lo simbólico en el caso Juanito, la carencia paterna. "Carencia" significa que no se puede decir que no exista el significante del padre, sino que hay como un defecto en el nivel de la encarnación de este significante, una carencia de encarnación.[9] Es decir, hay una falla a nivel del padre real, una falla a nivel del agente de la castración que no promueve que un S1 advenga al lugar de la identificación.

Es interesante que Lacan se sirva de la fobia para conceptualizar la carencia paterna porque acaba ubicándola más como un momento de detención de la estructuración subjetiva ‒que además es constitutivo del sujeto‒ que como un tipo clínico. La carencia paterna es un estancamiento en el desarrollo simbólico por el detenimiento en la identificación imaginaria al falo materno. Por tal razón, no se produce la identificación simbólica al falo. Esta identificación promueve la formación del síntoma neurótico a condición de que se produzca la segunda pérdida del objeto, la fijación pulsional en los bordes del cuerpo.

La primera pérdida implica la extracción del objeto a del cuerpo, mientras que la segunda conlleva la localización y condensación del goce fálico en el objeto a en los bordes del cuerpo. El segundo tiempo del Edipo introduce el -φ, la función simbólica de la castración, que negativiza al goce no sin restos. En efecto, el operador falo propicia que lo imaginario adquiera consistencia conformando un cuerpo aparentemente unificado.

Propongo como clave de lectura la carencia paterna porque vuelve legible el sintagma "Verwerfung edípica" al designar el declive fálico en la neurosis. De este modo, una de las consecuencias clínicas de la "Verwerfung edípica" es el impasse fálico que se traduce en una casuística que presenta una sujeción laxa a una posición inconsciente y en trastornos del goce en el cuerpo.

III – Dominio materno

Otra perspectiva clínica que permite explorar la "Verwerfung edípica" es el dominio materno, el cual evidencia la vertiente aplastante del superyó. Lacan lo pronuncia sin rodeos en el siguiente seminario: "La noción de la neurosis sin Edipo es correlativa al conjunto de las cuestiones planteadas sobre lo que se llamó el superyó materno".[10] Ambas referencias permiten situar a la "Verwerfung edípica" como un antecedente del orden de hierro al modo de "ser nombrado para".[11] La extensión del imperio materno no promueve un empuje hacia el padre de la ley, sino un goce desconectado del saber, de carácter errante, que no pasa por los escenarios del fantasma.

Serge Cottet[12] ubica que un significante cualquiera podrá advenir al lugar vacante del agente de la castración, pero obtendremos como consecuencia el resto del estrago de lo real del padre. Por eso, la "Verwerfung edípica" conlleva soluciones atípicas,[13] imaginarias y reales, frente al goce fálico que cortocircuitan la relación entre el cuerpo y el inconsciente. Es decir, respuestas subjetivas bien refractarias a la producción del efecto sujeto y a la posibilidad de atribución de un cuerpo. Por un lado, situamos la nominación del superyó como solución real; el Otro materno puede poner orden rígido al goce, coagulando al sujeto en lo que el Otro le demanda que sea, produciendo una hibridación entre el S1 y el objeto de goce. Por el otro, las soluciones imaginarias que denotan presentaciones clínicas errantes, sin un anclaje simbólico debido a la separación entre el S1y el objeto.

Este breve recorrido por la referencia de Lacan permite deducir que si, en el campo de las psicosis clásicas la Verwerfung del Nombre del Padre produce la elisión fálica, en las psicosis ordinarias del Hombre de los lobos, la Verwerfung de la castración conlleva que la imagen del falo tenga valor de arreglo. Mientras que, en el campo de las neurosis clásicas, la Bejahung del Nombre del Padre produce la negativización del falo ‒no sin restos‒, en las neurosis sin Edipo o Verwerfung edípica, la Bejahung del Nombre del Padre no termina de precipitar las consecuencias de tal operatoria que tiene como efecto el impasse fálico. Como ser, Juanito se introduce en una relación edípica atípica y la "salida se produce por identificación con el ideal materno".[14] Juanito inventa con el significante "caballo" una defensa sintomática que cumple la función de metáfora para cifrar y significar la castración. Es decir, su objeto fóbico vale como falo.

NOTAS

  1. Freud, S., "Neuropsicosis de defensa", Obras completas,Vol. I, Buenos Aires, Amorrortu, 1989, p. 59.
  2. Freud, S., "De la historia de una neurosis infantil (el «Hombre de los Lobos»)", Obras completas, Vol. XVII, óp. cit., p. 78.
  3. Lacan, J., El Seminario, Libro 4, La relación de objeto, Buenos Aires, Paidós, 1999, p. 419.
  4. Lacan, J., El Seminario, Libro 6, El deseo y su interpretación, Buenos Aires, Paidós, 2014, p. 331.
  5. Lacan, J., El Seminario, Libro 23, El sinthome, Buenos Aires, Paidós, 2006, p. 119.
  6. Lacan, J., El Seminario, Libro 4, La relación de objeto, óp. cit., p. 367.
  7. Miller, J.-A., 13 clases sobre El Hombre de los Lobos, Buenos Aires, UNSAM edita, p. 57.
  8. Ibíd., p. 63.
  9. Miller, J.-A., Donc. La lógica de la cura, Buenos Aires, Paidós, 2011, p. 184.
  10. Lacan, J., El Seminario, Libro 5, Las formaciones del inconsciente,Buenos Aires, Paidós, 1999, p. 166.
  11. Lacan, J., (1973-4) clase del 19 de marzo de 1974, Seminario 21, "Los no incautos yerran (o Los nombres del padre)". Inédito.
  12. Cottet, S., "El padre pulverizado", Uniones del mismo sexo. Diferencia, invención y sexuación, Buenos Aires, Grama, 2010.
  13. Lacan, J., El Seminario, Libro 4, La relación de objeto, óp. cit., p. 388.
  14. Ibíd., p. 419.