AÑO XVII
Mayo
2023
42
Locura encarnada

Clotilde

Eugenia Serrano

Atilio Pernisco
We Make Our Own Cocktails / oil on canvas 48"x 60"

La mujer pobre

La novela de Léon Bloy que le interesó a Lacan cuenta la historia de Clotilde, una joven mujer de unos 30 años. La historia transcurre en París en 1879 y está dividida en dos partes. La primera, más larga pero más ligera, la segunda un poco más densa y plagada de referencias religiosas. Sin embargo, algo hace de hilo a lo largo de las páginas: más o menos evidente, la pluma irónica de su autor insiste.

La joven nació en el seno de una familia miserable, su madre y su padrastro ‒siniestramente malvados‒ la torturan desde niña como a las protagonistas de los cuentos clásicos infantiles. Ya hecha mujer, su padrastro y su madre la obligan a posar frente a un pintor por dinero llamado Gacugnol. Clotilde, atormentada por este trabajo que vive como una forma de prostitución, llora en el primer encuentro con el artista. Gacugnol le pregunta con ternura "¿Por qué lloras?",frase que sella una relación entrañable entre ambos.

Él se transforma en su protector. Le compra ropa, la viste, le da de comer y le da alojamiento, pero sobre todo, la introduce en un círculo de hombres de la cultura y de las artes del que participa de manera silenciosa. Su presencia sigilosa en esas reuniones la coloca rápidamente en el lugar de la causa de deseo para esos varones que le suponen a Clotilde un saber y un poder enigmático que los captura.

La primera parte de la novela de Bloy concluye, un poco enigmáticamente, con la decisión del pintor de acompañarla a ver a su malvada madre y al padrastro luego de cierto tiempo de estar alejada de ellos.

En la segunda parte retorna la tragedia. Relata el asesinato del pintor en manos de los padres de Clotilde, el casamiento con Leopoldo ‒uno de los artistas que conoce gracias al pintor y que hace miniaturas‒, el nacimiento del hijo, la pobreza, la muerte del hijo y toda una serie de capítulos donde ella y Leopoldo son maltratados por unas vecinas que, con cierta puerilidad, terminan de desmoronar el matrimonio.

Finalmente y justo cuando estaban por ganar algo de dinero, fallece su marido en un incendio. Es en ese momento, ya con muy poco que perder, en el que decide convertirse en mendiga.

A una sola cosa Clotilde no renuncia y es a la relación con el único de los personajes de ese círculo de hombres que sigue con vida. Se trata de otro pintor de nombre Lázaro que comparte con ella cierta relación a la pobreza, aunque no tan extrema. Cada tanto se encuentran y conversan.

Léon Bloy

Léon Bloy suscita en el lector una deslumbrante admiración o un total rechazo. Desdichadamente para su suerte y venturosamente para el arte de la retórica, se hizo un especialista de la injuria.
JORGE LUIS BORGES

Es el profeta de los tiempos modernos, ante los cuales todos los demás parecen mudos. Vitupera mejor que los profetas; su fuego se alimenta de todo el estiércol de nuestra época.
FRANZ KAFKA

Léon Bloy fue un escritor católico francés de fines del 1800.

Agnóstico en sus primeros años de juventud, su ateísmo fue tan radical como luego sería su devoción. Se convierte al catolicismo por influencia del escritor Barbey d'Aurevilly que lo toma como su secretario. Autodidacta, aprende a leer en latín y devora las santas escrituras. Empieza a escribir con la intención de advertir de los primeros efectos del capitalismo[1] sobre la sociedad que comenzaba a alejarse de Dios y de los preceptos religiosos.

Tal como señalaba Borges, La mujer pobre puede ser leída en clave autobiográfica. No solo escribe sobre la privación, sino que el mismo autor se convirtió en un mendigo. Como Clotilde, fue pobre, despreciado y maldecido. Compartió con ella la muerte trágica de sus parejas, el fallecimiento de los hijos, la indigencia, el desprecio de los otros, la soledad y también el fervor religioso. En ese sentido, la novela tiene valor testimonial.

La mujer no existe

Son dos las referencias a La mujer pobre de Léon Bloy que se pueden encontrar en la obra de Lacan. Una de ellas es explícita y no muy conocida, dicha al pasar en el Seminario 8.[2] La otra se relaciona con el axioma La mujer no existe y puede deducirse, aunque Lacan nunca haya mencionado el nexo con Bloy directamente.

En la última página de la novela encontramos este párrafo:

Hasta ha comprendido, no muy lejos ya de lo sublime, que la Mujer no existe[3] verdaderamente sino a condición de hallarse sin pan, sin techo, sin amigos, sin esposo y sin hijos, y que solo así podrá obligar a su Salvador a descender hasta ella.[4]

Sabemos, por la referencia mencionada en primer término, de la atracción de Lacan por Bloy ‒de hecho, nos empuja a seguirlo en su interés‒. Entonces, ¿por qué no suponer que es de allí de donde saca la inspiración para su famoso aforismo?, tal como lo sugiere Graciela Brodsky en un seminario dictado en Lima titulado "Clínica de la sexuación"[5].

Como nos recuerda Jacques-Alain Miller, Lacan no solo dice que La mujer no existe sino que también afirma que hay verdaderas mujeres. Verdadera mujer se puede decir de una y en una determinada ocasión, no hay la verdadera mujer todo el tiempo, su emergencia se articula a un acto de sacrificio, de consentimiento a la propia castración. Medea o la mujer de Gide son ejemplos de esa emergencia en la temporalidad de un acto de renuncia radical.

Hay que decir que el sacrificio de Clotilde, su renuncia, no tiene la temporalidad de la de Medea ni tampoco la de la mujer de Gide. Clotilde, luego de la muerte de Leopoldo, vende lo poco que tenía, se despoja de sus últimas posesiones y se convierte para siempre en mendiga. A la pobreza que se entrega no es "la fácil, interesante y cómplice, que ofrece su limosna a la hipocresía del mundo, sino la pobreza difícil irritante y escandalosa, que es preciso socorrer sin esperanza de gloria y que no tiene nada que dar en compensación".[6]

Hacia ese punto se dirige Miller cuando afirma que Léon Bloy, con su novela, ubica la posición femenina fundamental:

La iglesia había reconocido en estas mujeres la amenaza, y por eso elaboró para ellas una solución: casarlas con Dios. Y es así como, aun en nuestros tiempos, algunas pronuncian esos votos perpetuos de obediencia, pobreza y castidad. Esos votos encuadran el goce más allá del falo. Significan que ningún hombre puede estar al nivel de este goce, y que se necesita nada menos que a Dios para eso.[7]

Es notable como Bloy se aproxima a esta vivencia de lo femenino. De la experiencia de transformación en mendiga de Clotilde escribe: "Se cuentan de ella maravillas semejantes a las de los Santos; pero lo que parece realmente probable es que le ha sido acordada la gracia de no tener jamás necesidad de reposo".[8]

"No tener jamás necesidad de reposo", ¿no es acaso una fórmula precisa de lo ilimitado?

* Este texto es efecto de una serie de conversaciones sobre la novela con Graciela Brodsky y el equipo de difusión de las 30 Jornadas Anuales de la EOL, "Lo femenino fuera de género", a quienes agradezco especialmente esos intercambios.

NOTAS

  1. El término capitalismo es de 1860. La mujer pobre fue escrita en 1897.
  2. Lacan, J.,El Seminario, Libro 8, La transferencia, Buenos Aires, Paidós, 2008, p. 397.
  3. La cursiva es del autor.
  4. Bloy, L., La mujer pobre, Buenos Aires, Mundo Moderno, 1946, p. 285.
  5. Brodsky, G., "Estrategia y posición femenina", VIII Jornadas NEL [en línea], https://viii.jornadasnel.com/template.php?file=Textos-de-orientacion/Estrategia-y-posicion-femenina.html
  6. Bloy, L., La mujer pobre, óp. cit., p. 284.
  7. Miller, J.-A., "De mujeres y semblantes", Buenos Aires, Cuadernos del Pasador, 1993, p. 98.
  8. Bloy, L., La mujer pobre, óp. cit., p. 284.