AÑO XVII
Mayo
2023
42
Dosier: “Clínica universal del delirio”

Primera noche: La ironía ¿lacaniana?

23 de junio de 2022

Diana Campolongo

Atilio Pernisco
Hours Series / oil on canvas 12"x12"

Lacan aborda a la locura como un fenómeno de significación, inherente al ser en general, al lenguaje del hombre y, en este sentido, la universaliza. En su contribución a las Jornadas de Bonneval, felicita a Henri Ey por mantener obstinadamente el término locura, con "todo lo que puede presentar de sospechoso".[1]

Otras referencias posteriores de Lacan van a favor de esta vertiente humana de la locura. Menciona a Erasmo de Roterdam o a Pascal, por ejemplo, para quien "hay sin duda una locura necesaria, y sería una locura de otro estilo no tener la locura de todos",[2] siendo esta locura de todos ya un signo de la extensión del término, más allá de las psicosis.

Jacques-Alain Miller, en el discurso de clausura de la Gran Conversación Virtual de la AMP,[3] "La mujer no existe", propuso poner al trabajo el axioma lacaniano Todo el mundo es loco situándolo en el contexto de la época de la despatologización, producto de la sustitución de los principios clínicos por los principios jurídicos.

En el breve excursus que realiza durante el desarrollo de esta conferencia, indica cómo podríamos salvar la clínica pese a toda despatologización. Propone entonces hacer coexistir la desaparición de toda patología y el utilitarismo post-clínico, con la conservación del distingo de la clínica, a condición de establecer una jerarquía entre ellos.

Es aquí donde retomo la conferencia "Ironía" de 1988 donde opone la clínica diferencial de la psicosis a la clínica universal del delirio. En ambos se trata siempre del campo clínico, pero esta oposición resulta de su no superposición.

El deseo que allí formula es "que nuestra clínica sea irónica".[4]

La clínica universal del delirio toma su punto de partida en que todos nuestros discursos son defensas contra lo real. De esta manera, pone en el centro de la experiencia clínica a lo real.

En el caso del psicótico, el hecho de plantear la clínica como defensa es hacer lugar a una posición, dado que no se trata solo de ser mártir del inconsciente, como lo es a la altura del Seminario 3, sino que señala su concernimiento más allá de la maquinaria significante.

Miller señala un lugar de exclusión interna para el caso del esquizofrénico, único sujeto que no se defiende de lo real por medio de lo simbólico. Para él, todo lo simbólico es real; diferencia relevante con el paranoico en quien los fenómenos elementales se organizan en un delirio.

La operación de vaciado de goce del cuerpo no se realiza y se traduce en términos freudianos como lenguaje de órgano o hipocondría. Es la perspectiva, señala Miller, en que la palabra no es la muerte de la cosa. Lo real se presenta sin la amortiguación que le ofrece el lenguaje. Para defenderse de lo real, el esquizofrénico hace uso de la ironía.

Encontramos una orientación en "Respuestas a los estudiantes de filosofía sobre el objeto del psicoanálisis", del 19 de febrero de 1966, donde Lacan se refiere a la función social de la enfermedad mental: "Su función, social, ustedes lo han dicho bien, es la ironía. Cuando tengan la práctica del esquizofrénico, sabrán la ironía que lo arma, y que llega a la raíz de toda relación social".[5] En esta breve referencia, la ironía es elevada al rango de práctica, y articulada a la raíz de toda relación social.

De las pocas referencias de Lacan al esquizofrénico, esta cita expresa bien esa posición —como prefiere llamarla Miller en una conferencia en Bruselas de 1982, "Esquizofrenia y Paranoia"—.

El término práctica utilizado por Lacan, y que ya había definido como el tratamiento de lo real por lo simbólico a la altura del Seminario 11, implica al Otro. Y en el texto al que hacemos referencia señala tanto la posición del esquizofrénico como una orientación para el analista. Lacan se refiere inmediatamente después a la falla de la ironía en la neurosis, a pesar de lo cual, Freud la restaura. Falla que se repite igualmente en el psicoanálisis.

Cuando […] esta enfermedad es la neurosis, la ironía falta a su función, y el hallazgo de Freud es haberla reconocido allí a pesar de todo, por lo cual la restaura en su pleno derecho, lo que equivale a la curación de la neurosis.

Ahora el psicoanálisis tomó el relevo de la neurosis: tiene la misma función social, pero también falla allí. Intento restablecer en él los derechos de la ironía, mediante lo cual quizás nos curemos del psicoanálisis de hoy.[6]

La ironía se define por ser un decir que expresa lo contrario de lo que efectivamente dice, pero no es una mentira.

Para Kierkegaard, la vida digna de ser llamada humana comienza con la ironía.[7] Esta constituye la primera de las categorías existenciales, a la que siguen la angustia, el salto, la fe, el absurdo y el momento.

La posición del ironista es de un rechazo al sistema, situándose fuera de este, y desde ahí lo critica.

La ironía se especifica por no tomar la seriedad en serio. Se destaca por la superioridad; ya que al mismo tiempo quiere que se entienda, pero no que se la comprenda literalmente. Para esto disfruta del lenguaje metafísico y desprecia el discurso que todo el mundo puede comprender.

Si bien es una herramienta para el diálogo es, al mismo tiempo, no social, no se interesa por la comunicación, sino que produce un agujero en el saber del Otro.

Kierkegaard en su tesis (1841) "El concepto de ironía en constante referencia a Sócrates" dice que lo que vemos en él es la libertad infinitamente exuberante de la subjetividad.

Para Platón, la posición de Sócrates es, en cambio, un don para despertar a sus conciudadanos del saber dogmático a través de una constante interrogación, mostrándoles así que no sabían lo que creían saber.

"Solo sé que no sé" no es una posición ignorante a secas,[8] sino que se trata de un saber paradójico: el saber del no saber. Es lo que la tradición ha denominado Docta ignorancia, como lo podemos encontrar, entre otros, en Nicolás de Cusa.

Como rasgo clínico la ironía configura una organización que da cuenta de la insuficiencia del vínculo social, de su impostura. Como herramienta práctica puede servir eventualmente —si se la puede alojar— para conectar, enlazar al esquizofrénico con el analista como partenaire. En este sentido el fuera de discurso puede desplazarse en función de que el cuerpo sea el que quede fuera, vaciado de goce, para el sujeto.

El dispositivo de testimonios clínicos resultó ser apropiado para que un paciente estableciera una cierta modalidad transferencial al alojar su posición ironista. Había padecido un traumatismo a partir del cual sus órganos respiratorios se vieron completamente trastocados. De pronto, el cuerpo se le presentó de manera que los órganos ya no se correspondían con la anatomía anterior al trauma. Había que encontrarles una función.

Padecía un fenómeno por el cual debía realizar ciertos movimientos de vaciado de aire al mismo tiempo que realizaba una contabilidad para cifrar el sin límite del goce en el cuerpo. Pero solo alcanzó cierta estabilidad al encontrarse en la sala de espera del médico con la imagen de un cuerpo en disección que alojaba mucho mejor su padecimiento que el saber médico.

Así, el paciente nos refirió en varias oportunidades durante la entrevista que, si bien él no sabía nada de medicina, su encuentro con esa imagen le había procurado una idea sobre su cuerpo. Allí, en el escenario más propio del saber de la medicina, el hospital, él se dirigía a enseñarnos lo que no sabemos y, en la medida que suelta su ironía, hace del cuerpo un asunto de enseñanza y no solo de goce.

Lalengua del goce en el cuerpo se suelta en la ironía, al atacar al Otro, que queda reconocido en ese movimiento. El fenómeno en el cuerpo se circunscribe por el hecho de dirigir su ironía al Otro que no sabe, disponiendo él mismo del saber. Este esquizofrénico haciendo uso de la práctica irónica contrarrestaba su desinterés por la palabra, cerrada sobre sí misma.

Restaurar los derechos de la ironía, como dice Lacan en el 66, al que se suma el deseo de Miller, que "nuestra clínica sea irónica",[9] señalan las vías por las que el psicoanalista puede comprometerse a salvar la clínica.

* Texto publicado "Las astucias del principio de placer", Revista Lacaniana de Psicoanálisis n.º 32, 2022, p. 173.

NOTAS

  1. Lacan, J., "Acerca de la causalidad psíquica",Escritos 1, Buenos Aires, Siglo veintiuno editores, 1988, p. 145.
  2. Lacan, J., El Seminario, Libro 3, Las psicosis,Barcelona, Paidós, 1988, p. 30.
  3. Miller, J.-A., "Todo el mundo es loco",Revista Lacaniana, n.º 32, Buenos Aires, Grama, 2022, p. 15.
  4. Miller, J-A.,"Ironía", Revista Consecuencias, n.º 7, noviembre 2011 [en línea], http://www.revconsecuencias.com.ar/ediciones/007/template.php?file=arts/alcances/Ironia.html
  5. Lacan, J., "Respuestas a estudiantes de filosofía",Otros escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 227.
  6. Ibíd.
  7. Schulz, J., "Kierkegaard y el concepto de ironía: Entre lo estético y lo ético", Scielo, septiembre 2021[en línea], http://www.scielo.org.ar/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S2408-44172021000300011
  8. Lugo, W. G., "Sócrates: ironía contra posverdad", Prodavinci, agosto 2019 [en línea], https://prodavinci.com/socrates-ironia-contra-posverdad/
  9. Miller, J.-A., "Ironía", Revista Consecuencias, n.º 7, noviembre 2011 [en línea], http://www.revconsecuencias.com.ar/ediciones/007/template.php?file=arts/en alcances/Ironia.html