AÑO XV
Octubre
2021
40
Hegemonías, minorías y reversos

La lógica fálica y sus alcances

Cecilia Rubinetti

Graciela Hasper - Sin título
2008. Acrilico sobre tela. 120x180 cm

El malestar en la cultura se nos presenta a diario de la mano de un padecimiento singular que nos confronta cada vez a desafío de encontrar las herramientas para alojar y poner en forma un síntoma. El aporte del psicoanálisis al malestar actual es indisociable de su práctica. Es desde lo que la clínica nos enseña que podemos tener algo para decir, un decir que apunte a sintomatizar, a circunscribir y leer un síntoma.

Nuestro aparato de lectura se amplifica con la redefinición que Lacan hace del síntoma a partir del nudo. Definir al síntoma en tanto anudante, en su función de mantener unidos tres registros independientes y heterogéneos, brinda una clave de lectura necesaria para abordar la clínica actual.

Cambiamos de registro con esta conceptualización del síntoma. El síntoma ya no es sinónimo del retorno de lo reprimido y su desciframiento. El síntoma desde esta perspectiva deja incluso de ser "lo que no anda", ya que en "lo que no anda" la clave de lectura la aportará siempre el discurso del amo imperante.

Empezamos a extraer las consecuencias de entender al síntoma como arreglo, como modo de arreglárselas con el "no hay" fundamental de la relación sexual. En el lugar mismo de la relación sexual que no hay para el ser hablante, lo que hay es un goce disruptivo, introducido por la percusión incesante de lalangue. La entrada del significante introduce un goce mortífero, disarmónico y sin tope. Ese goce siempre en exceso, que se articula en la relación entre el significante y el cuerpo, ocupa a Lacan desde sus primerísimas elaboraciones. Ya desde su relectura del Edipo freudiano introduce las coordenadas para pensar la eficacia de la operatoria paterna como posibilidad de producir un modo de regulación de ese goce siempre en más. Su redefinición del síntoma como anudamiento nos permite releer los alcances de la solución que se conquista vía la inscripción de la castración.

Releer la metáfora paterna

Para poder situar las consecuencias y alcances de la solución paterna es necesario formular el problema sobre el cual incide, cómo opera y cuáles son los límites de esa operatoria. Esta perspectiva requiere distinguir dentro del inmenso terreno de lo fálico tres conceptos fundamentales en su especificidad: el goce fálico, el sentido fálico y la significación fálica.

Quiero partir situando un problema clínico que recorre toda la enseñanza de Lacan para releer desde ahí la incidencia de la metáfora paterna. Sitúo ese problema en la fuga del sentido, problema que ocupará a Lacan desde sus primeros Seminarios. El problema del sentido, su proliferación infinita y su articulación a un goce que en sí mismo carece de tope. Es la otra cara de la no relación sexual. En su lugar hay un goce parasitario articulado al funcionamiento mismo del significante en el ser hablante.

Desde esta perspectiva podemos releer la eficacia de la metáfora paterna. Es sobre la infinitud de un sentido que siempre será fálico que tenemos que pensar la eficacia de esta operación. La operatoria paterna, despegada por Lacan de las encarnaduras del padre de la realidad, viene a introducir una detención en esa infinitud bajo la forma de fijar una significación. Será entonces la significación fálica la primera forma que Lacan le da a la posibilidad de detener la fuga incesante de sentido.

Conocemos su funcionamiento. Partimos del simbolismo materno conceptualizado por Lacan bajo la rúbrica del deseo de la madre. Las características de este simbolismo enseñan sobre el estatuto estructural del significante. Se trata de una X sin posibilidad de significarse pero que crea siempre un campo de significancia. Introduce al sentido, aunque quede en un estado de enigma radical, aunque se sitúe entre el sentido y el sinsentido. El significante crea, en su imposibilidad de significarse a sí mismo, un sinsentido que ya forma parte del sentido. Implica una interrogación que siempre va a ser apelación al sentido. La operatoria paterna, que Lacan despliega en tres tiempos, consiste primero en introducir un valor fálico imaginario a esa X. La introducción de ese valor da lugar a la metonimia del sentido fálico y su deslizamiento incesante sin contar más que con la solución precaria de identificarse imaginariamente a ese objeto. Es en el segundo tiempo lógico que el falo pasa a poder inscribirse como operador simbólico a partir de la privación materna y la articulación de la ley al menos fi. En un tercer tiempo, la castración se inscribe del lado del sujeto. Lacan va situando la lógica de estos tres tiempos, sus avatares, detenimientos y posibles fallas. Y piensa a esta altura que un análisis debería llevar a la máxima efectividad a nivel de la asunción de la castración.

El resultado de esta operatoria será introducir un efecto de significación. La inscripción de la castración consiste en conseguir situar al falo como referente bajo la forma de una significación. Sentido fálico y significación fálica quedan en esta operación claramente diferenciados. El falo como significación, su función de referente, queda localizada por Lacan como el modo de solución a la fuga del sentido que está pensando en esa instancia. El abrochamiento a un referente fálico introduce, a nivel del lenguaje, efectos de referencia en lugar de una errancia permanente a nivel del sentido y su inyección de goce. Es una ssolución que se conquista vía la inscripción de la castración en el inconsciente. Resulta fundamental situar el valor del efecto de detenimiento posible que se consigue en una estructura que en sí misma carece de posibilidad de cierre.

A partir de precisar esta operación, podemos empezar a pensar sus alcances y por qué el efecto de significación fálica no basta para resolver la errancia del sentido. Lacan encontró que la detención que se obtiene vía la introducción de un efecto de castración es momentánea y no constituye un verdadero cierre. La significación fálica no puede producir ahí un cierre consistente, sino que vuelve a llamar al sentido en su metonimia.

Redefinición del síntoma

El problema situado a nivel del sentido fálico y su fuga infinita encuentra en las conceptualizaciones del síntoma de la última enseñanza de Lacan nuevas herramientas de abordaje.

Tres precisiones centrales de "La tercera" balizan, para mí, el camino de esta nueva perspectiva. La definición del síntoma en tanto viene de lo real [1] va a correr definitivamente al síntoma de las formaciones del inconsciente. Ya no es una formación sustitutiva, no puede deducirse del efecto de represión dependiente de la operatoria de paterna. Ya no se circunscribe únicamente a la articulación entre lo simbólico y lo real. A partir del nudo, Lacan va a poder afirmar que el síntoma no se reduce al goce fálico.[2] Esta es la segunda precisión fundamental para el tema que nos ocupa. La perspectiva que localizaba al síntoma entre lo real y lo simbólico tiene los límites que ya situamos anteriormente para conseguir un modo de cierre consistente. El goce que Lacan localiza en la intersección entre lo real y lo simbólico formará parte del síntoma pero sin reducirse solo a eso.

En la intersección entre imaginario y real, Lacan va a situar un Otro goce, con su dimensión de no-todo, que está totalmente por fuera de lo simbólico. Es un goce otro en su dimensión más radical, totalmente exiliado de lo simbólico y el sentido, pero articulado al síntoma. A partir de localizar este goce otro como parte del síntoma, Lacan va a explorar la posibilidad de hacer operativa una modalidad de límite de otro orden, más real. Es una apuesta que apunta a ganar terreno que separe al síntoma del goce fálico.[3] El goce fálico deviene anómalo para el sostenimiento del cuerpo,[4] se alimenta infinitamente de sentido como un pececito voraz. Dentro del terreno de lo simbólico-real, esta anomalía encuentra el tope en la interdicción paterna y sus alcances. La solución paterna, a partir de la inscripción de la castración, no llega a negativizar completamente ese goce en exceso, sino que lo desplaza, lo reprime y retorna, con su articulación intrínseca al sentido, sin conseguir por esta vía un cierre consistente.

Lógicas del todo y el no-todo

En la articulación entre simbólico y real, estamos dentro de la lógica fálica. La lógica fálica precisa de la castración como operador ya que su empuje conduce siempre al horizonte de realización de la pulsión de muerte. Ese valor fálico podemos leerlo a nivel de las fórmulas de la sexuación donde se esclarece su constitución sobre la base de una excepción en un todo, a partir del "al menos uno que no" que posibilita el universal, el "para todos". Desde esta perspectiva podemos pescar muy bien cómo la castración se vuelve el sostén mismo del todo fálico. Desde ahí, y sin desconocer los alcances inmensos de la solución paterna, podemos situar con precisión sus límites.

Precisar sus límites conduce a Lacan a su indagación del no-todo. Podemos tratar de seguirlo en esa orientación, entendiéndola como un modo de buscar una solución que no es la patriarcal, que no es la de la lógica del todo y la excepción y su matriz segregativa. Que el no-todo forme parte del síntoma y pueda funcionar como límite más real al goce fálico es una apuesta fundamental que orienta la clínica, pero que también orienta una posible intervención propia del psicoanálisis en los debates actuales y sus grietas. Servirse de la lógica del no-todo puede implicar una novedad que el psicoanálisis puede aportar. El no-todo pertenece a otra lógica, es absolutamente ajeno al "nosotros o ellos" que estalla cada vez en el corazón mismo de los movimientos contemporáneos por más inclusivos que pretendan ser. Abordar el síntoma desde esta perspectiva permite orientar la intervención desde una lógica propia del psicoanálisis.

NOTAS

  1. Lacan, J., "La tercera", Lacaniana 18, Grama, Buenos Aires, 2015, p. 15.
  2. Ibíd., p. 23.
  3. Ibíd., p. 23.
  4. Ibíd., p. 20.