Febrero 2008 • Año VII
#17
Dossier: El empuje al hedonismo en la civilización contemporánea

Hedonismo contemporáneo

Silvia Botto

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Ciudad con mar
90 x 80 cm
Diana Chorne

Este trabajo nos recuerda las paradojas del deseo y su relación con el placer, y pone en perspectiva los límites posibles del hedonismo vulgar, en términos de Michel Onfray, ese hedonismo vinculado a las exigencias de goce, ya sea en relación a los objetos de consumo o a las drogas. Según cual sea el límite posible para un sujeto, la pulsión de muerte o el amor, la experiencia será muy diferente.

Hedonismo... que otra cosa nos evoca sino la dimensión misma del placer, el goce del cuerpo para algunos, el goce del intelecto para otros, pero también la ausencia de sufrimiento o de la atadura a los deseos. A veces la vida contemplativa, o la voluptuosidad de los sentidos. Para cada uno el placer se encarna de un modo diferente.

Comienza como todo en Grecia, con Epicuro, para quien el placer es lo que aleja del sufrimiento y el mejor modo de alcanzarlo es con la moderación. Ya él fantaseaba con una medida posible que alejara al hombre de la infelicidad y su prédica iba en la dirección del desapego de los objetos.

Un abismo nos separa de aquellos ideales, el paradigma de nuestra época suele encarnarse en la desmesura, en lo absoluto, en lo total, en la carrera desenfrenada por la obtención de lo que representa la satisfacción inmediata, encarnada invariablemente en objetos a consumir.

El personaje del adicto, a lo que sea, drogas, trabajo, comida, juego, compras, sexo, alcohol, muestra a la perfección la fantasía de la culminación de una satisfacción sin límites. No es el objeto en si mismo lo que vale sino el lazo que se establece con ellos, un lazo en el que lo que se juega es la repetición, más y más.

Los objetos no son en si cuestionables, la lista de ellos es cada vez mas larga. Se puede argumentar en favor o en contra del consumo de tabaco, alcohol o drogas según ideologías, religiones o principios pseudos-científicos en juego, pero lo cierto es que la figura del adicto aparece con el surgimiento del capitalismo y su extensión se ha tornado casi epidémica.

Es curioso relacionar el placer con esta figura, ya que la imagen misma de la repetición incesante invalida el deleite en juego; mas bien parece la representación de un imperativo a obtener aquello que nunca se apresa en un más y más fuera de toda regulación, en un ya mismo que desconoce el placer del recorrido, de los giros y vueltas moebianos para sumergirse en cambio en la obtención de un objeto impuesto por las necesidades del mercado.

 

El hedonismo tiene mala prédica

Giulia Sissa, en "El placer y el mal", Filosofía de la droga, nos recuerda que la filosofía occidental ha sido tradicionalmente ascética, al mismo tiempo que ha mantenido como una constante la dimensión deseante del ser humano. Desde los griegos, pasando por las religiones y hasta el materialismo nos advierten sobre el engaño, el espejismo que constituyen las experiencias de los sentidos. Para el platonismo las sensaciones son falsas. Las percepciones implican errores de juicio dicen los escépticos. Los goces de la carne son un pecado para la iglesia. Por otro lado el budismo aspira a evitar el sufrimiento a través de la supresión del deseo e incluso el materialismo nos ha advertido sobre el peligro que representa el lujo pequeño burgués.

La toxicomanía es descripta por Giulia Sissa como la práctica que pone en funcionamiento la potencia de un deseo que se ha vuelto insaciable. Podríamos preguntarnos qué deseo no lo es. Sin embargo, claramente la diferencia se establece en el modo en el que algunos parecieran haber encontrado la sustancia que llena el vacío, la brecha, mientras que otros aceptan, hasta cierto punto, la posibilidad de desplazamiento, de sustitución y de conformidad con goces menores.

Hay un deseo, dice, y la causa es sensible, se articula al cuerpo. El deseo se presenta para el adicto como indestructible, devorador, imposible de satisfacer, y se fija a algunos objetos que otorgarían el placer ansiado.

Si bien su desarrollo es en relación a las drogas se puede hacer extensivo a un cada vez mas vasto repertorio de objetos, y aunque el estatuto de ellos varía en función del efecto tóxico, lo mortífero se presenta con cada uno en la reiteración compulsiva con la que se intenta llenar un vacío que se ahonda a medida que se intenta colmar.

El consumo no aumenta el deseo, lo torna voraz, cada vez más en la lucha imposible por llenar ese agujero. Cada vez más y distinto. La droga permite que no haya deslizamiento, hay un solo objeto y ya está provisto, listo para consumir, fabricado por el mercado. Sosiego para el sufrimiento, anestesia para el dolor, único acceso a la felicidad, se torna imperioso y por ende obligado, la espera es un dolor insoportable, no hay mediación, prevalece lo fugaz de la satisfacción, en consonancia con un mundo en el que lo efímero es ley.

Para quien empieza a consumir hay un giro no premeditado, es aquel que conduce del placer a la necesidad. Es en ese viraje que se acaba el placer y empieza la repetición incesante.

Freud se topó con el problema, mucho antes de la extensión de éste a los niveles actuales. Enuncia principio de realidad o principio de placer y en los vericuetos de su elaboración se encuentra con las paradojas de su oposición, el placer que en su búsqueda de más satisfacción, lleva al más allá.

Con la introducción del concepto de goce, Lacan nos evoca ese más allá del principio del placer.

El placer sería lo que nos mantiene alejados del goce. Ambigua relación, según Lacan.

Para él la estafa del hedonismo no es haber subrayado el aspecto benéfico del placer sino no haber precisado cual era el bien al que se refería. Es también su fallido intento de explicar la mecánica del deseo en su imposible dosificación.

Nos dice que la coherencia del principio del placer es que sea también del displacer, ya que no suele acertar en la satisfacción de la supuesta necesidad, y Freud se desorienta ya que el goce reside justamente en la tensión y no en la falta de ella que nos podría conducir a una total apatía.

Para Eric Laurent el hedonismo contemporáneo está confrontado a la falta de garantía, de una regulación que haría posible la medida. En sus variedades, nos dice, muestra la imposibilidad de "definir una relación sexual que sería la adecuada entre los sexos".

El hedonismo tiene también sus defensores. Michel Onfray, controvertido filósofo francés, lo ubica en contraposición a la figura del consumista y propone un hedonismo filosófico alejado del desenfreno y que busca el placer en la escritura, la conversación, la gastronomía. Hace una diferencia entre el hedonismo vulgar del filosófico articulado con preocupaciones éticas y estéticas, que no ignora el mundo de los otros, de lo real, la situación en la cual cada uno se encuentra. El vulgar sería el solipsista, el que descuida al otro, lo sacrifica, lo utiliza y lo explota. Aquel que nos evocaba la figura del adicto. El filosófico, en cambio, aspira a una relación armoniosa y lograda. Su "ángel hedonista" es una mezcla de poeta y mensajero, de filósofo y artista. Carnal sensual y refinado, elegante y delicado, practica la deferencia y la preocupación por el otro.

Cito lo que dice en una entrevista para ADN, "Se cree que el hedonista es aquel que hace el elogio de la propiedad, de la riqueza, del tener, que es un consumidor. Eso es un hedonismo vulgar que propicia la sociedad. Yo propongo un hedonismo filosófico que es en gran medida lo contrario, del ser en vez del tener, que no pasa por el dinero, pero sí por una modificación del comportamiento. Lograr una presencia real en el mundo, y disfrutar jubilosamente de la existencia: oler mejor, gustar, escuchar mejor, no estar enojado con el cuerpo y considerar las pasiones y pulsiones como amigos y no como adversarios."

Continúa, "Encuentro a la ciencia limitada e incapaz de incorporar todo lo que no es inmediatamente cuantificable, aunque la respeto. La ciencia no puede incorporar el placer; piensa que es deseable medicar a alguien para que el colesterol baje, sin pensar que eso puede ser terrible para la salud de una persona, porque está obligada a considerarse a sí mismo un enfermo."

No está mal, crítica al consumismo en tanto no es por esa vía que se encuentra la dimensión del placer, cuestionamiento de la ciencia moderna en su intento de regular a través de la cuantificación, consideración del Tánatos, reconciliación con la pulsión en un tipo de satisfacción que se escribe uno por uno.

Su concepción del hedonismo es la del deseo que no logra satisfacerse pero que recorre distintos caminos en la vía de su obtención. Es claro como intenta inscribir el objeto perdido del deseo. En "La razón del gourmet" ante la pregunta sobre su mejor recuerdo gastronómico, luego de un recorrido por su vasta experiencia de degustación de sofisticadas bebidas y comidas, se sorprende en un recuerdo infantil: la frutilla paladeada en el huerto de su padre, "Durante un instante, una eternidad, yo fui esa frutilla, un puro y simple sabor derramado en el universo y contenido en mi piel de niño. Con su ala, la felicidad me había rozado antes de partir a otra parte. Desde entonces, acecho el retorno de ese ángel hedonista cuyas plumas y hálito tanto amé."

Encuentro, ¿por qué no? de una causa que lo empuja a recorrer los caminos del saber y la experiencia de la gastronomía, aún en contra de la palabra del médico que quiere proteger su salud.

Volvamos a Eric Laurent, "Un psicoanalista no puede admitir este término de hedonismo contemporáneo pues el hedonismo es un sueño: éste supondría una medida posible de las relaciones del sujeto con su goce. Los límites de esta relación pueden situarse en dos vertientes. La primera es la del amor, que prefiere la nada a la satisfacción. La segunda vertiente del límite del así llamado hedonismo, es el goce más allá del principio del placer que indica el horizonte de la pulsión de muerte."

El análisis nos confronta con esos límites fuera del fantasma de la realización irrestricta del placer, nos lleva al encuentro con la ausencia de una relación armónica pero al mismo tiempo introduce la posibilidad de un nuevo amor, aquel que haga condescender el goce al deseo.

El hedonismo ¿un empuje al consumo sin fin, a la satisfacción sin restricciones o una ficción más que permite arreglárselas en el orden de hierro que se extiende en el mundo?

Silvia Botto es psicoanalista, miembro de la EOL (Escuela de la Orientación Lacaniana) y de la AMP (Asociación Mundial de Psicoanálisis).

BIBLIOGRAFÍA

  • Lacan J., El seminario 14, La lógica del fantasma, inédito.
  • Lacan J., El seminario 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Buenos Aires, Paidós, capítulo XVIII.
  • Lacan J., El Seminario 17, El reverso del psicoanálisis, Buenos Aires, Paidós, capítulo XV.
  • Lacan J., Seminario 19 bis, El saber del psicoanalista, lección 1, Inédito.
  • Sissa G., El placer y el mal, Filosofía de la droga, Buenos Aires, Buenos Aires, Manantial.
  • Onfray M., La razón del gourmet, Colección Ideas, Ediciones de la Flor.
  • Laurent E., Apuestas del Congreso 2008, Un nuevo amor por el padre, ECF- Messager, La Lettre en ligne nº 31.
  • Laurent E., Un nuevo amor por el padre, op. cit.
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