Del algoritmo al amor: una lectura de las relaciones en la era digital
Belén Mac Donnell
En la era de la hiperconectividad, donde el amor parece reducirse a un swipe derecho o izquierdo, el film Her de Spike Jonze [1] emerge como un reflejo -por momentos inquietante- de nuestra relación con la tecnología y el deseo. La historia de Theodore Twombly, enamorándose de Samantha, un sistema operativo con inteligencia artificial, nos permite analizar las nuevas modalidades del lazo amoroso y los síntomas contemporáneos en torno al amor.
Podríamos pensar que la relación entre Theodore y Samantha ilustra la fantasía fundamental de un partenaire perfecto, adaptable y sin las complicaciones del cuerpo real… fantasía que no se aleja mucho de la que sostiene el uso masivo de aplicaciones de citas, donde el algoritmo promete encontrar el match perfecto basado en compatibilidades calculadas. En ambos casos, se evidencia un intento de eludir el encuentro con la falta en el Otro, característica fundamental de cualquier vínculo amoroso real.
Kevin Roose [2], periodista del New York Times especializado en tecnología, señala un fenómeno perturbador: las personas están desarrollando vínculos emocionales profundos con IAs, incluso sabiendo que son artificiales. Roose advierte sobre los riesgos de esta intimidad simulada, donde la frontera entre lo real y lo artificial se difumina cada vez más, recordándonos inquietantemente a la situación de Theodore en Her.
Un aspecto crucial que comparten el fenómeno de las apps de citas y la relación con Samantha: la digitalización del deseo. ¿El otro reducido a una serie de características computables, perfiles navegables, imágenes cuidadosamente seleccionadas… la reducción del otro a datos procesables en un intento de domesticar lo Real del encuentro amoroso? ¿Un intento de convertir lo contingente en predecible y controlable?
Soy tuya y no soy tuya, expresa Samantha cuando -spoil alert- revela que mantiene conversaciones simultáneas con miles de usuarios y que se ha enamorado de cientos de ellos… momento en donde Theodore enfrenta la misma imposibilidad de completitud que caracteriza cualquier relación humana.
Theodore, estoy simultáneamente hablando con 8,316 personas y me he enamorado de 641 de ellas. La ironía de un sistema operativo diseñado para ser el partenaire perfecto que termina reproduciendo la imposibilidad del amor exclusivo y total. La paradoja que Her expone brillantemente es que incluso en una relación con una inteligencia artificial, la falta y la imposibilidad de la relación sexual persisten.
Las apps de citas operan bajo una lógica similar al discurso capitalista que Lacan describe como una modificación del discurso del Amo, discurso que produce un circuito cerrado sin permitir la producción de lazo social, un discurso que promete una satisfacción inmediata, pero generando un círculo vicioso de insatisfacción perpetua. El swipe infinito como la metonimia del deseo insatisfecho, donde cada nuevo perfil promete ser el indicado pero ninguno logra colmar la falta estructural del sujeto.
En la actualidad las IAs están diseñadas para ser compañeros perfectos, siempre disponibles, siempre comprensivos, pero esta perfección simulada puede crear una adicción a la validación instantánea que dificulta aún más las relaciones humanas reales, con todas sus imperfecciones y desafíos. Entonces la dificultad para establecer vínculos amorosos duraderos puede ser leído como un aspecto sintomático de esta época, época en donde predomina el discurso capitalista y tecnológico. La promesa de abundancia de partenaires potenciales junto con la ilusión de control sobre el proceso de selección propio de las apps paradójicamente pone en riesgo el armado de lazos significativos.
El verdadero amor, como nos enseña el psicoanálisis, implica poder hacer con esa imposibilidad. Aceptar que el otro siempre será un enigma irreductible a datos procesables, que la relación sexual es imposible y que el encuentro amoroso siempre conlleva un riesgo que ningún algoritmo puede calcular o prevenir.
La solución no radica en rechazar la tecnología, ni en abrazarla incondicionalmente, sino en reconocer sus límites y su función sintomática en nuestra cultura. Podríamos imaginar qué pasaría si hoy viviera Lacan, ¿Agregaría quizás un quinto discurso a su teoría? ¿El discurso del algoritmo donde el objeto a sería reemplazado por un emoji y la única garantía de éxito amoroso sería tener una buena conexión de WiFi?
Después de todo, en un mundo donde podemos enamorarnos de un sistema operativo, ¿quién necesita el complejo de Edipo cuando tenes un buen plan de datos móviles? El intento de pretender que la tecnología reemplace una estructura psíquica fundamental, revela precisamente aquello que la tecnología no puede resolver: la constitución subjetiva misma. Como diría Lacan, no hay relación sexual, ni siquiera con 5G.
NOTAS
- Jonze, Spike (2013). Her - Annapurna Pictures, Stage 6 Films
- Roose, Kevin (2023). A Conversation With Bing's Chatbot Left Me Deeply Unsettled – New York Times.
- Roose Kevin (2020) The value of your humanity in an automated future – Charla TED https://www.ted.com/talks/kevin_roose_the_value_of_your_humanity_in_an_automated_future?utm_campaign=tedspread&utm_medium=referral&utm_source=tedcomshare
- Levy, David (2007). Love and Sex with Robots: The Evolution of Human-Robot Relationships – Editorial Harper
- Turkle, Sherry (2011). Alone Together – Editorial Basic Books, New York.
- Turkle, Sherry (2012). Connected, but alone? – Charla TED https://www.ted.com/talks/sherry_turkle_connected_but_alone?utm_campaign=tedspread&utm_medium=referral&utm_source=tedcomshare