Noviembre 2009 • Año VIII
#19
Variedades

El deseo del analista: saber hacer con lo que hay

Adriana Rubistein

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VIII Jornadas Anuales de la EOL

La autora responde en este trabajo preguntas fundamentales acerca de la práctica analítica: la diferencia entre psicoanálisis y psicoterapia, ¿hay principios del psicoanálisis?, ¿hay principios para nuestra práctica en extensión e intensión?, y tal vez, la más compleja, ¿cómo hacer que un principio no se convierta en un standard?

 

El analista orientado por el deseo del analista,
parte de la singularidad de las soluciones subjetivas
frente al encuentro con el trauma, para hacer posible,
operando con la interpretación,
desde el lugar que toma en la transferencia,
un nuevo arreglo con el goce.

 

Introducción

En el camino de cernir los principios de nuestra práctica, se impone una pregunta: ¿Cuál es nuestra diferencia con el otro psicoanálisis; y con las psicoterapias? ¿Hay algo que se mantenga constante en la enseñanza de Lacan hasta el punto de convertirse en principio? ¿Qué es lo esencial en la orientación lacaniana? ¿Dónde encontrar un punto de apoyo que sirva como principio para nuestra práctica en su extensión y en su intensión? ¿Cómo ubicar un principio que no se convierta en standard, que oriente, sin convertirse en regla técnica?

Mi respuesta se inclina a poner el acento en el modo de intervención del oyente analista, en su modo de ubicarse y responder a la transferencia. ¿Pero cómo nombrarlo? Freud hablaba de atención flotante, como posición correlativa a la regla fundamental. Si la regla era el modo por el cual Freud intentaba sortear el yo para acceder al inconsciente, la atención flotante era el modo correlativo del lado del analista, para sortear las trampas de su propio yo y evitar que sus prejuicios le hagan obstáculo. Al mismo tiempo planteaba la regla de abstinencia como el modo de mantener un empuje pulsional que le permitiera, mediante el análisis, revisar sus destinos y salir del circuito de la repetición.

Pienso que el modo más preciso que Lacan encontró para dar cuenta de esa peculiar posición y respuesta del analista es el concepto de deseo del analista. "Es el deseo del analista el que en último término opera en el psicoanálisis" [1] Con él intenta superar los embrollos en los que había caído el psicoanálisis con las teorías de la contratransferencia, al mismo tiempo que superar los malentendidos surgidos en torno a la neutralidad del analista. Pero decir que el deseo del analista es un principio no alcanza, hay que cernirlo, darle valores. Lacan lo ubica como una "función esencial", no nombrable "…porque es precisamente el punto que sólo es articulable por la relación del deseo con el deseo"[2] y "¿cómo nombrar un deseo? Un deseo uno lo va cercando. Para esto la historia nos procura pistas y huellas"[3]

Formulo como punto de partida este principio: El analista se orienta por el deseo del analista, que toma como punto de partida la singularidad de las soluciones subjetivas con las que cada sujeto ha respondido al encuentro con lo real del goce y de la castración y, sin ideal previo, siguiendo de cerca las posiciones subjetivas del enfermo, aprovechando el potencial de cada sujeto, operando desde el lugar de semblante de "objeto a" y haciendo valer su versatilidad, articulando la falta en el lugar del Otro y operando con el vacío, se manifiesta en la interpretación y se localiza en el acto analítico, para conmover las fijaciones libidinales, y contribuir a crear las condiciones de un arreglo menos sufriente con el goce, un saber-hacer

El deseo del analista como "principio no standarizable" se sostiene así en una dialéctica que articula una política que lo orienta, un modo de ubicarse en la transferencia y un modo de orientar la intervención. No es una técnica, es un deseo orientado por los conceptos fundamentales del psicoanálisis. Por si sólo no dice nada, se articula en una cadena.

Si bien puede acentuarse el deseo del analista en su vertiente de producto del análisis, lo ubico aquí como efecto de formación[4], localizado y juzgado a partir del acto psicoanalítico[5] y como un deseo que "se manifiesta en la interpretación"[6]

Intentaré entonces cercarlo recurriendo a las pistas que nos da la enseñanza de Lacan y de Miller y valiéndome de algunas referencias de Jullien en su Tratado de la eficacia,[7] que tienen el interés de aportar las concepciones del pensamiento oriental para contribuir a nuestro tema.

 

La singularidad de las soluciones subjetivas y la posibilidad de un nuevo arreglo con el goce

Para la orientación lacaniana, cada sujeto ha respondido de un modo singular al encuentro con el trauma, con lo real del goce y de la castración. Eso da lugar a modos sintomáticos de satisfacer la pulsión, a modalidades de defensa, a diferentes posiciones subjetivas y modos de anudamiento. Hasta cierto punto, si la operación analítica se justifica es porque "…para esta clase de satisfacción, se dan demasiado trabajo. Hasta un cierto punto, este demasiado trabajo es la única justificación de nuestra intervención." "Si nos mezclamos en ello, es porque pensamos que hay otras vías, más cortas, por ejemplo En todo caso… al nivel de la pulsión el estado de satisfacción debe ser rectificado"[8].

Si un sujeto llega al analista, es porque algo en esa satisfacción produce sufrimiento. Eso lo empuja a la demanda y allí es cuando el deseo del analista tiene un lugar posible, para instalar un lazo entre el deseo del paciente y el deseo del analista y producir las condiciones de un nuevo discurso. Hasta qué punto la práctica analítica logre producir algunos cambios en el arreglo que cada sujeto encuentra con la singularidad de su goce, para hacerlo menos sufriente, dará una medida posible de la eficacia del análisis. Esa es su política. Hacer posible un cambio en la economía libidinal, hacer más soportable el encuentro con lo real del trauma. Saber hacer allí con el síntoma, es uno de los modos de nombrar este nuevo arreglo. El punto al que llegue cada sujeto en ese camino, no puede ser anticipado, pero sin duda, el recorrido tendrá algunos efectos.

 

Sin ideal previo

El deseo del analista no parte de ningún ideal a priori de salud, no tiene fines preestablecidos de curación. Por eso su eficacia no puede ser medida con los parámetros del pensamiento positivista que con "los ojos fijos en el modelo" parte de fines a priori, organiza los medios para lograrlos y mide su eficacia con la adecuación de los resultados a esos fines. Jullien[9] muestra las dificultades de esta perspectiva de pensamiento que no logra resolver la hiancia entre teoría y práctica ya que nunca hay adecuación entre el ideal y los resultados y el saldo es entonces la insatisfacción. La voluntad fracasa para lograr los fines que se propone en tanto fuerza "el curso de las cosas" y genera resistencias.

 

Siguiendo de cerca las posiciones subjetivas del enfermo, aprovechando el potencial que hay en el curso de lo real

Como el sabio oriental, el deseo del analista sabe seguir el curso de lo real. En contraposición al modelo", el pensamiento oriental se apoya en "la propensión de las cosas". Aprovecha el "potencial de la situación", lo deja obrar, se vale de él para producir con poco esfuerzo mucho efecto. Trata de detectar los factores favorables que hay en cada situación, ubicar los indicios que dan cuenta del curso del desarrollo, localizar los elementos con los que es posible contar para lograr la transformación. El efecto será entonces una consecuencia necesaria y no un fin preestablecido. No es voluntarista. Al partir de lo real en juego, hará que algo se produzca con solo dejarlo obrar. La estrategia no tiene determinación previa, toma forma con el potencial de la situación. Así por ejemplo, es la situación real de peligro la que lleva a los hombres a ser valientes y no las buenas intenciones o sus atributos. Si se produce una pendiente, las piedras rodarán necesariamente. Se trata entonces de aprovechar las circunstancias, no de actuar en contra y generar resistencias.

También el analista, orientado por el deseo del analista sabe hacer con lo que hay, se orienta por lo real. Parte de los dichos, localiza en ellos al sujeto apuntando al decir, ubica la singularidad de los modos de goce y de la lógica subjetiva y desde allí, valiéndose del potencial que en cada sujeto empuja a una nueva solución, apoyado en sus recursos, lo acompaña en el camino de revisión de sus respuestas subjetivas y de sus modalidades de satisfacción, valiéndose de la interpretación.

El deseo del analista implica entonces "una sumisión completa…a las posiciones propiamente subjetivas del enfermo"[10] único modo de evitar las reticencias del sujeto psicótico, y también de actuar con las resistencias en el sujeto neurótico. Claro que se trata de ubicar la lógica singular de cada uno para intervenir desde allí y producir las torsiones que den lugar a un movimiento subjetivo.

Al poner el acento en el deseo del analista, Lacan sostiene que "sería necesario…que (el analista) sepa operar convenientemente, es decir, que pueda darse cuenta de la pendiente de las palabras para su analizante, lo que incontestablemente ignora"[11]. No hay un saber a priori sino un "darse cuenta" y hacer con eso.

El deseo del analista apunta entonces a crear las condiciones internas que den lugar a un cambio en la posición del sujeto, como consecuencia, no como fin. El deseo del analista no educa, no obliga. Por eso Lacan insistió en que "la cura se produce por añadidura".

La astucia del analista como conductor del juego sabe desprender de la defensa fantasmática una forma más pura "Es éste el deseo del analista en la operación: lleva al paciente a su fantasma original, eso no es enseñarle nada, es aprender de él como hacerlo. El objeto a y su relación en un caso determinado, la división del sujeto; esto es el paciente que sabe hacer allí. Y nosotros estamos en el lugar del resultado, en la medida en que lo favorecemos… porque el analista se hace el deseo del paciente."[12]

 

Desde el lugar de semblante de "objeto a" versátil en la transferencia

Para los orientales es del lugar, no de uno mismo de donde surge el efecto. Lo que importa es la posición que se ocupa. No se trata de la persona.

Del mismo modo, el deseo del analista se vale de la posición que el analista toma en la transferencia haciéndose causa del deseo del sujeto,[13] como semblante de objeto a. No se trata de su persona ni de su deseo, sino de un dispositivo que no lo incluye como sujeto.

Miller[14] ha destacado que el objeto analista, es "asombrosamente versátil", "… no quiere nada a priori por el bien del otro, "ha cultivado su docilidad hasta saber tomar para cualquier sujeto el lugar desde el cual poder actuar…¡¿y de qué modo?!" Se ofrece como lugar vacío, un lugar de puro semblante, "que recoge la contingencia, donde la necesidad afloja y es por excelencia el sitio de lo posible." No hay standard sino semblantes. En algunos casos apunta a aflojar las identificaciones, en otros a consolidar una organización viable, en algunos contribuye a la dialectización, en otros instala puntos de detención. Interroga, afirma. Se vale de distintos recursos. Hasta puede emplear la sugestión. Y ¿entonces? ¿Qué lo distingue? Es desde el lugar que el analista está llamado a encarnar que sus intervenciones valen, tomando lugar en un discurso. No importan tanto los enunciados como el lugar desde el cual se pronuncian.

La versatilidad del objeto analista nos recuerda al sabio oriental que gira como una bola para buscar en todo momento la adecuada estrategia y no se inmoviliza con un plan previo. Que como el curso de agua, se adecua a cada terreno, se mete en todos los insterticios y extrae de allí su fuerza. Ser cuerpo de dragón, adaptarse como hembra. Sacar partido de la situación. Ponerse a disposición de la situación para dirigirla.

 

Operando con el vacío, haciendo aparecer la falta en el lugar del Otro

"El deseo del analista es su enunciación, la que sólo podría operar ocupando allí la posición de la x…".[15]

Lacan ha insistido en hacer operar desde el lugar del analista el vacío. No se trata de dar sentidos, ni de llenar los huecos.

También para el pensamiento oriental lo lleno se vuelve obstáculo, mientras que el vacío permite el paso del efecto, la circulación. El vacío es caudal inagotable del efecto.

Lacan necesitó diferenciar el deseo del analista del deseo del analista como sujeto para evitar que sean sus prejuicios y sus fantasmas los orientadores de la cura.

También entendió que el analista "tiene que preservar para el otro la dimensión imaginaria de su no- dominio, de su necesaria imperfección…de su ignorancia siempre nueva para que ninguno sea un caso"[16]. El deseo del analista ofrece un hueco, una falta en el Otro, hace lugar al deseo, aloja el objeto.

 

Localizado en el acto y manifestándose en la interpretación

El deseo del analista "se manifiesta en la interpretación".[17] Y una interpretación tiene que resonar desde adentro. No importa la forma que tome, aprovecha la oportunidad, se vale de la sorpresa, no va contra las resistencias sino que pasa a través de ellas. Lacan nos enseña que "... la entrada en la caverna... (del inconciente) es una entrada a la que nunca se llega sino en el momento en que están cerrando... y porque el único medio para que se entreabra es llamar desde el interior"[18]

El pensamiento oriental enseña también a valerse de las fallas, de los huecos que deja el otro, de sus debilidades. Abstenerse cuando nada es favorable, actuar siguiendo la línea de mayor facilidad, a sacar partido de la situación. No hacer fuerza en contra.

En contraposición al ideal de acción occidental, heroico, voluntarista, los orientales nos enseñan a dejar que la transformación se imponga, dejar que suceda como efecto de un proceso, dar lugar a la espera, renunciar al dirigismo, acompañar lo real y ayudar a lo que se produce naturalmente. Un "no hacer nada" que, sin embargo, produce efectos, como puro resultado de la situación. Valerse del trazo, ser puerta, abrir y cerrar. Claro que no se trata de un no hacer nada pasivo. Se trata en cambio de un saber hacer, que no fuerza la torsión sino que la produce siguiendo los caminos que la singularidad de cada uno permite.

Lacan parece ir en esa dirección cuando se pregunta si la función del deseo del analista será la de "ser aquél que sabe cortar algunas figuras" [19] y cuando plantea que "Porque el deseo del analista suscita en mi esa dimensión de la espera, soy tomado en eso que es la eficacia del análisis"[20]

No se trata tampoco de apropiarse del efecto ni de mostrar que depende de una intención. La intención mata el efecto. Tampoco el analista puede asociar el efecto a sí mismo. Desubjetivización que caracteriza su deseo.

 

El deseo del analista hace semblante, pero está orientado

Pero aunque pueda tomar semblantes diferentes, el deseo del analista está orientado y es el analista el que conduce la cura. Desde el lugar que toma en la economía libidinal, va contra el efecto de transferencia que funciona como señuelo, va contra la identificación y "lleva la experiencia del sujeto al plano desde el cual puede presentificarse, de la realidad del inconsciente, la pulsión"[21]. Apunta así a conmover las fijaciones de goce, y a crear las condiciones para un modo menos costoso de hacer con la pulsión. Por eso, la estructura del chiste, le es propicia. [22]

NOTAS

* Trabajo presentado en el IV Congreso de la AMP 2004: "La práctica lacaniana: sin standard pero no sin principios".

  1. Lacan, J (1964): "Del trieb de Freud y del deseo del psicoanalista" en Escritos II.
  2. Lacan: El seminario 11. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Ed Barral. clase del 10/6/64 Pág. 243.
  3. Lacan: Ibíd. 2 clase del 17/6/64 Pág. 262.
  4. Lacan, J: Ibíd. 2 11 clase 1.
  5. Lacan, J: Discurso pronunciado el 6/12/67 en la EFP. En Autres Ecrits.
  6. Lacan, J: El seminario 10: La angustia - clase 4,5/12/62.
  7. Jullien, F: Tratado de la eficacia. Ed Perfil, 1999.
  8. Lacan, J Ibíd. 2 - Clase 13, punto 3, Pág. 172.
  9. Jullien, F: Ibíd. 7.
  10. Lacan, J: Una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de las psicosis. En escritos II, Pág. 516.
  11. Lacan, J( 1977): El seminario 25: El momento de concluir- clase 1- inédito.
  12. Lacan: El Seminario 12- problemas cruciales clase 16- 19/5/65. inédito.
  13. Lacan, J Ibíd. 5.
  14. Miller: Las contraindicaciones al análisis. En el caldero de la escuela- junio 1999.
  15. Lacan, J: Proposición del 9 de octubre de 1967, en Momentos cruciales de la experiencia psicoanalítica, Bs. As. Manantial, 1987.
  16. Lacan, J (1960): Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano- escritos II Pág. 804.
  17. Lacan, J: Ibíd. 6.
  18. Lacan, J: Posición del Inconsciente- En escritos II.
  19. Lacan, J El seminario 12 Problemas cruciales clase del 3/2/1965- inédito.
  20. Lacan, J: Ibíd. 6 clase del 27/2/63.
  21. Lacan, J: Ibíd. 2 clase del 24/6/64 Pág. 282.
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