Junio 2006 • Año V
#12
Sala de lectura

La arrogancia del presente

De Jean Claude Milner

Graciela Chester

Tendrá usted - paciente lector - que esperar hasta el final del libro, para enterarse del por qué del título.

Tendrá, usted, que esperar a la Nota Final para que J. C. Milner le suscriba que La arrogancia… cierra el tríptico abierto en Las inclinaciones criminales de la Europa democrática.

¿Y durante la lectura? Créame: ¡pasan cosas!

Por lo pronto, llevados de la mano de estas páginas, tenemos la chance de caminar, esquivando la Doxa a la que a muchos nos tentó la retórica de los años sesenta.

El trayecto seguirá las coordenadas de dos acontecimientos: la Izquierda Proletaria y su ineludible pasaje por el Mayo del 68.

Milner nos pasa su testimonio, con sus encuentros y sentidos que constituyen a su interpretación.

Desde esa perspectiva, entiendo que es un privilegio ser contemporáneos - con años más o con años menos - de los sucesos que atraviesa su prosa analítica.

Lo es, porque el texto impone, con una delicadeza y respeto exquisitos, que indaguemos en cada una de las referencias de su trama. Son muchas y, por la fuerza de los argumentos, tienen aroma francés.

Partamos del subtítulo. Miradas sobre una década: 1965 – 1975. Lo considero, un anuncio que, en esta travesía, será una constatación.

Porque las miradas – opuestas a la visión política del mundo y tejidas de lenguaje - apuntarán a deshacer los nudos implicados en los distintos nombres y mitos. Nombres y mitos a los que se creía portadores de futuro, en su versión luminosa o siniestra.

La referencia inicial al diálogo entre Sartre y Queneau, sella la posición de Milner: ni Mayo ni Izquierda Proletaria se reducen a la impresión de haber tenido una juventud. Nombre al que se le otorgó el carácter de un sacramento iniciático, mito de la burguesía soñadora, francesa.

A éste le seguirá una larga serie, que no armará ninguna lista. Será, usted, lector, el que certificará si hay, o no, una nominación, tal como Milner la plantea.

Si eso ocurre, uno asiste al encuentro de nuevas definiciones de los acontecimientos. Es el término que Milner prefiere, junto con los políticos "prudentes", cuando reflexiona sobre los eventos de Mayo del 68.

Porque hablar, por ejemplo, según la doctrina de la Jornada Histórica, para referirse a ciertas fechas emblemáticas, es una clara alusión a la multitud y al número. Y quizás sea ¿por qué no? una advertencia frente a la Política de las cosas[1].

Ahora bien, ¿cuál fue la trama para la urdimbre de estos acontecimientos?

La lengua. La lengua francesa, que había vedado a la filosofía hablar de la Revolución y que la dejó confinada a las letras de los escritores y de los historiadores.

Para Milner, la salida a los impasses de esa prohibición, la introdujo un forzamiento discursivo. Por la vía de André Bretón ingresó la dialéctica, como saber de las inversiones. Vale aclarar que este movimiento, tal como lo presenta el autor, es una reacción a la lengua de Pétain. Al respecto, las palabras atribuidas a Bergson, en su lecho de muerte, acaecida en 1941, son un testimonio.

Pero, para un marxismo pretendidamente depurado de Hegel, la dialéctica, aún, tenía perfume de idealismo y el idioma alemán - que la estableció – tenía pestilencias de nazismo.

La referencia a Jacques Lacan, con su Discurso de Roma, no es sólo un dato de cortesía: se trata del programa de investigaciones que había abierto el estructuralismo y la renovación de las disciplinas que conllevaba.

Hasta "que la calle empujó las estructuras hasta su punto de insuficiencia" Podemos decir que, en esta orientación, el advenimiento, en 1969, de la teoría de los cuatro discursos demuestra - si no la anticipación - el ajuste sincrónico de una enseñanza, la de J. Lacan, con la época.

Porque si bien Mayo le regaló a la Izquierda el aquí – ahora sartreano, lo que siguió fue la división de los Actores. "Unos fueron hacia el maoísmo y hacia la construcción de una organización política hostil al PCF; los otros se fueron hacia los saberes", de la mano de Lacan y de J. A. Miller, con los Cahiers pour l’analyse.

La comparación cae por su propio peso: lo que el estructuralismo introdujo en la lengua; Mayo lo hizo en las prácticas políticas.

Voy a deslizarme a su Conversación nocturna. Es, literalmente, un capítulo aparte.

Lejos de la autobiografía, es un recorrido por las ondulaciones de su militancia.

Son los movimientos del detalle, que le permiten al autor desprenderse de la masividad.

Cuando la escritura se asoma al umbral de la Revolución Cultural, nos enteramos que los pormenores doctrinarios de aquélla quedaron bien distantes de las prácticas de sus gestores.

Aquí, Milner resulta implacable: hubo una voluntad de ignorancia por lo que, efectivamente, ocurría en los escenarios de China.

Vale la pena detenerse en el vínculo con el saber que - con esta Revolución, en particular – estalla.

La Revolución Cultural entraba a la Historia, con la aspiración de disolverla: exterminar lo viejo, lo anterior a ese movimiento. Como lo dice J.C. Milner, pretendía establecer "un comienzo ex – nihilo"

Es el instante en que el autor extrema su secreto a voces: "Sólo las limitaciones corporales autorizan a parar de querer saber. […] lo que yo rechazaba no era la Revolución Cultural en sí, aun cuando, al hilo de las lecturas, me enterara cada vez de más faltas y crímenes […] De lo que me aparté no fue del maoísmo en sí […] No, lo que yo ponía en el banquillo era el solo hecho de pensar en masa"

Estas palabras ¿no resuenan, acaso, con lo que en nuestra comunidad se debate al nivel de una política de la enunciación?

En el libro, la secuencia de estas afirmaciones abre al punto de inflexión, donde se puede arriesgar que La arrogancia del presente, como tres, anuda a los otros dos[2].

Porque La Historia vuelve.

Desde el patronímico de Daniel Cohn Bendit y la consigna[3] que Izquierda Proletaria proclamó para su reivindicación y repatriación, J.C. Milner recorre los efectos del retorno de un reprimido. O si se quiere, recorre los efectos por el costado de una omisión, revelada en la insistencia de una metonimia: nazismo, Ocupación y Resistencia. "La tesis se enuncia así: Izquierda Proletaria está marcada por el sello del nombre judío en la exacta medida en que no habla de él"

El tránsito será del judío de saber, a su sucedáneo: el judío de Revolución y con él, la indiferencia, la declaración de su inexistencia o, simplemente, su negación.

Sería un error entender que lo que J.C. Milner propone está ligado a un discurso recuperativo de tipo étnico, religioso o antropológico, respecto del portador del nombre judío.

El hilo de Ariadna conduce a un Teseo bien preciso y, sobre todo, bien agudo.

La interpretación que Milner hace respecto del saber en el intelectual francés - que pasa a la militancia partidaria – tiene su tinte revelador.

El argumento se enuncia más o menos del siguiente modo: el saber anula al estudio, y la condición de su captación – la del saber - debe ser al instante, "en esa inmediatez del presente" está su "insoportable arrogancia"

Se trata de una referencia asertiva que impacta y de la cual es difícil sustraerse sin un cierto efecto de embarazo.

El presente ¡¿humillado?!

Mayo del 68 fue, por antonomasia, activo y su tiempo fue el aquí – ahora, pero, por sobre todas las cosas, fue francés.

¿Cuáles son, entonces, los compases en nuestro presente? ¿Es posible situar sus alcances aquí como en Francia?

Alcanzo a concluir que la experiencia política - en cuanto tal - de este lado del océano, en casi nada se parece a la experiencia del Mayo francés.

J.C. Milner pone nombre y, también, apellido a los responsables de los efectos adormecedores del Gran Susto. Nombre para el saldo de intranquilidad que dejó entre "los gestores de la gubernamentalidad", posteriores al 68. Son los que adecuaron, entre otras, políticas de mandato a nivel pedagógico y atacaron las instituciones transmisoras de saber.

Lo que otrora había sido barullo y actividad, queda – ahora - acallado, con la complacencia de un progresismo coautor de estrategias pasivizantes.

Traspasada la primera década del siglo XXI: "La ilusión del movimiento" es producida por el Diario (escrito, hablado, televisado, etc.), único que se mueve y actúa y único que determina el presente. "Situarse como humilde servidor del presente y de ese modo hacer creer que se ha adueñado uno de él […]"

Las derivaciones - que estas estrategias tienen en la juventud - posiblemente, sean el punto de mayor inquietud que este texto nos hace llegar. Es el punto, también, donde ya no resultan tan claras las diferencias regionales.

Si esto es así y, parafraseando al mismo autor, es porque lo Real se encuentra en otro lado al de las aristas político partidarias. Aunque muchos colegas psicoanalistas piensen lo contario.

Porque, si uno de los nombres de lo Real es lo viviente, es el psicoanálisis – y también, con nombre y apellido – el psicoanálisis de Jacques Lacan, el que hace que lo viviente se vuelva, cada vez, menos inefable.

NOTAS

  1. Del mismo autor. Miguel Gómez. Ediciones. 2005.
  2. Milner, J. C.: Las inclinaciones criminales de la Europa democrática, Editorial Manantial, 2008; El judío del saber, Editorial Manantial, 2008.
  3. "Todos somos judíos alemanes".
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