Marzo 2004 • Año III
#9
Sala de lectura

El cuerpo en psicoanálisis II

De AA.VV.

María Elena Lora

A partir de la acogida por parte de nuestra comunidad analítica del volumen EL CUERPO EN PSICOANALISIS I, la Colección Mundo Psicoanalítico decidió publicar esta 2ª parte: EL CUERPO EN PSICOANALISIS II, con los aportes de colegas de la AMP. El prólogo realizado por María Elena Lora, da cuenta de la importancia de la investigación de esta temática para la práctica del psicoanálisis en el siglo XXI

 

Prólogo

El 3 de septiembre de 2011 se han cumplido 30 años de la muerte de Jacques Lacan. Hoy queda claro que sin la obra de Lacan, el psicoanálisis quizás habría comenzado su retirada y estaría ocupando ahora un pequeño lugar en alguna historia de las ciencias. El psicoanálisis es una praxis afectada por la época y con los cambios sucedidos durante el tránsito del siglo XX al siglo XXI podría haber resultado archivado, al igual que su fundador Sigmund Freud, en las bibliotecas. Pero no, el psicoanálisis gracias al legado, a la enseñanza de Jacques Lacan respira aún y bien, tiene buena salud y está presente vivamente en la cultura; vale decir que aún hoy podemos gozar de sus marcas. Al mismo tiempo, se hace indiscutible precisar que su inmensa obra continúa orientándonos, en virtud al infatigable trabajo, transmisión y presencia de Jacques-Alain Miller.

Hablar de Jacques Lacan, a propósito de la presentación de un libro, supone efectuar un recorte, elegir algún aspecto de su enseñanza; esto significa desistir de una operación de síntesis y tan sólo subrayar un matiz. Sin duda, esto implica incurrir en una parcialización inevitable.

Si bien es cierto que en un texto nos alcanzan otras voces, provenientes de otra época, de otros saberes que nos hablan del pasado y del porvenir, también el texto supone una serie de interrogantes y respuestas. Una relación tal se produce con la lectura de este libro, pues conduce a desprenderse de la idea tan actual de que leer consiste únicamente en informarse; en cambio el libro trata sobre todo de mantener viva la idea de que leer se constituye en una vía de ingreso al saber, en un ejercicio de reflexiones y en seguir entusiasmados a la espera de que en cualquier recodo del camino nos veamos conmovidos por lo que nos sale al encuentro.

Estamos ante un libro, en el que se intertextualiza, se hace un caleidoscopio textual del decir de quien enuncia. En ese sentido los trabajos aquí reunidos no homogeneizan las opiniones, más bien las diversifican, componen un mosaico de diferencias. Así, este libro, de ser un acontecimiento textual que se enriquece por las diferentes posiciones desde donde se escribe, se transforma en un cuerpo textual que abre el debate y la discusión en tanto horizonte de intercambio.

El cuerpo, punto fundamental de la propuesta lacaniana, se hace visible en este libro, no sólo como una propuesta innovadora, sino como un nudo que permite desenredar las líneas epistémicas de su pensar, y atiende la concepción original de cuerpo planteada en la obra de Sigmund Freud. La concepción de cuerpo en la obra de Lacan nos hace discurrir por un territorio donde se establecen distintos momentos de teorización, construcción e interrogación sobre este concepto; al respecto él dirá: "Ese cuerpo no se caracteriza simplemente por la dimensión de la extensión: un cuerpo es algo que está hecho para gozar, gozar de sí mismo. La dimensión del goce está completamente excluida por lo que he llamado la relación epistemo-somática (…) de la medicina. (…) Pues lo que yo llamo goce en el sentido en que el cuerpo se experimenta, es siempre del orden de la tensión, del forzamiento, del gasto, incluso de la hazaña. Incontestablemente, hay goce en el nivel donde comienza a aparecer el dolor, y sabemos que es solo a ese nivel del dolor que puede experimentarse toda una dimensión del organismo que de otro modo permanece velada."[1]

De esta manera, reflexionar sobre el cuerpo comporta trabajar la encrucijada entre la medicina, la psiquiatría, el psicoanálisis y la época actual. Igualmente, se torna relevante señalar cómo actualmente, cada vez más la lógica social y la política se ocupan de cuestiones vinculadas con la subjetividad, de modo que hablar de cuerpo y/o salud se convierte en campo de controversia, de poder y confrontación política.

Una de las transformaciones más significativas de la llamada postmodernidad, es el énfasis puesto en los valores relacionados con el cuerpo. En efecto, el cuerpo ha devenido en un bien altamente valorado, cuyo cuidado requiere una altísima inversión de tiempo, dinero, trabajo y sacrificio para mantenerlo, transformarlo, rearmarlo y renovarlo, estableciéndose un tipo de relación del sujeto con su cuerpo en el que se radicaliza el valor de este último, hasta llegar a constituirse en un valor comercial, que puede funcionar como un capital en la economía del mercado.

La posibilidad de construirse un cuerpo encuentra en esta época de la tecnociencia la puerta abierta, por una parte para incorporar al cuerpo dispositivos que posibiliten resolver problemáticas como los déficits orgánicos (transplantes de órganos, prótesis) y, por otra parte, para modificarlo con cirugías estéticas hasta lograr un cuerpo idealizado que se acomode a las exigencias simbólicas de la época, a las demandas consumistas del mercado. Asistimos a una manipulación del cuerpo, impensable hace unos años, que rompe los límites de toda propuesta ética y que exige cada vez más, traspasar los mitos de la ciencia-ficción. Así, es necesario puntuar cómo, sobre esta práctica, Jacques Lacan advierte: "…tuyo es tu cuerpo, (…). La cuestión está en saber si, por el hecho de la ignorancia en la cual es mantenido ese cuerpo por el sujeto de la ciencia, habrá derecho luego a ese cuerpo, hacerlo pedazos para el intercambio."[2]

En esta misma lógica, es importante plantear que vivimos bajo los efectos de la existencia de programas robotizados, montados para funcionar como aval y control del cuerpo, por ejemplo las condiciones para obtener un documento de identidad son: fijar la vista en el objetivo, adoptar una expresión neutra, tener la boca cerrada, y enseñar el lóbulo derecho de la oreja en posición tres cuartos de la cara. El tamaño del rostro no debe exceder de 32 a 36 milímetros, desde el mentón hasta la parte superior de la frente. Esta imagen no está destinada a la mirada humana, sino a programas de biometría que sólo reconocen una cara normatizada cuya expresividad debe ser completamente desterrada. De este modo, nuestro rostro oficial se hace completamente irreconocible: sin sonrisa, con la mirada vacía, sin expresión, conformando una triste y patética imagen de nosotros mismos.

Actualmente, se trabaja en programas que analizan gestos, posturas, formas de caminar, modos de manejar el cuerpo y cada fenómeno o función que se desvíe de la norma señalada activará una alerta que exige un inmediato control. Siguiendo este modelo, algunos países están diseñando un sistema llamado Future attribute screening technology (FAST) para equipar sus aeropuertos y cuyo objetivo será detectar no sólo el movimiento de los cuerpos sino actitudes que anuncian la intencionalidad de malas acciones como una mirada huidiza, aceleración del pulso, exceso de transpiración, etc. En otros términos, al crimen se lo conoce antes de ser cometido, tal como se lo anuncia en la película de Steven Spielberg Minority Report.

En este siglo XXI signado por la prisa y sin conclusión, las disfunciones, las desregulaciones del cuerpo y la presencia de alteraciones orgánicas crónicas son experiencias fuertes y cada vez más frecuentes que logran desequilibrar la estructura subjetiva que hasta ese momento se había mantenido. Es decir, frente al surgimiento de lo real como el quiebre de un órgano, un accidente, un dolor físico del organismo, el sujeto enfrenta la ruptura de lo imaginario sustentado en un cuerpo viviente y esta situación genera una angustia que moviliza, demanda ser atendida y llama a hablar acerca de aquello que no tiene nombre. Es ahí donde la clínica de la medicación responde con la promesa de que todo es susceptible de ser tratado y siempre hay algún tipo de medicamento indicado para ese cuerpo afectado. Se trata al cuerpo como una máquina mortificada, al que se le inyecta, se le implanta materia inorgánica, o se lo atiborra de químicos.

Frente a este panorama, el psicoanálisis responde a las exigencias de la época, si hacemos de él un discurso de actualidad. Así, a lo largo de las reflexiones planteadas en el libro, se vislumbra la pregunta ¿Qué es un cuerpo? y vemos que hablar de él no es solamente hablar de un cuerpo en relación a la imagen, no es el cuerpo del espejo, que se lo ha pensado durante mucho tiempo como un doble del organismo. Tampoco se refiere exclusivamente al cuerpo simbólico, el texto nos transporta a algo más específico que propone el psicoanálisis sobre el tema del cuerpo: no hay goce más que a condición de que la vida se presente bajo la forma de un cuerpo.

El cuerpo vivo es la condición del goce, por ello Jacques Lacan habla del síntoma como acontecimiento del cuerpo, en tanto está en juego lo pulsional. Los diferentes artículos aportan una orientación respecto a estos conceptos, que van refrendando algunos puntos de inflexión en la enseñanza del psicoanálisis de la orientación lacaniana. La propuesta de cada uno de estos autores sobre el cuerpo no sólo recorre rigurosamente los conceptos analíticos, sino que los plantea con solvencia y fluidez, invitando a una mayor indagación sobre el tema.

Las elaboraciones sobre el concepto de cuerpo, contenidas en el libro, recuperan la propuesta de Jacques-Alain Miller, quien afirma: "El mismo organismo debe sostener dos cuerpos distintos, superpuestos. Por un lado, un cuerpo de saber, que sabe lo que necesita para sobrevivir, el cuerpo epistémico y, por otro lado, el cuerpo libidinal. El primero es el cuerpo que normalmente debería estar regulado y cuya regulación debería ser placer, (…) por un lado, el cuerpo-yo y por otro lado, el cuerpo goce que no obedece al yo, que se sustrae a la dominación del alma como forma vital del cuerpo."[3]

En ese entendido, el psicoanálisis detenta un saber específico, propone un saber sui generis sobre la cuestión del cuerpo, en el que está en primer plano la cuestión del goce y conforme sostiene Jacques-Alain Miller: ¿por qué no pensar el goce como un afecto del cuerpo? Esta reflexión abre otra vía para pensar la angustia y otros síntomas actuales donde aparece, en primer plano, el cuerpo.

La lectura de este libro evidencia la primacía del cuerpo en la actualidad y la manera singular de abordar que tiene el psicoanálisis. Implica entender que los conceptos vertidos no están dados de modo inmutable, sino que se trata de semblantes que visten a lo real y pierden su función cuando la práctica clínica ha señalado que ya no son adecuados. El verdadero respeto por un concepto es encontrar el rigor en el cual se halla cristalizado. El presente texto nos guía y convoca a un despertar y a no dormirse en el confort del empleo repetitivo de los conceptos. Por ello, considero que otorga algunas claves para pensar la subversión conceptual del cuerpo que introdujo Jacques Lacan como un nuevo paisaje.

* Psicoanalista (AME) de la NEL y de la AMP. Fundadora de la Asociación del Campo Freudiano de Bolivia (ACFB). Directora de la Maestría en Estudios Psicoanalíticos de la Universidad Católica Boliviana - La Paz.

NOTAS

  1. Lacan, Jacques - "Psicoanálisis y medicina", 1966, Intervenciones y textos, Manantial, Argentina, 1985, p. 95.
  2. Lacan, Jacques - "Discurso de clausura de las Jornadas sobre las psicosis en el niño", 1967, El Analiticón No 3, Paradiso, España, 1987, p. 13.
  3. Miller, Jacques-Alain - Biología lacaniana y acontecimiento del cuerpo, 1999, Diva, Argentina, 2002, p. 72.
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