Diciembre 2001 • Año I
#4
Sala de lectura

Reseña del seminario "El ultimísimo Lacan"

De Jacques-Alain Miller

Paula Vallejo

En este seminario (2006-07), JAM sostiene que calificar el inconsciente de real sitúa al psicoanálisis en un paradigma nuevo, en el que los conceptos adquieren otro relieve e incluso, en ocasiones, parecen desmoronarse.

Parte de una lectura a la letra del pequeño texto del "Prefacio a la edición inglesa del Seminario 11", para ilustrar la inversión de perspectiva que entraña la última enseñanza de Lacan: del Otro al cuerpo, del lenguaje a lalengua, del SsS al Uno solo, del inconsciente transferencial, al inconsciente real.

Define al inconsciente real como un agujero y a la urgencia como "la modalidad temporal de inserción de un traumatismo". El analista debe, pues, hacer pareja con la urgencia, más allá de la verdad mentirosa que viene a recubrirla.

Miller retoma el episodio alucinatorio del Hombre de los Lobos para situar lo real errático y sin ley, "el tenue silencio de lo real", la existencia de aquello que está cortado de la palabra y no se puede atrapar por la vía de la rememoración (S1-S2) sino de la reminiscencia (S1). Es lo inmemorial, lo que no ha entrado en la historia del sujeto, las primeras marcas de goce, los fenómenos de cuerpo. Si de lo que se trata es de hacer algo con estas primeras marcas, encadenarlas de algún modo, cernir al máximo lo real, ¿qué lugar para la interpretación del analista cuando estamos confrontados a la inexistencia del Otro? Es entonces la psicosis, y no la neurosis, la que funciona de referencia para situar el inconsciente real y proponer un nuevo modo de intervención del analista.

Miller afirma en este seminario que toda la enseñanza de Lacan puede concebirse como una respuesta sintomática de éste al traumatismo del inconsciente freudiano. Así, a través de los seminarios: Aún, El sinthome, Lo no sabido que sabe de la una-equivocación alza alas para la morra", "El momento de concluir" y "La topología y el tiempo", nos indica los diversos pasajes de Lacan frente a los impasses de su síntoma: cómo operar con una práctica de palabra sin quedar envueltos en una creencia en lo verdadero, cómo liberarnos de la verdad religiosa en el psicoanálisis, cómo producir un espacio que no le deba nada al imaginario (corporal) y donde lo que cuente sea un decir articulado a la satisfacción y no al saber.

Las consecuencias de este trayecto sobre el dispositivo del pase ocupa por varios capítulos a Miller. Llama "el reverso del pase" a la propuesta de Lacan de establecer una relación entre el inconsciente real y la causa analítica, donde se trata de "medir lo verdadero con lo real" y mostrar cómo cada quien se las arregla con su síntoma para obtener satisfacción del mismo. Subraya asimismo la elaboración en soledad de esa hystorización que tiene como partenaire a la Escuela.

Destacando la orientación materialista de la última enseñanza, Miller sigue a Lacan hasta ese punto más allá del inconsciente, al que se vió conducido. Sin destinatario, sin destino, sin transferencia, más allá de la idea de causalidad, sólo queda la posibilidad de un significante nuevo, propio, capaz de introducir un nuevo uso que pueda orientar al parlêtre.

Abandonado el sueño del despertar, la dirección de la ultimísima enseñanza es el dar vueltas en círculo en torno al agujero. El inconsciente no es ya un saber que no se sabe sino un no saber hacer con, una defensa. Lacan, al revés de Freud, quiere volver a la un-bevue, la equivocación de la cual procede el inconsciente freudiano, para fundamentar al parlêtre en un Uno. El goce del Uno es aquí el goce del cuerpo y el problema es cómo operar para modificarlo.

En esta perspectiva, Miller enfatiza que no hay liberación del sinthome, sólo se trata de saber por qué se está enredado en él. El modelo del acto analítico es el corte, del que la topología permite afirmar que tiene el poder de cambiar la estructura de las cosas.

En los últimos capítulos, Miller nos introduce en el mayor impasse del psicoanálisis que tuvo que enfrentar Lacan al poner en cuestión que lo simbólico sea capaz de alcanzar lo real. Si entre lo simbólico y lo real hay disyunción, el psicoanálisis no sería sino una estafa. A la salida de ese impasse que Lacan propuso, en el "Seminario 24", por la vía del síntoma, en tanto la única cosa que conservaría sentido en lo real se le agrega la que formula al año siguiente, en "El momento de concluir", cuando frente a esa disyunción propone intentar imaginar lo real.

Si lo real no habla y lo simbólico sólo puede mentir, lo que queda es el recurso a lo imaginario, al cuerpo, la tela. Es un imaginario otro que el del principio, un imaginario vaciado de sentido. Lacan había situado que entre lo real y lo imaginario había una hiancia y que allí encontrábamos la inhibición. Ahora se abre una pregunta; ¿es posible superar la hiancia entre lo imaginario y lo real?

En el último capítulo Miller nos propone una "elaboración sobre el tiempo". Retoma las referencias de Lacan para decirnos que la eternidad es el sueño del despertar y que la práctica analítica debe situarse en el tiempo. Subraya que Lacan encontró en la topología un modo de salir de la geometría y de la eternidad por cuanto la topología comporta la función tiempo (deformaciones) y la función cuerpo (el tejido, la tela).

El saber en lo real no supone, como antaño, encontrar el algoritmo de un sujeto. Es un saber que no habla, como el de las cosas que saben cómo comportarse. La apuesta por el pase es entonces la de poder orientarnos en la oscuridad que entraña el inconsciente real, donde no podemos hallarnos sino a tientas.

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