Octubre 2001 • Año I
#3
Sala de lectura

Volverse Público

De Boris Groys

Silvina Rojas

Boris Groys se volvió público y visible para la mayoría de los argentinos cuando este mes de abril (2015) visitó nuestro país. Nacido en Berlín Oriental en 1947 y formado en filosofía y matemáticas en la antigua Unión Soviética hoy es "la estrella entre los pensadores del arte contemporáneo en Alemania". Desde allí, desde el arte, analizará las consecuencias de considerar internet como "el nuevo espacio público digital", convertido hoy en el ágora contemporáneo obligando al "diseño de sí", el retorno de la religión, las relaciones entre el arte y la política y aventurando futuras guerras cibernéticas..

Sus posiciones filosóficas y sus investigaciones sobre el arte de vanguardia y los medios de comunicación proponen una lectura de las posibilidades que la tecnología abre, en principio al arte, pero que él mismo extiende a considerarlas antecedentes de nuevas respuestas de los individuos en tanto sujetos también a las posibilidades tecnológicas resultando en modos de estar y hacer en el mundo.

Eligiendo una línea temporal que va de la modernidad a la actualidad encuentra en el movimiento Vanguardista del arte una torsión proponiendo que los postulados filosóficos que sostienen esta práctica artística anticipan, o incluso, funcionan como antecedentes que preparan los cambios subjetivos que luego el uso de Internet, las redes, Faceboock, Instagram, etc., permiten, produciendo de esta manera, una estética diferente en el arte y en la vida cotidiana y convirtiendo los cambios en valores que soportan una biopolítica más que un análisis sociológico. Esta hipótesis de análisis traduce una orientación metodológica de acercamiento al estudio del arte, para Groys, como una reflexión de las condiciones de producción de la obra artística y su deslizamiento en lo contemporáneo al artista como "obra", la reflexión se sostiene en la práctica misma para ir de allí a analizar los paradigmas que la posibilitan.

Hará explícito entonces, que para establecer su mirada, se posicionará en lo que llama "una manera no-estética" ya que la denominada perspectiva estética derivada de la tradición kantiana supone una "actitud estética" que se apoya en el espectador, devenido consumidor de arte, quien demanda "experiencias estéticas" en la búsqueda de un goce estético. Esta tradición, ligada a valores como lo bello y lo sublime, se extiende hoy en demandas al artista para que proporcione experiencias estéticas con "contenido social", situación que coloca al artista en el lugar del esclavo productor dirigido por el amo (gusto) espectador. Se produce, continua Groys, una combinación de la politización del arte con su estetización siempre que se lo considere entonces, desde el punto de vista del espectador, del consumidor. Cuando se piensa como hacer que ciertas actitudes políticas resulten atractivas para el público al transmitirlas se está supeditado a la actitud estética. Actualmente, en pleno año electoral estamos bombardeados por esta aspiración de "formatear contenidos políticos en una forma atractiva políticamente" (p.12).

El desarrollo de los medios visuales que, a lo largo del siglo XX no solo han convertido a las personas en objetos de vigilancia sino también, esos mismos medios se han convertido en "una nueva ágora" dónde se da la discusión pública, política, social, allí pasa "todo". La consecuencia de ello es que el individuo está obligado a establecer una imagen propia que "actúa" en el contexto virtual. La facilidad en la accesibilidad para crear lo que se da a ver invierte la relación numérica, "hay más gente interesada en producir imágenes que en mirarlas".

Groys define que este orden de cosas inclina la balanza hacia el productor de imágenes, estamos obligados a considerar este punto de perspectiva para el análisis de situación parándonos en la perspectiva "poética", un análisis "poético y técnico" del arte abierto por lo hecho por el movimiento de vanguardia artística, con autores como Kandinsky, Malevich, Ball o Duchamp. Estos autores, según Groys, al mismo tiempo que se produjeron como un "yo público" demostraron "las condiciones mínimas para producir un efecto de visibilidad, a partir del grado cero de la forma y del sentido", la encarnación visible de la nada misma o, lo que es lo mismo, de la pura subjetividad. La tematización de la nada "en manos de la vanguardia" no es simplemente un signo de nihilismo o una protesta contra la vida capitalista, se trata allí de un "nuevo comienzo", una metanoia que mueve al artista cambiando de dirección hacia la construcción autopoética de su propio Yo.

Esta práctica autopoética se extiende hoy en un tipo de producción comercial de la imagen, como el desarrollo de una marca o de una tendencia o mismo de una figura política.

En este contexto toma toda su relevancia "la obligación del diseño de si", se introduce el "diseño" como la preocupación de la apariencia de las cosas con un cambio de paradigma que acompaña esta preocupación. Si antes se trataba de los ornamentos suponiendo en su finalidad ocultar por la apariencia la verdadera esencia, creando una superficie brillosa, seductora cercana al fetichismo de la mercancía, el cambio efectuado por el diseño de vanguardia buscó volver a la "esencia" haciéndose eco de las críticas. Su búsqueda iría en pos de eliminar y purificar todo lo que se ha acumulado en la superficie y "exponer" la verdadera naturaleza de las cosas. La propuesta del diseño moderno busca "modelar la mirada del espectador de manera tal que sea capaz de descubrir cosas por sí mismo". Lo que antes, a la mirada de Dios era cuestión ética, el ascetismo del alma más allá del cuerpo, ahora se invierte para hacer de la ética una cuestión de forma, estética, la manifestación del alma es la apariencia asociada a un valor.

El sujeto moderno tiene una nueva exigencia "la del autodiseño, la presencia estética como sujeto ético". Habiendo pasado por el régimen de antidiseño de vanguardia, los consumidores, los sujetos actuales asumen la responsabilidad por su propia apariencia y por el diseño de sus vidas cotidianas.

Groys propone que el diseño moderno ha ocupado el lugar de la religión, el diseño de sí se vuelve un credo que revela valores, actitudes, programas e ideologías involucrados en la construcción de si dados al juicio social.

El diseño moderno transformó la totalidad del espacio social en "un espacio de exhibición en el que los individuos aparecen como artistas y como obras de arte autoproducidas". Lo que antes aparecía como un derecho se ha convertido en una obligación, "estamos condenados a ser nuestros propios diseñadores".

Estas líneas de pensamiento llevarán resaltar que en nuestra época no está en juego la belleza sino la seducción, cualquiera que traspase el sistema comienza a funcionar a través de los medios volviéndose el mismo una obra, provocando placer y sujeción radical a la mirada". Mirada impersonal que empuja a su reproducción, más que la Sociedad del espectáculo vivimos ahora como espectadores "en movimiento" en tanto repetición permanente del gesto de mirar".

Estas líneas quieren funcionar a modo de pequeña presentación de Boris Groys para "seducirlos" y provocar su lectura! Adelante.

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