La guerra no tiene rostro de mujer
De Svetlana Alexiévich
Emma Adriana Lafogiannis
Voces silenciadas
[…] no escribo sobre la guerra, no escribo la historia de la guerra sino la historia de los sentimientos.
Svetlana Alexiévich [2]
¿Por qué este libro? ¿Qué me interesa? Escribo como lectora y el efecto de lectura me lleva a hacerlo. Lectura inquietante, incómoda, a veces identificada con la autora que escucha historias narradas.
Con su lectura quedé afectada y no es fácil transmitir eso; se dejan oír las marcas que la guerra ha dejado en quienes la vivieron desde el campo de batalla:
¿qué se transmite del trauma? ¿Una marca, un significante, un fragmento de real arrastrado por la historia? La historia es “fútil” para el Lacan del seminario 23 […].
El psicoanálisis y la historia se confrontan con el tiempo en tanto real.[3]
No me interesa hacer una interpretación del texto sino ir con él y que me interprete, eso hace posible que escriba. Así como la obra escrita con testimonios, no interpreta el fenómeno de la guerra, no hay ficción.
El artista precede al psicoanalista, dicen Freud y Lacan, puede aferrarse para hacer surgir de las voces una nueva obra.
En el libro, se siguen las huellas dejadas por la Guerra en las palabras haciéndolas audible; y así permite escuchar lo que no puede decirse; equilibrio entre lo que se dice y no se dice:
El psicoanálisis solo accede a la guerra por las marcas, esas que deja sobre los vivos y sobre los discursos. […]
La guerra es traumática presentándose como la interpretación real de toda civilización.[4]
Tal como sostiene Freud, los traumas son vivencias en el cuerpo, percepciones sensoriales de lo visto y oído, vivencias o impresiones.
Leo crónicas de mujeres rusas que combatieron en la Segunda Guerra Mundial y me dejo llevar por el tono que da a leer aquello que se escucha en lo difícil de decir. “¿Cómo transformar una experiencia muy dura, sin palabra, con palabras que van a tocar el alma del otro, del lector?”[5]
“La vida no puede tomarse sino con distancia”,[6] sostiene M.-H. Brousse citando al Lacan de Las formaciones del inconsciente, “en su desconocimiento total, como puro significante de una existencia intolerable por la vida misma”,[7] “es la vida como desconocimiento total que lo real de la guerra impone”.[8]
Cada historia es narrada en esos bordes, cada testimonio trata una guerra distinta, cuenta lo singular, lo imposible de nombrar; y en su escritura, están la voz y el silencio.
La escritura y la Otra escritura
Hay un movimiento en la escritura alejada de los acontecimientos históricos, no hay una transcripción; en el recorte de los textos se da a ver otra cosa en torno a la guerra. No escribe un relato minucioso de lo acontecido, sino que se detiene en los recuerdos íntimos de la batalla, lo que no fue contado.
Sabemos en tanto psicoanalistas que, para definir el acontecimiento traumático, no alcanza con relatar la historia. Sin embargo, la “autora” le pone el micrófono a las que no tienen voz y eso mismo parece funcionar como un trabajo sobre lo traumático, hace pasar la voz para inscribir otra historia. En mi experiencia de lectura, se trata del relato no histórico de la guerra, el detalle son las voces, el arte de recuperar la voz que ha sido silenciada, eso que se dice porque alguien escucha y anota.
Alexiévich no juega a la memoria, muestra que esta no es un instrumento, desplaza, lleva las ataduras del tiempo: “¿Con qué palabras se puede transmitir lo que oigo? Yo buscaba un género que correspondiera a mi modo de ver el mundo, a mi mirada, a mi oído”.[9]
No es una novela ni un relato, solo da voz a esas mujeres, expone sus voces silenciadas.
Se publica 30 años después con testimonios, entrevistas, unas anónimas, otras presenciales, por carta..., y su edición tuvo como efecto, que más mujeres quisieran contar. Luego de la victoria, ellas dejaron de ser parte de la memoria que, durante la Guerra, hicieron “cosas de hombres”. Al finalizar, no pudieron contar sus experiencias: mujeres zapadoras, aviadoras, guerrilleras, francotiradoras. Allí comienza otra guerra que tienen que callar.
Me resonó El narrador de W. Benjamin, en el que se sienten los ecos de otra guerra:
Con la Guerra Mundial comenzó a hacerse evidente un proceso que aún no se ha detenido. ¿No se notó acaso que la gente volvía enmudecida del campo de batalla? […] Todo aquello que diez años más tarde se vertió en una marea de libros de guerra, nada tenía que ver con experiencias que se transmiten de boca en boca.
[…]
La experiencia que se transmite de boca en boca es la fuente de la que se han servido todos los narradores.[10]
Svetlana sostiene que “los recuerdos no son historia ni literatura, son vida, llena de polvo, sin el retoque limpiador de la mano del artista”, visita a sus personajes varias veces, se acerca, deja que hablen: “Las escucho cuando hablan, las escucho cuando están en silencio […], para mí tanto las palabras como el silencio son el texto”.[11] Voces que se escuchan en lo que dejan pasar, el arte de hacer oír como testimonio, recuperando la voz del silencio:
inmediatamente después de la guerra, la persona cuenta una guerra determinada, pero pasadas unas décadas es evidente que todo cambia, porque la vida del narrador, se cuela entre sus recuerdos.[12]
Atenta escucho el dolor. […] El dolor como prueba de la vida pasada. […] no existen otras pruebas, desconfío de las demás pruebas. Son demasiados los casos en que las palabras nos alejaron de la verdad.[13]
El proceso es largo, sostiene. Al final, es un coro de voces el que narra cada historia; voces que, cada una, trata un real.
Svetlana Alexiévich, La guerra no tiene rostro de mujer, Debate, Chile, 2015.
NOTAS
- Alexiévich, S., La guerra no tiene rostro de mujer, Debate, Chile, 2015.
- Ibíd., p. 19.
- Ratier, F., “La guerra de España: el exilio” en Brousse, M.-H. (comp.), El psicoanálisis a la hora de la guerra, Tres Haches, Bs. As., 2015, p. 37.
- Brousse, M.-H., “De los ideales a los objetos: el nudo de la guerra”, en Brousse, M.-H. (comp.), El psicoanálisis a la hora de la guerra, op. cit., pp. 199 y 226.
- Appelfeld, A., “Encontrar la palabra justa”, en Brousse, M.-H. (comp.), El psicoanálisis a la hora de la guerra, op. cit., p. 110.
- Brousse, M.-H., “De los ideales a los objetos: el nudo de la guerra”, en Brousse, M.-H. (comp.), El psicoanálisis a la hora de la guerra, op. cit., p. 223.
- Lacan, J., (1957-1958) El Seminario, Libro 5, Las formaciones del inconsciente, Paidós, Bs. As., 1999, p. 474.
- Brousse, M.-H., “De los ideales a los objetos: el nudo de la guerra”, en Brousse, M.-H. (comp.), El psicoanálisis a la hora de la guerra, op. cit., p. 223.
- Alexiévich, S., La guerra no tiene rostro de mujer, op. cit., p. 13.
- Benjamin, W, (1936) El narrador, Taurus, Madrid, 1991.
- Alexiévich, S., La guerra no tiene rostro de mujer, op. cit., p. 24.
- Ibíd., p. 18.
- Ibíd., p. 23.