La práctica analítica
De
Renata García
El libro "La práctica analítica", consta de cuatro partes que, reúnen una serie de trabajos que, provienen de diversos ámbitos de la Asociación Mundial de Psicoanálisis. Interroga a la comunidad analítica, por el lugar de la clínica lacaniana en una época que se caracteriza por la proliferación de las distintas terapéuticas. Cómo responder al ideal actual de eficacia terapéutica desde una posición que le venga bien al psicoanalista de nuestra época, sin degradar la clínica.
La primera parte, "Transferencia e interpretación", toma como punto de partida la problemática de la interpretación. En el artículo "El decir de la interpretación", Jacques- Alain Miller afirma que, el discurso del analista implica que el analista se acostumbre a dejar en la puerta: su identidad, sus emblemas para ganarse las credenciales cada vez. Si bien, el analista no es más de lo que el analizante es, el analista también se ve enfrentado a lo que no anda, el síntoma. Pero, hay una disimetría en la relación analista- analizante. Entonces, no todo procede de la experiencia, no todo es simplemente pragmático. Cito a Lacan "la estructura no se aprende de la práctica". No se trata sólo de la adecuación del dicho a la acción. Hay una distancia de la estructura a la práctica, en tanto, la estructura del discurso psicoanalítico condiciona la práctica. La práctica tiene una autonomía, pero reposa sobre un desconocimiento, sobre el olvido del decir. Además, Lacan formula lo siguiente: "una práctica no necesita ser esclarecida para operar", lo real es otro nombre de la estructura. Evidentemente, una práctica es preferible cuando es esclarecida por la estructura. Tenemos que la interpretación analítica apunta a ser un significante que no se puede interpretar; apunta a ser una palabra sin más allá. Para ello, es necesario estar en el lugar fantasmático del decir, como equivalente a lo real.
En el artículo "El principio de disimetría", Graciela Brodsky retoma que, para la orientación lacaniana de la práctica analítica la disimetría, la disparidad subjetiva entre el analista y el analizante, es una constante y que esta disparidad nos evita encallar en la contratransferencia, porque hay un solo sujeto en la experiencia analítica que es el analizante. En este sentido, el analizante crea al analista como objeto a partir del residuo de sus propias palabras. Siempre y cuando el analista deje y consienta en ser ese depósito transitorio de los restos de un discurso. A su vez, Éric Laurent lleva a cabo un análisis exhaustivo de la contratransferencia, en autores contemporáneos franceses y americanos, trabajo que denominó "Saber de la contratransferencia y saber del inconsciente", comenta que la fragmentación actual tiene efectos paradójicos. Invita a un uso de referencias teóricas múltiples hasta la inconsistencia, donde la cita siempre es un desencuentro, a esto se agrega el descreimiento posmoderno respecto a toda teoría que se pretendiese consistente. Es por eso que, al mismo tiempo que se reconoce la fragmentación, se le propone remedios soberanos, proliferación de terapéuticas que acompañen a la multiplicidad de síntomas modernos.
La segunda parte, se ocupa de la distinción entre "Psicoterapia y psicoanálisis". En el trabajo que denominó "Curar por medio del lenguaje o curar del lenguaje", Marie- Hélène Brousse sitúa que, el psicoanálisis reduce el sentido por medio de la letra, pero no deja de relacionarse con la verdad. El psicoanálisis cura del lenguaje, cura de la palabra como un modo de goce, cura de la palabra como goce del sentido por medio de la letra, cambia la contabilidad de goce del sujeto, reduce el goce. También, el psicoanálisis implica una relación con el silencio o con el uso del silencio: pocas palabras y que sean actos, que tengan un efecto sobre lo real. Por su parte, Rosa Elena Manzetti en el artículo "Efectos psicoterapéuticos del psicoanálisis", retoma que el psicoanalista escucha el algo no funciona desde otra posición respecto al discurso amo, en la medida en que se sirve de su escucha no para acreditar al sujeto su dificultad, sino para ubicar el acento en la creencia en el síntoma, para establecer una relación con el inconsciente. El psicoanalista, toma la demanda de palabra del sujeto en un horizonte del sinsentido del significante o del sinsentido del goce. El texto de Leonardo Gorostiza "Enfermar de honor", examina las condiciones que posibilitan la terapéutica lacaniana que implica la dimensión ética de la singularidad. El artículo de Angelina Harari "La operación analítica sin instrumentos", analiza los efectos terapéuticos que se producen en el trabajo y aborda el funcionamiento de la supervisión en la institución. Finalmente, Osvaldo Delgado sitúa estas cuestiones en el ámbito de la Salud Mental, en el texto "Efectos terapéuticos- efectos analíticos: un debate ético".
La tercera parte, reúne textos relativos a "La formación del analista". Serge Cottet aborda la práctica del control, lugar privilegiado en la formación clínica del analista, desde su punto de vista "Autonomía del control". Si bien, el análisis es el lugar donde se revela lo real del analista, el control es más bien el lugar donde se evalúa la oportunidad de su acto. Por su parte, Germán García se ocupa de "El Relato de casos" y la presentación de casos.
Por último, Jorge Alemán Lavigne, "Una arqueología de la formación del analista", se interesa por cómo experimentamos los analistas lo que significa leer un texto. Si entendemos por lectura la que se produciría cuando en esta amalgama que se da siempre del sentido gozado, la investidura libidinal produce su distancia. Así, la subjetividad del analista es convocada cuando lee y escribe.
La cuarta parte, reúne una serie de casos que dan cuenta de la "Clínica lacaniana". En un trabajo póstumo Javier Aramburu, hace un exhaustivo análisis de "Nuestra clínica en la orientación lacaniana", se detiene en un caso clínico. También, pone el acento en que el deseo del analista, en tanto se orienta por lo real, es el operador del acto mismo. El deseo del analista hace a la apertura del deseo inconsciente, el analista opera para mantener abierto el empuje del deseo como, fuerza que ha de impulsar la labor analítica.
Alicia Arenas, "¿Fue un accidente?", puntúa dos casos clínicos, donde se pone en juego un accidente y la subjetivación de la situación traumática. Por su parte, Mario Goldenberg, "La histeria, todavía", analiza la presentación contemporánea de un caso de histeria. Seguidamente, Silvia López, "Freud: la noción de destino y los límites de la terapia analítica", examina la noción de destino en Freud.
Viene a cerrar este libro el trabajo de Ricardo Seldes,"Incidencias memorables: entre sorpresa y aburrimiento", si bien la sorpresa es la dimensión que mejor describe la contingencia, el aburrimiento no la admite.
El recorrido del presente libro da cuenta de un trabajo de elaboración colectiva que aporta, a la transmisión del psicoanálisis lacaniano, abriendo caminos de trabajo. Continuaremos trabajando estas cuestiones que hacen a la investigación clínica en la comunidad internacional epistémica.