Noviembre 2009 • Año VIII
#19
Sala de lectura

Clínica de las transformaciones familiares

De Deborah Fleischer

Marcelo Izaguirre

Días pasados Ricardo Piglia respondiendo a una pregunta, que le formulara alguien que concurría a un taller literario en la Biblioteca Nacional, acerca de si se podía llegar a escribir como un escritor, decía que quizás se podría aprender a leer como un escritor. Cómo se lee un libro, cómo está armado, qué temas toca, a quién se dirige, para quién se escribe.

En tal sentido lo primero que encontramos en el texto de Déborah Fleischer, Clínica de las Tansformaciones familiares, es que se trata de una tesis universitaria, o sea, dirigida en principio a la comunidad universitaria, ella es profesora de la UBA como se hace saber en la contratapa e investigadora de UBACyT. Como tal, trabajo para la Universidad, implica un ordenamiento riguroso según las exigencias de las normas académicas, pero al mismo tiempo conlleva ciertas limitaciones en las mismas cuestiones formales que se deben respetar (Si la audiencia intimida decía un psicoanalista, el objeto limita podríamos decir en este caso) Pero ella se encarga de hacer saber que las limitaciones quedan sólo del lado de las formalidades, pues la tesis se encuentra también en la intersección de la universidad y su trabajo en el Centro Descartes, en particular en el módulo "Clínica de las transformaciones familiares" del cual ha sido y es responsable, es decir, que si bien se ha desarrollado teniendo en cuenta el ámbito académico, no ha sido el único lugar de referencia. Se encuentra entonces el trabajo, en la intersección de varias instituciones ya que se hace saber en la contratapa, que también es miembro de la AMP (Asociación Mundial de Psicoanálisis) y Analista Miembro de la Escuela de la Orientación Lacaniana, (AME). En segundo término, habría que destacar que el punto de intersección también se observa en la elección del lugar elegido para la publicación, ya que si la tesis es universitaria, sale de ese ámbito, al publicarse en una muy cuidada edición de la serie Temps de la nueva editorial Grama.

En cuanto al libro está armado en 4 capítulos y un quinto que recapitula y concluye, con lo cual nos queda la incertidumbre de cuántos son en definitiva. Por cierto estamos autorizados a pensar que son más de 4 si observamos que dentro de cada uno de ellos aparece más de un debate.

El primer capítulo aborda la cuestión histórica dividida entre los críticos y defensores de la familia. Así la crítica que se hiciera a la concepción burguesa de la familia por parte del marxismo: allí damos con Marx, Engels, Reich y Marcuse Estos últimos ubicados en la filiación de los autores del siglo XIX. Dentro de la misma crítica ubicará a la corriente antipsiquiátrica aunque ellos pondrán el énfasis de la crítica antes en la institución que en el capital: Laing, Cooper y Deleuze y Guattari. También veremos aparecer por allí a Foucault.

Interesa destacar esa crítica de Reich y Marcuse ya que tuvieron una fuerte vigencia en nuestro país en los ’60 y principios de los ’70. Reich atribuye, señala Déborah Fleischer, la neurosis a la aparición de la familia patriarcal coercitiva, mientras en Marcuse se produce un desplazamiento del padre represor hacia el burócrata y el propietario de los medios de comunicación de masas. Destaca luego las críticas tendenciosas al psicoanálisis de parte de Deleuze y Guattari y menciona la crítica de Foucault donde la familia no aparece como represora de un discurso sino como fomentadora de un modelo. En verdad ese modelo, aunque Foucault ubica su origen en el psicoanálisis, comenzar a pensar la normalidad, es consecuencia de una nueva ciencia nacida en el siglo XIX, la estadística, que naciera destinada al control social. Es decir, Foucault atribuye al psicoanálisis lo que compete a la estadística. Si la ilustración - como dice Hacking en la domesticación del azar- hablaba de la naturaleza humana, a partir del siglo XIX se va a hablar de la persona normal. Hay un desplazamiento de la naturaleza humana a la norma y el establecimiento de esa norma con referencia a la familia y las inexactitudes que ello conlleva, es lo que trabaja Déborah en el primer tramo de su libro.

En nuestro país los psicoanalistas que participaron fueron: Tallaferro del lado de Reich, junto con Alvarez de Toledo, con experiencias con LSD

Pichon Rivière- Marie Langer (analista de Bauleo) – Kesselman – Rodrigué (analista de Baremblit), se encontraban entre los críticos de la familia. Se puede recordar en particular un texto de Emilio Rodrigué, Biografía de una comunidad terapéutica, del año 1965 con un prólogo de Mauricio Goldemberg, donde daba cuenta de su experiencia en una clínica de EEUU, a fines de la década del ‘60, siguiendo el modelo de M. Jones, en la que Rodrigué había trabajado con Rapaport y Erikson. Entre los defensores estaban Winnicott, Dolto, Kermberg y Kohut. Entre nosotros, en la línea de estos últimos Rascovsky y Octavio Fernandez Moujan.

Si en el primer apartado presenta el panorama general, el capítulo siguiente está dedicado en una orientación claramente psicoanalítica, a conmover algunas de las certezas de un lado y del otro. Para ello hará uso de la presentación de casos clínicos donde critica las ideas tanto de los defensores de la familia como la de sus críticos. Pueden enterarse leyendo este apartado, quienes no la conocen, la facilidad y al mismo tiempo la seriedad, con la que se mueve la autora en el terreno clínico. Muestra a partir de algunos ejemplos, que ha podido verificar que aunque un sujeto provenga de una familia disuelta puede plantearse su deseo en constituir un hogar tradicional, donde el que consulta queda como testigo, quien se estabiliza a su vez cuando se aproxima al ideal de un equilibrio posible, y se derrumba cuando dicho ideal no se cumple. Pero inmediatamente, dirá basándose en otro caso, que no se trata de equilibrio y desequilibrio, sino también de cierto reconocimiento y por ello será necesario entrar en el juego de alianzas. Bueno, cualquiera puede haber conocido algunos de estos datos que enseña Déborah Fleischer, pero no siempre se ha logrado sistematizarlos y mostrarlos en la clínica como ella logra hacerlo aquí (conocí una persona que venía de una familia disuelta y era defensora de la familia tradicional, cuando le pregunté porque lo hacía con tanto énfasis, dijo que era porque sabía del sufrimiento que implicaba formar parte de esas revueltas, sin saber los resultados de la que ella estaba construyendo)

Al final del capítulo hay una referencia a Bowlby, al modo que en su momento pudo convencer a la OMS de que el problema del desarrollo de la normalidad estaba vinculado con los cuidados maternos, y destacará que hoy, a diferencia de los tiempos de la posguerra, la OMS promueve los derechos del niño. Ya no será la madre la que cuide, ahora es la justicia. Esta proposición contundente, debería ser matizada si se atiende a la posición de quienes promueven la defensa de esos derechos, en el sentido que no siempre se trata de recurrir a la justicia.

Habría que matizar entonces esa afirmación tan contundente, algo que se puede hacer siguiendo la lectura de lo mismo que la autora presenta, si se presta atención a lo que desarrolla en el capítulo siguiente, cuando hablando del cambio en las generaciones hace referencia en el apartado sobre el niño, al libro de Anthony Platt, Los salvadores del niño o la invención de la delincuencia, donde se muestra la intrusión del estado (a través de los tribunales) para fiscalizar la vida de los adolescentes urbanos de clase baja y mantenerlos en su status de dependencia. Es decir, no es una novedad la intervención del Estado en relación con los niños. En nuestro país ello tuvo su correlato en la ley Agote del año 1919, conocida como la ley de Patronato, que diera lugar a la llamada doctrina de la "situación irregular" que permitía la disposición de los niños basada en una premisa similar a la declaración de insanía: los abandonados material o moralmente, situación que los ubicaba como peligrosos para sí mismo o para los demás. Podría recordarse que antes de la creación de los tribunales de menores en EEUU, en 1899, en el primer juicio que se realizara por maltrato de los padres a una menor, en 1895, la defensa civil estuvo a cargo de la Sociedad protectora de animales, de donde surgirá la primera liga de la infancia.

Quienes proponen vías alternativas apuntan a no dejar al niño en el lugar de la inimputabilidad, para que disponga el juez arbitrariamente, sino en el de la responsabilidad. Y es de lo que habla la autora haciendo referencia al cuestionamiento que había introducido Freud para quienes sostenían la inocencia de la niñez. La llamada "protección integral" intenta decir algo, sacando a la justicia la autoridad para responder la pregunta que formula Fleischer "¿quién detecta cuándo el niño está en peligro?" Por supuesto que en un caso se trata de del niño del derecho y en el otro, específicamente en la orientación de Fleischer, del niño del deseo.

Otro tema importante es el desarrollo del contrapunto entre P. Aries y Lloyd De Mause. Donde presentara diferencias de éste último con respecto a la idea clásica de Aries, de que la infancia surgiera en el encuentro de la familia con la escuela, dado que afirma que la historia de la infancia ha estado presente siempre, y la forma que se presentaba era la de la pesadilla. Disputa entre un inglés y un francés, un historiador y un psicoanalista, en la cual la autora va a hacer terciar a un sociólogo, Norbert Elías, quien hablando de infancia y adolescencia parece compartir alguna de las posiciones de De Mause, al menos en cuanto al tema de la violencia presente en la sociedad medieval. Según De Mause, la centralidad que ha adquirido la infancia, se correspondería con mayores grados de libertad y respeto por el niño por parte de los padres y la sociedad.

René Girard, en La Violencia y lo sagrado, hablando sobre el homicidio colectivo, afirmaba que el padre no explica nada y que para conseguir explicarlo todo hay que sacarse de encima al padre. D. Fleischer no parece pensar que se trata sólo del padre, pues ubicará la transformación en la paternidad como una de las 5 transformaciones que se han producido en la familia (las otras son en la maternidad y sexualidad femenina, el matrimonio, las generaciones, y la familia moderna) Pero no abandona el psicoanálisis como pretende Girard desde la crítica literaria. Aunque es una crítica que se desliza hacia las significaciones del psicoanálisis. Esas significaciones remiten al Edipo, pero llama la atención que Girard derive en el mero planteo mimético cuando para Lacan la imitación será en el punto inimitable, tomando el modelo de la histeria, por eso, como afirma Borch-Jacobsen, "Es el Edipo antimimético, el antimodelo identificatorio al que el analista, por su silencio, prescribe al analizante conformarse" Allí donde Girard dice que se debe poner el énfasis, el homicidio original, Lacan ha manifestado el carácter abusivo del mismo en su trabajo sobre la familia. Si Girard propone la lectura de Tótem y Tabú como una tragedia, Lacan propuso que se lea como el sueño de Freud Si el planteo de Girard es que el paradigma no es Edipo, es decir la ley, sino la total ausencia de ella, es decir Kafka; Lacan no ha dejado de referirse a la carencia paterna, pero de todos modos el problema es que la ley es insensata, por eso en el Reverso del psicoanálisis la referencia es Moisés y no el padre de la horda. En ningún momento del desarrollo de la tesis nos encontramos con aquellos lugares de significaciones comunes, criticados seriamente como se decía, en el capítulo 2.

Hay una pregunta que se formula la autora, acerca de cómo es posible esa transformación del momento fundante de la Ley vinculada al homicidio original y el momento que la ley interviene oponiéndose a la violencia, para lo cual encuentra una explicación que anuda ley y violencia, en la solución propuesta por Eduardo Gruner, para quien se equivocan quienes no pueden llegar a visualizar que no se trata de extirpar la violencia sino de entender la misma como un resultado de la falla misma de la ley. En tal sentido, rozando el tema jurídico podemos recordar una reflexión de Maurice Blanchot que pone de manifiesto no sólo el anudamiento de ley y violencia, sino también lo incierto e insensato de la ley así como la diferencia entre lo sagrado y lo santo y el Uno que intenta eliminar la fragmentación. Luego de establecer una ambigüedad siempre presente en la ley, mostrando que por un lado la ley es sagrada, ligada a la naturaleza y la ley hebrea, que se diferencia por no ser santa, sino sagrada, y por introducir relaciones en lugar de la apelación a la naturaleza, es decir, remite a la palabra, que obliga, dirá en su texto la Escritura del desastre: "Queda el juicio. Se remite a lo mas alto: sólo Dios es juez; vale decir de nuevo lo Uno. Lo Uno que libera por cuanto que no hay cielo donde pueda reinar, ni medida con que medirse, ni pensamiento que pueda rebajarlo a ser lo único pensable - de ahí la tentación de su disolución en ausencia o su retorno en la inexorabilidad de la Ley que no tanto se practica como que hace temblar, que no atañe tanto al estudio como a la lectura fascinada, reverencial. San Pablo quiere liberarnos de la Ley: la ley entra en el drama de lo sagrado, de la tragedia sagrada, de la vida nacida de la muerte, inseparable de ella".

Las diversas relaciones con la ley serán analizadas en el capítulo 4, donde realizará cruces y variaciones, considerando entre otros temas, los cambios sociales en la familia, el rol femenino en la familia, las transformaciones en la moral sexual y en los modos de gozar, analizando para ello diversas perspectivas en cuanto a la homosexualidad. No faltan las referencias a las transformaciones que se han producido en las familias en relación con el problema de la adicción y el modo en que las instituciones dedicadas a tratar las mismas aparecen en las constelaciones familiares. Tampoco, al momento de la violencia indiscriminada en la Argentina desde 1976 a 1983, con las transformaciones que se fueron dando de los conceptos de público, privado, político y social. Siguiendo a Judith Filc dirá que se produce la socialización de los niños, "los desaparecidos son hijos de todas las madres" y por otro lado se produce un nuevo espacio que combina lo privado y lo público, ya que el discurso militar hablará de "la gran familia argentina". Frente a ese discurso imperante se producirían nuevas formas familiares, familias sustitutas, no determinadas por lazos de consanguinidad. Tocando un tema muy delicado, dirá que es fundamental en tal sentido el momento de la nominación.

La metodología llevada adelante por Déborah Fleischer nos muestra un texto riguroso; su estilo, nada dogmático aunque no ecléctico, sugiere varias ideas para seguir trabajando sobre las nuevas formas familiares.

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