
Carlos Vilaseca
Carlos Vilaseca 1
Así se presentan sujetos afectados en tres vertientes:
- en su relación con el alimento, el excremento, la imagen del propio cuerpo
- en su hipertrofiada relación (hasta la dependencia) con las imágenes que proliferan en las pantallas y,
- el aislamiento o desinterés en la relación con los otros.
Solos e "intoxicados"por las imágenes
Recientemente, un periódico argentino [1] publicó una nota respecto de los niños que dejan de responder cuando sus padres les hablan, por estar pendientes de sus tablets. Los profesionales consultados se mostraban muy preocupados porque el apego a la pantalla les haría perder a esos niños la posibilidad de desarrollar el lenguaje no verbal, que es el que permite – dicen - entender lo hablado a través de los gestos y las miradas de los adultos.
Como si ese "lenguaje" gestual fuera independiente y existiera más allá de las palabras.
El niño recibe una lluvia de significantes de los otros, sujetos hablantes, que lo rodean y lo que entienda de sus gestos, estará mediatizado también esos significantes.
Por otro lado, los adultos muchas veces están tan tomados o más que sus hijos por los mismos instrumentos.
Es más sencillo ordenar lo que sale de la norma en términos de déficit – de atención, de comprensión, de lenguaje no verbal se agrega ahora – en lugar de introducir la posibilidad del rechazo. Un niño puede rechazar al otro que le habla. Puede rechazar incluso su voz hasta el extremo de hacerlo inexistir.
Aunque discutible, en eso consiste la defensa autista, para tomar un caso extremo: el rechazo de la voz del otro que le habla impide la articulación de la voz con la cadena significante. Por lo tanto no hay Otro y la voz resta como un objeto real exterior amenazante. Tenemos así el modelo de rechazo de cualquier tipo de dependencia del Otro.
¿Salvo estos casos, hay niño sin Otro?
Un niño o adolescente aislado con su celular o su tablet, ¿no tiene relación con el Otro?
Estar solo ¿es lo mismo que estar sin el Otro? No lo creo.
¿Podremos decir que hay soledades con el Otro y soledades sin el Otro?
Ya que se observa un creciente aislamiento y, a la vez, un aumento de la utilización y dependencia de las pantallas, se impone la pregunta, por la relación entre ambas cuestiones.
¿Hay relación entre la producción creciente de objetos tecnológicos al servicio de la satisfacción y la soledad también creciente, que observamos en niños y adolescentes?
¿Por qué vías y con qué usos, un ser hablante se puede servir de esos objetos para el lazo social o para aislarse de él?
Estos objetos, ocupan el lugar y la función de los objetos que participan del circuito pulsional, como extensiones del cuerpo. Se ve facilitada así una satisfacción solitaria, con mayor o menor lazo con los otros, pero con sustracción del cuerpo.
Cuando hay alguien "del otro lado de la pantalla", se trata de una satisfacción en soledad pero, ¿es sin el Otro?
Esta pregunta toca la cuestión planteada por J. -A. Miller en El ultimísimo Lacan, de que en ocasiones un cuerpo no se basta a sí mismo para el goce y lo busca en otro cuerpo.
Las pantallas parecen obviar esa posibilidad de buscar en otro cuerpo. Y, si pensamos en los usos del significante "pantalla", éste señala tanto lo que se muestra, lo que se puede ver, como lo que vela ("hace pantalla") aquello que no se puede ver ni decir. La pantalla es ventana y velo a la vez. Lo que no se puede decir es que no hay relación. Tampoco se puede ver y eso es lo que paradójicamente más muestra la pornografía. [2] ¿Dónde ubicar la relación entre los sexos en medio de esa multiplicación monótona de partes del cuerpo que colisionan entre sí?
La satisfacción pulsional puede llevarse bien con esas prolongaciones de las zonas erógenas que constituyen algunos objetos.
Pero mientras que la pulsión- justamente- pulsa, tiene intervalos, el objeto de la técnica solo se detiene cuando se acaba la batería o se lo desconecta de la corriente alterna.
El cuerpo hablante no se desconecta salvo con la muerte.
El aparejamiento de la pulsión con los aparatos que producen imágenes y sonidos sin límite – salvo el de la falta de energía – abre a la pendiente de la compulsión, que consiste en la reducción al mínimo, casi hasta la extinción, de la intermitencia pulsional.
En ese caso, también cederá cuando se acabe la energía, pero esta vez la del cuerpo. Realización de la pulsión de muerte.
Compulsión es el nombre de una presentación de lo que no cesa, que se apareja muy bien con esos objetos que proveen la ilusión de que el circuito podría cerrarse definitivamente. La ilusión de que hay.
Con ellos se ve más, se oye más, hasta el embotamiento, pero solo de islotes representados por las imágenes y los sonidos articulados en escenas más o menos caóticas, o francamente sin articulación más que la del objeto en común. Se ve más y se oye más, pero de menos. Como en la pornografía.
La estrategia del psicoanalista
Hay soledades que se padecen y otras que no. Las primeras son sintomáticas y serán más permeables a nuestra intervención. Pero,
¿Qué estrategia ante un sujeto que elige el mundo virtual en detrimento del lazo, con el consiguiente efecto de rechazo?
¿Nos ubicamos favor o en contra del gadget? Falsa opción.
Se trata de ¿cómo hacerse partenaire de alguien para quién la dimensión del amor está obstaculizada, o solo existe en la pantalla?
Desde "La dirección de la cura y los principios de su poder" [3], de 1958,la estrategia analítica está ligada a la transferencia, es decir, al amor.
Una hipótesis mínima: hacerse partenaire del fanático de la imagen e introducir la posibilidad del amor de transferencia, ya sea como amor al saber o como nueva forma de tocar el cuerpo, tiene como condición necesaria descompletar la compulsión que ha tomado el lugar del circuito pulsional.
Así, a favor o en contra del objeto tecnológico se transforma en una falsa opción. No se trata de forzar lo que convendría al analizante (tecnología sí – tecnología no), como de forzar al semblante que convenga para que toque lo real pulsional.
Se dice fácil. Será una apuesta, en las curas y en los controles, caso por caso.
La contingencia en que se presente semejante ocasión es lo que el analista no debe dejar pasar, para que algo nuevo se escriba.
NOTAS
- AAVV, "Mirame cuando te hablo", La Nación, Bs. As., 9 de mayo de 2015.
- Miller, J.-A., "El inconsciente y el cuerpo hablante", Revista Lacaniana 17, Grama, Bs. As., 2014.
- Lacan, J., "La dirección de la cura y los principios de su poder", Escritos 2, siglo XXI, Bs. As., 2008.