AÑO XVI
Septiembre
2022
41
Pulsaciones

El germen de toda posibilidad

Ivana Bristiel

El instante de mi muerte. La locura de la luz.

La muerte entra dentro del dominio de la fe. Hacen bien en creer que van a morir, por supuesto. Eso les da fuerzas. Si no lo creyeran así… ¿podrían soportar la vida que llevan? Si no estuvieran sólidamente apoyados en la certeza de que hay un fin… ¿acaso podrían soportar esta historia?
Jacques Lacan, 1972[1]

De la soledad más radical que implica el roce con la muerte, del acercamiento más íntimo que con ella puede tenerse ‒sin atraparla, sin ser atrapado‒, de ese instante inconmensurable, Blanchot hace escritura. Y no me refiero solo al breve y bellísimo texto El instante de mi muerte,[2] sino a su escritura toda. Con este escrito autorreferencial purga la afección del cuerpo vivo por el encuentro ‒fallido pero logrado‒ con la muerte.

De la experiencia vivida no hace autobiografía, literatura como acomodación de los restos[3] que hilvana sentidos y llena los silencios de lo indecible con metáforas innecesarias. Él da paso a una escritura lúcida y escueta que evidencia la falacia del lenguaje, su impotencia como decir todo, el agujero que lo habita. Reconoce así "el eterno tormento de nuestro lenguaje, cuando su nostalgia gira hacia lo que él siempre deja escapar".[4] Nostalgia de faltas, de ausencias de referentes últimos, de todo aquello que pide palabras. Blanchot fomenta esos claros y también los evidencia cuando hurga hasta "lo impoético, [que] se trata del fondo sobre el cual se produce lo poético".[5] Se detiene en el detalle, en el instante que denota el mundo oculto e inaccesible al que pertenece, y hace poesía. La poesía, según sus palabras,

… no está ahí para decir la imposibilidad: solo le responde, dice respondiendo. [...]. Nombrando lo posible, respondiendo a lo imposible. Responder no consiste en formular una respuesta, de modo que se apacigüe la pregunta que vendría oscuramente de tal región; menos aún consiste en transmitir a la manera del oráculo, algunos contenidos de verdad.[6]

La verdad es la mentira que el lenguaje nos regala, la luz que exhibe en sus bordes la opacidad del real en juego.

En este texto que hoy me atrapa, el autor escribe un instante fijado en la memoria, un acontecimiento que permanece indemne al paso del tiempo, que es trauma. Lo intocado que retorna, que itera, que es huella de afecto intraducible e imborrable, y a la que Blanchot nomina como "ligereza".[7] Este efecto sobre el cuerpo vivo es lo que él evoca para el lector por fuera de toda explicación.

En ese punto de desconexión del mundo y de conexión con lo real, en ese paraje despojado de las amarras simbólicas que hacen al ser, ahí donde se ha vislumbrado por un santiamén la propia inexistencia, es la propia existencia la que adquiere todo su peso. Es la muerte como fondo que enciende la vida del lenguaje[8] donde arde el parlêtre con sus goces. La muerte, ya reconocida y elaborada, que es espera y que acecha, se torna poder.

La muerte comprendida, privada de sí misma, convertida en la pura esencia privativa, la pura negación, la muerte que, en el rechazo apropiado que ella constituye para sí misma, se afirma como un poder de ser y como eso por lo cual todo se determina y se despliega en posibilidad.[9]

Vida y muerte, íntima y conscientemente enlazadas desde aquel momento, para ese joven muchacho "privado de morir por la muerte misma".[10] Privado de morir por la cualidad creacionista del lenguaje, por las vueltas dichas en torno a la hiancia.

"Como si la muerte fuera de él no pudiese desde entonces más que chocar con la muerte en él",[11] forzando incesantemente una confluencia, una colisión entre la reminiscencia en el cuerpo del acto que arrebata al parlêtre de toda defensa lenguajera y el recuerdo de una muerte como criatura del semblante, como velo y arrullo de sentido. Dos muertes, una que recusa y ofusca a la otra. Una que goza del libre albedrío, que es pura biología y sobre la cual no tenemos decisión. La otra, construcción singular, rehén del significante, que ahuyenta lo descarnado de la vida. Una que es marca, presente perpetuo, goce en el cuerpo; la otra que es posibilidad simbólica, dilación, futuro incesante. Una que es imprevisible e inevitable; la otra que es presumible y eludible. Una que es agujero, límite, imposibilidad. Mudez obligada. La otra que es elucubración, embrollo, un artificio para sobrellevar la universalidad que nos hace hombres.

Sujetados al significante procuramos que la muerte esté "tan taponada en lo vivido, por la vida, en lo vivido de cada cual",[12] que la perdamos de vista. Negamos, nos dejamos engañar. El movimiento de Blanchot es el opuesto. Cuando se aferra a ese "sentimiento de ligereza que es la muerte misma o, para decirlo con más precisión, el instante de mi muerte desde entonces siempre pendiente",[13] la retiene, la visualiza, la aprehende. Esa es su resolución solitaria, con la que se apropia de la muerte como un poder, como el germen de toda posibilidad.[14] En el instante en el que sella un lazo inmortal con la muerte, una "amistad subrepticia"[15] trastoca el éxtasis de la finitud en ligereza. Potencia de vida y escritura.

NOTAS

  1. Lacan, J., YouTube, 1972 [en línea]. Disponible en <https://youtu.be/g-orUB23hSk>
  2. Blanchot, M., El instante de mi muerte. La locura de la luz, TECNOS, Madrid, 1999.
  3. Lacan, J., "Lituratierra", Otros escritos, Paidós, Bs. As., 2012, p. 20.
  4. Blanchot, M., "El gran rechazo", La conversación infinita, Arena Libros, Madrid, 2008, p. 40.
  5. Lacan, J., "El ombligo del sueño es un agujero. Respuesta a Marcel Ritter", Freudiana, n.° 87, ELP Cataluña, 2019, p. 4.
  6. Blanchot, M., "El gran rechazo", La conversación infinita, óp. cit.,pp. 60-61.
  7. Blanchot, M., El instante de mi muerte…, óp. cit., p. 24.
  8. Lacan, J., Seminario 22 "RSI", inédito.
  9. Blanchot, M., "El gran rechazo", La conversación infinita, óp. cit., p. 44.
  10. Blanchot, M., El instante de mi muerte…, óp. cit., p. 17.
  11. Ibíd., p. 25.
  12. Lacan, J., "El ombligo del sueño es un agujero…", Freudiana, n.° 87, óp. cit., p. 9.
  13. Blanchot, M., El instante de mi muerte…, óp. cit., p. 26.
  14. Blanchot, M., "El gran rechazo", La conversación infinita, óp. cit., p. 53.
  15. Blanchot, M., El instante de mi muerte…, óp. cit., p. 20.