
A partir de la pregunta ¿qué enseña el psicoanálisis aplicado al psicoanálisis puro?, se pusieron a discusión los temas que apuntan a renovar la orientación de la clínica. La Conversación del V Congreso de la EBP cribó su punto vital al reconsiderar y esclarecer cómo abordar los momentos cruciales de un análisis.
La dimensión epistémica y la necesidad del establecimiento de una doctrina destinada a la práctica del psicoanálisis de orientación lacaniana, requiere de todos nosotros, los Miembros, responsables por la EBP, en un compromiso permanente que apunte al desarrollo y preservación de los principios del psicoanálisis tanto a nivel nacional como mundial. Quedó claro en Ouro Preto que nuestro Congreso anual va mucho más allá de ser una reunión para rendir cuentas institucionales y articulaciones políticas, a pesar de que esos aspectos son importantes y necesarios en la vida de nuestra comunidad. Un Congreso de los miembros de la EBP es especialmente una ocasión de producción y establecimiento de un saber necesario para la orientación de nuestra práctica clínica de todos los días.
¿Qué enseña el psicoanálisis aplicado al psicoanálisis puro? Fue la pregunta que nos fue hecha por el presidente de la Escuela, Sérgio Laia, con el pedido de que produjéramos textos que sirvieran de pretexto para la Conversación del V Congreso de la EBP. Para el éxito de esa actividad, mucho contribuyó el trabajo agalmático de Sérgio Laia, el empeño cuidadoso de la Comisión científica del Congreso y la generosidad de nuestros colegas. El primero, a través de Pequeñas Inconfidencias –boletín electrónico que anticipó, por internet, la Conversación- convocó a los miembros de la EBP a articularse previamente a esa actividad a través de su preparación; la Comisión científica, a través de la criteriosa selección de textos; y los colegas, por el rico material clínico que nos ofrecieron para las discusiones. La intervención de la noche anterior de la Delegada General de la AMP, Graciela Brodsky, sobre el Nombre del Padre, abordando de un modo innovador y sorprendente la pregunta por las interrupciones o finales de análisis, nos dio más instrumentos aun para la Conversación.
Los nueve textos seleccionados para la ocasión convergían en lo que decía respecto a los principios que orientan la práctica del análisis lacaniano. Cuando hay analista, cuando hay encuentro de un sujeto con un analista, hay análisis, independientemente del atributo de puro o aplicado que se le agregue. A partir de la respuesta "corta y compacta" [*] con que Maria do Carmo Días Batista responde a la pregunta que movilizó a la Conversación – "el psicoanálisis aplicado enseña todo al psicoanálisis puro", otros textos y las intervenciones de los participantes durante la Conversación desembocaron en el "no todo" que, topológicamente, puede ser situado en el punto de viraje del ocho interior moebiano. Entretanto, el gran desafío de la Conversación lo constituyó el esfuerzo de extraer de esa transmisión, más allá de las consecuencias epistémicas, una doctrina para la clínica, teniendo como objetivo "aislar un punto de goce", un "elemento de goce" o un "significante que dé nombre al goce". Esos momentos, en los psicoanálisis aplicados a la terapéutica, son momentos de interrupción, de final o de pasaje a un psicoanálisis puro.
Una de las conclusiones a las que llegamos en la conversación, fue que no podemos desistir de los principios que rigen al psicoanálisis puro, buscando siempre conducir al paciente a identificarse con la singularidad de su goce. Inspirados por las palabras de Graciela Brodsky, fuimos instigados a desistir de la idealización de los finales de análisis, valorizando las salidas (¿soluciones?) provisorias, que "pueden durar el tiempo que duren". Siguiendo los "consejos" de Freud, se vuelve necesario estar prevenidos contra el furor de la cura y acompañar al sujeto hasta donde él puede ir.
A lo largo de la Conversación, fueron elaboradas algunas conclusiones que pueden servirnos de orientación. En primer lugar, concordamos con la importancia de formalizar lo que estamos haciendo, tanto en lo que concierne al psicoanálisis aplicado como al psicoanálisis puro. Recorriendo los círculos de Euler, ese saber se situaría en la zona de intersección entre el psicoanálisis puro y el aplicado. Hubo unanimidad entre los colegas que tomaron la palabra, respecto a que el psicoanálisis aplicado funciona como una aguja que toca al psicoanálisis puro. En todo caso, para mantenernos fieles a nuestros principios, es importante no olvidar que apuntamos, tanto en el psicoanálisis puro como en el aplicado, a la singularidad de goce del sujeto, que la aplicación sea hecha en las instituciones, en la medicina, en la psicosis, en el tratamiento de niños, en la producción de un analista y en el tratamiento de los sujetos identificados con los llamados nuevos síntomas.
Instigados por la sorprendente conferencia de nuestra Delegada General nos preguntamos hasta dónde iremos con el psicoanálisis aplicado y si, en determinados casos, no sería oportuno quedarnos en ese punto en que un determinado significante nombra el goce. Del mismo modo que en el psicoanálisis puro, el psicoanálisis aplicado se orienta al resto como imposible. Así, a pesar de que la entrada en análisis es muy importante, eso no significa que el sujeto deba obligatoriamente entrar en psicoanálisis puro. Hay tratamientos en los cuales la entrada en análisis no ocurre, pero aun así tenemos resultados analíticos. Hay salidas importantes para el psicoanálisis aplicado sin que el sujeto haya pasado al psicoanálisis llamado puro: "no es ‘pecado’ que el sujeto vaya solo hasta los efectos terapéuticos". Hay salidas de análisis incluso cuando el sujeto no va más allá del Edipo.
Todos los casos trabajados durante la Conversación apuntan hacia puntos de viraje, a lo largo de la experiencia, que son engendrados poco a poco. No es de una sola vez que el psicoanálisis aplicado pasa a ser psicoanálisis puro y no siempre este viraje se da. Entretanto, el puro es siempre un engendramiento permanente del aplicado. En casi todos los textos discutidos en la conversación, constatamos que el psicoanálisis aplicado enseña que hay un significante que da nombre al goce. Fue recordado el testimonio de pase de Xavier Esqué, en que el punto de intersección entre el psicoanálisis aplicado y el puro se da cuando él encuentra un punto de goce y da un nombre a ese goce: moco, "mocoso". "Mocoso" es también el nombre para su posición de goce: el sujeto era el "mocoso" del padre o el "mocoso" de la madre. Al ser encontrado ese punto de goce, ocurre un efecto terapéutico, pero que también es decisivo en lo que respecta al psicoanálisis puro. Tanto en el psicoanálisis aplicado como en el puro, el analista es el mismo: el objeto que, según sostenía el texto de una de las Pequeñas inconfidencias, nada es y que, por eso mismo, se puede hacer función de cualquier cosa. El analista puede prestarse a ser cualquier cosa, en la medida en que él es nada. Es exactamente en la medida en que él es nada, que posibilita un lugar a la producción del sujeto. Como conclusión final, se resaltó la importancia de tener una doctrina de lo que es el psicoanálisis aplicado, de la misma manera en que es importante tener una doctrina de lo que es el psicoanálisis puro.
Traducción: Marina Recalde
NOTAS
* Curta e grossa, en el original.
En la Conversación (Parte I), fueron discutidos los siguientes trabajos:
1) Lo que el psicoanálisis aplicado al tratamiento de la angustia en los niños enseña al psicoanálisis puro de Ana Lydia Santiago.
2) El envoltorio vacío de la obesidad de Célia Salles.
3) De lo "uno" a lo "colectivo" de Maria Cecília Galetti Ferretti.
4) Breve elaboración sobre la cuestión de la Conversación del V Congreso de la Escola Brasileira de Psicanálise (EBP) de Maria do Carmo Dias Batista.
5) Aplicar el psicoanálisis a la terapéutica y acceder al resto como imposible de Maria do Rosário Collier do Rêgo Barros.