Febrero 2006 • Año V
#14
Encuentro Pipol 2

Encontrar la causa

Miquel Bassols

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María Graciela Torione
Expuesta en la Muestra de Virtualia, Palais de Glace, agosto 2005.

El sujeto de nuestro tiempo demanda el efecto terapéutico rápido, es decir que no haya espera entre la causa y el efecto: es lo que recibimos generalmente como urgencia subjetiva. Desde Lacan sabemos que el efecto del lenguaje introduce una causa en el sujeto que no es causa de sí mismo, en la hiancia, en la división subjetiva. Por lo tanto, si la causa es del inconsciente, demandar la no espera es imposible, lo cual permite entender de otro modo por qué Freud planteaba que el efecto terapéutico es por añadidura. Eso debe distinguirse de la teoría de los ciclos planteada por J.-A. Miller, y este texto se propone formalizar esta teoría a nivel de la clínica del CPCT.

Se repite con frecuencia, incluso para quejarse: el psicoanálisis no busca el efecto terapéutico como primer objetivo de su experiencia. Para el psicoanálisis, el efecto terapéutico es en primer lugar el objeto de una demanda, y el efecto terapéutico rápido es más concretamente el objeto de la demanda del sujeto de nuestro tiempo, en una civilización que se ha podido calificar de instantánea. El efecto rápido es precisamente la demanda del sujeto en una civilización donde el tiempo para comprender tiende a esfumarse para hacer prevalecer lo inmediato del goce, de la satisfacción pulsional en una inercia que busca la identidad entre el efecto y la causa. Que no haya espera ninguna entre la causa y el efecto, es la consigna de esta exigencia. Lo único que se espera entonces es la reducción al mínimo de la abertura que siempre existe entre la causa y el efecto, la abertura por otra parte en la que se hace escuchar precisamente el sujeto de la palabra, tal como Lacan lo había situado al principio de su enseñanza.

La casi identidad del efecto y la causa, la obtención inmediata del efecto, es también el ideal de la pulsión tal como Freud la había descubierto en el núcleo de la estructura del sujeto. La pulsión es precisamente la demanda en el sujeto de una satisfacción inmediata. Es lo que evoca la imagen de aquel hombre que levanta los ojos al cielo para exclamar: "Dios mío, dame un poco de paciencia... ¡pero que sea enseguida por favor!".

Vemos ya la paradoja que ello implica: se pide un efecto terapéutico rápido, pero se sufre precisamente de la pulsión que pide una satisfacción inmediata. Se busca una inmediatez para curarse de otra. Es lo que recibimos generalmente como la urgencia subjetiva.

Para Freud, sin embargo, el efecto terapéutico no era un efecto vinculado de manera inmediata a la causa. Descubrió una abertura irreductible entre efecto y causa que hace de esta causa algo que siempre cojea y que nombró con el término de inconsciente. A partir de este momento, todo efecto es siempre un efecto de lenguaje. "El efecto de lenguaje, - escribió Jacques Lacan en 1964 - es la causa introducida en el sujeto. Gracias a ese efecto no es causa de sí mismo, lleva en sí el gusano de la causa que lo hiende"[1]. El gusano de la causa que hiende, que divide al sujeto es lo que se puede encontrar cuando se consulta al psicoanálisis.

Por esta razón el propio Freud mantenía que el efecto terapéutico era un efecto que se daba siempre por añadidura, un efecto colateral, por decirlo así, en el trabajo analítico del sujeto, un efecto colateral en su batalla con la satisfacción pulsional, un efecto que, por otra parte, sólo se obtiene a condición de conseguir una elaboración de las representaciones inconscientes y singulares para cada sujeto.

Debemos distinguir entonces el efecto terapéutico como el objeto de una demanda, lo que podemos llamar "el objeto terapéutico rápido", del efecto terapéutico como el efecto de un encuentro con la causa, en la medida en que este encuentro prescinde precisamente del efecto terapéutico, efecto que se da siempre por añadidura.

En esta lógica, el tiempo de la causa y el efecto no es el de una línea evolutiva, más o menos breve, sino la del ciclo, o más precisamente la del ciclo retroactivo donde la causa sólo se encuentra après coup. Se puede delimitar esta causa después de cada ciclo, cada vez de una nueva manera, después de haber recibido el efecto en cada ciclo. La experiencia que elaboramos en los Centros Psicoanalíticos de Consulta y Tratamiento (CPCT) nos presenta un formato muy preciso de esta temporalidad de la causa que no es la de la línea recta infinita sino la del ciclo. Se trata de un ciclo que no es el retorno al mismo punto, sino más bien el retorno de lo mismo bajo otra forma. Es lo que pudimos extraer como hipótesis en la última Conversación clínica que celebramos en Barcelona el pasado mes de febrero con Jacques-Alain Miller y que se ha publicado recientemente en un volumen, en español y en francés.

La "teoría de los ciclos", tal como Jacques-Alain Miller pudo enunciarla siguiendo el hilo de los casos elaborados en esta Conversación, implica un primer axioma: "hay siempre un primer ciclo" en el encuentro con el psicoanálisis. Primer escolio: "este primer ciclo puede ser breve". Segundo escolio: "es perfectamente calculable". Tercer escolio: "sólo es calculable aprés coup".

La clínica del CPCT nos ofrece la ocasión de formalizar este primer ciclo de la causa y el efecto après coup, un ciclo que puede considerarse como completo, como ya realizado después de una primera escansión. Y añadiré que es un ciclo rápido a fuerza de insertar en él la lentitud, la persistencia de la causa. Los seis casos que he tenido la ocasión de encontrar en los nueve meses de esta nueva experiencia ponen de manifiesto también, de distintas maneras, que el efecto terapéutico llega a condición de no reducirlo al objeto de una demanda, "de prescindir de él para obtenerlo".

Una secuencia clínica muy breve podrá ponerlo de relieve. Se trata de una mujer que llega al Centro derivada por el médico de la zona en un momento de gran angustia, una angustia que toma cuerpo en un "nudo en el estómago", un nudo que bloqueaba toda su acción después de haber dejado su trabajo y de otra serie de abandonos sufridos pasivamente por el propio sujeto. La precipitación por una parte, y la dilación por otra, eran los hilos que ataban ese nudo en el tiempo del sujeto suspendido a la demanda de los otros. Entretenerse en todas las tareas, o bien precipitarse en el último momento después de la parálisis de la angustia para volver al nudo imposible de desatar. Fue dirigida al CPCT, después de la indicación muy justa de la persona que lo derivaba: "aquí hay un nudo que hay que deshacer". Un tiempo de silencio sostenido por el analista antes de salir de la primera entrevista, un momento de espera, muy lento y breve a la vez. Un tiempo de desconcierto para el sujeto que concluye escandido por la intervención del analista en el umbral mismo de la puerta: "¿Qué estaba esperando?" Momento de corte súbito, de encuentro con lo inesperado. El sujeto volverá la semana siguiente con el sentimiento de haber cruzado un umbral. Ha pensado durante toda la semana en la pregunta, una pregunta que se mostró crucial en las distintas contingencias de su vida. Está más tranquila, dice, aunque la angustia siga en su lugar, distinción clínica muy pertinente para situar en la división del sujeto un efecto terapéutico sin haberle ahorrado la dimensión y la oportunidad de encontrar la causa de su angustia, causa que es también la de su deseo, la del "gusano de la causa que lo hiende", allí donde no lo esperaba, allí donde ya no lo esperara.  

La nueva clínica del CPCT ofrece así al sujeto la posibilidad de encontrar la causa. "Encontrar la causa", tal como nuestro colega Jean-Daniel Matet me lo indicó muy precisamente en el momento de proponerle el título de esta intervención, implica que el encuentro puede hacerse aunque sea sin buscarlo. En realidad, uno siempre se da de bruces con ella. Podemos añadir incluso que si el efecto terapéutico se da siempre por añadidura es porque el encuentro con la causa analítica implica siempre un cierto "yo no lo buscaba".  

Hipótesis concluyente ahora: los efectos terapéuticos rápidos obtenidos en el encuentro con la causa - en todos los sentidos de la expresión - no definen una forma de "terapia breve" en el sentido clásico sino que nos ofrecen la estructura mínima de la experiencia de este encuentro, en un primer ciclo, como la hoja nos ofrece la estructura de la planta entera - según la imagen que Lacan utilizó ya en su Seminario sobre las psicosis para hablar de su estructura.

Consultar al psicoanálisis, por lo tanto, para tener la oportunidad de encontrarse con la causa, la oportunidad incluso de no curarse del encuentro con la causa, de no dejar de no curarse de este encuentro. Este es el efecto terapéutico que el psicoanálisis debe saber producir hoy ante la invasión de las falsas promesas terapéuticas.

Y, en efecto, debemos ser rápidos en esto porque "el desierto cree", y cree muy rápido también. 

Junio 2005

NOTAS

  1. Jacques Lacan, Escritos, siglo XXI, México 1984, p. 814.
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