
(Brasil) THOMAS COHN. Artista: Bruno Novelli.
Título: Astar. Año: 2010.
Técnica: Acrílico sobre tela. Medidas: 74 x 260cm.
En las sociedades occidentales el cuerpo, especialmente el cuerpo femenino, era considerado hasta hace pocas decenas de años algo escandaloso, que debía permanecer cubierto, escondido, en ocasiones segregado, como el signo de una moralidad muchas veces hija de la hipocresía más que del pudor.
Los años setenta, con la denuncia de las contradicciones de la sociedad occidental, han reivindicado la liberación del cuerpo. El cuerpo no es escandaloso y la tentativa de encerrarlo y segregarlo es una tentativa de dominio y de ejercicio del poder ejercitada en la sociedad de los padres y de los patrones.
Hoy se puede afirmar que el programa de los años setenta se ha realizado, pero en una forma paradojal y, como es subrayado por Luisa Passerini, perversa, en una forma transformada de las intenciones originales y quizás en una forma que revela la verdad sujeta a las intenciones explícitas de la época.
Hoy la televisión, las páginas de los diarios, las publicidades, están llenas de imágenes de cuerpos de lindas mujeres seductoras, amigables, de cuerpos femeninos sensuales.
El cuerpo no es más considerado escandaloso, pero se ha transformado en mercadería entre los mercaderes, "gadgets" que embellecen un auto deportivo o el último modelo de celular o tantos otros productos del mercado.
¿Pero qué sucede cuando, por dar un ejemplo, se da vía libre al uso de la R.U.486, considerada píldora abortiva, o cuando alguno reivindica el derecho de un sujeto a no querer que el cuerpo sea mantenido más en vida artificialmente? Y bien, si grita el escándalo, se asiste a una levantada de escudos y a un verdadero y propio boicot que se lanza más allá de los límites de la legalidad.
Aquello que viene señalado como escandaloso es la facilidad con la cual un fármaco permitiría a las mujeres obtener un aborto, o también el precedente de un sujeto que elige no ser asistido más y morirse.
Por un lado tenemos la alusión continua e insistente a un goce ilimitado que se presenta en la forma de una sensualidad exasperada, mientras por otra parte, cuando el cuerpo se presenta efectivamente en su dimensión de cuerpo sexuado -por ejemplo bajo la forma de una gravidez no deseada-, de cuerpo real –por ejemplo en su dimensión mortal y en el misterio del límite entre la vida y la muerte-, aquí surge una medida disciplinada y censurante, bajo el signo de la "mejor" biopolítica.
Se puede deducir que estamos frente a dos dimensiones del cuerpo: por un lado el cuerpo expuesto, cuerpo representado como gozoso y seductor, que permanece en una suerte de más allá mítico, mítico pero también muy concreto, ya sea en las estancias de los poderosos de los que nosotros, el pueblo, estamos excluidos, pero a las cuales somos llamados a identificarnos, es decir somos llamados a imaginarnos, del lado masculino pero del cual no son excluidas las mujeres, al volante del auto lujoso con una espléndida señorita a su lado o en los trajes del político que pasa las noches en casas fabulosas en compañía de muchachos atrevidos.
Por otra parte el cuerpo escondido, que corresponde al cuerpo sin su presencia real, corruptible, imperfecta, el cuerpo que sufre, que se enferma, que envejece, que muere, el cuerpo femenino en particular que presenta una proximidad específica con lo real, el cuerpo en su dimensión, más bien de irrepresentable. Esta dimensión del cuerpo necesita ser constantemente rechazada y excluida, quizás porque se presenta como una especie de granito de arena en el engranaje del poder, que podría corroerlo y trabarlo.
De frente a la lógica del poder que expulsa esta dimensión del cuerpo, el psicoanálisis le hace un lugar, un lugar que sabe ser indecible e irrepresentable, pero que es en esto sobre lo cual se funda la singularidad radical de cada uno.
Traducción Graciela Lucci