
Pedro Tricárico. Escultura.
Cortesía del artista.
Dos prácticas, arte y psicoanálisis que no se agotan en la experiencia, pues pueden hacer escritura, viaje y letra, en un derrotero pulsional, merecen ser reunidas en el rasgo de la creación. Las pensaremos como una erótica que construye su metrópolis en la vida cotidiana. El tiempo donde pretendemos abordarlas es el hoy, la contemporaneidad
Una belleza terrible
En este espacio y este tiempo, descubrimos que ciertas prácticas discursivas hacen de las tareas del arte, la cultura y del mismo psicoanálisis un simple uso adjetivado. Las crónicas de sus mandantes como también la de los analizantes, suelen abundar hoy en efusiones, del tipo “el bueno de Fulano”, “la fantástica performance”, “que linda charla” , “importante muestra”, “la destacada actuación”, "el arte torpe" ...etc, etc. sin apuntar a una interpretación, una reflexión o una apropiación de lo dicho.
El viaje que aquí pensamos proponer puede tener tres itinerarios. Puede ser pulsional, un recorrido de satisfacción siempre continuo, halle o no su objeto. Se tratará de un viaje que implica andar geografías, superficies, suelos, texturas, con pisadas firmes que formen rastros, indicios del cuerpo. Un segundo recorrido, puede ser metafórico, atravesar el tiempo, desenvolver las músicas que evocan nostalgias, andar de la mano de viajeros míticos, con Ulises o StarWars, hacer una serie, hacerse saga en los significantes.
Un viaje, tal vez puede ser imaginario, intentar un recorrido ilusorio, un sueño que se sueña a ojos abiertos o cerrados, una partición de tareas, un reparto de mapas, un vestido que diseña un contorno, armar un rompecabezas repartido sobre la mirada, un retrato, un autorretrato o un calidoscopio.
Les propongo este viaje, donde cada cuál evoque su acento, la partida será el arte actual, pues los artistas hacen y hacen hacer viajes. Uno puede encontrarlos y andar con ellos un rato. Hoy los tenemos allí en la ciudad de Lyon, en su presente Bienal de arte, donde los caminos artísticos sugieren una tensión entre lo Terrible y la Belleza, entre su adjetivo y su sustantivo unidos en los significantes que migran desde un poema de Keats al nombre de la muestra: Una terrible belleza ha nacido. Nombre que es la convocatoria de trabajo que la curadora de la misma Victoria Noorthoorn, ha propuesto a consideración de los artistas, elucidar cuál es el lazo hoy entre arte y belleza. Su propuesta parte en realidad de un aserto, no es tan simple el lazo como para decir que la belleza se ha perdido, más bien se ha transformado en algo no tan evidente. En los múltiples espacios de la muestra, los objetos terribles se presentan de entrada, dueños de males y de muertes, objetos destruidos, esforzados, a punto de estallar, detritos. Luego de avanzar y conmovernos entre ellos, las caminantes de la muestra arribamos mediando el tramo de escaleras a objetos con un leve aliento a esperanza, a un pequeño silencio, a un pequeño vuelo poético.
¿Se trata acaso de pensar que a la belleza solo se accede después de atravesar restos, fragmentos en el revés de las tareas ordinarias? Fragmentos de ideales tanto benéficos como monstruosos. No se trata de una belleza escondida detrás de un velo metafórico o simbólico, es una belleza demorada, obstaculizada por los indicios del deterioro sin embargo cuando aparece lo hace de súbito.
Los indicios de deterioro emergen del simple paso del tiempo real o de los distintos matices de la acción humana, de su manufactura de las cosas o del estallido de los mundos.
El mundo doméstico, la habitación íntima está repetidamente representada en esta Bienal y todas parecen decir, que ya no hay lugar seguro donde refugiarse. Así vemos que los sillones están invadidos de protuberancias o bivalbos imprevistos, las posturas necesarias a los hábitos quebradas o gastadas, el suelo cubierto de sogas o lanas abandonadas que hacen dificil el paso, las alfombras que ya no vuelan mágicas ni se alegran en el patch-work de las abuelas. Sino que unen el sinsentido o experiencias de exclusión.
La infancia allí es una muñeca de trapo a punto descoserse para volverse a armar de otra manera bajo la voluntad del ocio del adulto. Al mismo tiempo que los retratos surcan las paredes de rostros o grandes cuerpos enteros, la desnudez del cuerpo real de un hombre en el espacio de la sala se opone a la distancia con el cuerpo de aves en una vieja fábrica abandonada y recuperada para la muestra. Color, calor, olor suman las gallinas en su hábitat desconcertando al visitante y proponiendo instalar una mirada a la convivencia con otros. En la larga sala como formando un corredor aquellos cuerpos nos saludan desde los grandes retratos, donde las posturas y no las miradas son las que encuentran el rostro del espectador: el hombre que camina como la escritura occidental de izquierda a derecha, la mujer que baja la cabeza que nos invita a hacer lo mismo y reflexionar un poco, las niñas que saltan entre las muñecas y las olas de una playa, entre la infancia y el paso del tiempo en la marea del habla, los amigos sentados en ronda conversando en el expresionismo de sus manos. El movimiento se nos impone como sinónimo de la vida, introvertirse y extrovertirse, enlazarse al otro es perder la paz del desierto, aquella paz que como decía Joseph Conrad, es la paz de la resignación de la vida. La invitación del artista resuena, ¡que haya algo, qué haya alguien! animando la vida de cada quién y que cada quién sea no algo, sino alguien para otro. El hombre desnudo enlazado a sus cuerdas en el otro extremo de la sala, avanza y retrocede en su lugar, una y otra vez, en un movimiento estático, en la estabilidad de un trabajo esforzado. Sobre el fondo de una pared intervenida con un texto poético: "une fois, une vie, une voie, une rue, une vue, une voix" y delante de una escenografía circular que simula un viejo silo, o torre. El hombre avanza y retrocede sin hacer un exhibicionismo de su desnudez, y sin donar su mirada a los caminantes de la muestra, un guía se aproxima con un grupo de adolescentes que ríen, el guía les propone pensar el título de la Bienal Una terrible belleza ha nacido , la belleza encarnada en el cuerpo, aquí en ese cuerpo, en tanto en la antigüedad griega el cuerpo de los varones jóvenes eran erigidos como el paradigma de lo bello, por ello la representación escultórica los inmortalizaba, el artista aquí con su modelo vivo ha prescindido de tal gesto y nos presenta el cuerpo mismo, tal cual es en su desnudez cotidiana con el verbo como acción que lo sostiene y el enigma de su historia propia por delante.
Una puesta en escena de una obra de Beckett, donde en una sala a pleno negro de oscuridad, el público sentado en lo que semeja ser un telón negro sobre un fondo de un negro más abismal, escucha un grito, un llanto de bebé, ve un pequeño resplandor seguido por un gran relámpago hasta que la luz que inunda la sala permite descubrir que había un telón sin género sólo hecho de oscuridad ocultando un escenario consistente en una manta dispuesta en el piso cubierta de residuos que la civilización deja a su paso cada noche en la calle o en la puerta de sus vecindarios. Una manera negra, de la que sabe el arte plástico a partir de Rembrandt para mostrar el escenario de lo que sobrando le falta al mundo.
¿Dónde está la esperanza? en la planta alta del espacio de la muestra, el vuelo de un avioncito impulsado por el calor de la mano del artista demora a los visitantes, el artista camina el perímetro de la sala, al fondo está su mesa de trabajo, pequeña y low tech. Todos se acercan luego de su performance a dialogar con él, todos dibujan una sonrisa "es un diseño que no inventé, pero lo recuperé, yo sólo lo hice y quise darlo a conocer aquí, me pareció importante que se conozca esto. Sólo pesa 0,05 gramos, puede romperse con facilidad, sólo tiene dos elementos, madera balsa y una película de leve nylon transparente". La muestra, la suelta de sus dedos, y la película viaja hasta la mano de una señora que dice "hay comunicación" Entre el vuelo y su mano, entre la obra y ella. ¿La salida es comunicarse, la salida es extender la mano? Lacan usa esa figura en el Seminario 10, donde el amor extiende su brazo para encontrar otro, como sucedió aquí. Hay primero amor al hacer, el artista elige sus materiales de trabajo cuidadosamente, el soporte de su obra, su textura, su color o ausencia de color, su concepto lo toma de una invención anterior, recupera la historia, la hace accesible y experienciable a otros, con amor a la transmisión, al don del saber.
Analizarse es también hacer un recorrido, según cada cuál, será una línea en el tiempo, un significante nuevo, un efecto de poesía, un lugar posible, un deseo decidido, un lazo nuevo, un cambio de discurso, un efecto de amor, pero raramente lo calificaremos de exitoso o feliz, aún en la salida del sufrimiento del síntoma o el cansancio del fantasma. ¿Es en forma adjetiva o en forma verbal que andamos el análisis? la palabra actual de los analizantes suele estar embrollada en un exceso de calificativos que sin embargo envuelven vacío simbólico. Los modos de decir adjetivados suelen reemplazar un enunciado reflexivo, distanciados del eco de la interpretación.
La invención de Eros
Si el psicoanálisis participa como el arte de una creación, es también una erótica, se trata en él de las relaciones del deseo con el lenguaje y del deseo como objeto, de modo que son lazos libidinales los que se establecen entre sujeto y objeto.
Podemos pensar a Eros como una invención de la cultura, la tendencia a la unión que conlleva Eros permite la persistencia de la subjetividad y del vínculo social, la superación de la disputa de los ideales, y el paso de avance hacia la creación. Persistir, superar, avanzar, son entonces acciones eróticas que se despliegan a partir del par mitológico hambre y amor , expresión sintética de las fuerzas naturales que mueven al mundo.
Freud recupera esta noción de un verso del poeta Schiller y con ella arranca al ser humano del programa de los instintos biológicos para elevarlo al plano de la erótica, de las pulsiones de vida y de muerte. Jacques-Alain Miller, revisitando la frase del poeta, nos lo recuerda en "Los divinos detalles" .
En el bello mito de Eros y Psiquis, encontramos unidos otro par alma y amor como expresión de esta elevación, del desplazamiento del orden de las necesidades, de lo necesario a consumir para la supervivencia biológica del organismo, al amor, como el don de la sola presencia sin la adición de otro elemento a dar.
Recordemos brevemente el mito, trata de la admiración que despierta Psiquis por su belleza en el mundo de los mortales, siendo la diosa Afrodita quién se considera la única con el derecho al homenaje por su condición divina, elabora una venganza con carácter de humillación para la bella Psiquis, la diosa solicita así a su hijo Eros que arroje sus flechas embebidas en amargura sobre la muchacha. Eros dispuesto a cumplir el mandato de su madre-diosa, sucumbe ante la mirada de la bella Psiquis, así con torpeza las flechas caen sobre sí mismo. La diosa sin saber de este fatal accidente destina a Psiquis a desposar un monstruo. Compadecido y enamorado Eros, sustituye este destino alojándose él en el palacio en el que en su exilio llega Psiquis. La condición que impone Eros a Psiquis es que ésta no podrá ver jamás su rostro, sus encuentros serán en la absoluta oscuridad. Pasado un largo tiempo de feliz amor, Psiquis escucha los consejos envidiosos de sus hermanas, quiénes le dicen que debe descubrir el rostro y las intenciones de su horrible marido, para ello le indican que vaya a su próximo encuentro provista de una lámpara y un hacha dispuesta a cortarle la cabeza. Psiquis acepta la sugerencia, y cuando en la siguiente noche eleva la lámpara para iluminar el rostro de su amado se sorprende ante el bello Eros, a quién aún no conocía. Éste, en su enojado lamento la increpa interrogándola ¿no te bastó con mi amor? ¿qué otra satisfacción quieres? Para luego arrojarla de su presencia y castigarla con la pérdida del amor. El Eros que debía quedar invisible sufrió el error de la visibilidad y con ello el desencuentro primero entre el alma y el amor. Una separación del agalma que convocaba la mirada bajo el doble destino de belleza y monstruosidad. Esto nos reenvía a la conjetura que acompaña a la muestra de la Bienal de Lyon, que más adelante retomaremos, en el diálogo con el arte contemporáneo.
En el mito, finalmente, luego de dar pruebas de humildad, Psiquis recupera la presencia amorosa de Eros. Podríamos decir que Psiquis, en su camino errante, en su intento de separar lo invisible de lo visible, la luz de la oscuridad, aspira a llevar su tensión vital a nivel cero, tal como aspiran las fuerzas de la Naturaleza con el organismo, es decir, el grado cero de la vida, la muerte. ¿Será esto de lo que se trata en la propuesta artística que comentáramos más arriba?
Es el filósofo Georges Bataille quién afirma y resalta el vínculo existente entre muerte y erotismo, para él el erotismo es tanto conmovedor como innoble. En su texto "Las lágrimas de Eros", recorre una inmensa galería de obras de arte de todos los tiempos surcadas por imágenes saturadas de eros y suplicios. Para el filósofo, la superación de este conflicto se dará en el desenlace entre tiempo y conciencia. Entendemos que olvida los efectos de creación como lugar superador del lazo imposible entre muerte y erotismo.
Desde el psicoanálisis sabemos que el desencuentro en los lazos afectivos y sociales, es la regla y no la excepción. El desencuentro es un dato estructural de la subjetividad, entendido como la no proporción exacta o la no armonía plena entre dos partenaires, de modo que un buen encuentro, un encuentro feliz resulta ¡un verdadero acontecimiento! Así podríamos enumerar a modo de ejemplo, el desencuentro del sujeto con sus objetos culturales, cuando este lazo produce desconocimiento en lugar de conocimiento, el desencuentro entre el sujeto y su cuerpo cuando se instala el fenómeno displacentero o el síntoma en lugar del placer; el desencuentro entre el sujeto y sus semejantes, cuando lo ajeno, lo otro, en lugar de funcionar en la reciprocidad de un alter-ego se transforma en lo inquietante, en lo siniestro rechazable.
La erótica sin embargo, se nutre tanto del encuentro como del desencuentro, es así que Susan Sonntag puede enunciar que el artista, que reemplaza al santo, es un sufridor ejemplar, para sostener su hipótesis cita a Pavese, para quién la literatura es una defensa contra las ofensas de la vida, así el escritor nos dice Sonntag hace un uso del sufrimiento en una economía del arte, así como los santos descubrieron la utilidad del sufrir en la economía de la salvación, pudiendo gracias a su arte digerir al hombre que sufre. Esta metáfora del digerir, indica la operación superadora del arte que hace quedar al amor como una ficción esencial, como un error o como una danza más del ego solitario. Así traza la autora una analogía entre arte y amor, donde de la tradición aristotélica del arte como imitación se pasa a la modernidad donde el arte es expresión de un yo al igual que el amor en detrimento del valor del amado, de allí a desembocar en el fracaso del amor en la actualidad hay un paso. Esta posición absoluta del amor lo presenta en su carencia esencial: el desencuentro que habita en el interior mismo del amor. Así el amor que reviste de valor al ser amado, tal como se observa en Eros, invistiéndolo de la cualidad del amante, tanto como el amor que reviste de valor al propio yo, al estilo de Psiquis reduciéndola a la amada.
En este escrito propongo pensar al artista -escritor o artista visual- como aquél que puede situarse en el lugar de la pulsión, desde donde puede modular las envolturas del amor y la muerte, sea la pasión, el sufrimiento, el éxtasis.
Si la cultura se instala por represión de los instintos animalescos, como nos decía Freud, por ejemplo, la pérdida de la olfación que ocurre en el ser humano como base primaria del conocimiento del mundo, que sí la dispone el mundo animal; esta represión no implica tal como se entiende a menudo en forma distorsionada en el saber cotidiano, decimos que no implica la desaparición de Eros, sino por el contrario su fundación. Eros adviene gracias a la represión, desdoblándose de lo que no es su consistencia, separándose de la regla sagrada de la naturaleza por la cual cada ser vivo congenia con un par semejante de su especie. Muy por el contrario Eros subyace a la interdicción de una satisfacción natural, esa falta o falla original ligada a la interdicción, animará la singularidad de cada búsqueda subjetiva a lo largo de la vida. Eros se liga entonces a la belleza de la falla, y a la monstruosidad de la regla.
Entendemos así que Eric Laurent pueda decir que el horror y el pánico son la verdad del lazo a otros, interpretamos, que lo son en tanto que establecer un lazo se opone al confort, a la comodidad del ser consigo mismo, ese confort que trabaja en el rechazo activo de la incomodidad. El deseo que la falta original desencadena, el deseo al otro implica salir de ese confort, arriesgar la comodidad para ir al encuentro posible con el otro, se requiere así un salto a lo nuevo y lo desconocido en el impasse del amor.
Es así que Eros resulta ser una invención y la amalgama de toda creación. La belleza entonces como presencia incómoda con su verdad como monstruosidad a revelar.
El viaje
Tomamos unas palabras de Jacques-Alain Miller : el mito pulsional en psicoanálisis admite una historia distinta que el mito paterno. Ante todo el mito pulsional es como una variante del mito paterno, que relata solamente el robo de la libido, como fue usurpada por un cuerpo y luego de eso condenada al desierte de goce, el mito pulsional cuenta las migraciones de la libido.
Esta migración de la libido la aplicamos a nuestro decir del viaje, viaje de la libido en el excedente de goce que el padre no logra retener, que enlazará de uno a otro lado a los protagonistas de un lazo, en la experiencia del arte contemporáneo al creador, la obra y el visitante de la misma. Recordamos al escritor Claudio Magris, para quién el viaje tiene una connotación de voz. En una conferencia dada en Buenos Aires, decía creer en la variedad de voces, creo en la memoria no como pasado, sino como escritura, dando voz a cosas lejanas, en eco con sus obras en las que emprende viajes en geografías y pasiones del hacer cotidiano. Afirmaba, mis itinerarios se completan entre utopía y desencanto, mi frontera es en cambio inabarcable, se halla entre el mundo noto y el ignoto. El viaje como la odisea del Ulises de Joyce, es el que permite el retorno atravesando la vida, puede darle un sentido o perderlo.
Esta realidad del viaje sitúa al viajante entre la pérdida y la falta, en el movimento que enlaza lugares, migración libidinal, de la que quedará un real. Real irreductible, al decir de Eric Laurent en un texto suyo, pudiendo ser la angustia de vivir o aquél objeto que se haya de aislar allí.
De este modo, la operación artística actual, no es una resignificación sino un itinerario intérprete que dejando huellas en el cuerpo y alejándonos de las representaciones, del saber y sus sentidos, nos interpela por igual a artistas y espectadores, si hemos arribado a nuestro deseo.
La experiencia artística actual que ha abandonado la definición académica de las bellas artes haciendo nuevos usos de sus soportes expresivos y sus formas, desconcierta al entendido y al crítico, que le objeta esta pérdida. Es notorio el recurso a los estados elementales de la materia para calificar lo contemporáneo como "gaseoso" o "líquido", recursos que lejos de reflexionar sobre el fenómeno lo adjetiva sin percibir el derrotero pulsional, el peso gozante de los lazos actuales que mueven el mundo. Yves Michaud, es quién afirma que tanta belleza, y junto con ella, un tal triunfo de la estética se cultivan, se difunden, se consumen y se celebran en un mundo cada vez más carente de obras de arte, si es que por arte entendemos a aquellos objetos preciosos y raros, antes investidos de un aura, de una aureola, de la cualidad mágica de ser centros de producción de experiencias estéticas únicas, elevadas y refinadas. Es como si a más belleza menos obra de arte, o como si al escasear el arte, lo artístico se expandiera y lo coloreara todo, pasando de cierta manera al estado de gas o de vapor y cubriera todas las cosas como si fuese vaho. El arte se volatilizó en éter estético, recordando que el éter fue definido por los físicos y los filósofos después de Newton como medio sutil que impregna todos los cuerpos.
Añade que la desaparición de las obras deja lugar a un mundo de belleza difusa, tanto profusa como gaseosa. El autor sigue así el pensamiento de otros especialistas en arte actuales que entienden que la creciente estetización de los objetos útiles de la vida cotidiana, implican una desestetización del objeto de arte mismo, que pasa a ser cualquier objeto vulgar. No acordamos con estos puntos de vista, entendemos más bien que el arte contemporáneo ha salido del canon de la belleza por voluntad propia, como modo de atravesar estos semblantes contemporáneos cotidianos, despojándose de la estética bella como de una cáscara vacía para mostrar que lo envuelto que sostiene el envoltorio no necesariamente es refinado y aúrico, pero sí siempre verdadero, agalmático, y real. El artista contemporáneo así invita a la demora y a la reflexión, conmueve por su encarnamiento del problema de la no proporción del mundo, y no por su vestido de la bella evasión. Aún queda por repensar la propuesta del artista Joseph Beuys cuando planteaba que todo hombre es artista, proposición provocadora y reveladora, donde el todo es del orden de la posibilidad de asumirse como sujeto de una creación, si el arte ya no es sublimación, sí es creación y la creación puede ser el acto de cada quién en su saber hacer cotidiano, por eso Beuys reclamaba que cada uno en su lugar de trabajo se convierta en una potencia creadora, y la reconozca como parte de un deber artístico a cumplir. Es asombroso que se pueda desear confinar la función del arte al refinamiento artístico y no se advierta el grito del arte contemporáneo. Un grito que pide olvidar lo ilusorio de las imágenes totales, que desea escapar al significado narrativo dogmático, que evidencia lo real de la Cosa.
Así como un psicoanalista en el escenario de la transferencia con su analizante se presta a ser cualquier cosa que éste le haga encarnar, lo cual es posible porque el analista nada es, ya que ha perdido a su persona para escuchar a su analizante desde su mismo deseo, también el objeto de arte actual se presta a ser cualquier cosa, ha perdido su metáfora, en función del objeto valioso que encierra más allá de su presentación fáctica.
Mientras el lazo en el mundo actual y los teóricos adjetivantes, reclaman más objetos de visibilidad bella, el artista y también el psicoanalista, señalan al objeto valioso no en su significado o en su bella apariencia, o en su valor de uso, sino en su valor de goce.
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