Noviembre 2014 • Año XIII
#29
Bordes de la práctica

Un caso simple

Marisa Chamizo

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Manolo RodríguezEncuentro

La encrucijada implica una decisión.

Es posible afirmar que cuando un sujeto dirige una demanda a un analista, está en una encrucijada de la que le es necesario salir y no encuentra la manera, no encuentra el camino.

El caso que me interesó en relación al tema es el de Margarethe Lutz, que conocí por una entrevista realizada por Christine Dohler en el 2009 [1] En ese momento, Margarethe, tenía 91 años y era la última paciente viva de Freud.

Era la oportunidad, para la comunidad y la comunidad psicoanalítica en particular, de obtener un testimonio de esa experiencia.

En 1936, 73 años antes de realizada esta entrevista, Margarethe Lutz, con sólo 18 años, fue llevada al consultorio de un conocido "psiquiatra", desconocido para ella y para su padre también.

¿Cuál era el motivo? Su padre sospechaba que su hija estaba loca.

Ella, huérfana de madre desde su nacimiento, fue criada en un medio muy estricto, con un padre que no sabía qué hacer cuando su hija lloraba, una abuela que se hacía cargo de la educación en su casa y una madrastra que no le dirigía la palabra.

Los métodos de su educación eran antiguos, no podía hacer ni recibir visitas. La familia tenía un temor particular a que pudiera ser seducida. Sus salidas, siempre acompañada, eran al dentista y a la ópera. Hija única, niña solitaria; aislada en la mansión familiar

En medio de este encierro encontró un hendija : la lectura y las representaciones teatrales sobre esas lecturas.

Se refugiaba en ensoñaciones, leía libros a escondidas. Pudo hacerlo cuando descubrió que la llave del reloj abría la biblioteca. Amaba sumergirse en la lectura de "Tristán e Isolda". Representaba los personajes, se disfrazaba. Un día vio, por la ventana que, abajo, la gente de la calle la miraba. Llevaba un velo y declamaba su texto. Imaginó que esa gente era su público. Dijo: "Todo estaba en su lugar y entonces, saludé"

Ellos fueron los que le advirtieron a su padre de estos ademanes y le alertaron que podría estar volviéndose loca.

Primero fue la consulta con el médico de la familia, quien llegó a la conclusión que "no tenía nada físico, era del alma". "Mi padre era un hombre de negocios, no podía entrarle en la cabeza que se pudiera enfermar del alma". Así es derivada a "un gran psiquiatra". Indicación que el padre acepta por el temor a que la locura de su hija fuera una posibilidad cierta.


Intervenciones de Freud. El analista frente a la encrucijada.

Ella se encuentra con un hombre viejo, encorvado y amable. Entraron padre e hija a la entrevista. Sin vacilar, primera intervención: Freud dirigió y sostuvo su mirada, con una permanente sonrisa a la hija. Le hablaba a ella.

Respondía el padre.

Segunda intervención: Le pide amablemente, al padre, que se retire y espere en la habitación contigua. Agrega: "Quiero estar solo con la paciente". De manera amable y muy decidida. ¡Formidable intervención de entrada! Apuntó a la separación en acto.

Así fue posible que "la paciente" pudiera hablar y que descubriera que de lo que se trataba era que había encontrado a alguien, Freud , que la escuchaba por primera vez.

Pasó de los soliloquios a hablar, dirigirse a un Otro corporizado, vivo. A mi entender, este Otro sólo pudo constituirse por las decididas intervenciones desde el inicio.

Ya a solas, ella le contó sus "historias", sus ensoñaciones, que se armaba un teatro y que nadie le hablaba. Hablaba de una manera tan fluida, que ella misma quedó sorprendida

La primera intervención de Freud con ella a solas, ocurrió cuando ella le cuenta que había algo que se repetía, iba con sus padres al cine y cuando aparecía una escena de amor, su padre la sacaba, inmediatamente del cine. "Esto te va a pervertir", decía el padre.

Freud no vacila. "La próxima vez que vaya al cine con sus padres, le ordeno que se mantenga sentada". " Lo hice, aún cuando tiempo atrás hacer eso, era para mí, inimaginable"

Sobre el final, después de casi una hora, segunda intervención:

"No se olvide, para llegar a ser adulta es necesario poder preguntar el porqué y el cómo, lo mismo que expresar una opinión personal o una objeción. Si no hace eso, quedará como una niña, serán los otros los que van a disponer de Ud."

Nunca se acostó en el diván, fue su única entrevista. Según ella, era para Freud un "caso simple". A diferencia de los pacientes que estaba acostumbrado a tratar.

Hasta entonces, nunca se había rebelado. "Era un ser completamente atemorizado, una cosita miserable". Así se nombra.

Fue gracias a ese único encuentro con él que según ella pudo disponer de su vida.

"De todas las miserias de la vida, supe siempre extraer algo de felicidad. Sólo entendí, más tarde, que aún el infortunio puede aportar cosas positivas ".

Se casó con el hombre del que se enamoró, con el que tuvo dos hijas, vivió 53 años con él.

Viuda, se dedicó más aún a la escultura, expone, empezó a estudiar teatro, lee incansablemente. Visita, cada año, a sus hijas y nietos en Israel y en EE UU, donde viven.

Supo tardíamente por quién había sido tratada, supo también que ese hombre amable y encorvado estaba, en el momento que la recibió, ya gravemente enfermo y que murió tres años después.

No tiene dudas que si esa entrevista no hubiera tenido lugar, ella se hubiera mantenido aislada, porque algo no andaba bien. Otro destino podría haber sido el Hospicio o la conocida hidroterapia, todavía utilizada en esa época.

Lo que no andaba era que ella respondía, sin saberlo, a quedar en un lugar de objeto retenido y aislado al que ella llama "cosita miserable".

Con su presencia, intervenciones, indicaciones es ahí, a ese lugar, a donde apunta Freud directamente.

Esta fue la decisión de Freud frente a la encrucijada. Un solo camino: Intervenir activamente para producir la separación, posibilitar la emergencia del deseo y apostar a lo más singular de ese sujeto.

Conmover este lugar de objeto cuidado, objeto en una vitrina, donde la vida está detenida. Como se detuvo la vida de su madre en el momento de su nacimiento.

NOTAS

  1. Lacan, J: "Consideraciones sobre la histeria" Bruselas. 26/2/1977 Rev Quarto Nº 90
  2. Aramburu, J: "La histeria hoy" en "El deseo del analista" Ed Tres Haches. Bs. As. 2000
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