Febrero 2006 • Año V
#14
Sala de lectura

El gran teatro del género. Identidades, sexualidades y feminismos

De Anne-Emmanuelle Berger

Gerardo Ortega

Mardulce, Bs. As., 2016

Berger dirige actualmente el Centro de Estudios de Género de la Universidad de París VIII. En el presente libro toma como marco referencial la teoría queer señalando que la misma es autoreflexiva: interroga las propias categorías de análisis tomando como blanco sus propios presupuestos en un ejercicio de crítica inmanente.

Según una de sus representantes más conocidas en lengua hispana, queer no solo es una teoría, también es una política que mantiene una posición de crítica atenta a los procesos de exclusión y marginalización que genera toda ficción identitaria. Se opone a las categorías no solo de hombre y mujer sino también de heterosexual y homosexual, rechazando todas las tentativas de normativización y normalización. [1]

Es aquí donde surge el dilema que ocupa un lugar central en el libro de Berger: ¿cómo entender que los movimientos de las minorías sexuales busquen establecer modelos identitarios produciéndose una inflación de los mismos en lugar de una merma? Estos modelos en muchos casos más que cuestionar el binarismo sexual lo toman como base y lo resaltan. Así han aparecido por ejemplo nuevas identidades y "géneros gays": en la homosexualidad femenina han surgido la figura de la butch, la lesbiana que intenta encarnar el tipo ideal masculino, y la femme, que en cambio muestra una marcada feminidad. Por el lado de la homosexualidad masculina, el fenómeno de la drag queen, sujetos gay que representan la feminidad de un modo exaltado, tiene como contrapunto el surgimiento de las comunidades bear y leather que manifiestan formas hiperbólicas de la virilidad. Lejos de producirse una desidentificación se ha generado una hiperidentificación a códigos de conducta, vestimenta y hasta características físicas.

Berger no se conforma con las explicaciones que señalan que se trataría de una repetición paródica que pone en cuestión el binarismo sexual. Esa es la posición de Butler quien sostiene que nos encontramos frente a un "desplazamiento permanente (que) conforma una fluidez de identidades que propone abrirse a la resignificación y la recontextualización; la multiplicación paródica impide a la cultura hegemónica y a su crítica confirmar la existencia de identidades de género esencialistas o naturalizadas". [2]

Contra este argumento puede contraponerse el testimonio de los propios protagonistas de estas comunidades quienes negarían en muchos casos un intento paródico. Además la misma Butler en una publicación posterior relativizará su posición al afirmar que estas representaciones de género, como el travestismo, tienen "una postura subversiva problemática" y que exponer comportamientos de género desnaturalizándolos (por ej. que alguien biológicamente masculino manifieste un comportamiento femenino) no impide que se reidealicen las normas heterosexuales sin cuestionarlas. [3] En efecto, ¿el travesti pone en cuestión los géneros o, por el contrario, los reafirma idealizando lo femenino?

Berger intentará responder a este impasse sosteniendo que no hay experiencia del deseo si no es a través de una puesta en escena y cierta teatralización de representaciones generizadas, de allí el título del libro El gran teatro del género, y sostendrá que no hay sexualidad ni posibilidad de seducción si no se concibe "un lado y otro" o sea el binarismo remarcando el poder de atracción erótica de estas nuevas identidades. [4] Recurrirá al concepto psicoanalítico de semblante para fundamentar su posición aunque en su análisis permanece en un nivel imaginario tomándolo, según sus palabras, "como una lectura zoo-antropológica o etológica del juego de los géneros". [5] En este sentido semblante no se distingue del cortejo sexual animal con comportamientos más o menos ritualizados.

El camino que se abre al intento de revisar y entrecruzar la teoría de la performatividad con la categoría de semblante se anuncia fecundo. Quizás allí puedan encontrarse algunas respuestas a los atolladeros que encuentra la teoría queer en el abordaje de las así llamadas identidades de género. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que el concepto de semblante en Lacan cobra realmente peso cuando deja de ser examinado en su estatuto puramente imaginario y se lo pone en relación a los otros dos registros: el semblante en tanto esfuerzo que parte de lo simbólico para aprehender lo real del goce. Sostendrá Lacan que "el goce sólo se interpela, se evoca, acosa o elabora a partir de un semblante". [6]

Frente al descreimiento de ciertos teóricos queer frente a los semblantes, no es el caso de Berger, cobra valor la pregunta que se realiza Miller: "¿Quiénes son los desengañados? ¿De qué están desengañados? Están desengañados de los semblantes; por conocerlos como tales, creen poder prescindir de ellos. Sin embargo, no utilizar los semblantes es estar engañado de otra manera". [7]

La proliferación de los semblantes es quizás un signo de su fracaso, pero también de su insistencia, para elaborar lo real en juego. El retorno de los viejos semblantes bajo una nueva forma debe encontrar una explicación mejor que la sola referencia a la inercia de una estructura de dominación. El pensamiento de la autora es un paso prometedor en esa dirección.

NOTAS

  1. Preciado, B., "´Queer: historia de una palabra", Parole de queer [en línea], consultado en http://paroledequeer.blogspot.com.ar/2012/04/queer-historia-de-una-palabra-por.html
  2. Butler, J., El género en disputa, Paidós, Barcelona, 2011, p. 269.
  3. Butler, J., Cuerpos que importan, Paidós, Bs. As., 2015, p. 325.
  4. Berger, A.-E., El gran teatro del género, Mardulce, Bs. As., 2016, pp. 140 y 99.
  5. Ibíd. p. 124.
  6. Lacan, J., El Seminario, Libro 20, Aun, Paidós, Bs. As., 1989, p. 112.
  7. Miller, J.-A., De la naturaleza de los semblantes, Paidós, Bs. As., 2002, p. 15.
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