AÑO XV
Octubre
2021
40

La página en blanco

De Isak Dinesen

Karina Castro

¿Pueden existir dos poesías iguales?

Quisiera estar en un convento religioso (como Santa Teresa). Tendría que haber conventos psicoanalíticos.
Alejandra Pizarnik [1]

Tenemos acceso a este cuento como un favor, una excepción que hace la anciana que se gana la vida contando historias, ¿por qué dice que no le gusta contarla? Dice que entre los no iniciados podría mermar su fama… es una historia difícil de contar, exige al narrador ser fiel, inquebrantablemente fiel a la historia porque así se asegura que sea el silencio quien habla.

En el convento de la Orden Carmelitana, sí la orden que fundo Santa Teresa de Ávila, la misma de la estatua, obra de Bernini que aparece en la tapa del Seminario 20, transcurre nuestro cuento "La página en blanco" de Isak Dinesen, lejos de los milagrosos tiempos pasados, conservan un único y singular privilegio que es el de fabricar el lino, la tela más fina de todo Portugal, con el cual se tejerán las sábanas nupciales de las jóvenes princesas de la casa real y que debe mostrarse colgado en el balcón con la mancha de sangre que certifica que aquella joven era doncella.

Luego el convento recibe de vuelta, como otro privilegio, el fragmento central de la sábana que lleva el testimonio del honor de la desposada real. Y en la galería del convento, en sus muros, son exhibidos enmarcados y con la inscripción de a quién pertenece cada fragmento. Esas manchas, que son dadas a ver, pueden llegar a convertirse en los signos del zodiaco, imágenes del mundo, también las profecías que se hicieron con las manchas de la sábana. Esas que recuerda la vieja dama, amiga y doncella de honor de una joven princesa que visita el convento, que compara las profecías de antaño y la realidad.

Ella también, seguramente, luego de ver todas se detendrá ante una que no es igual que las otras, su marco es tan hermoso como los demás y cuenta también con la misma placa dorada con la corona real… pero no hay ningún nombre escrito y la sábana, en este caso, es absolutamente blanca de punta a punta. Y es allí, frente a esta sábana, donde más tiempo permanecen tanto las monjas jóvenes y viejas, la propia abadesa, las reinas, viudas, madres, y sus viejas y nobles compañeras de juegos, doncellas y damas de honor; todas ellas quedan sumidas, nos dice la historia, en las más profundas de las reflexiones.

Este cuento ha cumplido sobradamente su finalidad, en el sentido de objetivo, de propósito, antitético al sentido de final, de terminación; es un cuento, a mi modo de leer, que no termina, esa página en blanco puede usarse de mil maneras posibles, acompáñenme con algunas: ninguna de todas las mujeres puede ser representada en su totalidad por ninguno de los otros cuadros, la página en blanco, el cuadro dispar se presenta como el lugar predominante de lo femenino, pensándolo como esa alteridad absoluta, ese enigma tanto para los hombres como para las mujeres, imposible de construir desde las categorías universales. Que lo femenino se revele como un lugar fundamental donde cada sujeto se convierte en una alteridad para sí mismo no siempre es fácil de soportar.

Estar en un convento puede ser una manera de soportarlo, atravesar la experiencia de un análisis puede ser otra, nos lo muestra en su testimonio Bernard Seynhaeve con su manera de intentar decir lo real, cuando en uno de los sueños del final ubica el queso de cabeza, el pâté(no pater) de tête como el ombligo de la cura, no como un significante más, sino como lo que "… deja escapar lo real en su tentativa misma de nombrarlo ( ) el encuentro, lo real. El tiempo de aprensión del objeto. La insondable decisión del ser de atraparlo, de reconocérselo, de apropiárselo…"[2] Aquí nos muestra otra manera de acercarnos a nuestro cuento, si todo no puede ser dicho por la disyunción entre el lenguaje y lalengua, puede existir un soporte material, letra y lugar para que algo deje de no escribirse sobre la página en blanco.

Esto último tiene que ser enmarcado a partir de la enseñanza de Lacan en los años setenta donde para elaborar lo femenino, fuera de lo simbólico y lo imaginario, se opera un pasaje del significante a la letra. Lo común para todos es el hecho de hablar, el sexo no define ninguna relación en el ser hablante, ante esos cuerpos atrapados en el discurso la relación sexual no puede escribirse y lo sexual implica una ruptura en el discurso, se escribe con cortes, con vacíos.

El epígrafe de Alejandra con el que comencé me lleva a pensar qué sería un convento psicoanalítico, ¿sería parecido al de nuestro cuento? Con el pase como dispositivo, con la página en blanco de cada uno, un hacer poético que está en juego en la exigencia del síntoma, que no cesa para abrir nuevos decires que circulen más allá del convento, en esos retoquecitos contingentes a lalengua sin los cuales no estaría viva.

NOTAS

  1. Pizarnik, A., Diarios, Lumen, Barcelona, 2000, p. 96.
  2. Miller, J.-A., Sutilezas analíticas, Paidós, Buenos Aires, 2014, p. 207.