AÑO XV
Octubre
2021
40
La diferencia absoluta

Diferencia absoluta, diferencia sexual

Paula Husni

Graciela Hasper - Sin título
1999. Acrilico sobre tela, 100x150cm

Nada se acopla con nada aquí.
La cantidad de fragmentos me desgarra.
A. Pizarnik

1- Diferencia absoluta / Deseo puro

En 1964, Lacan vuelve a dictar su seminario, después de un año, a raíz de que su enseñanza fuera proscripta en la IPA. Es con esas coordenadas que inicia su Seminario 11. Equiparar ese acto con la excomunión de una comunidad religiosa abre un interrogante nodal respecto a lo que funda al psicoanálisis como una praxis, distinguiéndolo de la práctica religiosa y de la ciencia. En tanto la religión se sostiene por el ideal y la ciencia se caracteriza por tener un objeto de estudio, se abren dos puntos claves: el ideal y el objeto. Deja zanjada así una pregunta desde el inicio: ¿cuál es el deseo del analista? Es en el último párrafo de su Seminario que precisa: "El deseo del análisis no es un deseo puro. Es el deseo de obtener la diferencia absoluta, la que interviene cuando el sujeto, confrontado al significante primordial, accede por primera vez a la posición de sujeción a él". [1]

Es conclusivo en su desarrollo, distinguiendo la diferencia absoluta, precisamente del ideal y del objeto, en un claro franqueamiento de las identificaciones, por un lado, y del atravesamiento del fantasma, por otro. Es decir que el punto que hace anclaje a la parábola que abre al inicio es una diferencia radical respecto a aquellos discursos a partir del objeto pulsional. El a que esquizia la mirada, que zanja un intervalo que no forma parte de la serie, que delata la "hiancia que constituye la división inaugural del sujeto".[2] La diferencia se instala en tanto se abre un intervalo.

Notamos, por otra parte, que el deseo del análisis tiene su contrapunto en una negación: no es el deseo puro. Esta referencia la encontramos pocos párrafos antes, en alusión al imperativo kantiano. La ley moral, dice, es el deseo en estado puro, y agrega: "… el mismo que desemboca en el sacrificio, propiamente dicho, de todo objeto de amor en su humana ternura. Y lo digo muy claro, no solo en el rechazo del objeto patológico, sino también en su sacrificio y su asesinato".[3]

Me interesa el énfasis puesto en el sacrificio del objeto; en el deseo puro no se trata de la diferencia con el objeto, sino de su asesinato; orientación que sesga horizontes radicalmente distintos. En el Seminario La ética del psicoanálisis, Lacan señala el punto en el que el culmen kantiano y sadista se equiparan, donde la moral se transforma en una aplicación de la máxima universal y, por otra parte ‒lo dice así‒, "en puro y simple objeto, [4] entendido a esta altura como "lo real en tanto tal".[5]

¿De qué objeto se trata entonces el que sacrifica el deseo puro?

El verdadero psicoanálisis, en el sentido de Lacan ‒refiere Miller‒ es el que se pone en la senda del deseo y apunta a aislar para cada uno su diferencia absoluta, la causa de deseo en su singularidad, eventualmente la más contingente. […]. La causa de su deseo depende siempre de un encuentro, su goce no es genérico.[6]

Es decir que lo que se sacrifica en la realización del deseo, que opera en la diferencia absoluta, es el objeto causa, que en tanto depende de un encuentro único y contingente, su efecto de goce no es universalizable. A la altura del Seminario 11, se tratará del encuentro con el significante primordial; en el Seminario 20, será el significante el que produce una marca de goce en el cuerpo, cambiando la perspectiva del significante al goce.

Es con estas coordenadas que se podrá pensar el amor y el lazo.

2- Diferencia entre los sexos

Para las matemáticas, la diferencia absoluta es el resultado de la resta de dos valores, dando una media que permanece fija. La diferencia relativa es el resultado de la división de dos valores, dando una brecha, una diferencia que tiene siempre como referencia la relación entre ambos términos. Si los valores cambian, la diferencia ‒relativa‒ también se modifica. La diferencia absoluta se desentiende de su referente mientras que la relativa depende siempre del valor de los números de referencia.

Trataré entonces de dar un paso más: ¿cómo pensar desde aquí la diferencia entre los sexos?

Desde la perspectiva fálica no es tan simple esa diferencia. Por un lado ‒refiere Miller‒, [7] en tanto el hombre y la mujer quieren ser el falo, no podemos situar allí la diferencia sexual. Por otra parte, si se trata de una relación de amor, tanto el hombre como la mujer deben estar privados de algún modo del falo. Y en lo que concierne al deseo, para que el partenaire advenga objeto de deseo hace falta, para los dos sexos, que porten el significante fálico.

Ahora bien, si hombres y mujeres mantienen una diferencia relativa, pero para ambos el falo es lo que no tienen, esto abre la pregunta de cómo pensar la diferencia absoluta. El curso de Miller dictado un año después, El partenaire síntoma, esboza una respuesta a este problema. La última enseñanza de Lacan permite pensar un giro respecto al concepto de diferencia absoluta con sus incidencias en los lazos. El axioma no hay relación sexual instaura un imposible, un muro entre los goces y una diferencia absoluta con el Otro sexo, en tanto el goce femenino es radicalmente Otro. La noción de parlêtre impregna un ser de goce al que le corresponde entonces un partenaire de goce, es decir, un partenaire síntoma; en tanto el síntoma implica ahora un modo de arreglárselas con la imposibilidad de la relación sexual y el Otro del goce es el cuerpo. Con el no hay, el objeto a fracasa para abordar lo real y se reduce a un semblante.

El hombre y la mujer no son más que significantes, [8] su estatuto de semblante no dice respecto a la posición de goce. En tanto significantes, significan otra cosa, tienen valor de diferencia relativa y se inscriben en relación a una función. En las fórmulas de la sexuación, un sexo y otro dependen de la función fálica.

Es en el Seminario 19 que Lacan retoma el sesgo freudiano de la pequeña diferencia resituándolo como órgano, como instrumento.[9] Parte de la diferencia para recortar al órgano como significante; nuevamente un valor relativo. Es por eso que establece que resolver por la vía de la cirugía un problema de sexuación es pasaje a lo real, en tanto el discurso sexual es imposible, se trata de otro campo; fuerza el imposible que introduce el troumatisme de lalangue, disyunción estructural de la que padece todo ser hablante.

En tanto el complejo de Edipo es la "máquina que ordena la libido al sexo" [10] y propicia una significación fálica que opera como solución ‒fallida‒ al traumatismo del significante, si es una ficción que le da un soporte simbólico-imaginario al goce, entonces, es factible pensar que el relieve puesto en la pequeña diferencia es un modo ‒errático‒ de tramitar la diferencia absoluta que zanja el imposible.

Hombre, mujer, bisexual, heterosexual, pansexual son significantes que, en tanto semblantes, no resuelven el hiato del Otro sexo en su ajenidad más radical, fuera de sentido. Ya sea por la vía del objeto o por la imposibilidad de la relación sexual, encontramos una disyunción que no hace par, que no hace serie y resulta siempre disruptiva para el ser hablante.

NOTAS

  1. Lacan, J., El Seminario, Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, 1995, p. 284.
  2. Ibíd., p. 278.
  3. Ibíd., p. 283.
  4. Lacan, J., El Seminario, Libro 7, La ética del psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, 1997, p. 87.
  5. Ibíd., p. 95.
  6. Miller, J.-A., Sutilezas analíticas, Paidós, Buenos Aires, 2011, p. 37.
  7. Miller, J.-A., La fuga del sentido, Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 205.
  8. Lacan, J., El Seminario, Libro 20, Aun, Paidós, Buenos Aires, 2001, p. 52.
  9. Lacan, J., El Seminario, Libro 19, ...o peor, Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 13.
  10. Miller, J.-A., La fuga del sentido, op. cit., p. 163.