AÑO XV
Octubre
2021
40
Sexuación, lógica y acontecimientos

Una lógica del goce en nuestro tiempo

Luis Darío Salamone

Graciela Hasper - Sin título
1996. Acrilico sobre tela. 120 x 180 cm

1- El psicoanalista y las matemáticas

Cuando Nathalie Charraud le propuso a Jacques-Alain Miller participar en un Coloquio titulado "Lo real en matemáticas", este inmediatamente asoció con lo que sería el título de su texto: "Un sueño de Lacan".[1] Se trata del sueño de que el psicoanálisis se acerque al campo de las matemáticas, aún cuando uno pueda hacerse psicoanalista solo a partir de la experiencia analítica, experiencia que se juega en un lugar donde se asocia libremente, donde las deducciones muchas veces resultan frágiles, donde tiene espacio lo contingente y se navega en las tinieblas, en el límite de lo no sabido. Hay en Lacan un intento permanente de lograr que el psicoanálisis se trasmita en matemas, fórmulas, esquemas, grafos, elementos topológicos. Entre otros lugares, cuando en El Seminario Aun, introduce los redondeles de cuerdas, Lacan reconoce que su ideal, su meta, es la formalización matemática.[2] Se mete para eso en las propiedades borromeicas, cuando hacía apenas unos meses atrás, había terminado de cernir esas fórmulas que había comenzado a desarrollar por 1971, elaborando el concepto de no-todo, fórmulas que comentará en algunos textos, hasta desarrollarlas detalladamente en El Seminario 20.[3] Las fórmulas de la sexuación son fórmulas del goce, y así como nos han permitido ver cómo se presenta el goce en términos lógicos, más allá de la anatomía de los sexos de acuerdo a cómo se juega la dialéctica fálica; así cómo nos permitieron ver claramente de qué se trata un goce concernido por el falo y un goce que se presenta más allá del mismo; pueden alumbrarnos con respecto a cómo se presenta el goce en nuestra época y cómo este incide, por supuesto, en el campo de la sexualidad y del amor.

Si bien Lacan se presenta en una relación constante con las matemáticas, no hay en su enseñanza una rigidez que nos deje en un plano donde las cosas solo pueden escribirse de determinada manera. Su gusto por la topología no es ajeno a la plasticidad que esta disciplina nos otorga sin renunciar a su vocación matemática. Por eso, cuando introduce su esquema Lambda en El Seminario 2, dice que no lo presenta como una solución ni como un modelo, sino como una forma de fijar las ideas que las dificultades del discurso nos reclaman.[4] Algo de este espíritu se manifiesta en el Seminario 20, cuando al escribir las fórmulas nos advierte: "Con lo que acabo de escribir en la pizarra podrían creerse que lo saben todo. Hay que cuidarse de ello".[5]

Estas fórmulas de la sexuación nos sirven para mostrarnos de qué se trata el desencuentro estructural entre los sexos. Pero como lo señala Jacques-Alain Miller,[6] algo ha ocurrido en la civilización de nuestro tiempo, algo que se ha transformado en una brújula que hace que las cosas puedan ser de otra manera: el objeto a ocupa un lugar dominante. Puede llegar a decirse que es la brújula de hoy en día, pero se trata de una muy paradójica; Miller vacila incluso en llamarlo de esa manera, ya que en verdad deja al sujeto hipermoderno bastante desorientado, aunque desinhibido, desamparado, podríamos decir, incluso sin brújula. Quizás el objeto a sea una orientación del sujeto que le marca cómo manejarse, pero en lugar de con su deseo, con el goce.

2- La inversión de un vector

En ese vector que va desde el matema del sujeto barrado al objeto a, del sujeto de la castración a un objeto que puede operar como plus de goce, se dibuja la fórmula del fantasma. Basta con reemplazar dicho vector con el símbolo del losange. Es evidente que el sujeto, parado de ese lado en las fórmulas de la sexuación obtiene un goce, bastante acotado, por cierto. Está en esa posición concernido por la castración y recupera, por la vía del fantasma, lo que puede de goce.

Pero, como dijimos, en nuestra época ese objeto a cada vez ha cobrado mayor protagonismo, a tal punto que en algunas ocasiones el goce arrasa la dimensión subjetiva. En este sentido podríamos invertir la dirección de la flecha del vector. Es decir que en lugar de que muestre a un sujeto dirigiéndose a la búsqueda de un objeto, dicho objeto se carga de una manera inusitada de goce y opera empujando al sujeto.

Esta inversión del vector, a mi juicio, explica no solo algunas cuestiones que hacen al goce de nuestro tiempo, sino que lógicamente repercute en el campo de la sexuación dejándonos un tanto desorientados al leer esas fórmulas que tanto nos han permitido ver lo que sucede entre los sexos. Estamos lejos de pensar que las mismas hayan dejado de orientarnos, al contrario, dicha lógica está tan presente en nuestra clínica como siempre. Solo planteamos que hay casos que nos desconciertan porque el goce opera como causa, muchas veces llevándose por delante a la dimensión subjetiva. A mi juicio, esto ha hecho suponer que en esta época se juega la cuestión más del lado del no-todo. Sin embargo, hay que tener presente que ese vector apunta al lado donde la castración impera, aunque sea con la intención de elidirla.

En el lado no-todo, Lacan escribió el matema La tachado, , con dos vectores: uno que apunta al significante de la falta en el Otro, S(Ⱥ) y otro que se dirige al falo, …. Fue muy claro en precisar que el goce femenino solo se juega en el vector que va desde el La barrado , al Significante de la falta en el Otro, S(Ⱥ).

En el momento en que el se dirige para su anclaje al falo, ya entramos en lo que se ha llamado convencionalmente el lado hombre. Por lo tanto, pese a la inversión del vector, no podemos decir que esta modalidad de goce contemporáneo se juegue en el campo de lo femenino. Como pasa con el cuando se dirige al falo, se abandona el campo del no-todo y aun cuando lo que pretenda es borrar la castración, se juega un empuje superyoico que apunta a una totalidad imposible de obtener. En todo caso, al término de ese camino empujado por el goce, el sujeto podrá encontrarse con la muerte.

Jacques Lacan, en "Kant con Sade",[7] planteó cómo se da esta inversión del vector del fantasma, convirtiendo al sujeto en un instrumento de goce, haciendo del sujeto tachado un sujeto bruto de placer. Este Escrito de Lacan nos ilumina con respecto a cómo esa voluntad de goce, constantemente alentada por el discurso capitalista, se ha convertido en el signo de nuestra época.

NOTAS

  1. Miller, J.-A., "Un sueño de Lacan", Lacaniana N° 15, Grama, Buenos Aires, noviembre de 2013, pp. 11-25.
  2. Lacan, J., El Seminario, Libro 20, Aun, Paidós, Buenos Aires, 2014, p. 144.
  3. Ibíd.
  4. Lacan, J., El Seminario, Libro 2, El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica, Paidós, Buenos Aires, 1986, pp. 364-365.
  5. Lacan, J., El Seminario, Libro20, Aun, op. cit, p. 95.
  6. Miller, J.-A., Punto Cenit. Política, religión y el psicoanálisis,Colección Diva, Buenos Aires, 2012.
  7. Lacan, J., "Kant con Sade", Escritos 2,Siglo Veintiuno, Buenos Aires, 1985.