Enero 2016 • Año X
#31
Debates / Bordes y perspectivas

Casi ángeles

Paula Szabo

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Ángeles

"Si Dios no existiese, habría que inventarlo…"
Voltaire

Y si los sexos no existiesen, ¿habría también que inventarlos?

Desde el psicoanálisis la identificación de un sujeto a un ideal sexual, sea este de su mismo sexo o no, es una respuesta a la falta en ser constitutiva del sujeto hablante. Es un modo de nombrarse con un significante "hombre" o "mujer" que permita dar cuenta del modo particular de asunción de la sexualidad. Más allá de los ideales que estos significantes movilicen -sean hetero, homo, o los que fueran- permiten cierta nominación, dan la identidad femenina o masculina. Siempre fallidos, el sujeto no se reconoce en ellos armónicamente, sin embargo son una vía de inscripción necesaria en tanto la identidad no puede definirse tautológicamente (A=A) resultando necesario cernir una diferencia (A es A en tanto no es B) necesaria para articular la matriz simbólica misma. En palabras de Graciela Brodsky[1] "La experiencia del análisis puede permitirle a un sujeto hacer algo con esa diferencia irreductible, sin tratar ni de segregarla ni de reducirla a lo mismo".

Para hablar de femenino o masculino en el psicoanálisis lacaniano no tenemos como referencia la biología del cuerpo, ni el ADN, ni los caracteres secundarios, cuya distinción estaría determinada por el orden imaginario. Registro regulado por lo que se tiene y lo que no se tiene sea en el laboratorio como en el espejo.

Tampoco el criterio es la identificación al ideal del propio sexo –o el otro- como lo pensaba Freud y Lacan mismo en el comienzo de su enseñanza. La salida del Edipo estaba determinada por dicha identificación como salida frente a la amenaza de castración en el hombre. En esta medida siempre está implicado el Otro, que en las distintas épocas y contextos culturales provee ideales distintos de masculinidad y feminidad. El registro de la identificación es siempre totalmente solidario de los significantes que el Otro social va aportando y de los cuales el sujeto se aferra para tener, reconocerse como ser sexuado.

Si la primera respuesta es del orden imaginario, la segunda respuesta orientada por las identificaciones es propia del orden significante es decir simbólico. Entiendo que es en este nivel donde se desarrolla el debate que propone Butler sobre el género. Debate en el que me detendré más adelante.

La vía de la sexuación tal como la trabaja Lacan a partir de los años 70 plantea la elección en relación con el goce, es una sexuación articulada a lo real. En este punto se separa de las lecturas sociológicas que indican que es la familia, la madre el Edipo, que ponen en el Otro la responsabilidad, sino que queda la responsabilidad siempre del lado del sujeto. De nuestra posición como sujetos somos siempre responsables.

Las fórmulas de la sexuación ubican cómo se posicionan los hombres y las mujeres dentro del predicado fálico. La lógica le permite a Lacan prescindir del sentido (Edípico) para determinar lógica masculina y la femenina. El predicado fálico puede leerse como la premisa de Juanito "Todos tienen falo" o con Lacan "todos están castrados" en relación al falo nadie lo tiene, lo que se tiene en todo caso es un órgano. El falo no se podría tener más que como un significante, pero no se lo tiene. Respecto del falo entonces todos castrados. "El goce está prohibido para aquel que habla" dice Lacan lo que Freud llama la represión de las pulsiones es consecuencia necesaria de la estructura del lenguaje e implica también la necesidad del síntoma.

La lógica masculina implica "el todo y la excepción", esto es "todos castrados menos uno", la excepción, que no. Es la idea neurótica de que existe al menos uno para quien la idea de la castración no cuenta, existe al menos uno para quien la castración no cuenta. En la clínica puede ubicarse en la idea de que es el otro quien disfruta el marido, el jefe, la otra, el goce se localiza en un lado del cual el sujeto está privado. El neurótico sueña con el día que el otro muera.


Butler y la posibilidad de la absorción total

En "Los cuerpos que importan", Judith Butler plantea la problemática del género a partir de la articulación de los conceptos de universal, particular y singular en el plano dialéctico.

La articulación entre el concepto de género y sexo ubica un proceso complejo donde el cuerpo en su materialidad no es un dato natural ni dado, sino que es el producto de una matriz discursiva y social en la cual intervienen juegos de poder, ideales, prejuicios, etc..

Presenta así un movimiento dialéctico donde "lo abyecto" -aquello que es excluido del conjunto- es condición necesaria para la construcción del universal que a su vez desde el exterior amenaza, interpela, con su existencia misma y reclama ser reconocido como parte del conjunto. Si es a partir de la excepción –algo queda por fuera– que puede construirse el todo. En el texto esta excepción se significa negativamente: no es en tanto poseedora de una cualidad positiva sino todo lo contrario, es lo expulsado, rechazado por no cumplir con todos los requisitos necesarios para estar dentro. Así, las categorías lógicas universal, particular y singular cobran en el texto una significación precisa: estar en el conjunto –universal y particular- son positivos, y no estarlo –singular- es signo de exclusión con su consecuente connotación negativa.

Butler interroga así minuciosamente los factores que van delimitando lo que llama sujetos viables de aquellos que quedan abyectos.

La "performatividad" del discurso es definida como la práctica reiterativa y referencial mediante la cual el discurso produce los efectos que nombra. "Los declaro marido y mujer" es un ejemplo. Apelando a las citas que exceden la enunciación de un sujeto en particular, se ubica el poder de las mismas en la reiteración. Podríamos pensarlo como los #trending topic en twitter.

Las normas reguladoras del "sexo", para la autora, obran de una manera preformativa para constituir la materialidad de los cuerpos, para materializar la diferencia sexual en aras de consolidar el imperativo heterosexual. Delimitando de este modo la esfera de lo inteligible y de lo ininteligible, aquello que queda radicalmente excluido, imposible de ser nombrado, zonas "invisibles", "inhabitables" de la vida social que están, sin embargo, densamente pobladas.

Dice: "Esta matriz excluyente mediante la cual se forman los sujetos requiere pues de la producción simultánea de una esfera de seres abyectos, de aquellos que no son sujetos pero que forman el exterior constitutivo del campo de los sujetos."

El imperativo heterosexual planteado por Butler apoya las citas preformativas en ideales femeninos y masculinos que materializan la diferencia sexual. El planteo se apoya en la idea de "ideal regulatorio" de Foucault.

Entiendo que el planteo apunta a preguntarse hasta que punto la diferencia sexual construida en la matriz hombre-mujer, está al servicio del imperativo hetero sosteniendo así implícitamente la idea de la existencia de la relación sexual en tanto complementariedad de los sexos. Desde esta hipótesis se apoya para cuestionar las normas que sostienen este ideal de una sexualidad "normal" que rechaza de plano cualquier diferencia.


Lo femenino, una de las manifestaciones de lo abyecto

Según Butler, Irigaray sostiene que la economía que pretende incluir lo femenino como el término subordinado de una oposición binaria masculino/femenino, produce lo femenino como aquello que debe ser excluido para que pueda operar esa economía. Se constituye así un exterior constitutivo que está compuesto por estas exclusiones, que sin embargo son interiores a ese sistema como su propia necesidad no tematizable. Surge dentro del sistema como incoherencia, como desbarajuste, como una amenaza. Así de lo femenino no puede decirse que sea un término inteligible. Es una necesidad imposible (pág 72) o una materialidad no tematizable (pág 77) o una palabra imposible (pág 79)

Se pregunta en el texto (pág 22) cuál debería ser el criterio decisivo para distinguir los dos sexos. Si el género consiste en las significaciones sociales que asume el sexo, éste queda absorbido y desplazado por el género. El planteo avanza hasta llegar al punto: si el sexo es una ficción, es una ficción dentro de cuyas necesidades vivimos, sin las cuales la vida misma sería impensable.

Por "generización" se entiende, las relaciones diferenciadoras mediante las cuales los sujetos hablantes cobran vida. Sujeto al género, subjetivado por el genero, el yo emerge dentro y como la matriz de las relaciones de genero mismas.

Dicho así, entiendo que el género queda reducido a la articulación mínima de 2 stes que permiten la emergencia de un sujeto. Más allá de cuanta connotación imaginaria, o significación pueda luego estar articulada a cada uno de ellos hombre o mujer.

El invento de los sexos es la matriz que permite la inscripción de la articulación significante la llamemos con Freud Fort-Da o con Butler hombre-mujer.

En su planteo es desde esta exterioridad abyecta -condición de constitución de la norma- que surge la suposición de devenir en un espectro amenazador para el sujeto. Los seres abyectos que no parecen apropiadamente generizados, lo que se cuestiona es pues su humanidad misma. Ahora bien si consideramos lo antes expuesto, ¿es la relación a lo simbólico lo que estaría afectado en estos seres abyectos? ¿Sería entonces pensable en nuestra lógica que se trata de la psicosis?

Butler propone como tarea considerar que esta amenaza y este rechazo no son una oposición permanente a las normas sociales –condenadas al pathos del eterno fracaso, sino más bien un recurso critico en la lucha por rearticular los términos mismos de la legitimidad simbólica y la inteligibilidad.

Me pregunto hasta que punto la idea de pensar el "eterno fracaso" como un pathos es decir cómo algo patológico, no hacen surgir la ilusión de una posible armonía y absorción total de lo real por lo simbólico. Ilusión que hace desconocer la imposibilidad estructural de lo simbólico de reabsorber lo real.


Acerca del término Queer

Interroga en el último capitulo del libro el término queer abriendo la dimensión temporal del término. Comenzó siendo un estigma paralizante, como la interpelación mundana de una sexualidad patologizada. Devenía así en un término que constituía la regulación discursiva de los límites de la legitimidad sexual.

La temporalidad viene de la mano de la posibilidad de la resignificación, pregunta Butler por las causas históricas, políticas y discursivas de tales resignificaciones.

Los preformativos, son nuevamente la clave, actos del habla que dan vida a lo que nombran. "los declaro marido y mujer" son formas del habla que autorizan. El juez cita la ley y de allí deriva la autoridad que profiere. Performs en ingles –realiza- es el origen del preformativo. Se invoca a la convención, la cita implica así una cadena de citas.

Butler ubica que el discurso precede y condiciona al sujeto, el reconocimiento lo forma. Más allá de lo cual existe una imposibilidad de reconocimiento pleno, es decir de llegar a habitar por completo el nombre en virtud del cual se inaugura una identidad social, implica la inestabilidad y el carácter incompleto de la formación del sujeto. La identidad es un error necesario, que apela a la contingencia del término, cómo un sitio discursivo cuyos usos no puede delimitarse de ante mano. Sea éste niña, niño, queer o un nombre propio.

Así el término queer nunca fue poseído plenamente, se tuerce, se desvía de un uso anterior y se orienta hacia propósitos políticos apremiantes y expansivos. Reivindicar los términos, en este caso queer, se suman mujeres, gay, lesbiana es el modo de refutar su empleo homofóbico en el campo legal, en las actitudes públicas en la vida privada. Apunta así a una deconstrucción política de lo queer debería extender su alcance y hacernos considerarla, según Butler, a qué precio y con qué objetivos se emplean los términos y a través de qué relaciones de poder se engendraron los términos.

Actualmente en la política queer creemos ver una práctica resignificante por la cual se invierte el poder condenatorio de la palabra queer para sancionar una oposición a los términos de legitimidad sexual. El sujeto encasillado como queer en el discurso público retoma o cita ese mismo término como base discursiva para ejercer la oposición. Cómo una reelaboración específica que transforme la abyección en una acción política. "La afirmación pública de lo queerness representa la performatividad como apelación a las citas con el propósito de dar nueva significación a la abyección de la homosexualidad, para transformarla en desafío y legitimidad. Un esfuerzo por reescribir la história del término y por impulsar su apremiante resignificación."

NOTAS

  1. "La liebre y el erizo. Variaciones sobre la identidad y la diferencia". (texto publicado en Virtualia 22). Disponible en http://virtualia.eol.org.ar/022/template.asp?La-diferencia-sexual-en-la-experiencia-analitica/La-liebre-y-el-erizo-Variaciones-sobre-la-identidad-y-la-diferencia.html
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