Agosto 2018 • Año XVII
#35
Lecturas de lo contemporáneo / Actualidad de la clínica

Relaciones violentas y suplencia

Ondina Machado

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"Sin título"
Dibujo, 2013.
Pablo Flaiszman

Violencia

S. Freud dedicó parte de sus textos a la agresividad y en las pocas veces en que utilizó el término violencia lo hizo como sinónimo de agresividad. En los primeros momentos de la enseñanza de J. Lacan tendemos a comprender la violencia como debida a la paranoia en la cual el yo se edifica.

Éste es un abordaje que sigue el raciocinio freudiano y explica, en parte, la violencia como fenómeno imaginario.

Más adelante, J. Lacan distinguió agresividad y violencia, ubicando en la segunda un núcleo no simbolizado de la primera[1] que estaría más en el registro real.

En lo que se refiere a la violencia contra las mujeres, más recientemente utilizamos la tesis de J.-A. Miller[2] de que el sexismo es una forma de racismo, es decir, al atacar a una mujer lo que se ataca es su goce enigmático que por ser diferente se vuelve insoportable. Sería por esta diferencia que las mujeres entrarían en la categoría de "minoría", volviéndose el blanco de segregación.

Todos estos desarrollos son útiles cuando se aborda a la violencia contra las mujeres, sin embargo, al lidiar con mujeres que sufren o sufrieron violencias por parte de sus parejas, se nota la dificultad para romper con esa relación. Muchas reconocen que lo que las mantiene con la pareja ya no es el amor, pero es "vicio"; otras, aunque reconozcan los riesgos que sufren, consideran ser "mejor con él que sin él", otras aun advocan en favor de los hijos como justificación para "no destruir a la familia".

Los subterfugios son los más diversos, lo que nos hace pensar que hay en la violencia contra las mujeres una particularidad que no puede ser ignorada, bajo pena de excluir lo que es propio de la pareja femenina, el amor.

 

Amor

En el último Lacan, el amor es tratado a la luz de la teoría del goce que en la vertiente femenina aparece bajo el modo erotómano. En él, más que amar es fundamental ser amada, pues es en el amor que se teje el goce.[3] Este imperativo se presenta en el lado derecho de las fórmulas de la sexuación. El sujeto que ahí se inscribe, hombre o mujer, hace del amor una suplencia a su falta en ser, situándose como el objeto que, supuestamente, falta al Otro. De ese modo busca en el Otro una significación última para su ser, ser la amada/o.

Ahora bien, es en esa búsqueda sin fin que algunas mujeres se sitúan en el amor y con eso se estragan. Consentir en ser objeto para un hombre es siempre una operación complicada para cualquier mujer. Hay cierto saber en la idea de que ser deseada por un hombre es ser tomada en su vertiente de objeto. Para muchas éste es un precio muy alto, pues junto al consentimiento en ocupar el lugar de objeto como causa del deseo de un hombre viene la condición de ser amada.

Es posible observar que muchas parejas violentas siguen este guión. En la cesión que implica el amor femenino su singularidad se pierde, pero en ese mismo movimiento, al hacerse objeto surge la demanda de ser amada, la única. Es esa demanda de amor que retorna bajo la forma de estrago, pues ninguna palabra le puede dar ese ser. Es al buscar en la pareja -elevada a la posición de Otro- su ser, que algunas mujeres hacen todo por amor, porque esperan todo del amor.

Lo que propongo aquí es examinar este movimiento de retorno de la demanda sobre sí misma que pone a algunas mujeres en situación de violencia.

 

Nominación y suplencia:

En diversos momentos de su enseñanza, Lacan trabaja un modo de nominación que prescinde tanto del emisor como del receptor, dando margen a una interpretación erotómana en la medida en que hay "una diferencia de estructura entre el yo, que en el enunciado designa aquel que habla" y aquel que oye "conforme su propio inconsciente".[4] Se trata del "Tú eres": Tú eres aquella que me seguirás, Tú eres aquella que no me abandonarás.

Bajo el punto de vista de la mujer que está en una pareja violenta debemos considerar que, aun violenta, esta relación puede tener como valor situarla como "Tu eres aquella que no me abandonarás", denotando ocupar en aquel hombre un lugar privilegiado para ella, el de ser la única aquella. En este enunciado hay un imperativo superyoico que "puede funcionar como complemento de ser, allí donde el sujeto se experimenta en su estatuto de falta".[5]

Lacan hace una diferencia entre el "tú eres aquella que me seguirás" en la segunda persona, y el "tú eres aquella que me seguirá", en la tercera persona.[6] Él dice que el "seguirás" de la segunda persona es imperativo y denota un investimento "quizás único", mientras el "seguirá", en la tercera persona, es una constatación que puede o no ser seguida[7], todo depende de la relación del sujeto con el significante. Todos estos enunciados dicen lo que soy para el Otro, sin embargo, si la interpretación viene bajo la forma de un imperativo, se engancha a la pulsión mortífera del sujeto (tú eres es homófono al verbo francés tuer, matar). De este modo, el "tú eres" puede servir a una mujer para "encontrar el soporte de su fantasma en la enunciación superyoica de la pareja"[8], haciendo que experimente una certeza en la significación que viene del Otro aunque sea por la vía de la intimidación, del aturdimiento o de la alienación.[9]

Perder este lugar puede, para algunas mujeres, significar perder su ser, "volver al mercado", ser una entre tantas.

La diferencia entre lo que es dicho y lo que se oye es llenada al modo erotómano, y en eso las mujeres son muy creativas. No es difícil interpretar la palabra de la pareja como una declaración, ya todo es signo de amor, mismo la violencia, pues lo que importa es ser su elegida. Justificaciones no faltan para absolver al hombre violento: "está estresado", "tuvo una niñez difícil", "me traiciona pero no me deja" o la última pronunciada por un personaje de la telenovela La fuerza del querer[10]: "Él se equivocó, pero nunca se equivocó conmigo". Sea por sentirse intimidada por el imperativo, aturdida por la pulsión de muerte o alienada al deseo del Otro, lo que importa es ser una "fuera de serie", la única para aquel hombre. En esa condición erotómana algunas mujeres no ven "límites a las concesiones que cada una hace para un hombre"[11], como lo advierte Lacan.

NOTAS

* Trabajo presentado en mesa simultánea en las XXV Jornadas Clínicas da EBP-Rio, "Loucuras e amores na psicanálise", en noviembre de 2017. Traducción: Anna Carolina Nogueira.

  1. Lacan, J., O seminário, Livro 5, "As formações do inconsciente", Jorge Zahar Editor, Rio de Janeiro, 1999, p. 471.
  2. Miller, J.-A., Extimidad, Paidós, Buenos Aires, 2010, p. 48.
  3. Miller, J.-A., O osso de uma análise, Salvador, Biblioteca Agente, 1998, p. 110.
  4. Dessal, G., "Tu eres la mujer que me seguirá. La violencia como nombre del goce", Relaciones violentas: entre el amor y la tragedia. Grama ediciones, Bs. As., 2014, p. 75.
  5. Ibíd., p.75.
  6. Lacan, J., O seminário, Livro 3, "As psicoses", Jorge Zahar Editor, Rio de Janeiro, 1985, p. 315.
  7. Lacan, J., O seminário, Livro 3,… op.cit., p. 316.
  8. Dessal, G., Relaciones violentas: entre el amor y la tragedia, op.cit., p. 76.
  9. Ibíd., p. 77.
  10. "A Força do Querer", novela da Globo, Brasil.
  11. Lacan. J., Televisión, Otros escritos. Paidós, Bs. As., 2012, p. 566.
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