Agosto 2018 • Año XVII
#35
Estudios / Puntuaciones

De lo nuevo en el mercado y en psicoanálisis

Juan Carlos Indart

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"En paz con ellos"
Collage, 2001.
Pablo Flaiszman

En psicoanálisis, lo que se encuentra según su práctica, relativa a un solo cuerpo hablante y en un abordaje que pone en juego su máxima singularidad, no difiere de aquello en que se soportan los grandes problemas socio-culturales. Así Freud pudo cambiar el modo de considerar el malestar en la civilización, y Lacan hizo especial hincapié en la importancia decisiva de fundamentar ese cambio, de hacerlo parte de la formación, de ponerlo en consonancia con el deseo del analista, para ofrecerse a una acción eficaz extendida a la trama político social y sus avatares. Es por eso que, en las actividades de la orientación lacaniana y sus Escuelas, es frecuente la realización de debates sobre temas actuales que se presentan como síntomas más o menos inquietantes. He participado en uno de ellos, cuyo tema era "Nuevos tratamientos del cuerpo", y lo que sigue es una reflexión sobre las dificultades con las que uno puede encontrarse en esta línea de trabajo, siendo la principal la de perder al psicoanálisis en el camino.

Observemos en primer lugar que no se trata del testimonio concreto de algún tratamiento del cuerpo y de alguna conversación con sus implicados, sino de tomar un tema tal y como le han dado nombre y difusión los medios de comunicación. Así podría ser 'nuevas masculinidades', o 'nuevas parentalidades', o 'nuevas gastronomías', o 'nuevas formas de trabajar', o 'nuevas formas del delito' y etc. y etc. En estas denominaciones ya tenemos una estricta conexión entre el discurso de los medios y el discurso dominante universitario. En efecto, una vez nombrado algo, y nombrado como "nuevo", ya queda autorizado el llamar a los que se supone que "saben" del asunto para configurar con ellos un abanico de consideraciones variadas. Hay que estar advertidos respecto a que un psicoanalista inserto en ese dispositivo ya perdió su lugar, que es inevitable la banalización de su saber, y que sólo si sabe dónde se ha metido podría, si tiene una poderosa inventiva, marcar cortésmente una diferencia eficaz. Pero lo que ya es el colmo es que sean los psicoanalistas los que monten ese mismo dispositivo. Como no se trata de temas abordables por las ciencias propiamente dichas, en el abanico al que me refería todas las "ciencias" sociales y las filosofías en todas sus especializaciones universitarias pueden concurrir, y en medio de todo eso estamos nosotros, para perdernos entre todo lo que se dice, pues se hace muy difícil tratar de articular algo, una brizna de psicoanálisis, bajo esas condiciones.

Voy a señalar, de todos modos, el término al que me parece que desde el psicoanálisis hay que estar más atento, y tomar ciertas distancias del mismo: es el término "nuevo".

Como término, hoy en día, "nuevo" es un operador de grandes consecuencias en varias vertientes, y una de ellas puedo presentarla así: en el dispositivo al que me refiero es seguro que con los "saberes" del psicólogo, el historiador, el antropólogo, el cientista político, el psicoanalista, el psicopedagogo, el filósofo, el artista, el escritor, no se llegará muy lejos respecto del tema tratado, pero todos habrán contribuido a afirmarlo y admitirlo como "nuevo"; eso era todo lo que hacía falta para que tenga su sentido en la evolución y el progreso, siendo el resto alarmas pasajeras de los que se resisten al cambio. Ahora bien, Lacan, siguiendo a Freud, argumentó con precisión acerca de por qué no hay progreso, y esta doctrina no podemos ignorarla a la hora de intervenir, pagando el precio.

En mil novecientos treinta y cuatro (no es "nuevo"), un antropólogo, Marcel Mauss, hizo una contribución de cierta repercusión porque forjó la expresión "las técnicas del cuerpo", con la intención de fundar un campo de investigación. "Técnicas" del cuerpo es un término más amplio que "tratamiento", y tiene el valor de aludir al cuerpo del que se dispone como instrumento, como algo a lo que hay que inventarle saberes para que sirva. Mauss imaginaba poder iniciar una clasificación, según diversos criterios, de la inmensa diferencia de técnicas corporales que hay entre culturas, y a lo largo del tiempo, para luego, con muchos datos concretos ordenados, dar lugar tal vez a las abstracciones teóricas verificables. De eso lo que quedó fue simplemente un esfuerzo inicial por tratar de clasificar las diferencias que se veían, según las culturas, en el tratamiento del cuerpo por diferencias de sexo, por edades, y en lo que se quieran imaginar, como modos caminar, de sentarse, de correr, de nadar, de comer, de hacer el amor, de higienizarse, de embellecerse, más la relación de estas técnicas con hábitos y rituales. Mauss nos trae ejemplos, primero, de técnicas diferentes para marchar en soldados alemanes y franceses, o cambios ocurridos en las técnicas de natación de su época, pero su horizonte eran las tribus llamadas "primitivas", y así y allí se comprueba que nada hay tan rico, complejo e importante, como los tratamientos del cuerpo… desde siempre.

¿Hay algo realmente "nuevo", entonces? No creo que se pueda hacer algo con el cuerpo que no haya sido hecho en alguna de las miles y miles de tribus dispersas por el planeta durante milenios y milenios.

Lo que inició Marcel Mauss fue cayendo en el olvido porque, como se sabe, no es de ahí de donde pueda provenir algo propiamente científico. Esas indagaciones han caducado, como ha caducado el proyecto de las ciencias sociales en general. Hoy sólo se espera lo nuevo que arrojen los descubrimientos científicos, pero que haya novedades científicas no quiere decir que la aplicación de esas novedades, al cuerpo, en nuestro ejemplo, sea nueva. Poner siliconas en el cuerpo no es lo mismo que pintarlo, pero la técnica del cuerpo necesaria para que sirva en su valor erótico no ha cambiado. También hay que decir que el hecho de que haya nuevas ofertas en un mercado no quiere decir que esas ofertas lo sean de cosas nuevas.

Ahora bien, para encontrar algo más sólido que las frágiles clasificaciones descriptivas de Mauss, con su riesgo de volverse innumerables, ¿qué podría decir el psicoanálisis?

En una visión que abarcaría del neolítico hasta hoy, si se trata del cuerpo hablante, creo que el psicoanálisis podría hacer una clasificación. Pero la puede hacer no porque vaya de lo "concreto" a lo "abstracto" sino porque inventa respecto de lo real. Puedo señalar que lo que admiro de Mauss es que no deja de decir la "abstracción" que él supone como causa de todas las técnicas del cuerpo, ya que la dedujo de su síntoma practicando alpinismo: tal vez todas tratan de resistir una turbación invasora en el cuerpo desordenada y letal, consiguiendo un manejo del cuerpo con "sangre fría".

La clasificación que podría hacer desde el psicoanálisis, según Lacan, es que, o bien son tratamientos para intensificar, o regular, o aminorar, el goce fuera de cuerpo, como define Lacan a lo que llamamos goce fálico, el goce pulsional, el goce relativo a las zonas erógenas, o bien se trata de tratamientos que intentan sostener el goce en el cuerpo. Es este un goce sólo evocable, porque está fuera de lo simbólico; no es el goce parasitario y civilizador de lalangue, pero hay prácticas culturales que han tratado de hacerlo surgir, para que su experiencia anónima se sostenga.

Para darles un ejemplo que no se le escapa a Mauss, y que aunque provenga de una mística él no rechaza, pues cree que es algo en lo que hay que interesarse como técnica corporal, hay una práctica como el yoga. Un tratamiento del cuerpo como el yoga se realiza con una disminución muy grande de las tentaciones pulsionales. Escena de aplacamiento de la mirada y de la voz, con técnicas para conducir al desordenado Uno en el cuerpo hacia Otra cosa que no vale la pena falsear nombrándola. Digamos que puede llegar a sentirse, eso se siente, como un bienestar y un acomodo en el cuerpo. Es frecuente que gente que lo practica diga que, al terminar la clase de yoga, se siente más erguido. Eso no quiere decir que ese goce, que esa práctica por contingencia puede introducir en el cuerpo, se haga necesario y dure para siempre. De manera que viene otro tema, el de trabajar, si quieren, cada tanto, habitarlo. Pero el yoga es un ejemplo. Cualquier técnica corporal, cepillarse los dientes, puede hacerse como Mahatma Gandhi, o frenéticamente pensando en la suba de las acciones y del falo. En los dos casos se trata del problema del goce y el cuerpo.

¿Qué podemos decir entonces desde el psicoanálisis de los tratamientos del cuerpo? Que tenemos, para ubicarnos, los dos grandes descubrimientos de Sigmund Freud, según Jacques Lacan. Por un lado, ese "más allá del principio del placer", debido a los efectos de lalangue, y su letra de goce pulsional; y por otro lado, el "narcisismo", un goce en el cuerpo, en lo imaginario, fuera del lenguaje.

Visto así, y si para el psicoanálisis esta es la condición de base, este cuerpo es imposible de dejar al "natural". El cuerpo "natural" es una aspiración momentánea del racionalismo europeo, apoyado aquí por unas religiones deseosas de terminar con las "supersticiones paganas". Lo que hicieron útiles las indagaciones al estilo Marcel Mauss fue mostrar que ninguna cultura deja en paz al cuerpo… y sólo el psicoanálisis agrega… porque él no tiene paz. Así, cada cual tiene que tratar constantemente alguna de estas dos formas de goce. Esto ha sido así desde siempre. Se entiende mi sospecha del uso que podemos hacer del término "nuevo".

Y si digo que hay que estar atentos a esto, es porque el término "nuevo", en otra vertiente, define la oferta del mercado capitalista. Recuerdo una conferencia de Jacques-Alain Miller en Brasil, donde tuvo que desarrollar un poco esto, porque la gente le pedía lo nuevo, lo nuevo, lo nuevo, seminario tras seminario: "¡a ver qué trae Miller de nuevo!". Estaba ya un poco acosado por esa demanda de lo nuevo, y creo que por eso mencionó esta apetencia de lo nuevo propia del mercado, como relativa a uno de los goces, exactamente, el de la pulsión, o sea, creo recordar que dijo, lo nuevo más viejo que exista. Así que al mercado le va a convenir siempre decir que hay algo nuevo. Estaría feliz si hay cualquier cosa que pueda vender como nueva, y por supuesto nuevos tratamientos del cuerpo. Puede vender como nuevo algo que, cuando uno lo mira un poco más en detalle, si le saca el packaging y la propaganda, descubre que es cosa que se conoce desde hace milenios. Se hacen variaciones y variaciones de tratamientos: pensemos solamente en regímenes con fines dietéticos, en las medicinas alternativas, en las nuevas formas de gimnasia. Sólo pasa que en el mercado hay que presentar todo como nuevo. Pensemos en los agregados que se pueden hacer a la palabra terapia. Se puede llamar terapia a cualquier actividad: equino-terapia, agua-terapia, filosofía-terapia. Todo eso se presenta como nuevo, pero son cosas que la gente viene haciendo desde siempre. Por supuesto que hacer música es un tratamiento del cuerpo, como lo es hacer gimnasia o correr, o andar a caballo, o hacer tertulias culturales, pero ustedes saben que no hay agrupación humana que no haya practicado ese tipo de tratamientos. Otra cosa es que ahora debo pagar por esos tratamientos que el mercado ofrece como nuevos.

E insisto que si por "nuevo" se entiende que ahora se puede manipular el cuerpo de un modo que antes no se podía, porque se trata de técnicas derivadas de la ciencia, J. Lacan nos enseñó que la técnica que se deriva de la ciencia de nuevo no tiene nada, porque a nadie se le ocurre utilizar un hallazgo científico como no sea para: obtener intensificación o regulación o distribución de un goce pulsional, o ver si se logra obtener un aumento de este extraño goce del cuerpo, en el sentido de algún bienestar no localizado en las zonas erógenas. Nuestra debilidad mental no da para más que eso, y esas son las coordenadas del cuerpo hablante. Entonces, hay que tomar un poco de distancia, o decir un poco estas cosas, para no vernos forzados, cada vez que aparece lo nuevo, los nuevos síntomas, los nuevos tratamientos, a decir que nosotros también tenemos no sé qué enfoque nuevo. No tenemos nada "nuevo" para el mercado. Debemos, leyendo mejor a Freud con Lacan, sostener en extensión una práctica sin valor.

Dicho esto, ahora podríamos hablar de algo 'nuevo' en psicoanálisis, como algo a conversar, que no se sabe, pero que está dentro de la orientación que nos ha dejado Jacques Lacan.

Sabemos que esos dos goces que mencioné no pueden llevarse nunca bien entre sí, uno mata al otro, por decir así. Y esto es lo que permite entrever lo real de la no relación sexual.

El goce fuera de cuerpo, con el que los muchachos saben hacer el amor, no llegará nunca al goce en el cuerpo, enigma de la sexuación en las mujeres. Ante esta rajadura, ante esta contradicción que llevaría rápidamente a la muerte por dos razones sin razón común: a) un goce pulsional, fuera del cuerpo, que constituye un objeto que destruye al imaginario corporal; b) un goce en el cuerpo, incapaz de constituir un objeto para el imaginario corporal que sostiene; c) hay un acontecimiento de cuerpo que puede a ese cuerpo volverlo instrumento incesante de soluciones provisorias: el síntoma.

No hay técnica ni tratamiento del cuerpo sino por el síntoma.

No se trata sólo del síntoma en su pura relación con el goce fálico para fijarlo como repetición, a lo que llegó Freud (pero sin que se le escapara su beneficio "secundario"). Lacan enseña que no tiene sólo esa versión, que el síntoma articula también un goce en el cuerpo, y es ese lado del síntoma el que podría usarse para una satisfacción mas amiga de la vida que las satisfacciones pulsionales. En ese sentido creo, por lo menos es mi perspectiva de trabajo, que desde el psicoanálisis hay un nuevo tratamiento del cuerpo, el del síntoma en el sentido del último Lacan. Es lo único que no es solamente el intento de ampliar el goce en el cuerpo, ni tampoco es solamente algo vinculado a la exigencia del goce pulsional. Es algo que logra anudar esas dos cosas sin por eso hacer de esas dos cosas relación. Ahí está lo notable del nudo borromeo, que nos permite hacer un manejo más real del síntoma.

El síntoma me parece lo nuevo-de-siempre que hay que sostener, para no sucumbir ante los discursos que viven de hablar constantemente de lo "nuevo". Tenemos que conseguir hacer valer esa diferencia.

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