Abril 2001 • Año I
#1
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La transferencia: vía de una transmisión

Gabriela D'Argenton

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Titan - Latidos y germinación de la tierra 
[Cynthia Grinfeld]
0,60x0,80 oleo (1996)

El destino de la transferencia analítica es el eje que releva la autora al tomar algunas formulaciones freudianas y lacanianas sobre el amor, para proponer el pase y la Escuela como un destino posible del amor de transferencia.

Hace algún tiempo asistimos como miembros de la Asociación Mundial de Psicoanálisis a lo que dio en llamarse "la guerra de los carteles", que se instaló a partir del desacuerdo abierto en los carteles del pase de la Ecole de la Cause Freudienne sobre si en el fin de análisis habría o no liquidación de la transferencia (1). Ya el término "liquidación" indica a mi juicio un desplazamiento de las coordenadas de Lacan sobre la estructura del dispositivo analítico, y son diversos los momentos de su enseñanza en los que expresa su oposición a este pensamiento. Les transmito tres en los que Lacan se refiere a esto. En el Seminario 11 dice: "¿Qué se querrá decir con esto? ¿A qué contabilidad se referirá la palabra liquidación? (...) Si la transferencia es la puesta en acción del inconsciente, ¿querrán decir que la transferencia podría ser liquidar al inconsciente? ¿Acaso ya no tenemos inconsciente después de un análisis?" (2). Lacan hace allí un sustitución: donde los otros piensan la liquidación, él ubica un encuentro, un descubrimiento, lo dice así: "(...) justo en ese punto de convergencia hacia el cual es empujado por la faz engañosa que encierra la transferencia, se produce un encuentro que es una paradoja -el descubrimiento del analista." (3).

En la proposición del 67, tres años más tarde, nos dice que en la "futilidad" del término liquidación, no ve sino la negación del deseo del analista, siendo que a ese lugar viene "el agujero donde únicamente se resuelve la transferencia" (4). Aquí entonces es interesante notar cómo en ese momento de torsión que implica el fin del análisis, en ese momento en que se revela para el sujeto lo que él es como ser de goce a partir de saber sobre lo que lo causa, Lacan no ubica una vuelta a cero de la transferencia, sino un "renacer". Dice: "Así el ser del deseo alcanza el ser del saber para renacer en su anudamiento en una banda de borde único donde se sostiene una sola falta, la que sostiene el agalma" (5).

Mucho más tarde, en su Seminario del '74, "Les non dupes errent", tras definir a la transferencia como "la verdad del amor" (6), recuerda que nunca se supo bien qué hacer con ella salvo decir "que era preciso reducirla, liquidarla" (7). Lacan critica así lo que del analista se pone en juego como rechazo de la verdad que a él, al analista, lo toca. Entonces, nos recuerda que en "la experiencia analítica, la transferencia es lo que ella no puede soportar, sino padeciendo por su causa fuertes dolores de estómago" (8).

Voy a tomar la vía del amor de transferencia interrogando sus meandros durante la cura; su estado al fin del recorrido analítico y su posible destino.

 

1. El amor freudiano

Sabemos que Freud ubica en el principio de la transferencia al amor diciendo que los episodios amorosos son inconmensurables y se ubican -dice- "en una página especial que no admite ninguna otra escritura" (9). Así, nos indica la paradoja que presenta la transferencia al ser al mismo tiempo el único motor posible de la cura, palanca del tratamiento, y su más difícil escollo. Despeja Freud, inmediatamente, que no se puede cargar a la cuenta del psicoanálisis esta cuestión, sino a la neurosis que, a través de la acción conjugada de disposición y azar, produce en el ser humano una respuesta tal que "adquiere una especificidad determinada para el ejercicio de su vida amorosa, o sea para las condiciones de amor que establecerá y las pulsiones que satisfará" (10). Así define Freud de entrada la transferencia. Notemos que articula aquí al amor con la pulsión a partir de lo que llama "condiciones", es decir que anudará el sujeto al analista la investidura libidinal singular con las que tendrá que vérselas el psicoanalista hasta el fin. Es, entonces, una articulación entre el amor y el goce, ya que hace valer su carácter "necesario" para la elección del objeto, es decir su sometimiento a reglas, que es lo que Jacques-Alain Miller aclara diciendo que en la expresión alemana "condición de amor" se encuentra bien formalizado que se trata de condiciones de goce que determinan la elección de objeto de amor (11).

Freud indica a los psicoanalistas prudencia, pero alerta sobre la importancia de dejar subsistir en el paciente esta fuerza del trabajo, sin apaciguarla, ya que consentir al amor es tan funesto como ahuyentarlo.

Pero no todo es color de rosa, porque al revelarse el amor en su vertiente real, el goce al que está enchufado, Freud descubre la condición de síntoma que el psicoanálisis tiene para el sujeto, es decir la satisfacción intrínseca a la cura misma. De allí que en 1919 nos diga que "el enfermo busca la satisfacción sustitutiva sobre todo en la cura misma, dentro de la relación de la transferencia con el médico, y hasta puede querer resarcirse por este camino de todas las renuncias que se le imponen en los demás campos" (12).

De allí que el legado freudiano sobre el fin de la cura analítica pueda traducirse en la pregunta: ¿qué hacer con el resto pulsional?, ese "quantum libidinal", el factor cuantitativo que atraviesa los últimos capítulos de "Análisis terminable e interminable". La roca freudiana de la castración localiza un resto incurable, imposible de analizar tanto en el hombre como en la mujer que son consecuencia del muro del padre y llevan a Freud a plantear un retorno al análisis cada cinco años.

 

2. Tres puntuaciones de Lacan sobre el amor

Voy a referirme a tres momentos de la enseñanza de Lacan sobre el amor para proponerles que ellos en su articulación dan cuenta de su estado en el sujeto durante la cura y en su conclusión. Ellos son: El amor como pasión del ser; el amor en su vertiente de engaño; el amor, una significación vacía.

El amor como pasión, lo plantea Lacan en "La dirección de la cura". Allí señala la relación estricta entre lo más íntimo de la experiencia analítica y el campo del despliegue de la pasión neurótica. El ser del sujeto lo es aquí del lenguaje, por lo tanto al mismo tiempo en que su fundamento es la carencia de ser, se dirige al Otro, dice Lacan, queriendo justificar esa existencia para encontrar allí su estatuto. La pasión amorosa encuentra allí una doble dirección: por un lado, notemos su fundamento de afectación, de pérdida producida por el lenguaje sobre el cuerpo; y por el otro, su ubicación de respuesta a esto mismo. Es allí que se articula a la ignorancia, como ignorancia del deseo que la anima y también al odio en tanto que rechazo del ser.

Al comienzo de la experiencia analítica la pasión amorosa inscribe un lleno en el sujeto, pero que esta vez va a vincularse con un partenaire nuevo, el psicoanalista, quien, por ubicarse en el lugar del semblante, hará posible la producción de la dimensión más esencial del amor: la dimensión del encuentro. Un encuentro con quien "hará reinar allí al objeto a" a partir del cual "podrá interrogar como saber lo tocante a la verdad" (13). Se anuda allí el amor al saber, abriéndose al mismo tiempo, la vertiente engañosa del amor, su costado imaginario. El sujeto se presenta como amable de modo que resplandezca para él, el punto de perspectiva desde el que quiere ser visto, y de este modo se hace el analista objeto de la demanda de amor por contener esa piedra preciosa, absolutamente evanescente: el agalma, es decir, la idealización del objeto.

Así, el sujeto se apalabra en la experiencia, apuntando su amor al ser al mismo tiempo que ignorando su condición, esto es, su naturaleza de semblante, sus vestiduras. Y cuanto más y más se trenza, más el amor segrega lo que comporta: el goce. De este modo el análisis traza en una sola dirección, su dirección hacia lo real, la huella de sus dos líneas de fuerza: la del saber -que la suposición ha hecho pivotear- a partir de la repetición por la demanda hasta reducirla a su marca memorable, el trazo unario; y la otra, la invariante del modo singular de goce que es éxtimo al sujeto y que lo lleva, más allá del padre, a habitar la pulsión. Para esto sin embargo es preciso que el psicoanalista, habiendo permitido reducir la idealización del padre separando siempre las emboscadas del Ideal de las del resto que envuelve y encarna, empuje el análisis más allá, lo cual hará posible su finitud. Es posible que una contingencia, un encuentro, se escriba a partir del cual un trozo de real se pone en juego, ya que como lo dice Lacan en su seminario del 74: "el amor no es otra cosa que un decir en tanto que acontecimiento" (14).

La destitución subjetiva que se opera al fin de la cura en el vector del saber, se anuda y se soporta en este encuentro, cuya consecuencia es el descubrimiento de la imposibilidad, de ese real que Lacan enuncia "no hay relación sexual". Es decir, el modo en que se conserva la marca de la imposibilidad que el lenguaje y no el padre dejó como agujero.

Aquí entonces ubico la tercer puntuación sobre el amor que he tomado del Seminario del 15/03/77, "L'insu que sait...", donde dice: "El amor es una significación (y esto es) un término vacío. El deseo tiene un sentido (...) pero el amor es vacío" (15). Estamos en la otra costa del lleno del principio. La desuposición de saber y la inconsistencia del Otro deducida de la contingencia, hacen del vínculo amoroso con el partenaire la real-ización del amor como vacío. Vacío no es liquidado, sino descubierto en su más radical vertiente, lo real que lo funda. Así entiendo lo que J.-A. Miller nos dice en El hueso de un análisis, refiriéndose al segundo momento posible de reducción de goce propiamente dicho. Cito: "...allí se inscribe el acto analítico y se juega su destino. Exactamente, en el margen, entre la reducción significante y la reducción cuantitativa. Allí se inscribe el pase a título de posibilidad" (16).

 

3. Conclusiones: al fin... la Escuela y un estilo

Si la transferencia ha sido definida por Lacan como la verdad del amor y éste ha sido la investidura de la suposición de saber que resta vacía -como lo señalé más arriba- les propongo pensar que es este mismo vacío del que toma su fuerza la posibilidad de transferir a la Escuela, ese saber que la travesía analítica ordenó. La Escuela hace su oferta de vacío a través del dispositivo del pase, para que cada quien, que así lo quiera, tenga la oportunidad de verificar por la demostración, lo que presidió aquel acontecimiento. Es así que pienso que el pase es un destino posible del amor de transferencia en tanto que vacío, sin Otro, que al mismo tiempo enlaza al sujeto al nuevo partenaire: la Escuela. Es decir que el Otro que la Escuela constituye entra en el circuito del sujeto, permitiendo contarlo al nivel -no ya del espejismo narcisista- sino de la causa del deseo, lo que entiendo que J.-A. Miller nos enseña cuando nos habla de una ética de las consecuencias (17).

Del lado del sujeto pienso que lo irreductible, lo ineliminable de la pasión amorosa, es lo que llamamos estilo, eso que Lacan define como el objeto a, por lo tanto resto de un análisis y trazo, huella de una diferencia, marca singular e indeleble que se inscribe a partir de la escritura de cada sujeto por la experiencia analítica, en las vías de una transmisión que se llama transferencia.

NOTAS

  1. Este problema se encuentra desplegado en el apunte realizado por el directorio de la Escuela de las Orientación Lacaniana, sobre "Noches de la Escuela Una", convocadas por el comité consultivo de la Escuela Una.
  2. Lacan, Jacques, El Seminario, Libro 4, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Buenos Aires, Paidós, 1987, pág. 275.
  3. Ibid. pág. 276.
  4. Lacan, Jacques, "Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la escuela", en Momentos cruciales de la experiencia analítica. Buenos Aires, Manantial, 1987, pág. 19.
  5. Ibid.
  6. Lacan, Jacques, "Los desengañados se engañan o los nombres del padre". Ficha inédita, clase del 19/03/74.
  7. Ibid.
  8. Ibid.
  9. Freud, Sigmund, Obras completas, Vol. XII (2da.; edición). Buenos Aires, Amorrortu, 1986, pág. 163.
  10. Ibid.
  11. Miller, Jacques-Alain, "Una charla al simposio (sobre el amor)". Buenos Aires, 20/07/88.
  12. Freud, Sigmund, Op. Cit., Vol. XVII, pág. 159.
  13. Lacan, Jacques, El Seminario, Libro 11, Aún. Buenos Aires, Paidós (2ª reimpresión) 1992, págs. 115-116.
  14. Lacan, Jacques, "Los desengañados se engañan o los nombre del padre". Ficha inédita, clase del 19/03/74.
  15. Lacan, Jacques, "L' insu que sait (...)", ficha inédita. Clase del 15/03/77.
  16. Miller, Jacques-Alain, El hueso de un análisis. Buenos Aires, Tres Haches, 1998, pág. 46.
  17. Miller, Jacques-Alain, Política lacaniana. Buenos Aires, Colección Diva, 1998.
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