Julio 2001 • Año I
#2
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De la identificación al síntoma y retorno

Mónica Torres

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Para arribar a la última teoría del síntoma que Lacan propone al final de su enseñanza, es fundamental ubicar cada uno de los conceptos y movimientos que la teoría psicoanalítica y la clínica del pase articulan. El espacio de esta tarea, no sin dificultades, se abre durante el tránsito de un psicoanálisis que, llevado hasta el final, circunscribe para cada uno ese concepto singular, al que Lacan llamó: identificación con el síntoma.

Hoy vamos a trabajar un tema que es muy complicado, muy difícil, que es “la identificación al síntoma”; es difícil porque hay muy pocas referencias en la obra de Lacan. Miller ha retomado este concepto en los últimos años y podemos decir que es un concepto que está en los bordes de lo que nosotros mismos estamos pensando, trabajando y elaborando, por ejemplo en los Carteles del Pase, dado que es un concepto que está emparentado con el fin de análisis. Es decir que es un tema con dificultades.

Como lo planteamos en nuestra propuesta —que salió publicada en los cuadernillos del ICBA del 2000 y tal como Pablo Russo lo retomó en su comentario en el último número de El mensaje— la propuesta de este seminario sostiene que el sujeto comienza el análisis en la vacilación de su identificación al ideal; porque si no vacilara su identificación al ideal, no se analizaría, y concluye el análisis identificado al síntoma. Esto nos lleva necesariamente al punto al que arribamos hoy, que es plantear un nuevo concepto de identificación que surge al final de la enseñanza de Lacan, donde Lacan nos plantea la última teoría del síntoma.

Nosotros trabajamos en el seminario del año pasado —que está publicado en el libro De los síntomas al síntoma— las dos teorías del síntoma en Lacan y podríamos decir que la última teoría del síntoma la podemos resumir como “el síntoma goce”.

En el primer Lacan, el síntoma —ya estaba así en Freud— designaba una falla en el funcionamiento, algo no funcionaba, y este fracaso del funcionamiento develaba algo de una verdad, una verdad que había que descifrar. El primer Lacan nos va a decir por ejemplo en “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis”, que el síntoma es verdad; que en psicoanálisis la verdad se presenta siempre bajo la forma del síntoma, es decir, bajo la forma de un elemento perturbador en lo real.

Pero en la última parte de la enseñanza de Lacan, el síntoma no es solamente una falla en el funcionamiento, sino que lo que empieza a acentuarse es lo que podría parecer lo contrario, es decir, el síntoma como un modo de funcionar, un funcionamiento. Entonces, más que un desarreglo, es un arreglo.

Este punto de vista, en realidad lo podríamos encontrar en Freud, en su texto “Inhibición, síntoma y angustia” cuando habla de la incorporación del síntoma al yo. Piensen que este concepto de “identificación del síntoma al yo” está emparentado, podría ser un antecedente, de la “identificación al síntoma”. Incorporación del síntoma al yo e “identificación al síntoma”. Esta incorporación del síntoma al yo hace desaparecer el carácter extraño del síntoma y permite al sujeto reconocer el síntoma como parte de su personalidad. Este aspecto del síntoma es más evidente en la neurosis obsesiva que en la histeria, porque en la histeria hay siempre más extrañamiento en relación al síntoma, una mayor molestia en relación al síntoma.

El síntoma entonces, ya para Freud, aparece como la continuación del goce pulsional, de lo que Freud llamaba la satisfacción pulsional por otros medios. Si acentuamos esta dimensión, entonces ya no se va a tratar del síntoma verdad, sino del síntoma goce. Esto podemos verlo en la diferencia que había entre el síntoma como una formación del inconsciente —que Freud lo agrupaba junto con el sueño, los chistes, los lapsus— y el síntoma que Freud relacionaba con la inhibición y la angustia. Ahí ya teníamos el síntoma verdad en las formaciones del inconsciente y el síntoma goce en “Inhibición, síntoma y angustia”.

Entonces, si miramos las cosas desde la perspectiva del síntoma goce, podemos decir que el ser hablante goza siempre de un modo sintomático. Esto fundamenta la queja habitual; porque cada uno se queja que su goce no es exactamente el que debería ser o el que querría que fuera; o que no se termina por adecuar a lo que el sujeto quiere.

El síntoma goce entonces, no es una formación del inconsciente, sino que es un medio de satisfacción de la pulsión, y esta es la parte del síntoma en que este se presenta como completamente diferente de las demás formaciones del inconsciente, tal como Miller lo ha trabajado en varios de sus artículos. Es decir, que en el síntoma no es tan evidente como en el sueño o el lapsus que se trate de querer decir la verdad. Tanto el primer Freud, como el primer Lacan, unen el sueño, el chiste y el lapsus con el síntoma en tanto formaciones del inconsciente. Pero Freud separa el síntoma de las demás formaciones del inconsciente en “Inhibición, síntoma y angustia” y el último Lacan subraya que el síntoma no es fugaz –como las demás formaciones del inconsciente–, sino que al revés, es duradero, y es duradero justamente porque trabaja para el goce.

El último Lacan va a meditar sobre el último Freud y va a proponer que el inconsciente funciona para el goce. No es, por supuesto, la primera manera en que Lacan nos presenta el inconsciente. El inconsciente, el aparato psíquico del primer Lacan, funcionaba claramente como un querer decir. El inconsciente quiere decir; esto es muy claro por ejemplo en el grafo del deseo donde el che vuoi? puede traducirse por "¿qué quiere decir?" cuya respuesta es "quiere decir el deseo". La pulsión misma funciona a nivel de este grafo como un "querer decir"; de algún modo, está explicada la pulsión en la lógica del significante.

En el Seminario 11 y en el escrito correspondiente a este Seminario 11, “Posición del inconsciente”, algo empieza a cambiar. Recordarán que en este seminario –que se corresponde con lo que Miller ha llamado el paradigma 4 en “Los paradigmas del goce”– es donde aparecen las dos operaciones de alienación y separación. Para Lacan en este momento, lo que es el inconsciente propiamente dicho es la alienación. La alienación es la estructura de las formaciones del inconsciente que se traduce en la división del sujeto. Es decir, que el inconsciente propiamente dicho es una operación puramente significante. Al obtener el objeto pequeño a en la segunda operación, la de separación, va a ser necesario salir del significante. Esto implica de algún modo salir del inconsciente e introducir el cuerpo, el organismo y la pulsión. Es decir que Lacan articula en el Seminario 11 y en el escrito “Posición del inconsciente”, inconsciente y pulsión, que aparecen como dos de los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis; los podríamos homologar: el inconsciente a la alienación y la separación a la pulsión. Entonces, el objeto a aparece aquí como el primer suplemento del inconsciente, como el primer suplemento del significante –estamos al nivel del Seminario 11 y del paradigma 4 del "goce normal o fragmentado"– y comienza a introducirse algo que ya no es para el querer decir, sino para el goce. Ese "para el goce", después va a tomar muchas formas en la enseñanza de Lacan, pero primero va a aparecer como objeto a. A esta altura, tenemos el significante del lado de la verdad, del lado del mensaje y luego tenemos el "para el goce" del lado del objeto a.

Habíamos dicho que el siguiente paso que da Lacan –que es lo que Miller va a trabajar en el paradigma 5–, va a ser proponer un matema que unifique el inconsciente con la pulsión, que es el matema de los discursos; porque los discursos ponen a trabajar en un mismo matema los tres términos significantes: $ , S1 y S2 y el a. Es decir que empiezan a moverse en el mismo matema el significante y la pulsión, el significante y el objeto a. Aquí hay un intento de unificar inconsciente y pulsión –que estaban separados en el Seminario 11 o sea, en el paradigma 4–; el inconsciente como discurso incluye al objeto a y ahora la cadena significante inconsciente trabaja para producir un plus de goce, un más de goce. Porque el inconsciente pensado solamente en términos significantes se devela como incapaz de unir el inconsciente con la pulsión, no puede unir el inconsciente y la pulsión, lo cual va a ser un problema a lo largo de toda la enseñanza. Este intento de unir el inconsciente y la pulsión va a introducir al objeto a en la lógica de los discursos.

Más adelante, el "síntoma" será el nombre para intentar pensar esta conexión entre inconsciente y pulsión. Porque ¿qué es un síntoma en tanto síntoma goce? Es algo que reúne a la vez una parte significante, descifrable y una finalidad de goce. Es un aparato significante hecho para producir goce. Hay una parte del síntoma que es real y que sirve al goce y hay otra parte, la parte alienación del síntoma, que es mensaje, que habla, que se descifra.

Podemos decir entonces que la antinomia entre sentido y real está en el corazón mismo del síntoma, es decir, esta cuestión que lo real es el Otro o es el Otro del sentido. Y aquí se nos hace patente la oposición entre deseo y goce, porque el deseo, como lo dice Lacan claramente, es la interpretación; el deseo es un querer decir entrelíneas y es idéntico al desciframiento que se hace de él, mientras que el goce no es un concepto que esta hecho a medida para la interpretación. El goce no se lleva bien con la interpretación. Casi podríamos decir que esto ya está en Freud, porque si bien Freud no inventó el concepto de real, inventó la pulsión y la pulsión justamente tiene que ver con lo real.

Lo que Lacan va a encontrar al final de su enseñanza como lo más real, va a ser el síntoma. Y justamente, en tanto es lo más real, va a apartarse de la idea del síntoma como ligado fuertemente al significante, o sea, del estatuto simbólico del síntoma. Por eso el concepto de síntoma en el último Lacan va a estar más vinculado a la escritura que a la palabra. Lacan va a hablar, entonces, de cifrado. Y el cifrado va a aparecer en la enseñanza de Lacan porque lo problemático no es el efecto de significado, no es el efecto de significado del significante, sino el efecto goce; y el efecto goce está vinculado no al significante sino a la letra. El goce, entonces, está en el cifrado.

La letra es el significante considerado, justamente, por fuera de su función de producir significaciones, entonces no es descifrable; en este sentido lo que Lacan llama el síntoma goce es una letra no descifrable, no tiene un sentido a descifrar, sino que es un trazo, una marca, una cifra que indica el goce. Esto no es lo que Lacan plantea a la altura del grafo del deseo, porque a esa altura Lacan da un paso más para entender el síntoma. Pero a la altura del grafo, para dar cuenta del síntoma, a Lacan no le alcanza solamente con el efecto de significado; en el grafo hay algo más que el efecto de significado. En el grafo está también el efecto del fantasma.

Si se diera cuenta del síntoma solamente a nivel del efecto de significado, lo ubicaríamos en el s (A), pero para llegar al s (A) hay que pasar por el $a, hay que dar esta vuelta.

O sea, que primero hubo que pasar por el fantasma. Ya tenemos, entonces, un efecto de significado, pero no sin pasar en el grafo por el efecto del fantasma. Esto podría ser un antecedente del sinthome, como esta cuestión del síntoma más el fantasma —tal como está planteado por ejemplo por Miller en Los signos del goce—. Podemos ver, entonces, al grafo como un antecedente del sinthome.

Ahora bien, ¿de qué trata el grafo? El grafo es fundamentalmente un matema de la inscripción del sujeto en el Otro, porque el deseo es siempre el deseo del Otro. Por eso el grafo del deseo es también un grafo sobre el Otro; y lo que encontramos es que la manera del sujeto de inscribirse en el Otro es que al salir del grafo, en el final del grafo, el sujeto sale identificado, esta identificación se escribe I (A).

Entonces también podríamos pensar el circuito de la identificación.

Miremos todas las anotaciones que aparecen del lado izquierdo. Podríamos pensar que en el grafo se define una identificación que aparece primero como una falta en el Otro y se escribe S . En segundo lugar tenemos el fantasma, después el efecto de significado y por último la función del moi. Todo esto del lado izquierdo del grafo que va a terminar por I(A). Es decir, que el sujeto va a salir identificado pasando antes por el S , el S ◊ a, la s (A) y el nivel imaginario, el moi. Esto quiere decir que, de algún modo, en el grafo podríamos encontrar un antecedente que uniría algo que es del orden del efecto del significante y algo que es del orden del efecto de goce, vehiculizado primero a nivel del fantasma como a.

Por ejemplo, nos dice Miller en la página 289 de Los signos del goce: “Y no crean que cuando Lacan menciona la identificación con el síntoma se trata de algo muy distinto. La identificación con el síntoma se diferencia de la identificación que es puramente significante e implica el goce”; este es un modo que tiene Miller de decir que es verdad que no es tan cierto que la identificación al síntoma no aparezca como algo completamente nuevo.

Podríamos decir entonces, que entre 1953 y 1972, lo simbólico reinó en la enseñanza de Lacan hasta el extremo de absorber lo real, si bien lo real apareció representado en primer lugar en el grafo del deseo de algún modo por el a. Luego, en El Seminario 11, de manera más clara se empezó a separar el inconsciente de la pulsión, es decir, la alienación significante del goce vinculado a la satisfacción de la pulsión. En los discursos se volvió a intentar unir.

Es en un momento determinado que Lacan se va a preocupar realmente por orientar su enseñanza completamente hacia lo real; será a partir fundamentalmente de Aun. Y podríamos decir que se resuelve, de algún modo, en RSI, que es cuando se establece lo real como insensato. ¿Por qué en RSI? Porque en RSI Lacan intenta elaborar nuevas categorías que sostengan la posibilidad de un abordaje de lo real.

No puedo referirme a la identificación al síntoma sin referirme a los últimos seminarios de Lacan, porque es allí donde Lacan habla de identificación al síntoma, o sea que uno tiene que referirse a RSI, a Joyce, el síntoma” y a L’insu..., para hablar de identificación al síntoma.

En esta parte de la enseñanza, Lacan —que está profundamente preocupado por el tema de lo real— empieza con esta cuestión que es: nosotros, como analistas, ¿sobre qué operamos? Tenemos que operar necesariamente sobre el goce, de lo contrario no conseguiremos nada. Pero operamos sobre el goce a partir del significante y ¿cómo es esto posible? Esto es lo que le da vuelta a Lacan en la cabeza a partir de lo cual hace todo el planteo de la estafa psicoanalítica.

El síntoma, de alguna manera, es una solución a este imposible entre el sentido y lo real. Porque el síntoma es un modo de tratamiento de lo real por lo simbólico; el síntoma mismo es un modo de tratamiento de lo real por lo simbólico y en ese sentido es un modo de presencia de lo simbólico en lo real, quizás el único modo de presencia de lo simbólico en lo real. El síntoma, nos dirá Lacan, es lo único que demuestra que hay una incidencia de lo simbólico en lo real. El título mismo por ejemplo, de Joyce, el síntoma, —que es el seminario que tiene ya en su título la palabra síntoma— es el paradigma de aquél que habría llegado a aceptar su "tú eres eso". Joyce es el que llegó a aceptar el "tú eres eso" y llevar el "tú eres eso" hasta la identificación. Podríamos decirlo de otra manera, decirlo como "tú eres tu síntoma" y esto es la identificación al síntoma.

Existe entonces, un gozar del síntoma que lo entendemos fácilmente. Ya Freud había tropezado con él y lo llamó de modos diversos: reacción terapéutica negativa, masoquismo primordial. Se topó con el goce del síntoma que le apareció primero como aquello que hace mal y que es lo contrario al deseo. Y ¿cómo se topó con esto? Se topó con esto porque el síntoma insiste siempre más allá de la interpretación, porque Freud al principio creía que no, que con la interpretación el síntoma desaparecía, como por ejemplo y para tomar un caso paradigmático en el de “Isabel de R.”. En cambio, ya con el caso “Dora” se empezó a ver que no resultaba así.

El síntoma insiste más allá de la interpretación porque implica un placer desconocido para el sujeto. Freud ya sabía de ese placer desconocido para el sujeto, lo llamó de diversas maneras; dice por ejemplo en “Pulsiones y sus destinos”, que “todo displacer es placer profundo que no puede ser vivido como tal”, esta es una frase muy fuerte. Después, por ejemplo lo podemos ver en el “Hombre de las Ratas”, cuando describe el tormento del “Hombre de las Ratas”, diciendo que se trataba de horror ante un goce del cual no tenía la menor conciencia. Es decir, que estaba a la vez el horror y el goce, el displacer y el goce —aunque Freud no lo llamaba goce—. Es justamente este movimiento inconsciente de satisfacción de la pulsión en Freud lo que Lacan ha llamado goce.

De modo que lo primero que pasa con el goce es que se opone a la adaptación, trabaja contra la homeostasis y se ubica en la vertiente de la repetición; de lo que Freud llamó compulsión de repetición y que en este sentido es insaciable.

Les decía antes que el último Lacan vinculó el síntoma con la escritura y no con la palabra. El sentido es algo que nos fascina en la palabra. Pero no podemos decir exactamente lo mismo de la escritura. Por ejemplo, no decimos que leemos la palabra, porque la comprendemos, pero cuando hay algo que no comprendemos ya tenemos que de algún modo leer la palabra y ese "leer la palabra" es ya un efecto de escritura, porque la lectura llama siempre a la escritura. De allí que Lacan introduzca el término cifrado para indicar a partir de cierto momento que hay que tomar la estructura del lenguaje a partir de la escritura, y no a partir de la palabra; que en primer lugar hay que comenzar por la escritura. Esto es lo mismo que decir que el cifrado se inscribe en la enseñanza de Lacan cuando se trata del efecto de goce de la letra.

Si hay algo que no se puede escribir es la relación sexual. Es porque la relación sexual no se puede escribir que lo que se inscribe en lo simbólico, en lugar de la relación sexual, es lo que podríamos llamar “la cifra fálica”. Y es también por esto, porque no hay cifra de la relación sexual, que el síntoma aparece en lo real: tenemos síntoma porque la relación sexual es imposible. El goce entonces está en el cifrado, y el efecto de significado no va a alcanzar ya para dar cuenta del síntoma.

Desde este punto de vista decir Joyce, el síntoma, es formular un trazo totalmente nuevo que no es sólo del orden del significante. Este rasgo ya no va a designar al sujeto como efecto de significación, sino como una respuesta de lo real. Recordarán que Lacan llama a Joyce “desabonado del inconsciente”, lo que hay que entender como “desabonado de los efectos de significado”. Joyce está desabonado del inconsciente si pensamos el inconsciente como efecto de significado. Y es en ese sentido que la literatura de Joyce nos enseña la diferencia entre la verdad y el goce.

Lacan llama síntoma a aquello que del goce puede traducirse como una letra y no depende de lo que puede traducirse por un significante. Una manera de entender la diferencia entre el significante y la letra es que el significante es siempre diferente, diferente incluso de sí mismo. ¿Qué quiero decir con esto? Que en el orden del significante no hay identidad. Porque no hay identidad hay identificación, identificación entendida desde la perspectiva del significante. Entonces, en el orden del significante no hay identidad, pero en el orden de la letra sí hay identidad.

Lacan criticó el principio de identidad “a = a” , tal como Hegel lo había hecho antes

—el primer Lacan es muy hegeliano—. Es verdad que para el significante es impensable que “a = a”, porque el principio del significante es lo contrario de eso. En el principio significante siempre hay dos; hay dos y eso se mantiene hasta el infinito. Hay dos, o sea no hay “a = a” porque justamente hay dos. Pero la letra, en la letra, para la letra, hay identidad, porque la letra no se reduce al significante. La nueva vertiente del síntoma en Lacan, el síntoma con el que hay que identificarse, —en este sentido es un síntoma que no va a poder ser interpretado— no puede ser interpretado. Por eso va a aparecer la identificación al síntoma en el final del análisis.

La letra es entonces, aquello del inconsciente que tiene identidad consigo mismo, y en eso se distingue la letra del significante. La letra responde a la identidad consigo misma y no está afectada por los efectos del sentido tal como sí lo está el significante.

La escritura del síntoma hace explotar al inconsciente por la vía de la letra, hace pasar de lo simbólico a lo real y en ese sentido Lacan dice que el inconsciente ex-siste. El sueño por ejemplo, puede situarse como la incidencia de lo simbólico en lo imaginario, mientras que el síntoma es la incidencia de lo simbólico en lo real.

Lacan retoma en sus últimos seminarios el tema de la identificación, en RSI y en L’insu... ; es aquí donde plantea la identificación al síntoma; dice Lacan en la clase del 16 de noviembre del 76’ en L’insu...,: “¿Con qué se identifica uno, pues, al fin del análisis? ¿Se identificaría con su inconsciente? Eso es lo que yo no creo, porque el inconsciente resta —no digo eternamente porque no hay ninguna eternidad— resta el Otro. No veo que se pueda dar un sentido al inconsciente, si no es el de situarlo en este Otro portador de los significantes que tira los hilos de lo que se llama imprudentemente el sujeto, imprudentemente porque ahí se plantea la cuestión de lo que es este sujeto desde que depende tan enteramente del Otro. Sigue Lacan, ¿En qué consiste esta demarcación que es el análisis? ¿Es que eso sería, o no, identificarse, tomando sus garantías de una especie de distancia, a su síntoma (symptôme)? Aquí tenemos la frase sobre la identificación al síntoma, y agrega: “Adelanté que el síntoma puede ser el partenaire sexual. Esto está en la línea de lo que proferí, sin hacerlos chillar, a saber que el síntoma, tomado en este sentido, es lo que se conoce, e incluso lo que se conoce mejor”[...] “Conocer su síntoma quiere decir saber hacer con, saber desembrollarlo, manipularlo. [...]l “Saber hacer allí con su síntoma, ese es el fin del análisis”, y agrega: “Hay que reconocer que esto es corto”.

Bien, verán todo lo que hay en estos párrafos. Uno se pregunta, ¿qué quiere decir que esto es corto? —porque muy corto no es—. Quizás Lacan quiera decir que él no está diciendo mucho sobre el asunto. Hay que reconocer que Lacan nos dice una frase sobre lo que es la identificación al síntoma; es lo que venimos trabajando hace rato, repetimos “saber hacer con el síntoma”. No es tan fácil ver qué quiere decir esto, pero Lacan ha dicho en esta cita varias cosas. Ha dicho que el fin de análisis tiene que ver con identificarse al síntoma, que esto no es identificarse al inconsciente; porque identificarse al inconsciente sería identificarse al Otro, en tanto el inconsciente sigue siendo dice, el Otro. Y este sujeto del fin de análisis no es el sujeto que depende tan enteramente del Otro, al contrario, es un sujeto sin Otro. Entonces dice, “no es identificarse al inconsciente”; me pregunto ¿será identificarse al síntoma? Pareciera que sí.

En esta clase da otros dos conceptos: el de partenaire síntoma que dio para todo un seminario de Miller, —sobre el cual pretendemos trabajar el año que viene en el seminario del ICBA— y luego toda la cuestión del "saber arreglárselas con", el famoso savoir y faire que en francésquiere decir “saber hacer allí”, que no es lo mismo que el savoir faire que quiere decir “saber hacer”. El “saber hacer allí” no es lo mismo que el “saber hacer”.

Entonces, la identificación simbólica es la identificación a los significantes amo del sujeto. Se llama alienación a la identificación fundamental del rasgo unario; pero hacia el final de su enseñanza Lacan va a plantear que el identificar o nombrar del fin de análisis supone una nominación que Lacan va a ubicar como identificación al síntoma, o sinthome –voy a dejar como igual el síntoma en singular, al sinthome–.

¿Cómo entender entonces, esta cuestión de la nominación? Obligadamente tenemos que ir al Nombre del Padre. Sabemos que Lacan modifica su concepción del Nombre del Padre a lo largo de su enseñanza. En primer lugar pluraliza y habla de los nombres del padre, y luego va a situar la nominación por la vías del síntoma.

La fórmula del significante del Otro tachado expresa justamente la imposibilidad del Otro, para dar cuenta de la identidad sexuada del sujeto. A esta altura, hacia el final de la enseñanza, Lacan no lo va a llamar sujeto para no hablar de ese sujeto “sujetado” al Otro, que es como es definido el sujeto; ese sujeto sujetado al significante, sujetado entre dos significantes, el S1 y el S2. Entonces, al sujeto lo va a llamar parlêtre. Además Lacan va a plantear que no puede haber ninguna identidad por las vías del significante; si antes la solución era la identificación por la vías del significante –que era una identificación que tenía que ver con el Otro–, entonces ahora va a plantear otro estatuto de la identificación.

Este concepto es problemático, porque ¿cómo entender a la vez el concepto de identificación al síntoma referido al fin de análisis como un quedarse sin Otro y sin embargo, seguir hablando de identificación? ¿Por qué seguir hablando de identificación?, ya que la identificación está pensada desde el comienzo y por eso importa al comienzo la relación al padre. En Freud la primera identificación se refiere al padre, pero hemos insistido, vuelvo a repetirlo, que Lacan lee la primera identificación freudiana desde la segunda, y por lo tanto el padre queda reducido a un trazo, a un rasgo que Lacan va a llamar Nombre del Padre; no el padre sino el Nombre del Padre.

Recomiendo en este sentido un artículo de Eric Laurent, que se llama “Síntoma y nombre propio”, que está publicado en los Cuadernillos de Psicoanálisis de la Escuela Europea que se puede conseguir en la biblioteca de la EOL. Aquí es donde Eric Laurent nos dice que la identificación se separa del amor y es anterior al amor, que en la primera identificación el lazo caníbal con el padre, es decir, la incorporación, se ubica más allá del amor; que en la segunda identificación el Otro se reduce a un trazo y que en la tercera identificación es aún más claro este prescindir del amor por el Otro.

La tercera identificación, sabemos que es la identificación histérica en la que no importa mucho quién mandó la carta, ni el lazo de las colegialas entre sí, importa la identificación y no el amor por las otras colegialas o por el que manda la carta. ¿Por qué digo esto ahora? Porque esto podría ser el antecedente de lo que luego será la identificación al síntoma. Porque la identificación al síntoma también es la identificación a un trazo, pero para entender de qué trazo se trata es necesario establecer, relacionar, los conceptos de nombre y padre tal como Lacan los trabaja en la última parte de su enseñanza, donde, justamente, no se trata del concepto de Nombre del Padre.

El trazo tiene relación con el escrito y por eso Lacan toma como ejemplo paradigmático de lo que va a plantear, a Joyce. Porque Joyce hace ver lo que tienen en común el nombre propio y lo escrito; lo que tienen en común es que son intraducibles. La escritura de Joyce es especialmente intraducible. El nombre propio es aquello que del escrito no se traduce, o del trazo que no debe ser leído, y sabemos que el síntoma en la enseñanza de Lacan se va a volver nombre. Se vuelve nombre y podríamos decir, nombre de goce, justamente porque recoge los intereses de goce del sujeto. Tomemos como ejemplo el modo en que Lacan introduce en Joyce, el síntoma, la cuestión del nombre propio. El nombre propio llega para compensar, —como bien sabemos— el hecho de que el padre de Joyce no ha sido jamas para él verdaderamente un padre. Por eso Joyce se ha sentido imperiosamente llamado a valorizar el nombre propio a costa del padre. "Hacerse un nombre" hay que comprenderlo en un sentido muy amplio, no se trata sólo de la notoriedad, ni tampoco dice Laurent, de una cuestión individualizante, como podría ser "yo soy el estudiante de psicología". Se trata de una operación que va a afectar todo el sistema del lenguaje. Por ejemplo, en el caso de Joyce es claro que afecta a toda la lengua inglesa. Pero en el caso de cada uno hacerse su propio nombre va a afectar todo el sistema del lenguaje de cada sujeto.

Entonces, Lacan va a ir desde la identificación, que aparece como fundante en Freud y que tiene un aspecto relacionado con el ideal, para terminar por situar la nominación por la vías del síntoma. La identificación al síntoma, entonces, significa tener que arreglárselas con el síntoma como partenaire. El síntoma es el partenaire con el que el parlêtre tendrá que vivir desde el fin de análisis. Lo podemos decir de muchas maneras, de maneras más poéticas por ejemplo, que es el momento en que el sujeto ya no tiene más preguntas, no tiene preguntas que dirigir al Otro; el momento en que la rosa es sin por qué, o dicho de otra manera, es así porque es así. El sujeto ya no se está preguntando por qué a mí, por qué fue de esta manera, por qué mi padre tal cosa, por qué mi madre tal otra, por qué me tocó a mí. El sujeto tiene que abandonar un poco esas preguntas, de lo contrario no hay fin de análisis posible; tiene que irse con un "es así porque es así", se acabó este “¿por qué es así?”, —que es la protesta continua— este “¿por qué a mí?” y este “¿por qué así?”. Y tiene que saber arreglárselas con eso que fue así.

Porque ...¿el análisis va a cambiar la historia? Algo de la historia cambia y por eso Lacan dice que la historia va del porvenir al pasado. Es decir que lo que viene puede cambiar lo anterior de alguna manera. Pero al plantear el fin de análisis como identificación al síntoma y no como atravesamiento del fantasma, es un cambio en Lacan desde lo que está planteando en “La lógica del fantasma”, respecto a lo que va a plantear en sus últimos seminarios donde no va a volver a hablar de atravesamiento del fantasma, sino del fin de análisis como identificación al síntoma. Y el fin de análisis como identificación al síntoma, en algún sentido, es menos entusiasta que el fin de análisis por atravesamiento del fantasma. Porque el atravesamiento del fantasma tiene algo de heroico, de epopeya, que no tiene la identificación al síntoma. Esto es algo que se encontró en la clínica misma, que Lacan encontró en la clínica; es algo que nosotros mismos encontramos en la clínica, sobre todo en la clínica del pase, porque la clínica del pase es justamente la clínica del fin de análisis, donde la gente va a hablar de su fin de análisis. Y lo que uno descubre allí, es que después del atravesamiento del fantasma, —que es un momento de relámpago, para decirlo en los términos que Lacan toma de Heiddeger— después de ese momento de relámpago, no es que se terminó la repetición, no es que se terminó el goce, no es que se terminó esa insistencia, pero algo tiene que haber cambiado.

Podríamos decir que en este sentido, todos somos sujetos joycianos, porque el síntoma en singular, el sinthome, le da un nombre al sujeto, le da un nombre a lo que no puede decirse, a lo que ya no va a poder decirse. Se trata de ponerle un nombre a aquello de lo que no van a poder decirse más cosas, no se va a poder seguir hablando de eso.

El nombre propio, entonces, no es un nombre a nivel del ideal. Esto es lo que Lacan trabaja como la diferencia entre el Nombre del Padre y el padre del nombre. El padre del nombre es el nombre a nivel de la pulsión. Es decir, que hay una relación entre el padre y el síntoma. Los que hicieron el seminario con Mazzuca, seguramente habrán trabajado esto. No es lo mismo, sabemos, el padre que la función. La función es un lugar vacío que cualquiera puede ocupar. A ese cualquiera que puede ocupar el lugar de la función del padre lo llamamos síntoma en la ultima parte de la enseñanza de Lacan. Por ejemplo, en la clase del 21 de enero del '75 del Seminario 22 RSI, aparece la noción del “padre síntoma”.

Este “padre síntoma” no es el significante del Nombre del Padre, es una versión del padre que es diferente de la del significante del Nombre del Padre. Es más, si podemos hablar de versiones del padre en plural, es a partir de esta última parte de la enseñanza de Lacan, sino tendríamos que decir que hay una sola versión del padre, que es el Nombre del Padre. La noción de “padre síntoma” la trabaja Lacan a partir de formular que el padre mismo tiene un síntoma, que es que hizo de una mujer la causa de su deseo. Es la misma clase donde Lacan habla de la mujer como síntoma del hombre, es decir que hay una correlación entre el “padre síntoma” y la “mujer síntoma”.

Esto es a lo que apunta la clínica de los nudos cuando el padre queda situado como cuarto y anuda los otros tres RSI. Sin embargo, es verdad que Lacan no termina de abandonar la cuestión de hablar de Nombre del Padre. Por ejemplo, en la clase del 15 de abril del 75’ de RSI dice, “Es preciso lo Simbólico para que aparezca individualizado en el nudo ese algo que yo no llamo tanto el Complejo de Edipo — no es tan complejo como eso—yo llamo a eso el Nombre del Padre, lo que no quiere decir nada más que el padre del nombre [...] no solamente el padre el padre como nombre, sino el padre como nombrante.”

El padre síntoma entonces, de alguna manera es aquél que hace de una mujer su síntoma es decir, toma como causa de su deseo a una mujer. Insisto en que no necesariamente se trata del padre de la realidad, porque no es lo mismo el padre que la función. Esa función les decía, que puede ocuparla “cualquiera”. A ese “cualquiera” lo llamamos síntoma y por eso hablamos de este cuarto que anuda a los otros tres como síntoma o padre síntoma. Recomiendo para estudiar estas cuestiones la lectura del libro de Javier Aramburu El deseo del analista, y el libro de Roberto Mazzuca y otro titulado Las dos clínicas de Lacan, como así también un artículo hasta ahora inédito de Ana Ruth Najles que se titula “Identificarse al síntoma”.

La lógica del caso entonces, es situable más allá de la estructura clínica, hay un pasaje de las formaciones del inconsciente a la escritura, a la letra. El pasaje del Nombre del Padre al síntoma implica que el síntoma anuda lo simbólico, lo imaginario y lo real. Si bien excede este trabajo, me interesa señalar que el síntoma como cuarto, como sinthome y como nominación, conduce a Lacan por ejemplo, a ir desde una cadena de tres redondeles —como la que aparece en RSI— a plantear el cuarto nudo como síntoma. Tal como aparece en Joyce, el síntoma, el cuarto nudo es el que va a anudar los tres registros: Real, Simbólico, Imaginario. Entonces, Lacan va de RSI a Joyce, el síntoma.

El síntoma aparece ahora como necesidad de un cuarto que suple cierta falla del anudamiento de Real, Simbólico, Imaginario. Cierta falla del anudamiento que no es solamente para la psicosis, al contrario, siempre hay esta falla del anudamiento.

Lo que quisiera agregar es que durante la cura el analista ha ocupado ese lugar de sinthome para el analizante, en tanto suple con su presencia real la falla del anudamiento de las tres dimensiones que dan consistencia al parlêtre. Al terminar un análisis el sujeto reemplaza al partenaire analista por el síntoma y se hace partenaire de su síntoma. Como habíamos dicho, todo lo que es el paradigma 6 –en la manera que Miller lee la enseñanza de Lacan– en su referencia al goce, nos muestra la lógica de la disyunción; y en el “no hay” nos aparece de nuevo el problema crucial del psicoanálisis, que es cómo incidir desde lo simbólico en lo real. Sabemos que la no relación llega a cuestionar la pertinencia de operar sobre el goce a partir de la palabra y que esto era el problema central de la estafa psicoanalítica.

Se nos abre entonces, el camino de la invención. La invención se refiere al uno por uno, a lo particular, al síntoma en singular, a la invención de un nombre propio de goce. La no relación sexual es justamente un atributo de la especie humana. El síntoma se inscribe en el lugar de la falta de partenaire sexual, de manera que cuando se establece esta relación con el Otro sexo es siempre sintomática, esta es una de las razones por las cuales partenaire y síntoma van juntos. Eso justamente va a ser el tema de nuestro próximo seminario que se va a titular “Las lógicas de la sexuación”.

Esto es todo por ahora.

NOTAS
* Clase dictada el 28 de noviembre de 2000 en el Seminario De la Identificación al síntoma y retorno, del ICBA.

BIBLIOGRAFÍA

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  • Najles, A., “Identificarse al síntoma”, inédito. Russo, P., El mensaje
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