Enero 2016 • Año X
#31
Debates / Bordes y perspectivas

"Joya", un decir joven

Flory Kruger

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Redes
María Eugenia Cora

Me voy a referir a una manera particular de hablar que utilizan los jóvenes en la actualidad ya que es curioso el modo en que lo hacen. El lenguaje que utilizan tiene una característica que los distingue, usan palabras abreviadas, incluso les cambian el significado, incluyen expresiones desconocidas, lo cual para el lenguaje común, genera una dificultad en la comprensión.

Es cierto que cuando se trata de un encuentro analítico, este castellano modificado, lo que comúnmente llamamos una jerga, se ve desde otra perspectiva, porque para los analistas, la comprensión en el sentido literal del término, no es un objetivo en si mismo, no es un bien jerarquizado -es más, Lacan nos advierte: "Cuídense de comprender"- porque si bien es cierto que esa lengua es compartida por la tribu, no podemos hacer generalizaciones, no se trata de dar por supuesto el sentido común que se desprende de cada expresión. En nuestra práctica apuntamos a encontrar la marca singular que cada uno de esos significantes ha dejado en aquel que habla, porque es allí donde se articula no sólo la expresión de un deseo, sino y fundamentalmente la particularidad de un goce.

Tan actual es este fenómeno que hace un tiempo atrás, el diario La Nación publicó una lista con palabras y expresiones usadas por los jóvenes a partir de un recorrido que hizo el periodista por colegios de la capital. Se advierte que según los barrios, hay expresiones diferentes que les permite a los jóvenes identificar su procedencia, no son iguales las que usan los jóvenes de Avellaneda que los de Barrio Norte.

Lo que sostiene este artículo es que no es nuevo ni preocupante que haya un lenguaje adolescente ya que eso ocurrió siempre, lo que quizá representa un problema es la incomunicación que eso puede provocar entre las diferentes generaciones, lo cual produce como efecto que los jóvenes solo se vinculan entre si porque sólo entre ellos se entienden.

Lo que se observa también es que las nuevas tecnologías multiplican este tipo de comunicación, ya que los medios audiovisuales las incorporan y las generalizan más allá de los círculos íntimos entre amigos de la misma edad. Lo que uno podría haber interpretado como una búsqueda de los jóvenes por diferenciarse de los adultos a través del uso de esta lengua, al estar tan generalizada, deja de ser un elemento diferenciador para pasar a ser un lenguaje compartido por muchos. Hoy escuchamos a los mayores hablando como jóvenes.

En la nota mencionada, los jóvenes entrevistados dicen que lo importante del código que manejan no es tanto lo que dicen sino "cómo" lo dicen.

Alan, un chico de 14 años lo resume así:

"En general, no modulamos, cortamos las palabras y cada dos segundos decimos «tipo que», «obvio» o «na», que es «nada» abreviado. Además, hay palabras que directamente sacamos". Semejante operación de sustracción tiene un porqué: "Lo que queremos es hablar más en menos tiempo. Es algo que tiene que ver con el chat, donde para comunicarte rápido tenés que cortar palabras", explica Alan.

Con sus 15 años, Antonella reconoce que a su mamá muchas veces le cuesta entenderla: "Siempre me pide que module más, que hable más despacio. A veces me pregunta las cosas dos veces porque no me entiende. Y me burla porque siempre digo «tipo que»".

Los mensajes de texto, el mail, el chat, elementos ofrecidos por el avance de la tecnología, solucionan gran parte de la comunicación actual, ya que se puede responder o contar algo a mucha gente al mismo tiempo.

Se trata de una economía de tiempo y de esfuerzo, típica de nuestros días.

Se trata de un lenguaje mediado por la tecnología. Se trata finalmente de una forma de comunicación donde se habla poco. El significante que utilicé como título es una muestra de lo que llamo cambio de significado, "joya", que significa objeto valioso hoy se usa para expresar que está bueno, es mas, se puede sustituir por el emoticón de la manito con pulgar levantado y tenemos aún una mayor economía de palabra.

Otra curiosidad que quiero destacar es que algunas palabras que habitualmente eran usadas en la intimidad, se utilizan hoy, sin ninguna vergüenza para otra función, para significar otra cosa, por ejemplo "la paja". El significante "paja" no se nombraba públicamente, era el modo íntimo de referirse a una práctica, la masturbación, condenada históricamente porque "enfermaba". Hoy se le ha cambiado el sentido erótico y se la usa como sinónimo de aburrimiento, desgano, falta de interés, etc. Es frecuente escuchar a los jóvenes decir, "me da paja" para justificar el hecho de no haber ido a algún lugar o de no haber estudiado cuando debía hacerlo. Otro significante que va en la misma línea cuando hablan de tener sexo es "garchar". Antes se decía hacer el amor o tener sexo, garchar era considerada una expresión grosera, desprovista de todo componente amoroso.

Esto revela un cambio en el tratamiento de la sexualidad, anuncia que la intimidad puede ser mostrada, puede ser expuesta sin ningún tipo de inhibición. Estamos en la época de los reality shows, donde todo se muestra, donde el goce pasa precisamente por mirar la intimidad del otro, donde la vergüenza no tiene lugar.

Ya ven, comencé hablando del lenguaje y desemboqué en la sexualidad. Pero donde la sexualidad ha sufrido el mayor de los cambios es en el terreno femenino. Recordemos que Freud inventa el psicoanálisis a partir de la sexualidad y sobre todo, de los efectos de la represión del deseo sexual en la mujer. Hoy nos encontramos con un escenario distinto del de la época victoriana. Hoy las niñas no se encorvan como era un clásico, para disimular sus pechos, hoy se muestran, se exhiben. También hacen experiencias por el sólo hecho de hacerlas sostenidas en el famoso dicho: "en esta vida hay que probar de todo", porros, pepas, hongos, alcohol, chuparlo todo: conocen a las famosas peteras, una práctica sexual muy difundida entre las chicas dentro del boliche.

Otra cosa que ha variado radicalmente es el lugar del beso. El beso era el símbolo que daba por comenzada una relación amorosa, casi un rito de iniciación. Hoy es un deporte, las chicas van a bailar y en una noche cuentan con cuantos se han besado, incluso algunas compiten por el número obtenido. Explican que eso verifica si hay onda o no, antes era al revés, si había onda había beso, sino no. O sea que el beso ha perdido peso como símbolo del encuentro amoroso.

Pero esto no es para todos igual, hay excepciones y muy significativas! he tenido la oportunidad de escuchar a jóvenes con fuertes creencias religiosas que sostienen el principio de la virginidad hasta el matrimonio como el bien más preciado, como el regalo que cada uno quiere ofrecerle al otro en el momento de unirse en matrimonio. En el otro extremo, hay padres que orientan a sus hijos a realizar el acto sexual con libertad, sostenidos en el imperativo de prohibido prohibir.

El uso del alcohol entre los jóvenes también ha cambiado, hoy se practica la previa, no les voy a explicar lo que esto quiere decir, ya que es por todos conocido.

Nos preguntamos entonces, si este camino que se muestra como de una gran liberación sexual, implica la desaparición de la represión o la represión se sigue manteniendo pero bajo otras formas? Respondo que sí, que la represión se sigue manteniendo bajo otras formas. Si la represión responde a un mandato del superyó que antes estaba dirigido a prohibir el deseo, hoy el superyó manda al goce, hoy el superyó dice "goza!", esa es la obligación, ese es el deber: gozar.

La otra pregunta que nos queda por formular y con esto termino es si lo que llamamos pérdida de la vergüenza, es un progreso o todo lo contrario, si es mejor o peor que en otros tiempos. En principio debemos decir ni mejor ni peor, es diferente. Como psicoanalistas no estamos en posición de emitir juicios de valor, pero es cierto que cada cambio nos plantea problemáticas diferentes, nos enfrenta a nuevos síntomas que debemos incorporar, interrogar y tratar. Estos y muchos otros ejemplos nos muestran que los jóvenes hoy no están limitados por la vergüenza. Esta comprobación me recordó el final del Seminario 17, el Reverso del psicoanálisis donde Lacan dice: "ya no hay vergüenza". Una vez más Lacan anticipándose a los fenómenos de su época.

La vacilación del sentimiento de vergüenza en la actualidad, da lugar a una aparente permisividad, a la relajación de las normas, producto a mi modo de ver, de una dificultad a la hora de imponer una autoridad. Estamos en la época del Otro que no existe.

La autoridad tradicional, lo que conocemos como la función que se desprende del Significante Nombre del Padre, se ha ido disgregando, fragilizando, perdiendo, hasta llegar en los últimos tiempos a una suerte de escepticismo generalizado, a una debilidad creciente que trae consigo un progresivo abandono de la responsabilidad.

¿Cómo posicionarse frente a esto? En primer lugar teniendo en cuenta que en la medida en que el psicoanálisis cambia al compás de la época, los analistas debemos dar cuenta de las transformaciones clínicas a las cuales nos vemos enfrentados. Y en segundo lugar, respecto de las conductas de los jóvenes, tener claro que desde el psicoanálisis no se alienta ni se desalienta, tampoco se reprime, sino que el analista desde una posición libre de prejuicios debe tratar de lograr que cada uno asuma su propia responsabilidad en lo que hace y en lo que dice.

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