Mayo 2002 • Año II
#5
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La memoria y la muerte en la película Memento

Damasia Amadeo de Freda

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Memento: libro que se utiliza para tomar apuntes y así ayudar a la memoria, pero también para reflexionar sobre lo que a uno le interesa.

Aprovechando esas dos definiciones de esa palabra ignorada, hasta su aparición en el título de este novedoso filme, ofrezco esta reflexión que no es más que una lectura posible, pero que acaso pueda interesar.

Dos temas atraviesan a esta película. El más evidente: la función de la memoria y las consecuencias cuando ésta falta. El espanto que supone vivir un eterno presente; la desesperación ante la vivencia que se desvanece en el instante por no poder quedar registrada en otro sistema que le permitiría regresarla, el que posibilita enlazar percepciones nuevas, hilar el desarrollo de los acontecimientos, la sucesión de ideas. En fin, un mecanismo indispensable en el hombre para poder situarse en el mundo.

El primer recurso fascinante y novedoso que se implementa en este filme es la narración retroactiva. Pero que no es precisamente el flashback, que se utiliza para empezar luego desde el principio. Aquí se empieza por el final y se va literalmente para atrás en el tiempo. Y este método, no obstante, parece estar al servicio de poder agregar pequeños datos que irían sumando información para entender el último acontecimiento acaecido.

Se le agrega como recurso no menos original el implemento que se hace de un aparato artificial que reemplazaría al mecanismo propio de la memoria ausente. Y lo interesante es que ese artificio sustituto va a ser aquí la escritura recortada y grabada en el cuerpo que le va a  hacer de soporte. Así como también la imagen va a funcionar como sostén, en el recurso de esas fotografías que van a servir de ayuda memoria y sin las cuales lo que resta es el caos de una vida hecha de instantes que se perderían definitivamente.

Otro punto interesante es que la información para esta memoria sustituta la proveen y la deciden los otros, que son los únicos que tienen la capacidad de formar un continuo que le está vedado al personaje amnésico. Ellos son los que le darán material y lo ayudarán a armar un entretejido simbólico, aunque con el fin de manipularlo y así utilizarlo para sacar ventajas propias.

Finalmente, el tema general que se propone como argumento y que es el del desciframiento de un enigma para producir un cambio. Mántica que el amnésico llevará a cabo, con una lógica propia, sobre las marcas de lenguaje e imagen retenidas y conservadas, y con el objetivo de resolver un hecho que finalmente se revelará como una pura invención. A esto se le suma que al dar por verdaderas esas series de postulados discontinuos que llevan al personaje falto de memoria a inferir una verdad tan falsa como la de esa información recolectada y almacenada, que lo lanza a cometer un acto con el que va a creer saldadas las cuentas por el flagelo vivido hasta entonces, y donde lo patético es que luego de todo este montaje con el que aspiraba también a su salvación, ese hombre va a permanecer y continuar su vida  en el mismo estado de insoportable alienación.

Ahora el otro tema. Éste iría como a contrapelo dentro de ese mismo argumento, y aunque presentándose de un modo velado, no por eso va a ser menos eficaz. Esta temática sale a la luz si la óptica ya no se centra en el protagonista (el hombre que ha perdido la memoria) sino en el antagonista: el policía. Y esto ya invertiría  esas funciones.

Si se focaliza ahora en el otro personaje, de pronto, toda la película también podría virar hacia otro significado, y hasta el mismo título referirse a otra verdad. Así, por ejemplo, se podría pensar que el recuerdo que queda, aunque ya no se sabe para quien, es el de ese único crimen que con seguridad se realizó.

Y la historia se transformaría en el círculo sin salida en el que se habría metido el policía. Es que él, siendo el inventor y principal soporte de esa fábula hecha para hacer un poco más soportable la vida del amnésico, pero que sobre todo le sirve para hacer su propio negocio, comete un desliz.

El policía, como un verdadero inconciente, va a prestar su nombre para esa historia aparentemente inofensiva. Pero no sería éste su error imperdonable, sino que más bien esa sería la forma de hacer entrar, así sea con absoluto desconocimiento, algo más parecido a un oscuro deseo, y que sólo podrá realizarlo a través del personaje sin memoria, quien va a transformarse en su instrumento pero para un fin más enigmático.

Desde esta otra óptica se podría pensar que el planteamiento de la memoria y de su falta emplazaría otra temática más inquietante que se puede entrever en ese camino despreocupado pero certero que hace, ya no el amnésico, sino el policía. Y entonces se revelaría también la función de engaño en ese artificio simbólico del cual el amnésico pasaría ahora a ser todo él su soporte. En un movimiento de  báscula sin intervalo, lo que se suponía con una función alternará de pronto hacia su opuesto, y entonces la construcción de todo ese gran montaje pasaría también a distraer sobre su verdadera función.

Porque finalmente, todo ese aparato simbólico armado artificialmente podría estar destinado a realizar de manera oculta un trayecto más extraño, impulsado ahora desde el policía, y ya no con el objetivo de alzarse con el producto de un negociado, sino empujado por un enigmático e indescifrable deseo de morir.

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