Julio 2002 • Año II
#6
Psicoanálisis puro y psicoanálisis aplicado

Las psicoterapias y el psicoanálisis

Agnés Aflalo

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Andrés Labaké
Barca. Puente
(Tierra y Cultura)
150x150 cm.

En este artículo, la autora se pregunta si la promesa de felicidad es la universal de la máxima kantiana, o la de la felicidad en el mal sadiana. Desde Freud el síntoma es indisociable del más allá del principio de placer y Lacan llama goce al placer paradojal que hace sufrir. Sostiene que mientras que las psicoterapias plantean una “escala del bien general”, el psicoanálisis apunta a la diferencia absoluta, a una particularidad de cada sujeto con su goce.

Las psicoterapias plantean una “escala del bien general”. El psicoanálisis, apunta a la diferencia absoluta, a una particularidad de cada sujeto con su goce.

“La promesa de felicidad” (1), título de esta Jornada, conlleva algunas dificultades. Contentémonos con dos preguntas que problematizan la definición de la felicidad desde el punto de vista del psicoanálisis.

¿Debe concebirse la felicidad según la máxima kantiana del bien moral para todos, es decir universal? Pero entonces, ¿qué pensar de la felicidad en el mal revelada por Sade y que perturba a siglos de pensadores? El psicoanálisis desde Freud, sabe que el síntoma es indisociable del más allá del principio de placer (2). Lacan llama goce a ese placer paradojal que hace sufrir. Las psicoterapias proponen, todas, un programa del bien universal. Puede medirse con la vara de la “escala del bien general”. Solo el psicoanálisis apunta a la diferencia absoluta del sujeto en su relación al goce. No hay norma objetiva preestablecida, sino más bien una particularidad del sujeto que puede hacerse ética.

¿Debe concebirse la felicidad, como homeostasis, es decir desaparición de la división del sujeto, o bien como buena-hora, es decir oportunidad, azar, encuentro?

Obturar la división del sujeto, es la concepción de la felicidad promovida por todas las psicoterapias. El psicoanálisis sabe que es imposible. Pero sabe también que si el síntoma produce siempre el mismo tipo de mal encuentro, es por la fijeza del fantasma. El acontecimiento del deseo, más allá del plano del fantasma puede permitir al sujeto una nueva relación más feliz con su goce. El encuentro ligado a la contingencia puede hacerse felicidad, oportunidad de un amor nuevo. Lacan no dudaba que para el sujeto todo esté ligado a la fortuna es decir al azar (3).

Agreguemos algo más aquí: importa distinguir la demanda de felicidad que surge de un sujeto y la promesa de felicidad que es un hecho del Otro. Aquí las psicoterapias se distinguen radicalmente del psicoanálisis.

Las psicoterapias promueven todas una promesa de felicidad con su programa. Su multiplicación incesante muestra su fracaso. Es una promesa que no pueden sostener. El psicoanálisis es más reservado. Entonces, ¿qué es lo que puede justificar el interés de los psicoanalistas por un tal tema de reflexión? Hay al menos dos razones para ello: primeramente, la demanda de un sujeto que sufre concierne al psicoanalista. El psicoanálisis tiene un efecto terapéutico. Se trata por lo tanto de saber cuál y si es su fin último; luego, la actualidad del debate político concierne también al psicoanalista. En toda Europa se votan leyes. En Francia, el sistema de salud inquieta. Y la tentación de querer reabsorber el psicoanálisis en el fárrago de las psicoterapias es fuerte.

El legislador preocupado por las normas y la rentabilidad quiere producir el bienestar para todos con la mejor relación precio calidad. Es importante, por lo tanto, que el psicoanalista tome posición en el debate sobre la pretendida promesa de felicidad programada por las psicoterapias de toda laya.

 

El sujeto está dividido

¿Cómo definir la primera desdicha del ser humano? La forma más simple es con la división del sujeto. Freud la nombra Ich-spaltung (4), Lacan le da su matema : es decir sujeto dividido. La división del sujeto quiere decir que no hay para el ser humano relación directa con la naturaleza como lo pretenden las psicoterapias “científicas”. El hombre está profundamente desadaptado. A partir de los Complejos Familiares, Lacan definía esta desadaptación como prematuración (5).

El ser humano es un animal desnaturalizado, está exiliado de la felicidad de la unión con la naturaleza por el hecho de la miseria vital de sus primeros años. En esta época, el complejo imaginario reemplaza la relación “natural” con el cuerpo, Jacques-Alain Miller puso de relieve en su curso que “la hipótesis de Lacan del inconsciente” constituía un paso decisivo. En efecto a partir del Informe de Roma en 1953, la hipótesis del inconsciente estructurado como un lenguaje explica la división del sujeto. El inconsciente está estructurado como un lenguaje y no como un complejo. El sujeto vive en un mundo de lenguaje que lo exila de su goce. Por el hecho de que habla, el ser hablante está divido en relación con su goce. La desadaptación del ser humano significa que no puede gozar sin problemas como un animal gracias a un instinto que reglaría la cópula. Para el ser hablante, siempre hay algo reprimido en el goce, las pulsiones siempre son parciales (6).

Esto trae consecuencias enormes: la “desdicha del sujeto” no está en la sociedad, en la cultura, es un efecto del lenguaje. Dicho de otro modo, la raíz del malestar en la civilización responde a la estructura del sujeto dividido desde siempre y para siempre con el objeto de goce. Es por ello que Lacan se mantuvo siempre a distancia de la doble tentación naturalista y culturalista. La sociedad misma debe ser concebida como un efecto de lenguaje. El ser humano no se opone a la sociedad como lo afirman algunas psicoterapias. Ambos están del mismo lado en relación con los efectos de lenguaje: lo imposible del goce divide al sujeto como organiza a la sociedad.

Es el mérito de los estructuralistas como Claude-Lévi-Strauss haber demostrado que cualquiera sea el tipo de organización social, existe siempre una interdicción de goce: la prohibición del incesto (7). Más recientemente, Francoise Heritier aísla el incesto del segundo tipo también prohibido (8).

Freud definía este interdicto a partir del mito Edípico desde 1900. Lacan lo articula por primera vez con el alcance universal de la castración en La relación de objeto en 1956: el sujeto no puede gozar del objeto de goce primario que es la madre (9).

Esta imposibilidad de ser el falo de la madre, es lo que consagra la ley del padre.

Y este menos de goce del sujeto da lugar al deseo freudiano, indestructible. La castración, es el segundo nombre de la división del sujeto: división o hendidura (10).

Ilumina en qué el padre tiene como función unir y no oponer el deseo y la ley del lenguaje. La ley del padre humaniza la división del sujeto que deviene deseo. Podemos considerar que la ley del padre es triste puesto que la división del sujeto persiste, pero es la única posible: la ley del padre prohibe el goce imposible. Impone una limitación del goce pero propone una dialéctica del amor y del deseo. El temor a perder el amor del Otro, es otro nombre del complejo de castración, clave del Malestar en la civilización que Freud llamaba nostalgia del padre. Ya sea explícito o no todas las psicoterapias refuerzan la fatherzenzurth: nostalgia del padre que sabe lo que hace falta, por el cual finalmente seríamos amados como agalma y que cerraría los ojos al deseo. Desde este punto de vista, la “desdicha del sujeto” es no querer renunciar a ser amado por el Otro, no querer arriesgarse a amar. El sujeto quiere asegurarse ser amado para ser el falo. Desdicha del hombre con la mujer que no puede consentir a perder totalmente a la madre y desdicha de la mujer con el hombre que no puede renunciar totalmente a perder el amor del padre. Ninguna psicoterapia de la pareja podrá resolver esta ecuación del amor sin el deseo del sujeto. El psicoanálisis lo sabe, por ello es terapia del deseo.

El síntoma no resulta solamente del trauma de la castración materna, también se atiene a la fijeza del fantasma, es decir al plus de gozar del sujeto que obtura el lugar vacío percibido en el Otro. Por ello el psicoanálisis no se resume en un desplazamiento del síntoma como en todas las psicoterapias. Trata el síntoma con el fantasma, con el fin de que el sujeto pueda cesar de poner en ello todo su ser. Esto supone que renuncia a la exigencia de ser amado con el cortejo del masoquismo que esto implica y esto para poder amar según su deseo.

Este rápido recorrido permite aclarar las apuestas que oponen las psicoterapias y el psicoanálisis desde el punto de vista del psicoanálisis. Pretender ideales de la naturaleza y de la cultura implica siempre un desconocimiento activo de la división del sujeto que todas las psicoterapias se proponen reabsorber. El psicoanálisis no prejuzga jamás sobre el bien del sujeto. Jacques-Alain Miller mostró el resorte de este impasse en su artículo “Psicoterapia y psicoanálisis” (11). Ahora quisiera proponerles un recorrido en el vasto dominio de las psicoterapias.

 

Las psicoterapias

Tan numerosas son las psicoterapias quehacer un inventario es un desafío. Alrededor de mil, la mitad si nos limitamos a los últimos cincuenta años. Su tiempo de vida es más o menos breve. Desaparecen del EMC a veces de un año al otro (12). Cuando persisten, son profundamente modificadas y asociadas unas a otras en un eclecticismo que ahora se vuelve regla (13). Todas tienen al menos dos puntos en común: por una parte operan todas a partir de un sujeto unificado y por otra anuncian una promesa de felicidad concebida como una adaptación. Lo que varía es el modo de adaptación que constituirá la felicidad del sujeto. Su programa permite clasificarlas en cuatro grupos: las psicoterapias científicas; las psicoterapias del ideal; las psicoterapias del yo ideal y las psicoterapias humanistas.

Voy a evocar para cada una cómo se definen y luego en qué consisten efectivamente.

 

I. Las psicoterapias científicas

Apuntan a hacer de la psicología una ciencia natural y deben retener nuestra atención, pues el objetivo de los estados modernos es reabsorber el psicoanálisis en el mismo marco de las ciencias naturales. Son esencialmente de dos órdenes: comportamentalistas y cognitivistas. Aunque se suceden en el tiempo, operan juntas.

El proyecto científico es objetivar cada vez más el ser humano. La base epistemológica se remite siempre al método experimental de Claude Bernard y al positivismo de Augusto Comte: para ellos el precepto precede al concepto y lo hace positivo, motor o verbal quiere erradicar el sujeto juzgado irracional. Todo comportamiento verbal o motor tan complejo como sea, se resume siempre en el esquema estímulo respuesta según el modelo del reflejo condicionado de Pavlov (14).

Para los comportamentalistas el estímulo condicionado es externo (motor) mientras que es interno (verbal) para los cognitivistas. De esto se sigue una definición del síntoma siempre desconectado del fantasma. El síntoma es un comportamiento desadaptado, motor para los comportamentalistas o verbal para los cognitivistas. Y siempre resulta de un mal condicionamiento. El síntoma es por lo tanto concebido como una respuesta aprendida que puede desaprenderse con un nuevo condicionamiento.

A. Las terapias comportamentales: El ideal es el de la etología (15).

Watson publica el primer manifiesto conductista en 1913 en USA (16). Janet defiende las mismas tesis “antimentalistas” en Francia (17). La psicología debe ser reabsorbida en el marco de las ciencias naturales gracias a un cogito reinterpretado según el cual el alma debe ser expulsada en beneficio del cuerpo único mensurable.

Las primeras publicaciones de Watson serán la ocasión de las primeras protestas éticas por parte de una América indignada por que se hubiera inducido un terror fóbico experimental en un bebé de once meses.

En la primera generación de comportamentalistas que publican hasta 1950, Torndike merece un lugar particular. Constata que en materia de aprendizaje terapéutico, una recompensa puede reforzar la buena respuesta pero el castigo no produce el efecto inverso (18). Dicho de otro modo en el hombre (vs. el animal), un mal comportamiento persiste a despecho de las consecuencias catastróficas para el sujeto. Esta respuesta paradojal que llamaremos “efecto Torndike” no cesará de atormentar a todos los comportamentalistas. La primera y luego la segunda generación intentarán explicarlo sin éxito, cada uno proponiendo un modelo que invalida el esquema estímulo respuesta, piedra angular del comportamentalismo.

Tolman introduce la noción de meta del comportamiento, reintroduciendo la variable del sujeto forcluido (19). Wolpe con su modelo de desensibilización sistemática reintroduce la emoción proscripta hasta entonces (20). Eysenck y su modelo tipológico introducen la noción de un trauma antiguo reconociendo una causalidad fuera del hic et nunc (21). Skinner y su condicionamiento de tipo II introduce la noción de contingencias actuales, explicando el mantenimiento del comportamiento por las consecuencias catastróficas para el individuo (22). Su teoría será refutada por la objeción siguiente: ¿cómo explicar que una mayoría de hombres no maten a sus semejantes aunque no han sido expuestos a las consecuencias de su comportamiento?

Se impone un señalamiento conclusivo a propósito de los comportamentalistas. Freud hizo sus comienzos en uno de los primeros laboratorios experimentales fundados por Wundt en 1879 con Weber, Fechner y Helmotz. Los rechazó ante su hipocresía en reconocer la etiología sexual de las neurosis. Era la época de la primera tópica. El avance freudiano sobre la pulsión de muerte, de la segunda tópica, fue rechazado de la misma forma. Sin embargo no hay modo de dar cuenta del “ efecto Torndike” sin el goce. Pues el problema no es que el síntoma persiste a despecho de la desdicha del sujeto, es más bien que algo del sujeto pueda satisfacerse en este sufrimiento.

B. Las terapias cognitivistas (23)

Emergen en los años sesenta y tienen serias dificultades en los años ochenta. Quieren aplicar al hombre la nueva ciencia cibernética. La primera generación de cognitivistas radicales funcionan con el ideal de la máquina inteligente de Turing (1950). Está establecida la identidad del cerebro y de la mente. Se trata aún del error de encarnación del sujeto que Lacan denunciaba a propósito de Piaget desde el Informe de Roma, en 1953. La segunda generación de positivistas, más moderados, debe renunciar al ideal del hombre máquina por dejar de lado el papel de las emociones. El cuerpo hasta entonces expulsado debe ser reintegrado. Pero es un cuerpo reducido al organismo. Las percepciones no son un hecho de lo simbólico. Dependen solamente de los órganos sensoriales. No hay ninguna posibilidad en esas condiciones de dar cuenta de las alucinaciones auditivas de los sordomudos de nacimiento. Su idea es establecer cartografías del cerebro gracias a la imagen por resonancia magnética (IRM) y a las tomografías de positrones (PET) que podrían visualizar en conjunto cognición y emoción (24). Visualizar la actividad de pensar deviene estrictamente equivalente a leer los pensamientos. La perspectiva sería entonces hacer “pensar correctamente” por una acción directa sobre el cerebro.

Con el cognitivismo, el objeto de estudio deviene el de los fenómenos mentales u objeto de cognición. El sujeto unificado es captado a partir de un cogito reinterpretado y reducido a un “yo pienso”. Pensamiento y lenguaje son reducidos a una combinatoria significante. Pero esta combinatoria no está nunca indexada por lo real de la sexualidad. Y el cogito freudiano “yo deseo” permanece forcluido.

El psicoanálisis comienza cuando Freud reconoce que el síntoma incluye siempre la misma verdad reprimida. Todas las psicoterapias cognitivas descansan en el mismo principio: el del síntoma concebido como error lógico. Ningún síntoma comporta nunca ninguna verdad y menos aún el del deprimido (vs Freud). Es disfuncional porque es ilógico y deficitario.

El error de juicio como el error de percepción en el principio del síntoma, es una desviación que Lacan denunciaba desde su Propósito sobre la causalidad psíquica (25).

Medio siglo más tarde, se constata forzosamente que el debate de Lacan con los que postulan el órgano-dinamismo no ha perdido nada de su actualidad. En su Cuestión preliminar... en 1958, Lacan podía mostrar con Freud, que ningún problema de lógica formal podría captarse sin tomar en cuenta al sujeto (percipiens) que debe distinguirse de todo perceptum. Para los cognitivistas, el sujeto es rechazado y la palabra con él. Solo existe el lenguaje interior, el de los fenómenos mentales. Deviene una verdadera lengua fundamental: el “mentalés” según la expresión de Eric Laurent (26). El tratamiento consiste siempre en reemplazar la cognición fallida por la buena forma de pensamiento lógico. En definitiva, será siempre aquella del terapeuta.

Podemos distinguir cuatro grandes grupos de terapias cognitivo comportamentalistas según el terapeuta en que se inspiren. La eficacia no depende más que de la sugestión.

Bandura propone un modelo de aprendizaje social (27). El comportamiento puede ser adaptado cambiando las cogniciones del paciente. Meichenbaum pone a punto su modelo de self-instructional training, es decir de self-control. Debe actuar sobre el lenguaje interior distorisionado del paciente. Es la versión americanizada del método Couée francés (28). Ellis y Beck proponen métodos nuevos llamados de reestructuración cognitiva pues reintegran el afecto. Para Ellis, las malas cogniciones son creencias irracionales debidas a los afectos. Propone por lo tanto la terapia racional emotiva (29). Se trata de volver el afecto racional para modificar la creencia errónea. Beck pasa de un cognitivismo radical a un cognitivismo más moderado reitroduciendo el comportamentalismo. Sus estudios conocidos sobre la depresión, lo lleva a considerar que el afecto es la causa de los pensamientos irracionales sintomáticos (30). El modelo de terapia cognitivo comportamental de Beck consiste en un compromiso contractual: una acción terapéutica limitada a la supresión de un síntoma preciso únicamente actual y en un tiempo limitado, breve. El paciente debe estar convencido de la pertinencia del modelo propuesto por el terapeuta. Entonces, gracias al aprendizaje, las cogniciones negativas serán reemplazadas por otras más adaptadas.

Las aplicaciones de su teoría en materia de crisis de angustia –rebautizada ataque de pánico– conducen a Clark a proponer un nuevo tratamiento de la angustia: la respiración calma (31). Cuando el cuerpo está reducido al organismo, la angustia ya no es más que una cuestión de hiperventilación a regular. Esta perspectiva de delirio fisiológico no tiene límite.

La deriva fisiológica de la concepción del afecto ha abierto la vía de la experiencia correctiva directa. Es por ello que, en la era de las neurociencias, las terapias cognitivas se asocian ahora a los tratamientos medicamentosos y especialmente a los antidepresivos. La depresión, nombre moderno del malestar en la civilización, deviene el único flagelo a combatir. El DSM hizo su trabajo en el dominio de las psicoterapias, de donde desaparecieron todas las particularidades de las categorías clínicas. Los estudios controlados sobre la eficacia respectiva de las terapias cognitivas y de los tratamientos antidepresivos se multiplican desde 1980. Un estudio ambicioso del NIMH (National Institut of Mental Health", Bethesda, USA) muestra que sobre doscientos treinta y nueve pacientes deprimidos, nada permite concluir en la eficacia de la terapia cognitiva sola. Los antidepresivos son también eficaces (32).

Las psicoterapias cognitivas han debido primeramente asociarse con el comportamentalismo, luego con los medicamentos para continuar siendo eficaces. Con la utilización de substancias químicas, está franqueado el límite de la psicoterapia (11). Por ello las indicaciones de psicoterapias se redujeron cada vez más a las depresiones leves y a las crisis de angustia. Las nuevas psicoterapias cognitivas evolucionan según dos ejes: por una parte las psicoterapias breves siempre focalizadas en un síntoma (33), y por otra parte las psicoterapias asociadas a los tratamientos químicos cuyos últimos retoños son las psicoterapias llamadas de programación neurolingüística (PNL). El condicionamiento cognitivo comportamental produce efectos. La eficacia de estas psicoterapias no debe ponerse en duda. Los dudosos son los criterios de curación: la desaparición del síntoma aislado es la regla. Pero este criterio no tiene nunca en cuenta lo que lo reemplaza: ya sea la angustia reducida a la noción de variable fisiológica ya sea otro síntoma no previsto en el contrato terapéutico. El psicoanálisis puede también desplazar el síntoma, pero con el fantasma. Es por ello que la salud no puede concebirse como curación en el sentido del retorno a un estado anterior. En su Proposición de Octubre... Lacan mostraba que el término de curación es un indecidible lógico en psicoanálisis. En esas condiciones, no hay normas preestablecidas que valen para todos por igual sino advenimiento del deseo particular para cada uno. El deseo es la salud, para retomar el aforismo de Jacques-Alain Miller (34).

El programa de felicidad en términos de adaptación mental fracasa, por lo tanto, frente al problema de la depresión. El papel del afecto resta a evaluar. Dicho de otro modo, el goce resta imposible de aprehender para los cognitivistas como para los comportamentalistas; el más allá del principio de placer freudiano continúa siendo un hueso intragable. Ningún estímulo interno o externo será jamás el buen estímulo condicional o incondicional en el hombre. Pues la pulsión no se reducirá jamás al instinto. Si la pulsión pasa siempre por lo incondicional es por el de la demanda de amor y para hacer su lugar a la condición absoluta del deseo del sujeto (Desidero) (35).

 

II. Las psicoterapias del Ideal

Las llamo de este modo porque promueven claramente el ideal como objetivo terapéutico. Pero ellas integran todos los datos del comportamentalismo y del cognitivismo. Podemos reagruparlas en cuatro rúbricas: las psicoterapias de grupo; las psicoterapias familiares; las psicoterapias de pareja y las psicoterapias sexológicas.

-Las terapias de grupo (36): nacen en el contexto de la última guerra mundial en un momento de penurias del terapeuta: de allí la idea de aplicar la terapia al mayor número de pacientes al mismo tiempo. La perspectiva de rentabilidad es clara.

-Las psicoterapias familiares(37). Se trata de hacer creer al sujeto que cree en la familia como ideal. Una sola objeción: la del modelo familiar propuesto. A la hora de las fecundaciones in vitro y de la clonación de embriones, ¿la familia debe concebirse como mono o biparental? ¿Y cómo integrar los mosaicos de nuevas familias surgidas de uno o varios divorcios?

-Las psicoterapias de pareja (38): el ideal de la pareja trae los mismos problemas según que se pretenda tomar en cuenta la pareja legítima o no. El Otro de la pareja siempre es considerado como la causa del síntoma, lo que puede dejar perplejo.

Pues, ¿cómo encarar la psicoterapia del fetichista que hace pareja con un zapato? ¿Debemos encarar la psicoterapia del zapato?

-Las psicoterapias sexológicas (39): hacen existir el espejismo de la relación sexual. Existiría si la técnica fuera ad hoc.

Intentan remediar los “desacuerdos sexuales” constatados por el famoso informe de Masters y Jonhson. El uso legítimo de órgano para el hombre no pasa por el advenimiento de la función simbólica del Nombre del Padre. El tratamiento de la eyaculación precoz es por lo tanto propuesto en términos de desacondicionamiento via el entrenamiento masturbatorio. Algunos programas preveen que los homosexuales deben volverse heterosexuales. ¿En cuánto tiempo más el programa contrario estará en vigencia? Evidentemente el transexualismo no escapa a la voluntad de uniformización.

Todas estas psicoterapias se fundan en la idea de que el síntoma está causado por la sociedad. Error que ya hemos denunciado. El tratamiento consiste por lo tanto en proponer nuevos sistemas ideales que finalmente estarían adaptados. El tipo de sistema varía con el ideal del terapeuta que deviene él único criterio de adaptación. Este tipo de psicoterapias redobla la estructura del síntoma. En efecto el ideal limita el goce del sujeto en el grupo. Pero la Massen psychology de Freud no deja ninguna duda posible: el ideal no puede jamás satisfacer a la pulsión. Por el contrario, el renunciamiento al goce se paga con un reforzamiento siempre más intenso del superyó que se torna feroz. Y el síntoma del sujeto se refuerza cada vez más. Proponer reemplazar el ideal del sujeto por el del terapeuta puede producir efectos de sugestión a veces apaciguadores pero, ¿por cuánto tiempo? El psicoanálisis no prejuzga nunca sobre el bien del sujeto. Por ello, no funciona con el “para todos” sino con el “uno por uno”. No cura con los ideales, lo que no quiere decir que todo vale.

 

III. Las psicoterapias del yo ideal (40)

Son las terapias corporales. Hay más de cuatrocientas variantes en el momento actual. Pertenecen al grupo de terapias humanistas con las que comparten el rechazo de todo pensamiento, palabra o razonamiento en provecho de las emociones. En nombre de “toda palabra miente, solo el cuerpo dice la verdad”, el cuerpo es sacralizado. Conocen su apogeo en los años 70 y dicen tener una lejana filiación con Ferenczi y Reich. Los juzgan menos dogmáticos que Freud. Pero el riesgo de mentira vehiculizado por toda palabra no deja subsistir más que la idea de una técnica activa aplicada al cuerpo. La paradoja de Epiménides el mentiroso no tiene ya ninguna pertinencia aquí. Los neo-ferenczianos y neo-reichianos conocieron varias generaciones. Actualmente podemos distinguir dos grupos según que quede o no algo de palabra:

-las terapias por el grito: prometen reencontrar la unidad original perdida por un renacimiento concebido como un grito neonatal. Wolfsohn y Hart proponen el grito en el desarrollo personal; el grito puede también ser reichiano; Daniel Casirel pone al día el grito para toxicomano y Arthur Janov propone el grito primal. Su obra conoció un cierto éxito pero fue violentamente criticado por sus métodos rígidos y nocivos.

-las terapias corporales: constituyen una legión, desde la relajación a la bioenergía, vegetoterapia, masaje, rolfing, training autógeno de Schultz, auto-hipnosis. Son todos métodos de gimnasia más o menos dulce. Estas psicoterapias son terapias del yo ideal. Refuerzan cada vez más el dominio del yo que cubre la división del sujeto. En cuanto a la hipnosis que no tratamos aquí, contentémonos con recordar que Freud la rechazó por al menos dos razones: primeramente todos los sujetos no son hipnotizables, además, el final del tratamiento implica siempre un retorno del síntoma.

 

IV. Las psicoterapias humanistas

Es una corriente que se define a sí misma en oposición con la razón y la ciencia. Están contra el psicoanálisis, contra las terapias científicas y contra las terapias sistémicas. Representan el suplemento del alma rechazada por la ciencia. La felicidad es propagada por su programa como en el de la constitución americana. Está fundada sobre el mito russeauista de una naturaleza humana profundamente buena. El síntoma es concebido como la resultante de un conflicto entre el individuo y la existencia.

La primera generación de psicoterapia humanista proponía sobretodo las terapias gestálticas, ideal de la buena forma imaginaria para encontrar y grupos de encuentros, ideal de un encuentro que no sería fallido. La segunda generación propone nuevas terapias cuya mayor parte son terapias existenciales. La unidad original es posible de encontrar a condición de colmar el vacío de la existencia y dando un sentido a la vida. El proyecto es francamente hermenéutico.

Entre las terapias existenciales podemos retener tres grupos:

-Las terapias de confrontación con la realidad: citemos la terapia maraton de 24 hs.; la Schicksanalyse (análisis del destino) de Szondi; y la terapia de Morita. Cada una de estas terapias propone ayudar al paciente a afrontar la realidad. El tratamiento consiste por lo tanto, en sustraer al paciente de dicha realidad, a sumergirlo en un aislamiento total más o menos largo. Finalmente se lo coloca bajo la tutela del terapeuta que se propone explícitamente como el maestro-amo que guía.

-La logoterapia de Frankl: Frankl pertenece a la misma generación de psiquiatras vieneses que Bettelheim, rescatados de los campos de concentración. Sale con la idea de que la naturaleza humana es profundamente buena. Solo basta con encontrar la significación de la vida (41).

-Las psicoterapias espirituales propiamente dichas. Notemos que en 1992, alguien llamado Peck, propone como sexto eje del DSM la evaluación espiritual de todos los pacientes bajo pena de falta profesional. Estas psicoterapias se forman en reacción contra las de estirpe corporal que sacralizan el cuerpo y contra el humanismo angélico que afirma con Rogers la bondad original del hombre. Se niegan a limitar la espiritualidad a una categoría psicológica. Podemos aislar tres grupos de psicoterapias existenciales según sean cristianas, de Finch, católica, de Van Kaah (42) y contemplativa, de May (43). Tienen en común la idea de que la división del sujeto es reabsorbible. El mito del pecado original dice sobre la división del sujeto en el origen. Pero propone también una promesa de felicidad radical, no sobre la tierra, solamente en el más allá. La felicidad es la muerte, puede entenderse con Hegel como el mensaje ateo del cristianismo que profiere “Dios ha muerto”. Identificar la felicidad y la muerte es una manera cómoda de lavarse las manos: poner las llaves de la división subjetiva en Dios empujando la hora de la verdad del deseo al momento del juicio final. Segundo señalamiento, estas psicoterapias muestran en qué el principio de toda psicoterapia es hacer creer al sujeto que cree en su padre, aquí eterno: un padre muerto que cerraría los ojos al deseo y por cual se podría ser amado. Tercer señalamiento: ellas demuestran también en qué la psicoterapia conduce siempre a lo peor en tanto conduce al padre (44). En la ola del New Age en los USA, se inscriben en el movimiento contra cultural que promete los valores espirituales como el llamado a las potencias ocultas que se despliegan en las sectas de todo tipo.

Es el retorno del alma y de Dios después de los ideales científicos del hombre animal y del hombre máquina, después del ideal del cuerpo de los años setenta. Este recorrido en el dominio de las psicoterapias de todos los órdenes nos sugiere al menos dos señalamientos: por una parte no existe ninguna unidad de las psicoterapias, ningún campo, ningún discurso que permitan definir lo que es un psicoterapeuta y por otra parte: es psicoterapeuta el que recibe la queja de un sujeto que sufre. Es el mismo lugar que el del psicoanalista. Pero solo el psicoanalista tiene en cuenta los efectos de transferencia porque opera a partir del inconsciente y su puesta en acto es la transferencia. Los psicoterapeutas modernos rehusan tener en cuenta los efectos transferenciales y consideran que son sus principios los que curan.

Concluiré estas palabras con dos cuestiones a propósito del psicoanálisis y del psicoanalista. El psicoanálisis tiene un efecto terapéutico, ¿cómo definirlo? El psicoanálisis no promete la felicidad en el sentido de la homeostasis. Propone una terapia del deseo. Esto supone para el sujeto en el final del análisis un goce pulsional fuera de las normas establecidas, prescritas y de todos los prêt a porter del goce propuestos por la mundialización de la ciencia. El psicoanálisis propone hacer existir la pulsión de la buena manera, la que es particular del sujeto, es decir sin justificación del Otro y de sus ideales. Es un modo no forzosamente legítimo, pero tampoco forzosamente delincuente. Jacques-Alain Miller, preguntaba ¿en qué el psicoanálisis podía decir con Saint-Just que la felicidad es siempre nueva? Más allá del saldo cínico de la pulsión, cuando la neurosis de destino se desprograma, entonces, el juego con el Otro puede retomarse de un nuevo modo. Única chance de permanecer abierto a la sorpresa del encuentro: entonces la buena-hora es siempre nueva, al menos en el hecho de que la risa concurre a la cita.

El psicoanálisis tiene un efecto terapéutico pero no es su meta última. Más allá del tratamiento individual, Freud y luego Lacan asignan al psicoanálisis una meta científica: tratar el malestar en la civilización. No hay otro modo de responder a ello que asegurar la formación de los psicoanalistas. La demanda que no cesa de dirigirse a los psicoanalistas luego de más de un siglo, testimonia de la confianza de un amplio público en el psicoanálisis, más allá de toda regulación posible. El psicoanálisis debe ser digno de esta confianza y esto implica primeramente que el psicoanalista pueda definirse como psicoanalista. En la Escuela de Lacan, el psicoanalista es responsable de la transmisión como de la difusión del discurso analítico. Es también una cuestión de deseo.

Traducción: Silvia Baudini

NOTAS

* Artículo publicado en Mental Nº 10, de la Escuela Europea de Psicoanálisis, Dirigida por Alexandre Stevens.

  1. Título de la jornada de la ACF-Ile-de-France donde se presentó esta exposición el 15 de junio de 1996.
  2. FREUD, S., "Au-delà du principe de plaisir" (1920), Essais de psychanalyse Payot, Paris. FREUD, S., "Psychologie des masses et analyse du moi" (1921), Essais de psychanalyse, Payot, Paris.
  3. LACAN, J., Télévision, Paris, Seuil, 1973.
  4. FREUD, S., "Ich-spaltung", 1938, Résultats, Idées, Problèmes, Paris, PUF.
  5. LACAN, J., Les complexes familiaux, 1938, Paris, Navarin éditeur, 1984.
  6. LAURENT, E., Le transfert , Cours de l'année 92-93, (lección del 8 de abril del ‘93 y siguientes).
  7. STRAUSS, C. L., Les structures élémentaires de la parenté , 1947. "La structure des mythes", 1955, Plon, Paris.
  8. HERITIER, F., De l'inceste, Paris, Edition Odile Jacob, 1994.
  9. LACAN, J., Le Séminaire, Livre IV, La relation d'objet, 1955-56, Paris, Seuil, 1994.
  10. LACAN, J., "La Métaphore du Sujet", Ecrits, Paris, Seuil, 1966.
  11. MILLER, J.-A., "Psychothérapie et psychanalyse", 1992, La Cause freudienne, n° 22, pág. 7 a 12.
  12. Cette recension a été réalisée à partir des articles du 5ème volume de psychiatrie de l'Encyclopédie Médico-Chirurgicale. (E.M.C.)
  13. DUZUR, N., L'écclectisme en psychothérapie: insistance et enjeu, 1993, mentionné dans "Nouvelles thérapies: origines et développements récents de F. FERRERO, J. BESSON, J.N. DESPLAND. E.M.C, Paris, 1995, p.7.
  14. PAVLOV et BECHTEREV sont deux élèves de SECHENOV. Ils poursuivent l'étude des réflexes conditionnés commencée en 1865. La psychologie est définie comme l'étude des comportements observables, eux-mêmes conçus comme des réflexes du cerveau. Le comportement devient un processus d'apprentissage.
  15. FONTAINE, O. et ROGNANT, J., Les thérapies comportementales, 1986, pág. 18, E.M.C. psy, volume 5.
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