Mayo 2003 • Año II
#7
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Ética, política, y diferenciación sexuada

Silvia Ons

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Dominique Gromez, fotógrafa.

El despliegue del pensamiento filosófico en cuanto a la ética se va articulando con la enseñanza de Lacan y, de este modo, va quedando planteada la diferencia fundamental que la ética del psicoanálisis introduce en relación a otros discursos. Lacan sitúa a la ética en relación al imperativo freudiano wo es war soll ich werden, diciendo que “su raíz nos es dada en una experiencia que merece el término de experiencia moral y que se sitúa en el principio de la entrada en análisis”; lo cual constituye un “imperativo inédito que tiene lo universal del categórico pero no excluye lo hipotético del uno por uno”.

Hoy se invoca a la ética apelando a una función reguladora de las fuerzas científicas, mediáticas, políticas. Esto refiere a la separación radical entre la ética y los dominios mencionados. Si el poder debe ser sopesado, ello se debe a su desvinculación con la ética. En efecto: la ética ya no está en su ejercicio. Ahí el signo de su ocaso.

La ética se extingue cuando lejos de ser la práctica de un poder se circunscribe a limitar su ejercicio, delatándolo. Cuando se denuncia un discurso, sostiene Lacan, no se hace más que perfeccionar su existencia. La ética no es discurso aleccionador, antes es por excelencia praxis y ello remite a la raíz del vocablo ya que ethos es costumbre depauperizada por la moral de los “valores”.

Hegel afirma que en las comunidades originarias existía identidad entre el poder y la ética. La ética como disciplina filosófica surge en Grecia con la desaparición de la polis, momento histórico donde para Hannah Arendt comienza a quebrarse la juntura entre política y ética, ruptura que se consumará con el cristianismo. Lacan llama “ética del psicoanálisis” a la praxis de su teoría devolviéndole al término su sentido más originario. Miller nos dice que no hay clínica sin ética. Ambos saben bien que en griego, praxis es ética y política.

De Sócrates a Leibniz, el racionalismo incide en la reflexión ética al extremo de determinarla. Platón supone que hay un conocimiento acabado del bien y que a partir de dicho conocimiento queda trazado el camino para la acción correcta. La respuesta a la pregunta ¿qué debo hacer? está subordinada a la respuesta previa a la pregunta ¿qué puedo saber? en la que se sostiene que con el saber se puede alcanzar lo absoluto. La célebre ecuación ciencia = virtud = felicidad que caracteriza al intelectualismo socrático y que rompe transitoriamente Aristóteles, se reinstala después hasta Kant. Nietzsche ve acertadamente en ese intelectualismo al responsable del divorcio entre la filosofía y el arte, supremacía, en definitiva, de un logos que hará extinguir a la tragedia. Este racionalismo cobrará mucho más tarde su marcada expresión en la convicción enunciada por Spinoza: el orden y la conexión de las ideas son los mismos que el orden y conexión de las cosas. Kant marca a fuego un punto de viraje que interesa al psicoanálisis y por ello, en este punto, como piensa Lacan, es más verdadero que Spinoza. La Crítica de la razón pura tiene un sentido negativo pues limita las pretensiones de la razón, después de Kant la razón no podrá sostener que conoce a través de un saber teórico la totalidad, lo absoluto, lo incondicionado. La Crítica de la razón pura tiene también un sentido positivo, ya que, al limitar las pretensiones de la razón en el plano teórico, abre la posibilidad de su uso en el plano práctico, es decir, en el plano que interesa a la ética.

El problema ético ya no se dirime en torno al conocimiento teórico de lo absoluto, porque para el conocimiento teórico lo real es inaccesible. La acción se independiza así del yugo gnoseológico alcanzando autonomía. Lejos del intelectualismo socrático, la fractura en la equivalencia entre ciencia, virtud y felicidad, será irrevocable.

No es posible abordar la Crítica de la razón práctica sin situar el límite de la razón en el plano teórico, es decir, la cosa en sí. La ética abre la posibilidad de un acceso al real incognoscible, edificándose en los confines del saber especulativo en los que el acto se nutre ya no del saber ,sino de su límite. Dice Kant: “En cuanto vivimos moralmente participamos del mundo noumenal frente al cual la razón pura había tenido que confesar su impotencia”.

Encontramos una secuencia similar en el pensamiento de Lacan. En la primera parte de su enseñanza el significante tiene un carácter iluminista, la sombra de la razón es atribuida a una sola resistencia, la del analista. Miller advierte que el primer algoritmo lacaniano desconoce la experiencia de lo real en la medida en que lo simbólico tiene un papel rector. El Seminario VII introduce una ruptura ya que es un hito capital en la construcción de lo real, dedicado a la ética nos muestra así que ella abreva en lo real. “Mi tesis -dice Lacan- es que la ley moral se articula con la mira de lo real como tal, de lo real que puede ser garantía de la Cosa.” Su primer esbozo toma como referencia al Das Ding kantiano articulado ya por Freud con el complejo del semejante. A diferencia de Kant, para Lacan el núcleo opaco de la cosa es su cara de goce no considerada en la filosofía. Sin embargo, la filosofía le ha dado algunas huellas: El idealismo alemán, canto y exaltación de la voluntad ¿no se erige acaso en el campo que abre Kant del dominio de la razón práctica, en la que el hombre no está sujeto al encadenamiento de las causas y de los efectos del mecanicismo científico? Dibujado el ámbito de das Ding se abre la ley moral kantiana, el abismo del misterio maléfico del Dios de Shelling, la voluntad de Shopenhauer identificada incluso con la cosa en sí, el “así fue ,así lo quise” nietzschiano como topos no teoréticos articulados con el querer del goce.

Jacques Alain Miller encuentra en la Crítica de la razón práctica una referencia a la sátira VI de Juvenal en la que se hace mención al capricho femenino: así lo quiero, así lo ordeno. Osadamente Miller considera que esta frase habría inspirado a Kant en la construcción del imperativo categórico. La paradoja es evidente y suscita los siguientes interrogantes. ¿Cómo se articula lo particular de un capricho con una ley que justamente elimina el pathos de las subjetividades ¿Acaso Miller no nos ha dicho también que la ética kantiana es una ética fundada en el universal del lado macho? ¿ Y no es de su predominio el que habla el famoso celibato de Kant junto con su recomendación del casamiento sólo por conveniencia a los únicos fines de un solvento económico que facilite la tareas del filósofo? Por último: cómo se conciliaría lo anterior con el capricho femenino’. El capricho -dice Miller- es la voluntad fuera de la ley, algo súbito que emerge sin razón y que se emparenta con el acontecimiento imprevisto. Tiene afinidad con lo femenino, con lo absoluto, con lo incondicionado, parentesco con las diosas de la suerte y del destino, consonancia con la tyche.. Extraigo de la paradoja la siguiente conclusión : La voluntad kantiana hunde sus raíces en lo pulsional, incluso en lo femenino de un capricho que bajo la égida de lo universal elide y destierra.

Será a propósito del juicio estético que Kant pensará en una universalidad subjetiva que, a diferencia de la universalidad moral, no entra en conflicto con lo particular. El juicio del gusto como reflexionante pretende legítimamente validez común, comunicabilidad y ella no se contrapone con el goce singular. Lo bello es la forma de finalidad de un objeto sin representación de un fin como finalidad sin fin, ya que no hay concepto. Si el juicio del gusto exige el asentimiento de todos, es porque está considerado como el ejemplo particular de una regla universal imposible de dictar que se realiza en la forma de ese particular. En esta plenitud ajena a la rigidez gélida del concepto se verifica una suerte de reconciliación entre los dos planos separados en el campo conocimiento y de la moral. Sin embargo, Kant no articulará a la estética con la ética , el temor de poner en peligro la supremacía de la moral le impidió dar ese paso.

La ética del psicoanálisis incluye a la diferencia sexual no considerada por la filosofía. Lacan no deja de situarla con relación a un imperativo extraído de Freud: "Wo Es war, soll ich werden", dice que su raíz nos es dada en una experiencia que merece el término de experiencia moral y que se sitúa en el principio mismo de la entrada en el análisis.

Este imperativo es inédito ya que tiene lo universal del categórico pero no excluye lo hipotético del uno por uno. La ética del psicoanálisis no elide la diferenciación sexuada.

NOTAS

  1. Kant, M., “Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime”. Crítica del juicio. Ed. Porrúa.
  2. Kant, E., Fundamentación de la metafísica de las costumbres, trad. García Morente, México, Ed. Porrúa.
  3. Kant, E., Crítica de la razón práctica, trad. Castellano R Aramayo, Madrid, Ed. Alianza.
  4. Kogan, J. La estética de Kant y sus fundamentos metafísicos, Bs. As. 1965.
  5. Lacan, Jacques. “ La ética del psicoanálisis” 1959-1960. El Seminario, Libro VII, Bs. As, 1988.
  6. Lacan, Jacques. Acta de fundación, 1964. La Escuela. ”Textos Institucionales de Jacques Lacan”. Fundación del campo Freudiano en la Argentina.
  7. Maresca, Silvio. Friedrich Nietzsche: Verdad y Cultura, Bs. As, 2001.
  8. Miller, Jacques Alain. Cours “Les us du laps”, 2000. Sixième séance du Cours. Inédito.
  9. Miller, Jacques Alain. Cours “L´ expérience du réel dans la cure analytique”. Inédito.
  10. Vasallo, Angel. Qué es la filosofía. Ed. Losada, Bs. As. 1945.
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