Marzo 2004 • Año III
#9
La sesión corta

Ser el director de su propia sesión

Véronique Mariage

Bajar este artículo en PDF

José Antonio Berni
La Cartoucherie
París, 1985

"Hay un tiempo para reír, hay un tiempo para llorar"
"Hay un tiempo para divertirse, hay un tiempo para trabajar"

Tenía quince años, cuando recibí en la escuela como castigo por haber sido impertinente con los profesores, estas frases para disertar sobre ellas.

Decidida, rehusando a someterme, y desafiando el tiempo que habría para cada cosa para hacer como un deber, hice este desarrollo: « Si hay un tiempo para reír y un tiempo para llorar, qué felicidad que es llorar de risa. Si hay un tiempo para divertirse y un tiempo para trabajar, qué felicidad encontrar diversión en su trabajo. El desarrollo de estas dos ideas fue corto y breve. Entregué mi copia y para mi mayor sorpresa, fue mal recibido. La directora la leyó delante de todas « las castigadas », luego con un gran gesto la rompió exclamando : « Señorita Mariage, usted no irá lejos en la vida con semejantes ideas » y la arrojó a la papelera.

Continué por lo tanto siendo impertinente y debí volver el sábado siguiente para ponerme nuevamente al trabajo. Para conseguir la paz, y para mi mayor lamento, fue necesario que dijera lo que el otro, el maestro, quería escuchar. No tengo recuerdo de lo que escribí entonces. Lo olvidé puesto que no era más que blablabla...y no me pertenecía.

Es porque uno puede llorar de risa y encontrar diversión en su trabajo que el psicoanálisis vive. El AE, si no puede llorar de risa y encontrar diversión en su trabajo no tiene más que callarse o esconderse, abatido como está por el deber y la intimación al trabajo que le incumbe. De este modo, cada vez que habla, tiene que producir, podríamos decir, un efecto de sesión corta,

Una sesión analítica es operar un « llorar de risa ». Una sesión analítica lograda es la que hace pasar lo trágico a lo cómico.

En una cura, lo que no se olvida, y los AE testimonian de ello, son esos momentos singulares en que se produce lo inesperado. Lo inesperado sorprende tanto al analista como al analizante y crea el acontecimiento analítico. Se desprende siempre del acto. Es siempre sesión corta.

¿Cómo el analista puede concebir la sesión analítica en instituciones donde no está instalado el encuentro ni las entrevistas regulares con los residentes?

A menudo me preguntan: «¿Pero por qué continúas queriendo participar en la vida cotidiana de esos niños, no tienes otra cosa que hacer: recibirlos, proponerles entrevistas analíticas, reservar tu tiempo a orientar al equipo... ? Mi respuesta es clara: me atengo a la experiencia, a una experiencia producida allí donde el estándar de la sesión fija no es lo corriente y que tiene como consecuencia producir un inesperado particular. Pues para los niños psicóticos que viven en instituciones, los acontecimientos de la vida cotidiana pueden ser considerados como dichos que hay que elevar al estatuto de un decir. Estos acontecimientos si podemos escucharlos, son aquellos que sorpenden y que no se olvidan.

Muy a menudo, durante la comida, Michel se queja: «Verónique, ese padre dijo de nuevo la palabra; tú sabes la palabra que te he dicho, bajaba la escalera y escuché : «Bastardodiscapacitado». ¡Es siempre lo mismo, prefiere a mi hermanito y solo juega con él! Entonces yo me encierro en mi cuarto y doy todo vuelta. Mi madre llama a mi madrina (una tía) y yo soy el que la liga, ella se mete siempre y yo estoy harto. Voy a agarrar mi bolso y me voy a ir de esta casa podrida. Mi madre dice: «él (su padre), es nada de nada, es nada, nada: solo mirar la TV, comer, dormir. Este padre es nada. ¡Es nulo! ».

Esta queja de Michel es repetitiva y se acompaña de fuertes angustias causadas por otro que hace de él su marioneta o lo maltrata. Todo lo mira, le habla. Incluso los muertos de su familia lo reprenden. Se defiende entonces con violencia o experimentando fenómenos que comprometen su cuerpo hasta ausentarse cayendo. Es entonces en los cortos momentos pasados en la institución que encuentra partenaires que se prestan para iniciar soluciones y donde se estableció un lazo transferencial.

Esto no es sin consecuencias. A menudo, apenas llega al mediodía, me advierte: «A la una no voy a la escuela, me quedo contigo, voy a un atelier». En la escuela, sometido y pretrificado frente al maestro, Michel no aprende nada. Atenta a las manifestaciones de su angustia, no doy consistencia a su demanda. En el momento de partir para la escuela Michel insiste: «No voy a la escuela». Le propongo entonces llevar a los otros y le pido que se instale en el escritorio y tome nota de los nombres de aquellos que me llamen. A la vuelta, me pregunta : «¿Entraron a las clases?» Voy a ver (yo puedo ver desde la puerta de entrada del «patio» situada cerca de la del escritorio) Le informo: «casi, están a punto d... , Michel apareció, hay que ir. Corremos, nos reímos, es necesario que no nos vean. Entramos por el otro lado del corredor. Nos escondemos. El maestro dice: «Ustedes no vieron a Michel ?» «Si estoy aquí», dice saliendo de su escondite y va a unirse radiante a su grupo. Estoy un poco molesta frente al instructor por haber seguido a Michel de este modo y divertida le digo : «Mira, Michel deseaba llegar un poco retrasado para estar aquí».

El instructor sonríe y dice a Michel : «Entonces Michel aquí estás». Durante dos semanas todos los viernes había que repetir este escenario, este «un poco retrasado para estar allí». El instructor se prestó a ello. Michel pudo participar mucho más en los aprendizajes de la clase.

Al retorno de la vacaciones, Michel se queja de nuevo de su padre y de su tía muy presente en su familia. Angustiado, no puede dejarme. El mundo lo mira y lo persigue. La tensión aumenta. Para salir de esta situación, Michel me propone jugar al juego «el mentiroso» que yo no conozco. Me explica las reglas: «Debemos encontrar un lugar para cada miembro de una familia, pero no podemos mentir. Pero, ves a esas, son tías Carabosses y no sabemos donde ponerlas». Deduzco de todo esto: «entonces esta malvada tía Carabosses, si queremos librarnos de ella, estamos obligados a mentir escondiéndola en la familia», « ¡y sí !, me dice y te pueden acusar de haber mentido y entonces perdiste».

Luego de varios partidos en que cada uno acusa al otro de haber mentido y entonces pierde, se encadena una última parte. Michel se libera de todas sus cartas, sin que yo haya podido denunciarlo, y me dice con júbilo : esta vez, he ganado verdaderamente, pues no he mentido jamás y me lo prueba dando vuelta todas sus cartas. Entonces pregunto : «¿Tú no tenías entonces tías Carabosses ?» «¡Y, no!, y ahora tu has verdaderamente perdido», me responde. Me apresto a ordenar el juego haciendo la comedia de estar decepcionada por haber perdido de ese modo, pero Michel me detiene. «Espera, mira, me dice, ¡ah ! ¡ah !, no ha terminado... » Saca dos cartas de debajo de la mesa, dos tías Carabosses, empieza a reír y dice alto y fuerte para que todo el mundo lo escuche : «¡ah ! ¡te la hice lindo!, ¡te la hice lindo! las había escondido». Le digo : «Entonces, eres un tramposo, y tú, tú Michel, tu puedes engañarme». Haciendo como que lloro: «soy entonces una engañada». Habiendo recuperado su buen humor, distendido, me pide ir a la escuela.

Por medio de estas pequeñas puestas en escena, Michel crea su sesión. Es el director, ubica el marco y el escenario. Yo soy el actor. Hace pasar de este modo lo que hace la tragedia de su vida a lo cómico.

Traducción: Silvia Baudini

El Caldero Online Cuatro+Uno EntreLibros
La Red PAUSA ICdeBA IOM2
EOL Wapol FAPOL Radio Lacan