Junio 2006 • Año V
#12
Misceáneas

La ascesis freudiana: las cartas a Fliess

Eric Laurent

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Luego de las más de mil cartas de amor que escribiera a su futura esposa hasta el año 1886, un año después, Freud comenzó su relación epistolar con Fliess. ¿De qué naturaleza es esa relación que el inventor del psicoanálisis mantuviera durante diecisiete años en 284 cartas?

Eric Laurent narra un cuento de aventuras en torno al descubrimiento y los secretos de las cartas, que nos recuerda los famosos maletines -McGuffin- que todos intentan capturar en los filmes de Hitchcock.

Critica después la lectura que hiciera el psicoanalista americano Kris, quien en esta correspondencia veía sólo el diálogo de dos amigos, para situar la respuesta que sólo Lacan pudo dar respecto del objeto transferencial que Fliess ocupara para Freud; en sus propias palabras: "un extraordinario trabajo del amor".

Si la teoría freudiana no se inscribe naturalmente en el espíritu vienés, ¿de dónde proviene? La relación con Fliess recuerda esta dificultad de interpretación. ¿Es necesario ver en Fliess un amigo con el cual Freud compartía un programa científico positivista antes que se separaran, o tal vez, el gran Otro forjado para las necesidades del autoanálisis?

En Freud existen tres correspondencias importantes. Primeramente la que mantuvo durante sus cuatro años y medio de noviazgo (1882-1886); una carta por día, aproximadamente, más de un millar de cartas que el actual presidente de los archivos de Freud, Harold Blum, calificó en 1986 como la "más importante correspondencia amorosa de la cultura occidental" [1]. Es el único juez, puesto que esas cartas no han sido aún ni publicadas ni son accesibles. Después está la correspondencia mantenida luego del nacimiento del primer niño Freud, Matilde, (16 de octubre de 1887) con quien se transformaría en su otro por excelencia. La primera carta de Freud a Wilhelm Fliess está fechada en noviembre de 1887. Esta correspondencia durará 17 años, la conforman 284 cartas de Freud, en la edición completa. Y finalmente están las otras correspondencias, ya sea con Jung, con Abraham o con Ferenczi, por nombrar las más importantes. Tienen diversos destinatarios, pero Freud escribe desde una misma posición, la de fundador del psicoanálisis.

La correspondencia con Fliess, contrariamente a la primera, no permaneció inédita, fue publicada dos veces. Primero por su descubridor, como se dice de un tesoro, en los años 50. Luego, en los años 80, según las reglas universitarias comunes, integralmente. Solo la última edición tiene valor testimonial. Las circunstancias del descubrimiento explican la primera publicación. Ellas contienen los ingredientes de un cuento de hadas moderno, y por lo tanto atroz: una princesa, las investigaciones científicas, un viejo sabio judío, los nazis.

Nos serán relatadas luego por Jones, pero con las cartas de la princesa como un plus, en su biografía. Ocho años después de la muerte de Fliess, y tres años después de que Adolf Hitler tomara el poder, el 30 de diciembre de 1936, Marie Bonaparte recibe la oferta de un marchand de arte a quien la Sra. Fliess le había vendido las cartas de Freud. Ella quería dárselas a la Biblioteca de Berlín, pero como se quemaban los libros de Freud, entonces, las vende. Freud, al enterarse le propone inmediatamente comprárselas y a partir del 7 de enero de 1937 Marie lo rechaza: "las cartas y los manuscritos me fueron ofrecidos con la condición que no las revendiera a ningún precio a la familia Freud de forma directa o indirecta, porque tememos la destrucción de ese material importante para la historia del psicoanálisis". Marie alcanza a extraerlas de un cofre del banco Rothschild en Viena luego de Anschluss, ante los ojos de la GESTAPO, para dejarlas, a partir de 1914, en la delegación del Danemark, en París. Se vuelve a juntar con ellas en Londres en 1945, y llegan a ser publicadas en alemán en 1950, en inglés en 1954 y en francés en 1956, editadas como una bella formación de compromiso por Anna Freud, Marie Bonaparte y Ernst Kris, precedidas por un prefacio-guía de lectura de Kris, que es traducido con el resto. [2]

La formación de compromiso logra la publicación de 168 cartas, una vez cortados los pasajes que amenazan con contravenir la discusión médica o personal... los esfuerzos que hizo Freud por captar las teorías científicas y los cálculos de períodos elaborados por Fliess... ciertas circunstancias familiares y ciertos incidentes acontecidos en el círculo de sus amigos. Cuando 35 años más tarde las cartas fueron publicadas integralmente, primero en inglés, luego en alemán [3], sabríamos que los "incidentes acontecidos en el círculo de sus amigos", hace referencia sobre todo a las aventuras que protagonizó Emma Eckstein, personaje central del sueño denominado "la inyección de Irma".

Ahora sabemos todo sobre la falta profesional de Fliess, sobre la forma en que Freud quiso cubrirla, y también sobre el hecho que Irma se volvió luego psicoanalista. Sabemos también que esas cartas no ocultan escándalos mayores ni revelan sensación alguna. Sabemos también que el problema de la traducción de esas cartas en francés es mayúsculo, que la traducción hecha por una amiga de la princesa en 1956 resulta cada vez menos precisa. Sabemos finalmente que el problema central que nos plantean esas cartas es el de su interpretación.

Hay que distinguir radicalmente la recepción que las cartas tuvieron en el mundo anglosajón y en el espacio de lengua francesa. En lo que concierne al mundo anglosajón, la lectura de Kris predominará hasta la publicación de un artículo de Schur y la adopción parcial de las tesis de la "escuela francesa" [4]. Del lado francés, la lectura propuesta por Jacques Lacan, según premisas totalmente distintas a partir de 1955, es la más fecunda.

Para Kris, en esas cartas de lo que se trata es de una discusión científica entre dos sabios unidos por una amistad profunda. Freud nos lo había dicho, tenía siempre la necesidad de un amigo y de un enemigo íntimo. La situación social y científica de Fliess, otorrinolaringólogo berlinés apasionado por hipótesis fundamentalistas eran muy similares. Freud lo encuentra por intermedio de un amigo en común, el Dr. Breuer (cf. El caso Anna O.). El culto del ideal científico del tiempo, el programa reduccionista de Helmholtz-Brücke los une. En el momento en que Breuer se distancia de Freud, este encuentra a su relevo. En medio de esta amistad científica, Freud comienza su autoanálisis (verano de 1897) donde encuentra por primera vez el Complejo de Edipo. Y es así que se produce la caída de Fliess: "Analizándose a sí mismo Freud abre la vía a la comprensión de los conflictos de la primera infancia, algo que implicaba una modificación de sus intereses científicos... veía atenuarse en él la necesidad de explicar por factores fisiológicos los procesos psicológicos... cada vez que había tenido necesidad de información sobre las bases fisiológicas, Freud se dirigió a Fliess... a partir de esta época, esa necesidad decrece". Freud puede entonces darse cuenta hasta que punto las doctrinas de Fliess "se estaban alejando cada vez más de los hechos y de la observación". He aquí el punto de vista resumido de Kris, tal y como se expone en su introducción.

Para Lacan se trata de otra cosa. Las relaciones Fliess-Freud no es una amistad entre pares compartiendo el mismo saber, se trata de un amor del mismo orden que aquel que se instalaba con sus pacientes, una transferencia. Freud descubre a Fliess y "hace esfuerzos" por comprender las teorías de Fliess, si "sobreestima" su saber sobre el sexo es para llegar a decir, a ubicar en el interior de esta relación, lo imposible de decir sobre el sexo y su falta. Es por esto que "no es para nada como intenta hacérnoslo creer Kris, que Freud haya pasado del pensamiento mecanicista al pensamiento psicológico... es siempre el mismo pensamiento que se continúa... pero completa su esquema haciendo entrar allí algo totalmente diferente que es la noción de información" [5]. A la energía constante, mínima que Freud hereda del programa de Brücke, Lacan le da su verdadero nombre: "la entropía en tanto que tal se realiza en este acto original de comunicación que es la situación analítica". Al comienzo de su correspondencia con Fliess, Freud reconstruye la memoria, el juicio a partir de la sensación, no considerando el problema del encuentro con el objeto más que como un problema secundario. Es en el curso de la conversación fundamental con Fliess que Freud encuentra el problema mayor de la falta (la inyección dada a Irma), y el de la pérdida de su padre (la falta (faute) de Edipo). Encontrará en sueños y en Irma y su padre, lo que lo llevará a rechazar en primer lugar todo abordaje a partir de la sensación para centrarse sobre el cerebro como "máquina de soñar". El cerebro no es simplemente un órgano de homeostasis sino una máquina de producir el símbolo y el encuentro. En términos contemporáneos diríamos que Freud, según Lacan, describe que el cerebro, en su proceso primario procede según algoritmos acabados que contienen en ellos mismos una condición de imposibilidad. La reconstrucción mecánica de la realidad por Freud que conduce no obstante al sueño, y al descubrimiento de su enigma, de su ombligo, lo distanciará de Fliess.

En el mundo anglosajón es Max Schur, médico de los últimos momentos de Freud cuya amistad con la familia le dio acceso a las cartas en su totalidad, quien será el primero en reformular la "amistad" Freud-Fliess. En su artículo de 1966 sobre las circunstancias del affaire Emma Eckstein, y sobre todo su libro de 1972 La muerte en la vida de Freud, la describe más bien como una transferencia tomando en cuenta, sobre todo, las manifestaciones somáticas de Freud. Sin embargo retrocede en última instancia respecto del misterio: ¿"Cómo pudo desarrollarse una transferencia en el caso de Freud? Era su propio analista y no obstante, la necesidad esencial, el deseo irresistible de un objeto transferencial se manifestó en su autoanálisis y apareció en su relación con Fliess" [6]. Esta idea de autoanálisis que Freud mismo califica de "imposible" hace enigmática la presencia de Fliess. Hay que destacar que la biografía de Freud de Peter Gay, aunque muy schuriana, insiste mucho más sobre la alteridad psicoanalítica de Fliess (cf. nota 4). Lo que queda es que solo Lacan responde a la pregunta de Schur sobre "el deseo irresistible de un objeto transferencial" caracterizando el saber en juego en un análisis como una "suposición" que no puede ser propiedad de ninguno de los partenaires y mostrando su determinación a lo largo del análisis como valor pulsional y lógico que termina por reducir a nada la hipótesis transferencial.

Para captar la ascesis de Freud en su larga relación con Fliess, tal vez, no hay mejor palabra que la que Freud aplicaba al retorno de las cartas a manos de Marie Bonaparte: "un extraordinario trabajo del amor". Todo análisis exitoso lo repetirá.

Traducción: Liliana Bilbao

NOTAS

* Este texto fue publicado en Magazine Littéraire, hors-série nº 1, FREUD et ses héritiers, l'aventure de la psychanalyse, Paris, 2º trimestre de 2000. En español fue publicado en La revista del psicoanálisis. Subjetividad de la época, Año I/Nro 3/Septiembre de 2000/Versión Gráfica.

  1. Citado en Gay, Peter: Freud, una vida de nuestro tiempo, Ed. Piados, 1989, especialmente el Cap.2.
  2. Freud, Sigmund: nacimiento del psicoanálisis, edición establecida por Marie Bonaparte, Anna Freud, Ernst Kris. (ed.P.U.F. 1956)
  3. Freud, Sigmund: The complete letters of Sigmund Freud to Wilhelm Fliess (1887/1904), Translated and edited by J.M.Masson, ed. Harvard University Press, London 1995. Un año más tarde, publicado por los mismos cuidadores en alemán.
  4. Leer los pasajes sobre Fliess como gran Otro de Freud en Gay Peter, op.cit., así como el elogio de la biografía de Octave Manonni y las frecuentes referencias al "autoanálisis de Freud" de D. Anzieu.
  5. Lacan, Jacques, El Seminario, libro II, El yo en la teoría de Freud (1954/55) Ed. Piados, 1992.
  6. Schur, Max: La muerte en la vida de Freud, Ed. Gallimard, 1975, pág. 102.
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