Junio 2006 • Año V
#12
Entrevistas

Freud y la guerra

Marlène Bélilos

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La relación de Freud con la guerra y los grandes hombres de su época (Romain Rolland, Einstein, Wilson) le permite a Eugenie Lemoine-Luccioni analizar las manifestaciones de la pulsión de muerte en la actualidad. Desde su inicial fascinación por la guerra de 1914 en la que se enrolaron sus tres hijos -cuando dice: "Hago entrega de mi libido a Austria-Hungría"-, a la escritura de El malestar en la cultura, hasta su exilio en Londres, la autora sitúa cómo la guerra estaba en el centro del pensamiento de Freud, porque es la "explosión de la pulsión de muerte" en la lucha entre los hermanos, fundada en la rivalidad respecto del padre. La profunda verdad que descubrió Freud es que el odio es inseparable del amor.

Freud adivinó la estrecha relación entre el avance tecnológico y la autodestrucción del hombre. Así fue cuando preguntó a uno de esos grandes hombres, Einstein, qué iba a hacer con su descubrimiento de la materia y la energía, es decir "el secreto de lo que mantiene todo junto", descubrimiento que fue la base de la bomba atómica. La segregación y la pulsión de muerte como manifestaciones de lo real son el objeto de este trabajo.

Esta entrevista es la trascripción de una emisión propuesta por Marlene Bélilos, difundida en la radio suiza de lengua francesa , en abril de 1998. La publicamos en ocasión del Coloquio Gennie Lemoine que se llevó a cabo el domingo 5 de Marzo de 2006 en Paris en su memoria.

-Hablaremos de la guerra y del psicoanálisis, de Freud y de Lacan. En lo que concierne a Freud, estoy impresionada por una declaración que él hace al comienzo de la guerra de 1914: "Hago entrega de mi libido a Austria-Hungría." Sus tres hijos son enrolados en la guerra. Freud vive la guerra con una especie de febrilidad, participa de las victorias, piensa que Austria-Hungría va a ganar.

Eugénie Lemoine-Luccioni –Sí, es una declaración sorprendente. Reconozco que la abordo con precaución. Freud ha estado muy concernido, incluso apasionado, por la cuestión de la guerra, la de 1914-1918 por cierto. También estará absolutamente concernido por los primeros ruidos de la futura guerra de 1940-1945 y por la cuestión del antisemitismo.

Pero creo que si ha estado tan concernido por la guerra, al punto de decir: "Entrego mi libido a Austria-Hungría", es a causa del país que fue suyo, es decir su tierra y que sólo abandonará con mucha dificultad para exilarse en Londres. Hay una cuestión, que por cierto puede ser desconocida referente a esto, que es que este problema de la guerra confluía en un nivel muy profundo con su trabajo de psicoanalista, de erudito y de filósofo conmocionando todo el pensamiento moderno.

-Antes de abordar el tema en profundidad, encontramos esta relación que Freud va a sostener con los grandes de su siglo. Es Romain Rolland, es Einstein y es Wilson. ¿Porqué estas correspondencias?¿Qué espera Freud de estos encuentros?

E. L.-L - Estos acontecimientos dramáticos coincidieron hasta tal punto con sus preocupaciones profundas, que él deseó encontrarse con los grandes hombres que fueron en algún momento sus amigos, como Romain Rolland, y quizás pensaba que esos grandes hombres que él admiraba, entre los cuales uno era científico, le iban a aportar una respuesta que le concerniría.

Sabemos que estaba muy ligado a Romain Rolland. Ha tenido por él, a lo largo de toda su vida, una gran veneración. Romain Rolland no le aportó gran cosa sobre la perspectiva de saber dónde se enraíza la guerra en nuestra psique profunda y Einstein no le respondió absolutamente nada. Este deseo de encuentro por parte de Freud, prueba que él ha trabajado para eso, ya que era toda su obra la que encontraba allí como un alimento, como la chispa que enciende la mecha. La guerra está en el centro de su vida de inventor del psicoanálisis, porque toca a la pulsión de muerte. Con Wilson, se ocupó de lo que debió haber sido su contrario, la paz -allí, es la derrota del superyó y de su ideal.

Con El malestar en la cultura, Freud pone en evidencia el hecho de que la cultura trabaja para la destrucción del hombre. Hoy, esto sigue siendo una evidencia que no es soportable. Es sin embargo un hecho que los descubrimientos tecnológicos trabajan para la destrucción del hombre, al mismo tiempo que para su salvación temporal.

Estos tres temas freudianos, entre los principales de su doctrina, están fuertemente articulados a lo que pasa en el mundo en esta época, a partir de 1919. Finalmente, esto toca un punto muy sensible, que son los celos fraternos, que se fundan sobre la rivalidad con respecto al padre, fuente de todas las tensiones agresivas.

Con la historia de san Agustín, Lacan ha ido más lejos. Explica en efecto que si san Agustín está tomado por un violento deseo de muerte, que lo aterroriza a él mismo, viendo a su hermano de leche pegado al seno de su nodriza, es que ese seno, es él. No se ha desprendido aún de esta masa indiferenciada que el niño forma con su madre nutricia.

- ¿Se pueden hacer analogías entre los individuos y las naciones?

E.L.-L. - Freud piensa efectivamente que se pueden hacer analogías, quizás homologías, pero jamás ha empujado más lejos su investigación teórica sobre este tema, y él lo dice. No le interesa demasiado saber cómo y por qué. No está de acuerdo con los arquetipos prometidos por Jung para explicar un inconciente colectivo. Lo que constata es que se trata siempre de historias de dobles. Los dos hermanos son dobles, tienen el mismo padre y la misma madre, se los disputan. Dos naciones son dobles, se disputan la misma tierra, el mismo petróleo, el mismo golfo, los mismos intereses económicos, la misma predominancia sobre los vecinos, y sobre todo el mismo cielo. Es un hecho, ha devenido un hecho y Freud ha vivido esta especie de fenómeno difícilmente explicable, de acontecimientos que nutren su teoría, que han venido a alimentarla, a fecundarla.

- En su correspondencia con Romain Rolland, Freud escribe: "Usted es el apóstol del amor de los hombres." Al mismo tiempo, parece ajeno al pensamiento de Romain Rolland; dice también: "Estoy tan cerrado a la mística como a la música."

E.L.-L. - La no-respuesta que Freud ha encontrado de estos hombres es sorprendente y muy preciosa para nosotros. No es tanto que Freud haya estado cerrado a la música, sabemos bien que había cerrado el piano de su mujer, pero por el contrario era muy escéptico respecto del "sentimiento oceánico" tal como Romain Rolland lo entendía, como una especie de acuerdo de todos los seres, como una lengua que podía hacer lazo. Pienso que Freud estaba convencido de la profunda ambivalencia de los sentimientos humanos. Escribió un texto definitivo sobre la ambivalencia de las palabras primitivas. Para él, no hay amor sin odio. La profunda verdad de Freud, es haber descubierto que no hay amor sin odio y sin duda, no hay odio sin amor. Los celos fraternos de los que hemos hablado son justamente eso: dos hermanos se aman, pero no pueden amarse sin odiarse. El amor, si no está sublimado, hace que uno destruya al otro. Lacan dirá que la castración simbólica es una necesidad.

- El "sentimiento oceánico" de Romain Rolland es lo que inspira a Freud El malestar en la cultura.

E.L.-L. - El sentimiento oceánico, es probablemente un sentimiento místico de felicidad total y de pérdida en una especie de unidad total. Para Freud, esto no es más que un sueño místico, por no decir una forma de delirio. Para él, lo que está en el fundamento de la cultura, es la destrucción del hombre. La historia moderna de la ciencia, los descubrimientos extraordinarios de la tecnología le han dado la razón a Freud al punto de inquietarnos a todos. Que sea posible, por ejemplo, engendrar los recién nacidos por desdoblamiento del mismo es absolutamente horroroso. En cuanto a la bomba atómica, Freud no la conoció, pero cuando le escribe a Einstein es para saber qué iba a hacer con su descubrimiento de la materia y de la energía. Porque si se descubre el secreto de lo que permite mantener todo junto, quizás se descubra el secreto de lo que permanece junto.

- Freud se desilusiona rápidamente en lo que concierne a la guerra. Le escribe a sus amigos que está muy decepcionado por lo que pasa y que teme por la humanidad. No creyó por mucho tiempo en las victorias de Austria-Hungría.

E.L.-L. - Freud encontró muy rápido su verdadera posición respecto de la guerra. Percibió bien que ella era la más grande explosión de la pulsión de muerte que podía producirse. Era el resultado de una potente represión que no dejó a las pulsiones esenciales manifestarse. Por ello, estas últimas no han pasado a las costumbres, al lenguaje. Es un hecho, que ha habido siglos de retención y las guerras pueden ser consideradas en esta perspectiva, como explosiones que son manifestaciones de la pulsión de muerte.

- La pulsión de muerte, es el objeto de la segunda tópica de Freud.

E.L.-L. - Hay un gran viraje en el pensamiento de Freud. Partió de una primera tópica: lo inconciente, lo subconciente, lo preconciente, lo conciente, después del famoso sueño de "la inyección de Irma", por lo cual decía que deseaba que se escribiera sobre su tumba: "Aquí yace el inventor de la interpretación de los sueños, y de la inyección hecha a Irma". Hizo muchas otras cosas, pero en esto sabía que había tomado un giro decisivo.

Reemplazó esta primera serie por otra: el ello, el yo, el superyó, el ideal del yo. Es muy importante. El ello, es lo que soñamos ser, lo que Lacan designará como lo real, lo imposible de colmar, lo imposible de decir, de simbolizar, que se acumula y que negamos: "No, yo no soy eso." Es lo que alimenta al inconciente. Encontró todo esto en un sueño de la garganta de la pobrecita Irma que tenía una angina. En el sueño, la examina y ¿qué ve? Las profundidades blanquecinas, las mucosas inflamadas, cosas horribles como cabezas de medusa que abren la boca y gritan. Es horroroso! Concluye que es la muerte, o el sexo. Pero es también lo que no puede pasar la barra del inconciente y es lo que alimenta las guerras y otras calamidades del mundo.

- ¿Se puede decir que esto ha sido inspirado por el contexto histórico y social de la época?

E.L.-L. - De ningún modo, ya hay allí un encuentro. Ya lo había pensado, llega allí al término de una reflexión. Yo digo que el fuego fue puesto sobre la mecha, que eso fue determinante. Por otra parte, Freud era de un pesimismo total. He escuchado decir a Lacan que se le reprochaba ser pesimista, pero que al lado de Freud, él era más bien optimista. En efecto, ha pregonado el significante, el objeto a, todas cosas que salvan de la desesperación. Finalmente, para Lacan, el sujeto mismo puede hacer algo. Con Freud, es a pesar de todo, menos alegre.

- Es difícil, sin embargo, hablar de Freud y de la guerra sin anunciar que Freud era judío. ¿Cómo ha sido él mismo marcado por esta cuestión?

E.L.-L. - A juzgar por el fervor que ha experimentado en los primeros tiempos de la entrada en guerra de Austria-Hungría, se observa bien que lamentaba que los judíos no fueran de esos pueblos que parten a la guerra por una causa común, que participan de la vida de las naciones. Ciertamente, él era judío, de ningún modo lo negó. Pero no era religioso, no practicaba.

- Incluso decía que era un Judío ateo.

E.L.-L. - Era un Judío ateo así como muchos cristianos son católicos ateos. No olvidemos que Freud ha favorecido el acercamiento de Jung con su propio movimiento analítico justamente para no otorgar la marca judía a su movimiento. Es decir que no quería que los Judíos permanecieran aparte. Su fervor respecto de Austria-Hungría y su manera de ser reservado frente a los judíos, que vivían entre judíos, es decir siempre en exilio; eso no le impedirá partir en exilio, gracias por otra parte a Marie Bonaparte, y de encontrarse finalmente en Londres donde permanecerá un año. El exilio le será duro ya que se había enraizado allí, y escribe un maravilloso alemán ¿no es cierto?

- La intervención que hace en la sala judía Bnai Brith se titula "Nosotros y la muerte". Allí considera que los Judíos podrían estar en mejores condiciones de comprender esta cuestión de la muerte.

E.L.-L. - Si, porque el exilio es ya una forma de muerte para Freud. El exilio representa para él la separación de los hermanos, es decir la humanidad. Esto no es una especificidad judía, porque lo encontramos en los Griegos. Antígona, por ejemplo, quiere enterrar a su hermano para reintegrarlo a la tierra de la ciudad, para que el linaje de los Labdacides no sea más condenado a los ojos del mundo. Los Judíos no están condenados, pero se han apartado.

- La correspondencia entre Freud y Einstein se hace bajo la égida de la Sociedad de las Naciones. Einstein interroga a Freud sobre el fundamento de la guerra.

E.L.-L – Einstein tendió las bases de lo que más tarde iba a dar nacimiento a la bomba atómica sin la menor implicación subjetiva. El hombre de ciencia escotomiza al sujeto. A la inversa, Freud sabe que esta potencia de destrucción está en el corazón del hombre mismo. Y esta pulsión de muerte, esencial en el hombre, no sólo no hay que escotomizarla, sino que se trata para Freud de hablarla, de decirla, a fin de extraerla lo más posible, para hacer algo con ella, e impedir que produzca estragos. Es la verdadera razón de El malestar en la cultura, que es una advertencia. Para Freud, es mejor que el hombre sepa. Es de eso mismo que están hechas las grandes obras literarias o filosóficas de la humanidad que, por esta función de sublimación, se encuentran en beneficio de lo humano y no conducen a su destrucción.

Lo que Freud señala en Wilson, es el hijo educado por su padre con la idea de que debe ser excelente, el mejor, incluso si es un alumno mediocre, enfermo, feo. Es necesario que sea excelente en todo, y que gane en todos los planos, y que sea perfecto moralmente. Pero todo esto es muy abstracto; no se lo modela así y Freud lo dice.

- Romain Rolland, Einstein, Wilson: tres grandes hombres con los cuales Freud estará en contacto de manera muy diferente.

E.L.-L. – Ama a Romain Rolland como un padre espiritual. Es un gran pensador, un gran humanista. No se puede decir lo mismo de Wilson, ni de Einstein, aunque no tenga rabia contra Einstein, pero con Wilson, sí.

Freud se encuentra entonces en un relación muy particular con cada uno de estos grandes hombres y esta relación se vincula con todos los elementos de la doctrina psicoanalítica que ha elaborado. Estos hombres son mitos, viven en el mundo de los ideales, han tenido padres ideales. No olvide que el psicoanálisis, es la resolución del Edipo. Freud luchaba él mismo contra su Edipo. Finalmente fue necesario que lo liquide. Por este descubrimiento que hizo, de que todos estamos guiados por el inconsciente, arrasó el superyó, lo que podemos aislar de paranoia, de sistema paranoico, no patológico, que caracteriza a todos los grandes hombres incluidos los contemporáneos.

¿Cuándo dejaremos de necesitar a los grandes hombres? Es la pregunta que me hago en La Historia al Revés [1], una pregunta que no está cerca de ser perimida, temo que se planteará aún por largo tiempo. ¿Acaso hoy día funcionamos de otro modo? Freud escribe en Moisés y el monoteísmo: "Despojar a un pueblo del hombre al que celebra como el más grande de sus hijos, es una empresa imposible." Los pueblos, en todos los mitos de todos los países, de todas las edades de la humanidad, quieren tener en su origen, como fundador, un gran hombre. Es un mito, es una leyenda, que probablemente jamás ha tenido, en el modelo de su pequeña familia. Es un defecto de la humanidad, una manera de contarse las historias.

- Usted es escritora y psicoanalista. Creo saber que a usted no le gusta ser presentada como psicoanalista.

E.L.-L. – Detesto por completo declarar "Soy psicoanalista." Psicoanalista no se confunde con un título de trabajo, una denominación de función. Pienso que los Italianos tienen una lengua más apropiada que la nuestra, en la medida en que dicen: "yo hago de panadero."

Traducción: Silvia Salman

NOTAS

* Este texto fue publicado en La Cause freudienne Nº 62, Nouvelle Revue de Psychanalyse, París, Navarin Editeur, marzo 2006.

  1. Lémoine-Luccioni E., La Historia al revés. Para una práctica del psicoanálisis, Ediciones "Des Femmes", colección Psicoanálisis, enero 1993.
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