Julio 2005 • Año IV
#13
Dossier V Congreso de la EBP

El envoltorio de nada en la obesidad

Celia Salles

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De la solución terapéutica de la obesidad al psicoanálisis aplicado a la obesidad

En los casos de obesidad mórbida post cirugía bariátrica, trabajamos con la siguiente hipótesis freudiana: "cuando se interfiere en el acto compulsivo de un paciente, aparece la angustia" [1]. En la compulsión, el obeso amortiza las señales de angustia y permanece en una posición de no querer saber. El cuerpo del obeso es un demasiado lleno que el sujeto vive como un vacío infinito. En la clínica de la obesidad, la mortificación del cuerpo acontece en lo Real sin la mediación de lo Simbólico.

El déficit simbólico, presente en la clínica de los trastornos alimentarios, ya estaba claramente situado por Freud cuando, en 1898, describe las neurosis actuales, localizándolas como "una tensión física que no consigue penetrar en el ámbito psíquico y, por lo tanto, permanece en el trayecto físico". En esa vía, "por una razón cualquiera, el enlace psíquico que se le ofrece es insuficiente, no pudiendo formar el afecto sexual por faltar algo en las condiciones psíquicas necesarias" y, así, "la tensión que no llega a ser ligada psíquicamente se convierte en angustia". [2]

Al interrumpir el acto compulsivo del obeso, la cirugía bariátrica desencadena la angustia y, de ese modo, el discurso de la ciencia –más allá de trabajar a partir de un saber que no incluye al $- desconoce que la pulsión siempre se satisface y produce trabajo para el discurso del psicoanálisis.

El obeso es un sujeto prisionero en su intento de evitar la angustia, colocando el objeto nada en el cuerpo, impidiendo su captura en el fantasma. Tratarse de la obesidad es posibilitar, en un primer momento, la captura del objeto nada en el fantasma, haciendo surgir la angustia constituida, en la cual el sujeto hace la dolorosa experiencia de su propia división; en un segundo momento, se trata de ir más allá de lo que Miller llamó el "envoltorio sin valor" de la angustia [3].

 

Anne, el Monstruo

Anne llegó con 140 kg de peso, diez días antes de realizar una cirugía bariátrica del tipo "Y" de Roux [*]. Apeló a diversos tratamientos, tales como fórmulas adelgazantes y estadías en SPA, hasta concluir que solo la cirugía resolvería su problema de obesidad. Después de la cirugía dice: "la cirugía trae problemas que los médicos ni imaginan, ellos hablan de los cambios, pero no sabe qué cambios son esos. Ser gordo es muy bueno, es bueno tener la comida para calmarnos". Así, una nueva percepción de su vida le produce angustia, no experimentada antes de la cirugía.

En ese punto, Anne enfatiza cómo, antes de adelgazar, no percibía los problemas de su vida: "pensaba que todos mis problemas se resumían en ser gorda".

Ejemplifica: antes de adelgazar, decia que la obesidad no le permitía jugar con el hijo; después de la cirugía, constata que no le gusta jugar con el hijo, y que usaba la obesidad como escudo para eso, así como para otros hechos de su vida. A medida que adelgaza, siente el peso de la vida caer sobre sí. Un día, llorando mucho, dice que envidia a los que pueden comer. Ahora, cuando se pone ansiosa, sufre mucho, pues no tiene más la comida para calmarse. Al mismo tiempo, percibe que la Coca-Cola es un vicio: cuando se pone ansiosa, bebe Coca-Cola y siente pavor al percibir que continúa con mentalidad de obesa.

Frente a la emergencia de la angustia, encuentra una solución equivalente a la de la obesidad en la satisfacción oral de la Coca-cola. Es común en la clínica, luego de la cirugía bariátrica, que los pacientes cambien el vicio de la comida por otro: bebidas alcohólicas, leche condensada, etc. Nuestra meta es que el análisis permita que el a sea capturado en el fantasma, extrayendo goce de la economía de la obesidad y, así, posibilitando sintomatizar la angustia a través de la producción de un síntoma.

Interrogada sobre cómo llegó a ser obesa, explica que desde niña fue gorda. En la infancia, la madre la repletaba de comida. A los nueve años, Anne realiza su primera dieta, adelgaza, y a los diez años –siendo una niña con el cuerpo ya desarrollado, de una mujer- desfila como modelo. Como premio por el desfile, recibe como regalo ropa que le gustó mucho: se la pone y sale para encontrarse con su padre quien, al verla así vestida, la hace ir para la casa, sacarse la ropa y devolverla en el negocio, porque era una ropa muy osada, era como si estuviese desnuda. Ella sufrió mucho, porque le había gustado esa ropa y no entendió el acto del padre. A los trece años, ya era una mujer, y las amigas aun tenían cuerpo infantil; cuando caminaba por la calle, sentía la mirada de los hombres. Hoy, mira sus fotos de los trece años y percibe que era "apetitosa" [**], pero en esa época se sentía un monstruo enorme: ser "apetitosa" le causó problemas dolorosos.

Anne es la hija mayor del segundo matrimonio de su padre, que ya tenía cuatro hijos del primer matrimonio y no quería más hijos. El padre acostumbraba decirle: "mi vida con tu mamá, terminó cuando vos naciste". Los padres se separan cuando ella tenía cinco años. En esa época, el padre les dice a ella y al hermano: "quien viva conmigo, tendrá todo; a quien viva con la mamá, no le daré nada". Anne decide quedar con nada, y con la madre. Recuerda que en la época en que los padres estaban casados, el padre pasaba Navidad con la primera familia y, en año nuevo, salía con su madre: "la fiesta familiar –resume ella- pasaba con la primera familia, y la fiesta mundana, con mi madre; mi hermano y yo pasábamos solos las dos fiestas". A pesar de esos recuerdos, dice que ama, adora al padre, y que solo quería que él la amase. Pero, para el padre, ella siempre fue "un monstruo", como él mismo la llamaba.

Luego de un año de cirugía, y habiendo perdido 40 kg., aun no conseguía mirarse al espejo, no conseguía comprar ropas del tamaño actual de su cuerpo, tenía dificultades en aceptar la flaca que comenzaba a surgir, llegando a decir que no sabía si quería ser flaca: no gustaba de la Anne flaca que le traía tantos problemas.

Durante este año en que ha sido atendida, lo que más incomoda a Anne es la percepción de su responsabilidad en el sufrimiento que la rodea. En el momento de la separación de los padres, optó por vivir con la madre, una mujer muy bella y totalmente consagrada a los cuidados de la belleza: según Anne, la madre "se hace maquillaje definitivo porque, si muere en la calle, ya está maquillada". Ahora, Anne precisa del padre para resolver sus problemas e inicia una aproximación en dos niveles: le solicita ayuda material, pero también ayuda simbólica, porque desea abandonar la profesión de profesora por la que había optado para contrariar al padre, y quiere estudiar Derecho, carrera que el padre le había elegido antes, pero recién ahora descubre el deseo de seguirla.

Luego de adelgazar, un vecino le dice: "ahora parecés una persona normal". Anne dice que se detuvo y pensó: "si ahora me parezco a una persona normal, a qué me parecía antes?". Por mi parte, la interrogo: "sí, ¿a qué te parecías antes?". Ella me responde: "a un monstruo, tal como mi padre me llamaba".

Hubo una encrucijada en la vida de Anne: mientras era una adolescente atractiva, con cuerpo de mujer, se negaba a ser como la madre, y cuando desarrollaba sus dotes de mujer atractiva, el padre la trataba de prostituta. En la obesidad, insondable decisión del ser, Anne encontró una solución en la cual convergían la solución materna que, al repletarla de comida, ocultaba su atractivo femenino, y también la obediencia al imperativo categórico paterno, ser un monstruo. El significante "monstruo" abre la vertiente del fantasma y la vertiente del objeto. Ser un monstruo, en el trabajo analítico, fue tomando nuevas formas que le permitían volver a ser una mujer atrayente y que sublima en el campo de su deseo. Hoy, Anne pesa 86 kg., compra ropa atractiva, se arregla, y –en su análisis- se va estableciendo un cambio en la economía de goce en la cual el monstruo obeso se transforma en monstruo... monstruo de la apetitosa, monstruo de la abogada, monstruo del saber...

El psicoanálisis puro nos enseña que hay un significante que da nombre al goce. El psicoanálisis aplicado a la terapéutica nos enseña que, en los pacientes de la clínica de los nuevos síntomas, el goce se hace presente de modo directo, y mediante la articulación con el significante que lo nombra, podemos hacer al simbólico operar sobre él. En el caso de Anne, tenemos al significante "monstruo" que permitió construir el fantasma de la paciente, pero también Anne-el-monstruo-obeso fue resultado de no saber hacer con el padre: gozaba de manera directa en el acto compulsivo de comer. A través del análisis, descubrimos que el goce era destruir la apetitosa, siendo un monstruo obeso, contenido psíquico que ella ofrece de modo directo a la escucha analítica. Trabajar sobre ese significante en el análisis permitió cambios en la economía de goce llevando a un saber hacer con eso.

El significante monstruo quedaba como imperativo categórico del superyó –"goza!" [4]. La operación consiste en transformar al significante del superyó en un significante que nombra al sujeto en una perspectiva diferente de aquella del imperativo del superyó, permitiendo que el sujeto opera en la vida con eso, y esa operación –efectivizada en el ámbito del psicoanálisis aplicado a la terapéutica- sigue el mismo camino que nos enseña el psicoanálisis puro. Es a partir del oro puro que Freud admite el cobre de lo terapéutico.

Traducción: Marina Recalde

NOTAS
* En el original "capela", en castellano a esa derivación gástrica se la denomina en "Y" de Roux.
** En el original "gostosa".

  1. Freud, S. Conferência XXVI. In: Obras Completas. Rio de Janeiro: Imago, vol XVI, p. 455.
  2. Freud, S. Rascunho E. In: Obras Completas. Rio de Janeiro: Imago, vol. I, p. 217.
  3. J-A Miller. "Angústia constituída, angústia constituinte", intervenção nas jornadas de outono 2004 da École de la Cause Freudienne (ECF).
  4. J. Lacan. Seminário. Livro 20, cap. 2.
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