Febrero 2006 • Año V
#14
Encuentro Americano

El sujeto plusmoderno

Juan Carlos Ubiluz

Bajar este artículo en PDF

Luis Felipe Noé
Expuesta en la Muestra de Virtualia, Palais de Glace, agosto 2005.

Participantes: Marita Hamann (coordinadora), Renato Andrade, Laura Beneti, María Hortensia Cárdenas, Angela Fisher, Elida Ganoza, Fernando Gómez, Marcos Mondoñedo, Alberto Rojas, Juan Carlos Ubilluz.

La respuesta perversa lleva siempre en ella una negación del otro en tanto sujeto, la identificación perversa se hace siempre en función de un objeto fuente de goce para un falo tan potente como fantasmático.
(J. Lacan. Seminario 9)

En este trabajo los autores, luego de caracterizar nuestra época por la desorientación del deseo como efecto de su subordinación a la voluntad de goce, indagan en las relaciones y consecuencias que esto tiene en y con el lazo social. Tambien detallan los recursos que despliega el sujeto para defenderse o responder a los nuevos imperativos, destacando el acrecentamiento de relaciones perversas en distintos planos.

 

La pérdida de sentido político y la voluntad de goce

La época posmoderna, ¿difiere verdaderamente de la época moderna o se trata de una mera invención académica? La respuesta a estas preguntas dependerá de si logramos ubicar algo singular en nuestros tiempos. Lacan advirtió que el goce se había convertido en un factor de la política y que la articulación del goce en el deseo parecía debilitarse. Asimismo, Miller y Laurent proponían en su seminario Del Otro que no existe que los ideales se encontraban hoy separados del goce. Por una parte, esto se debería a la desilusión respecto del proyecto moderno y por otra, a que la "decadencia" del Nombre del Padre "es acompañada del ascenso del plus de goce al cenit social" (Miller138).

Dos ejemplos ilustran esta idea. Uno es el del individuo que procura el goce en los variopintos objetos del mercado (el objeto a instantáneo) y el segundo es el que lo procura en el ideal de alguna secta, cuyo fin último, como opina Eric Laurent, es "liquidar a sus miembros" (70). A pesar de sus diferencias, en ambos se observa el mismo fenómeno: que la caída del Nombre del Padre trae consigo la aparición del superyó en su modalidad de goce, el que posiciona al sujeto como objeto para hacer existir al Otro. En ambos casos, se trata ahora de hacer consistir a un Otro que responda con el goce. Si la modernidad erigió la ilusión de un deseo articulado a través de un Otro universal, la posmodernidad se caracteriza por la desorientación del deseo como efecto de su subordinación a la voluntad de goce. Según Jean Baudrillard, la época moderna, la época de la ideología, presuponía la separación del sujeto del objeto mientras que la posmoderna anti-ideológica anuncia la victoria del objeto sobre el sujeto (26-28).

Pero, a diferencia de lo que cree Braudillard, la ideología no ha desaparecido. La ideología de hoy es la que disfraza el goce con el imperativo de la necesidad acrecentando así la necesidad de goce. La ideología contemporánea es en realidad muy sencilla. En Los cuadernos de Rigoberto, Vargas Llosa la articula de esta forma: procurar la utopía social es una quimera que conduce al totalitarismo y por consecuencia también a la anulación de la libertad del individuo: por ello es mejor actuar de manera desapasionada en el ámbito social dentro de los esquemas utilitarios del mercado y dedicarse más bien a forjar la utopía en el ámbito individual. Esto es lo que hacen los individuos integrados a las sociedades liberales. El deseo se deslinda del deber-ser y se rearticula como voluntad de goce, ya sea a través del consumo, el sexo virtual, las toxicomanías u otras modalidades solitarias. Paradójicamente, esta exacerbación del individualismo trae consigo la desaparición del individuo crítico, del que puede separarse de la demanda del mercado, de la exigencia pulsional al consumo. El no-engañado por la ilusión de lo social acaba así preso de los fantasmas del mercado.

Algo similar ocurre con el individuo en las sectas: en ellas, el individuo crítico se disuelve en el saber como goce de la pequeña comunidad. No debe imaginarse sin embargo que estas sectas son premodernas. Por ejemplo, los grupos fundamentalistas movilizan al sujeto a pasajes al acto, a encontrar un goce en el sacrificio; responden así a la angustia posmoderna frente a un Otro inconsistente. Por otra parte, los fundamentalistas islámicos no pretenden expandir el Islam al mundo entero sino afirmar su derecho a existir como una entre muchas comunidades del mundo. Como defensa de lo particular contra el acoso de la universalidad, el fundamentalismo islámico es un fenómeno típicamente posmoderno. Aparentemente en oposición al McMundo, Jihad es el reverso de la globalización capitalista. En McMundo, se debe lidiar con un mandato de goce en una dimensión individual mientras que en el Jihad se debe lidiar con el mismo mandato en una dimensión social auto segregada. La universalización del mercado y la auto segregación en sectas o en comunidades sexuales son dos caras de la misma moneda.

Tanto en la Jihad como en el consumismo se vislumbra la pasión por lo real del goce. Lo posmoderno es la creencia en el plus de goce, para lo cual los fundamentalismos y el consumismo parecen funcionar como trampolines discursivos. Esto nos permite entender mejor la relación entre el mercado actual y la voluntad de goce. Si bien el imperativo del mercado es el imperativo al goce, éste no se encuentra relacionado de manera directa al mercado, como lo hemos visto con el fundamentalismo islámico.

En la modernidad el sujeto se separa del goce del Otro en tanto saber tradicional y religioso. En la posmodernidad el saber se subordina al goce del Otro como saber de mercado.

 

El perverso lúdico y el hedonismo posmoderno

En la época moderna el hombre empieza a procurar la verdad de su goce en el sexo. El psicoanálisis es el principal movilizador de esta iluminación (Aufklärung): recuérdese que Freud entiende el deseo sexual como aquello que anima todo tipo de lazo afectivo y social.

La época posmoderna sería aquélla en la cual el sexo ha ganado la batalla como la infraestructura de los sentimientos. Para Kristeva, el sexo ya no es revolucionario, por el contrario, no hay nada que sea más parte del establishment que el sexo. ¿A quién podría ocurrírsele lidiar en la actualidad una lucha contra el capitalismo en nombre de la revolución sexual? ¿No es acaso el capitalismo el sistema que ha dado mayor visibilidad al sexo a través de los medios de comunicación? Hoy nos horroriza menos un sadomasoquista que un muchacho virgen de veintitantos años. Nuestra época es perversa no porque haya más travestís, homosexuales y sadomasoquistas sino porque el sujeto debe relacionarse ahora con una ley que comanda el goce. Como dice Zupancic (51), si en otra época el suplemento obsceno superyoico era el reverso de la ley, el suplemento obsceno es hoy la fachada de la ley, o mejor, es la ley misma.

Esto no significa que el hombre posmoderno tenga más sexo que el de la modernidad o el de la tradición ni tampoco que goce más o mejor. Es importante hacer una distinción entre la sexualidad fálica y el sexo como simulacro. La sexualidad fálica conmina al individuo a tratar de colmar su falta de goce a través del lazo con otro, aunque resienta con ello la pérdida de su supuesta autonomía. El imperativo posmoderno ordena al sujeto gozar sexualmente, pero también a no extraviarse en un goce que lo involucre con otro. El viagra, es parte de este imperativo: lo que está pastilla parece decir es: "Ahora no tienes excusa: ¡Goza!, aunque tu cuerpo no lo quiera".

El mercado alberga el simulacro del sexo, el sexo sin el sexo, la ilusión de un goce desprovisto de su sustancia nociva. Como ejemplos tenemos el cybersexo en sus distintas modalidades o el baile del perreo, el cual no es un rito de cortejo sino su reemplazo por la farsa del sexo con ropa. No se trata sólo del retraimiento del cuerpo del acto sexual o de los riesgos sanitarios que éste implica, se trata también de evitar los riesgos de relacionarse con otro.

Esto no implica que todos los sujetos sean perversos pero sí que todos se relacionan de algún modo con la ley del goce. Es perverso quien se somete directamente a ella y se sacrifica por el goce del Otro. Como ejemplos tenemos al corredor de bolsa que debe acumular cada vez más capital y que se suicida cuando lo pierde todo en una jugada ambiciosa, al político que debe robar cada vez más de las arcas del estado y que acaba en prisión debido a que se ha vuelto imposible ocultar las evidencias de sus crímenes o al toxicómano que abandona su posición de sujeto para gozar como objeto del "high" del Otro. El perverso en el sentido clásico del término, el que le da Lacan en "Kant con Sade", es un personaje que es hoy más común que ayer.

No obstante, vemos también aparecer a un perverso de carácter más lúdico, que se asemeja al masoquista comediante del que hablaba Lacan. El perverso de "Kant con Sade" adopta una ética libertina como una suerte de desafío al Padre. Sin embargo, la caída del Nombre-del-Padre implica que éste no se inscribe en el sujeto de igual modo pues, si como opina Zizek, esta caída se refiere al debilitamiento del No paterno, es decir, el "No porque no" (258), de ello se colige una mayor injerencia del Deseo-de-la-Madre en el sujeto y por lo tanto la degradación de la función paterna a una entidad reguladora sin un punto de enunciación fija. La función paterna parece haberse convertido en una función negociadora, como el Estado con las transnacionales.

Los actos del libertino sadiano son indisociables del desafío al Padre: eyacular en un cáliz no tiene sentido sin la creencia en Dios. Para el perverso lúdico, por el contrario, no hay tal desafío, pues asumir la posición del objeto del goce del Otro se halla en cierta concordancia con los ideales del mercado. Esta concordancia relativa tendría las siguientes consecuencias: una mayor importancia del Yo-ideal, el desdibujamiento de la singularidad y el otorgamiento a la perversión del derecho de ciudad. El masoquista comediante es por ello el perverso ejemplar de la época. Deleuze creía que el masoquismo podía contribuir a la emergencia de un nuevo sujeto, el Nuevo hombre. Nosotros creemos más bien que contribuye a la aparición de un sujeto que aspira a convertirse en un objeto. La denegación de la castración materna –el otorgarle el falo como látigo- es aquí paradigmático de la ridiculización de la castración operada por el padre y el deseo de gozar como un objeto que brilla. Quizás, por ello, Deleuze consideraba el surf como el deporte de la época: el surf consiste en conectarse con una ola y dejarse desplazar por ella. Algo similar ocurre en la relación perversa con el mercado: se trata de conectarse con una ola del mercado que pueda enaltecer el Yo-ideal.

Habiéndose debilitado la función paterna, ¿qué podría detener hoy a esta tortura-mandato en las democracias liberales? Según Zupancic el hedonismo posdomerno es una ética que higieniza las manifestaciones del imperativo al goce con el fin de preservar la integridad física y psíquica del individuo. Si, por un lado, el imperativo al goce es el deseo por lo real más allá de las apariencias-objetos, el hedonismo posmoderno como defensa es el deseo del no-deseo: el consumo de un Xanax, por ejemplo. En términos imaginarios, esta ética emite una señal de alarma, el recuerdo de que desear algo con firmeza puede conducir a la pérdida del bienestar. Su guión fantasmático incluye que lo peor está siempre a la vuelta de la esquina.

En el campo político, como señala Badiou, nuestro imaginario se configura de manera reactiva a través del recuerdo de que la pasión política puede conducir a las purgas estalinistas. La buena conciencia democrática expresa así en el fondo el deseo de no desear políticamente.

Las estrategias del neurótico se esfuerzan por negar el falo con el fin de eludir el sexo en su dimensión contingente, azarosa, perturbadora, real. Un obsesivo, por ejemplo, puede creer seriamente en la inconveniencia de tener relaciones sexuales más de tres veces con la misma mujer. Cuando esta ética pone énfasis en el sexo como bueno para la salud, hace del otro el objeto del bien del individuo y despoja al sexo de su valor contingente.

El sujeto contemporáneo que se defiende del imperativo al goce con la ética de la salud se asemeja más a un negociante que acepta un mal negocio y que luego, en vez de liquidarlo, persiste en él tratando de mantener sus pérdidas al mínimo.

Sometido a la tiranía del objeto plus de goce que le ha sido impuesta por el mercado, el sujeto "plusmoderno" acepta la dinámica perversa del mundo contemporáneo con un condón.

NEL (NUEVA ESCUELA LACANIANA)
Biblioteca del Campo Freudiano de Lima
TEMA: 4) Los fundamentos epistemológicos. b) Epistemología y ética del lazo social (las nuevas configuraciones familiares, la transferencia en las instituciones, debates contemporáneos y subjetividad de la época, etc.)

NOTAS

  1. Jean Baudrillard, In The Shadow of the Silent Majorities. New York: Semiotext, 1983.
  2. Gilles Deleuze, Présentation de Sacher-Masoch. Paris: Editions de minuit, 1967.
  3. Eric Laurent, "El Nombre-del-Padre: psicoanálisis y democracia". En Jacques Lacan: psicoanálisis y política. Buenos Aires: Nueva Visión, 2004.
  4. Jacques-Alain Miller, "Lacan y la Política". Entrevista en Jacques Lacan: psicoanálisis y política. Buenos Aires: Nueva Visión, 2004.
  5. Julia Kristeva, L'avenir d'une révolte. Paris: Calmann-Levy, 1998.
  6. Slavoj Zizek, The Ticklish Subject. New York: Verso, 1999.
  7. Alenka Zupancic, Deshortest shadow. London: MIT press, 2003.
El Caldero Online Cuatro+Uno EntreLibros
La Red PAUSA ICdeBA IOM2
EOL Wapol FAPOL Radio Lacan