Enero 2016 • Año X
#31
Consecuencias de la ultimísima enseñanza

Perturbar la defensa: un trayecto

Ricardo Nepomiachi

Bajar este artículo en PDF

Paisaje atrapado
Ivana Bristiel

En su presentación del tema del IX Congreso de la AMP, Lo real en el siglo XXI, Jacques-Alain Miller propone explorar la dimensión de la defensa contra lo real sin ley y sin sentido: "de tal modo, entrar en el siglo XXI deberá centrarse sobre desbaratar la defensa, desordenar la defensa contra lo real" [1]

Podemos trazar brevemente el camino que conduce a J.-A. Miller a afirmar el 2 de diciembre de 1998 que la tarea del analista, el efecto de su acto, consiste en perturbar la defensa, que tiene el mérito de indicar la dirección de la práctica, en la medida en que esta se oriente por lo real de la opacidad del goce y a su vez de sustituir el término interpretación, congruente con la orientación por lo simbólico.

Consecuente con sus elaboraciones a partir de la enseñanza de Lacan, J.-A. Miller se vio progresivamente conducido a extraer las conclusiones de lo que él mismo nombró su última enseñanza, donde se destaca el desplazamiento de la orientación por lo simbólico a la orientación por lo real. Este desplazamiento toca a la posición del analista en la cura y a la cuestión de la interpretación. La orientación por lo real se funda en el fuera de sentido de la relación sexual y se corresponde, como contrapartida, con la puesta en primer plano del goce propio del viviente.

El decir de Lacan no hay relación sexual, decir que se corresponde con el haiuno. Sigamos paso a paso este trayecto.

Hace ya un cuarto de siglo que J.-A. Miller dio los fundamentos de un nuevo horizonte clínico: en 1988 opuso de modo binario a la clínica diferencial de la psicosis una clínica universal del delirio. Nombraba así una clínica, la del neurótico, pensada desde la psicosis para sostener que todos nuestros discursos son sólo defensas contra lo real. Se sostenía en la ironía del dicho esquizofrénico, para quien el Otro no existe, el lazo social es un engaño, todo discurso es del semblante y, fundamentalmente, todo lo simbólico es real, no lo evita. El neurótico, por el contrario, dispone del deseo como defensa contra lo real.

Ese mismo año, 1988, en otro texto, "Inconsciente y acto", Jacques-Alain Miller se preguntaba cuál es la práctica analítica conforme con el acto. Y es que el inconsciente anudado a la interpretación es lo contrario del acto, dado que el acto resuelve la indeterminación del sujeto del inconsciente, en la medida en que realiza su certeza a nivel del goce.

Algunos años más tarde (1994-1995), en su curso "Silet", aborda la cuestión de los modos de gozar y el límite que le imponen a la operación analítica y se pregunta qué puede cambiar la palabra del modo de gozar de un sujeto, ya que no se trata de las cuestiones de la verdad pues el goce no dice yo hablo. En esa época produce tres intervenciones decisivas: "Adiós al significante", en Buenos Aires, "El inconsciente = intérprete", en Barcelona y "La interpretación al revés" en París. Los tres textos están orientados por la tesis de que el inconsciente interpreta, que la interpretación no es otra cosa que el inconsciente, que la interpretación es el inconsciente mismo y que esta debe ir a contrapelo de la interpretación del inconsciente.

Pero ¿Qué interpreta el inconsciente? Interpreta la realidad sexual mediante la metáfora paterna. Se trata de interpretar gracias al Nombre del Padre el deseo de la madre, y su efecto es la significación fálica, un modo de cifrar goce en una dimensión universal.

Se demuestra que el efecto de significación es lo esencial del lenguaje en la vertiente del sentido, y la interpretación pertenece a este sistema de la significación.

Ahora bien, como el goce es un tope a este sistema, el significante será sustituido por el término signo y se buscará la salida del lado de la intervención del analista, dado que se trata de apuntar al goce del síntoma. Si el sinthome es ese anudamiento entre síntoma y goce, la interpretación del analista debe ir contra la interpretación del inconsciente. De lo contrario, la interpretación continúa con el delirio de sentido del inconsciente.

J.-A. Miller busca un modo de nombrar esta operación: "La interpretación, no tenemos otra palabra en la boca".[2] Una práctica que apunta al sinthome no interpreta a la manera del inconsciente sino en sentido contrario. Por eso, no encuentra otro modo de nombrarla más que la interpretación al revés, un desciframiento que no da sentido. Señala así que la interpretación propiamente analítica funciona al revés del inconsciente, al revés del delirio, al servicio del Nombre del Padre.

Esta noción de una práctica pos interpretativa surge, según recuerda J.-A. Miller, del diagnóstico planteado por Serge Cottet como "el declive de la interpretación".

Se trata de la búsqueda de otra operación que la de los artificios del inconsciente transferencial. En el momento en que se inaugura la experiencia de un análisis, la asociación del S1 y S2 pone en acto el inconsciente transferencial cuya referencia es la significación y conduce en la experiencia a despertar la pasión por el sentido. Entonces nuestra práctica explora el inconsciente y sus formaciones, y su desciframiento ofrece al analizante el sentido de sus síntomas. Este momento de imperativo de ser (ontología) nos lanza al vértigo embriagador del sentido, lo que en la palabra nos fascina. Se trata de la defensa contra lo real y Miller encontrará para nombrar la operación que debe encarnar el analista perturbar la defensa, desarreglarla, desequilibrarla como operación a encarnar por el analista.

En esta operación no se alimentará al síntoma con sentido. Si toda una vertiente de la teoría y la práctica de la interpretación funciona en la línea de un S2 que adiciona lo que falta para dar sentido y es la estructura del delirio, el corte S1// S2 ubica en el centro del discurso analítico al Uno solo y que el Otro no existe. Uno solo en su encuentro azaroso con el cuerpo.

Entonces se trata de retener S2 que permita cernir, aislar S1, aquellos significantes primordiales con los que en la neurosis se delira. El inconsciente es saber inventado en el lugar de lo que no hay.

En la medida en que una vertiente del análisis supone el trabajo sobre el inconsciente simbólico que pasa por la vertiente del deseo, al analista le compete desprenderse de los espejismos de la verdad que el desciframiento aporta y apuntar, más allá, a la fijeza del goce, que no obedece a la potencia de lo simbólico, apuntar a lo que cumple función del Uno.

BIBLIOGRAFÍA

  • Miller, J.-A., "Adiós al significante (1995)", en Conferencias porteñas, Buenos Aires, Paidós, 2009, t. 2.
    _____, "El inconciente intérprete (1995)", Introducción a la Clínica Lacaniana, Barcelona, ELP, 2006.

NOTAS

  1. J.-A. Miller, "Lo real en el siglo XXI", en AA.VV., El orden simbólico en el siglo XXI, Buenos Aires, Grama, 2012.
  2. J.-A. Miller, Entonces: "Sssh…", Barcelona, Eolia, 1996, p. 7.
El Caldero Online Cuatro+Uno EntreLibros
La Red PAUSA ICdeBA IOM2
EOL Wapol FAPOL Radio Lacan