Septiembre 2017 • Año XVI
#33
Asuntos de familia

Notas sueltas del padre

Jorge Ricardo Rodríguez

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Gran jardin
Oleo sobre lienzo - 190 cm x 170 cm
Año 2016

Exordio

Las siguientes notas, sueltas, fragmentarias, solo tienen su forma si persisten en ser eso, y si a prima facie no se ajustan a pentagrama alguno, tienen su clave de sol: la estrella menguante del padre, para retomar el titulo de un escrito que destila el aroma de nuestro tiempo y el amanecer de otro –aunque estas vísperas son las de ayer... Notas sueltas del padre: frase equívoca al mostrar lo objetivo–subjetivo del genitivo, solo intentan poner en forma ese punto de almohadillado que producía la juntura de lenguaje y goce, y permitía el cifrado de este último, recuperando la perspectiva final en Lacan, quien no ceja en convertirla en una función variable desprendida de cualquier presencia paterna. Es decir: sueltas, más no del todo.

 

Exequias

Lacan en "La familia" [1] asociaba el declive de la imago paterna a la aparición del psicoanálisis juntoal lugar destacado que tenía en la causación de las neurosis contemporáneas.

Si decimos "tenía", es porque remarcando el pretérito pretendemos reabrir el tratamiento posible del malestar hoy, el que no parece estar asociado tan raudamente como en 1938 a formaciones neuróticas, ni solamente a la caída estrepitosa del padre. Si "la carencia se cita con el exceso", [2] aventuramos una cierta lectura: el déficit en lo simbólico hace recrudecer los exabruptos de lo real del goce.

¿No había captado lo mismo Max Weber cuando llamaba al proceso de racionalización instrumental propio del progreso modernizador "desencantamiento del mundo", señalando que su piedra de toque era la extensión de la dominación racional–legal con administración burocrática, y que esta última "se ofrece en forma más pura allí donde rige con mayor fuerza el principio del nombramiento de los funcionarios", agregando que será esta la "dominación de la impersonalidad formalista: sine ira et studio, sin odio y sin pasión, o sea sin 'amor' y sin 'entusiasmo', sometida tan solo a la presión del deber estricto"? [3]

Si agregamos allí: lo que se avecina se anuncia como el sendero hacia lo peor, es la instalación de ese orden rigidizado donde no será posible el ejercicio de ningún amor, el reino de la subjetividad marcada a fuego por la verwerfung, y constreñida cual ortopedia inmovilizante por ese "nombrar para" que viene al lugar del Nombre del Padre, que no hay… ¿no se puede aventurar que Weber era lacaniano sin saberlo?

Seguía Lacan:

"La familia aparece como un grupo natural de individuos unidos por una doble relación biológica: la generación, que depara los miembros del grupo; las condiciones de ambiente, que postulan el desarrollo de los jóvenes y que mantienen al grupo, siempre que los adultos progenitores aseguren su función". [4]

Cuando ellas no se aseguran, lo seguro es asistir al espectáculo de sus consecuencias. Recordemos cual era el lugar que le asignaba Lacan en "Nota sobre el niño" [5] a la función paterna: realizar las nupcias entre deseo y ley. Cuando el divorcio se consuma, lo esperable es que el goce estalle, fragmentado, sin regulación posible. Que se expanda como un cáncer. Así se entiende la idea zizekeana rastreable en La metástasis del goce,[6] donde se deja leer que en el capitalismo tardío el modelo hegemónico ya no es la familia patriarcal sino la pareja contractual. El hijo ya no sería entendido como un complemento que vendría a completar la familia, sino como un suplemento perturbador que debe ser desechado lo más pronto posible.

Decadencia del patriarcado pero también de la descendencia, la que recibe una sentencia previa.

 

Excéntrico

Del padre sotreta, de ese, se trata. Castrador, odioso y terrible en Freud, amén de prohibidor; nombre, donador, punto de capitón, carretera principal, Uno–en–más, solución posible al enigma insoluble en Lacan –¿hace falta decir que la lista dista de ser exhaustiva?–. Castrado y por ello amado por la histérica, soñado muerto por el obsesivo, faltante en Schreber, reemplazado en un porvenir (claro que el futuro llegó hace rato) por un "orden de hierro", su declive es silenciado por el neurótico, que echando mano a todos los trucos a su disposición, realiza todas las tretas necesarias para que se siga tratando de él.

Ese pater se transforma así en la cruz que carga el neurótico a cuenta de una deuda impaga y eterna, en el prócer desconocido de una batalla perdida al que se le dirigen los homenajes, y que es amado en el recuerdo sólo por haber estado ahí. Versiones todas del padre, que únicamente cumple su cometido si su verseo cubre fallidamente ese núcleo indecible y angustiante imposible de taponar, si en esa ficción anuda su deseo a una ley, y en el mismo movimiento, asume la marca que le corresponde. Para indicar un bello pasaje de nuestra época donde la imagen reina, lean el epitafio escrito sobre la tumba de Royal Tenenbaum en esa gloriosa escena final de Los excéntricos Tenenbaum: [7] "murió trágicamente rescatando a su familia de los restos de un buque de guerra destruido que se hundía"... en su relato se entenderá retroactivamente además porque la verdad no–toda puede decirse, se soporta de la mentira y tiene estructura de ficción.

Ese padre, sin dejar de ser sotreta, es además perverso. Claro, no menos que cualquier sujeto que consienta a dar lugar a un deseo –no prefijado, y por ello errante. Pero el deseo de ese padre, en tanto hombre, por una mujer que funciona como causa del mismo (y a la que intenta convertir en madre para su tranquilidad) es la pére–versión que se construye con esfuerzo un analizante a través de la cura, novela familiar mediante –¿pero no marcaba ya Freud que a ojos de los hijos los padres nunca dan la talla?

"Nadie puede decir que significa en verdad ser padre, salvo que es algo que de entrada forma parte del juego. Solo el juego jugado con el padre, el juego de gana el que pierde, por así decirlo, le permite al niño conquistar la vía por la que se registra en él la inscripción de la ley",dice Lacan en el Seminario 4. [8]

El film argentino Kamchatka [9] ilustra bien el asunto. Ubicada en los comienzos de la última dictadura militar, relata las vivencias personales de un niño que debe refugiarse junto con su grupo familiar en una casona suburbana ante el temor de que los padres sean "chupados" por los servicios de inteligencia.

Tenemos ya allí un primer desdoblamiento del padre: el padre simbólico, muerto, el Nombre del Padre, padre de la Ley que no goza, encarnado por su padre, quien por medio de ciertas estrategias fóbico–obsesivas intenta que su familia (y él mismo) no sea aprisionada –invadida por el goce del Otro (el padre primordial, amo del goce), encarnado por la junta militar y sus acólitos.

En esa situación se repiten ciertos momentos de esparcimiento entre el padre y su primogénito (quien da voz a la historia), quienes se enfrentan a través de un juego de mesa –el TEG: táctica y estrategia de la guerra–, en el que, vale decir, quien resulta victorioso es siempre el padre. En una sola ocasión ha estado el niño a punto de ganar, el cual, habiendo avanzado en sus posiciones sobre el mapamundi ha conquistado todos los países menos uno, el que aún esta en poder de su progenitor: Kamchatka. Este último, a pesar de estar virtualmente sitiado, no se da por vencido, y tras una fatigosa batalla resulta victorioso.

Cerca del final, y cuando la pareja, acorralada por los militares, decide dejar a sus hijos en casa de los abuelos, el padre se dirigirá al hijo y le dirá algo al oído, algo que se enuncia como un secreto para el espectador. En los momentos finales nos enteramos que esa ha sido la última vez que el protagonista ha visto con vida a su padre, y la palabra que le ha sido dirigida: Kamchatka. Es este mismo niño quien nos cuenta que durante mucho tiempo no comprendió el sentido de aquel mensaje, pero que ahora sabe lo que su padre le quiso transmitir: ese significante es para él el lugar donde resistir.

Resulta interesante resaltar que la narración argumentativa del film está construida retroactivamente (el protagonista principal cuenta lo que ya sucedió), por lo que el final de la historia (la muerte del padre) está de alguna manera pre–vista. En otras palabras, la historia del sujeto sólo (se) empieza a contar a partir de esa muerte, y de la transmisión posible: en efecto, el Nombre del Padre queda ubicado allí como puro significante que da lugar a la significación (fálica) en quien recibe el legado. Nos corregimos entonces: el significante Kamchatka hace las veces de nombre propio del padre, viniendo a metaforizar su presencia, imposible como tal.

 

Excomunión

1964, fecha que preanuncia una buena cosecha. La saboreamos aún hoy en el terreno sembrado por Lacan, quien recoge las vides freudianas con unas buenas tijeras que destellan un filo cortante: el de la verdad. La cita para la degustación se hace en el marco de exprimir los conceptos fundamentales de la experiencia analítica.

Miller indica que es en ese seminario donde se cumple para Lacan la noción de que le toca hacer fructificar el campo freudiano, lo que significa entre líneas que Freud está muerto, muerte que se percibe en los desvíos de la IPA. En este orden, Lacan da a leer que respecto a su audiencia no niega la incidencia transferencial que ella soporta, ya que a su entender es "constitutiva de la nueva alianza celebrada con el descubrimiento de Freud". [10] Y agrega que la causa del inconsciente debe ser considerada como perdida, como única posibilidad de ganarla. ¿No hay allí una nueva versión de ese "gana el que pierde" enunciado con anterioridad? ¿No está soportando el peso de ser consecuente con esa relación de filiación que mantiene con la obra de Freud? Sotto voce, nos indica que su expulsión ya estaba programada por el deseo del vienés, y por ello no resulta casual que plantee entonces la cuestión del deseo del analista. Nueva versión del retorno, donde el legado de Freud será subvertido.

El sin retorno marcado por el ipeísmo tiene una explicación lógica si recordamos el momento en que se produce. Basta para eso traer solo el titulo de ese seminariointerrumpido: "Los nombres del padre". [11] La pluralización denuncia la inexistencia del Nombre del Padre. La excomunión es el castigo que recibe como respuesta por haber osado decir que la tumba estaba vacía, por haber tocado al padre del psicoanálisis y al padre construido por Freud.

De manera palpable este desarrollo en la enseñanza ya se inscribía en un tiempo anterior, preanunciándose a partir de haber situado al padre en relación a un nombre, produciendo con ello una metaforización de su presencia.

Ese Nombre del Padre, ahora multiplicado, se concibe como una función vacía, una variable a ser ubicada en el uno a uno de un análisis. Ese plural imperdonable a ojos de los custodios del sepulcro introduce en una lógica donde el Nombre del Padre aparece como una función que puede ser sostenida por diversos enunciados, que en adelante desempeñará el papel de dicho nombre.

Jean–Claude Maleval expresa que la insistencia con que Lacan dijo que debió interrumpir su Seminario, y que éste iba a permanecer "en reserva", muestra una homologia estructural entre el contenido del mismo y el sacrificio de su efectuación. "La creación de Lacan exige el sacrificio de un Seminario". [12]

Miller detecta una cierta ambigüedad del deseo de Lacan que va contra el padre, pero al mismo tiempo se sirve de él. M.–H. Brousse postula algo parecido cuando manifiesta que en el Seminario 17, donde hay un claro reproche al Freud creador del sueño edípico, puede leerse entre líneas un reproche que Lacan se dirige a sí mismo por haberse detenido en el Nombre del Padre en su lectura del Edipo. [13]

Ir más allá del padre a condición de servirse de él, tal la postura lacaniana. Ir mas allá de Freud, pero valiéndose del mismo. ¿Tarea cumplida con Freud? La respuesta la tiene Lacan. ¿Y con este último? La tenemos nosotros, actuales cosechadores. Como ha dicho Miller: "que su nombre propio (el de Lacan) se haya vuelto ineludible en nuestro mito del psicoanálisis es más su fracaso que su éxito".[14]

 

Excrementos

Decadencia de la función paterna ubicable en el segundo tiempo de operativización de la metáfora que llama al padre, y consecuente debilitamiento de los ideales y emblemas del Otro. ¿Es una suerte de "Adiós al padre" lo que se percibe? No, porque quedan sus despojos, sus restos.

Nosotros, analistas, desnudos (no–todo) del padre, hacemos uso de sus semblantes para encarnar ese resto vuelto fecundo, el objeto a de la operación analítica, esa excrescencia que es necesaria extirpar para poder concluir.

El psicoanálisis situado en las coordenadas de la época debe ofrecer una respuesta diversa de las muchas soluciones posibles que se escuchan.

Las palabras de Eric Laurent nos orientan: la salida posible a la encrucijada actual es la de prescindir del padre "a condición de que encontremos algo que tenga el mismo uso, el de poder decir ¡no!" cuando lo insoportable acontece, "más allá de toda la significación que tuvo para cada uno el padre, siempre en falta". [15]

Llamado al sujeto para que despierte del ronroneo ofrecido por la aletósfera que reconstruye un simulacro técnico del Otro, que lo empuja a seguir durmiendo. Quizás en el encuentro con lo impredecible en el sueño se permita finalmente, despertando, caer en la cuenta que esa exclamación sostenida: "Padre, ¿acaso no ves que gozo?", no obtiene respuesta, y en soledad decida comenzar a saber sobre la vigilia.

NOTAS

  1. Lacan, J., La familia, Argonauta, Bs. As., 1997, p. 93.
  2. García, G., "La carencia se cita con el exceso", Página 12 [en línea]. Consultado en: http://www.pagina12.com.ar/diario/psicologia/9–1352–2002–01–31.html
  3. Weber, M., Economía y sociedad. Esbozo de sociología comprensiva, Fondo de Cultura Económica, México, 1996, pp. 176–179.
  4. Lacan, J., La familia, op. cit., p. 13. El resaltado es nuestro.
  5. Lacan, J., "Nota sobre el niño", Otros escritos, Paidós, Bs. As., 2012. p. 393.
  6. Zizek, S., La metástasis del goce, Paidós, Bs. As., 2001.
  7. Los excéntricos Tenenbaum, Wes Anderson, Estados Unidos, 2001.
  8. Lacan, J., El Seminario, Libro 4, La relación de objeto, Paidós, Bs. As, 2001, p. 211.
  9. Kamchatka, Marcelo Piñeyro, Argentina, 2002.
  10. Miller, J.–A., El banquete de los analistas, Paidós, 2000, p. 116.
  11. Lacan, J., De los nombres del padre, Paidós, Bs. As., 2005.
  12. Maleval, J., La forclusión del Nombre del Padre. El concepto y su clínica, Paidós, Bs. As., 2002, p. 104.
  13. Brousse, M.–H., Los cuatros discursos y el Otro de la Modernidad, Letra Viva, Calí, 2000, p. 35.
  14. Miller, J.–A., De la naturaleza de los semblantes, Paidós, Bs. As., 2001, p. 29.
  15. Laurent, E., "Los nuevos síntomas y los otros", El Caldero de la Escuela, Nº 57, EOL, Bs. As., noviembre–diciembre, 1997, p. 56.
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