Marzo 2010 • Año IX
#20
Arte de psicoanalistas

Pianisimo

Néstor Yellati

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Los pianos estaban allí, en los comedores de los hogares de clase media, y era importante y bien visto que los niños toquen el piano. La música "clásica" (no se ha podido crear otro nombre mejor) o "académica" (peor que el anterior) gozaba de gran estima. Tocar el piano tenía entonces algo de elección forzada.

Es curioso, en algunos idiomas cuando se trata de ejecutar un instrumento se utiliza un verbo que significa "jugar", mientras que en castellano se trata de "tocar".

Será por eso que de niño comprendí la seriedad del asunto, que no se trataba de ningún juego, y que por esa misma razón tardé tantos años en advertir que un músico serio es aquel que puede divertirse con su instrumento.

El piano es un instrumento musical que provocará en algunas personas ese efecto extraño, inefable, que en general suele llamarse: "gozar de la música". Las razones por las cuales eso se produce fundamentalmente con un instrumento y no otro, porque con cierto tipo de música y no todas, porque algunos tienen un extraordinario o pequeño talento para el instrumento y otros ninguno, serán siempre enigmáticas.

Sólo puede saberse que allí se goza.

***

Quienes elijan el piano como instrumento, tanto profesional como vocacionalmente, deberá también elegir un maestro.

Como se sabe, un maestro es alguien que enseña, transmite un saber, sabe extraer lo que se pueda de su discípulo, y last but not least: hace sufrir. Cada quien conoce los límites de su masoquismo, hasta dónde continuar con el maestro.

Buena ocasión para parafrasear a Lacan: el músico debe prescindir de su maestro, a condición de haberse servido de él.

Condición absolutamente cumplida en una ocasión que quiero relatar.

En una lección el discípulo procuraba tocar un preludio de Chopin. Las notas, el ritmo, la sonoridad, la memoria, la posición de las manos, los pedales, la concentración, la emoción, el cuidado con los "rubatos", todo parecía bajo control.

(Aclaremos que el "rubato", el robo de tiempo de un sonido a otro es lo que caracteriza la escritura y el genio de Chopin, lo que ha permitido a lo largo de doscientos años interpretaciones sublimes de su música al mismo tiempo que otras claramente ridículas.

Por eso interpretar a los románticos es bastante mas difícil de lo que parece).

Volvamos al discípulo obediente y temeroso del ridículo. Luego de la ejecución del preludio el maestro dice la frase inolvidable: "Haceme desear". El misterio se devela en parte: de lo que se trata es de hacer desear el sonido. Allí donde se lo espera debe haber una fracción de segundo de... silencio.

Es entonces algo muy distinto de emocionar a quien oye, aún cuando esto pueda ocurrir, se trata de causar el deseo pero no con el sonido sino con su ausencia, que no esté allí donde se lo espera sino en otro tiempo que no admite medida.

Porqué no citar otra vez a Lacan: el objeto a causa el deseo presentificándose en el silencio.

***

Tocar el piano.

¿Se puede tocar el piano para sí solamente y no para otros? Probablemente no. ¿Qué clase de experiencia extraña es la de convocar a amigos y amigos de la música a oír un instrumento de una tecnología del siglo 19 que ya tolera 80 años en pleno siglo 21, donde un pecado mayor es no estar tecnológicamente actualizado, para escuchar música escrita hace dos siglos cuando se supone que proviene de un mundo, una sociedad, una sensibilidad, una disposición espiritual desaparecidos?

¿Cómo puede el deseo atravesar los siglos y mantenerse vivo en una experiencia que solo en apariencia es repetición?

Roland Barthes en Lo obvio y lo obtuso, dice algo al respecto de manera muy bella.

Solamente solicito al lector sustituir en lo que sigue el nombre de Schumann por el de "música" e imaginarla interpretada en un piano.

"Amar a Schumann... es, en cierta medida, asumir una filosofía de la Nostalgia, o, utilizando una palabra de Nietzsche, de la Inactualidad, o mejor, utilizando ahora la palabra más schumanniana posible: de la Noche. El amor a Schumann, al existir de alguna manera contra la época actual… no puede ser más que un amor responsable: arrastra al que lo siente y lo decide a situarse en su tiempo de acuerdo con las órdenes de su deseo y no con las de su carácter social".

O sea que tocar el piano (y no solo a Schumann o Chopin) implica también un goce nostálgico, aceptar la posibilidad subjetiva de ser inactual, de que hay un amor y un deseo que se hayan bien en la noche y su soledad, por fuera de las demandas sociales.

Concluyamos entonces pianissimo (ahora con dos s), la música es algo de lo que no conviene hablar demasiado, lo mejor es escucharla.

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