Septiembre 2010 • Año IX
#21
Acción Lacaniana: Foro de Turín

Política del psicoanálisis

Rosa Elena Manzetti

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(México) GARASH GALERÍA. Artista: Maurycy Gomulicki.
Título: Happy Feet. Año: 2009.
Técnica: Fotografía digital. Medidas: 44.5 x 60 cm.

Con el primer foro, desarrollado en Turín el 4 de junio 2010, la Scuola Lacaniana di Psicoanalisi [Escuela Lacaniana de Psicoanálisis] ha tomado la iniciativa poniendo en marcha una serie de encuentros cuyo objetivo es realizar, en las condiciones actuales de la vida cotidiana y social, una fecunda intersección entre la actualidad de la vida pública y cultural de nuestro país y diferentes puntos de vista de la misma, entre ellas la del psicoanálisis.

En cada encuentro participan personas de diversos ámbitos de la sociedad, que juegan en ella roles diferentes, para discutir la estructura del lazo social hoy, sus efectos en los sujetos y en la posición de responsabilidad que ellos asumen ante sus propios actos, sobre las nuevas formas de los síntomas que ya sea individualmente o socialmente, dan tratamiento al nuevo real que enfrentamos.

La aspiración del sujeto hipermoderno -que sabe que no existe una verdad última pero sí que la verdad varía porque es inherente al discurso– de decidir todo sin limitaciones y abolir cualquier determinismo, a partir del sexual, nos coloca ante el rechazo de cualquier clasificación, incluida la racial. Por una parte estamos frente al sujeto que sueña poder decidir cómo determinarse. Pero por otra nos encontramos ante la apelación a la raza, al reclamo de los goces, a culturas y costumbres idénticas, a identificaciones a los mismos rasgos reconocibles.

A la crisis de credibilidad hace contrapunto un aumento de la religión, en el intento, no demasiado logrado, de encantar nuevamente un mundo desencantado. La creencia tiene una función para el sujeto sin–nombre que va a la búsqueda de un nombre dirigiendo su demanda al Otro, de quien espera una respuesta. Desde este punto de vista el sujeto va a la búsqueda de un Dios, un Dios inhallable como es inhallable La mujer.

En la experiencia psicoanalítica el sujeto puede atravesar su religión y encontrar un cambio en las creencias, en el cual el poder de Dios-padre toma la tonalidad de la ausencia de poder, según la famosa expresión de Lacan "prescindir del padre a condición de servirse de él".

La democracia fundada en el libre intercambio pretende, en cambio, prescindir de cualquier recurso a las leyes del estado para volver a un supuesto estado natural. Al libre intercambio se opone la envidia y además los intercambios no son igualitarios ya que la situación de los partenaires no es idéntica. Por eso la experiencia muestra que el libre intercambio conduce a la injusticia. La libertad que se muestra como una ideología del yo autónomo, detrás del cual funciona el imperativo superyoico del logro material fundado en los bienes, se opone a la justicia. He ahí el llamado al tercero, como regulación mínima, que reintroduce una forma de poder. El discurso del amo viene a reforzar el discurso de la libertad de emprender, desembocando así en el discurso basado en el carácter ilimitado de la oferta de goce.

La ambigüedad del discurso contemporáneo, que opera sobre el deseo ofreciéndole objetos de consumo suscitándolo de ese modo, funciona en la ilusión de ni Dios ni amo, pero en realidad el capital es el amo del mercado que reduce los individuos a un estatuto de cuerpos volcados al consumo de los objetos producidos.

Lograr ser por medio del tener pone a todos los individuos en competencia en el mercado generalizado, produciendo fragilidad en los lazos sociales y familiares, segregación, goces solitarios, conformismo de recursos, violencias.

La misma lógica se extiende también a la vida amorosa. El consumo afecta también al goce sexual fálico -véase el lugar reservado a las mujeres- él mismo comercializado y sostenido por toda una industria.

Parecería que todo funciona: tenemos los objetos de consumo realizados por la técnica y puestos en el mercado para nosotros, y tenemos el goce fálico también comercializado desde muchas perspectivas y sostenido por pastillas y varias sustancias. Todo esto aún no basta. Además el discurso contemporáneo se encuentra jaqueado por la dificultad de los sujetos ante el carácter ilimitado de la oferta de goce y por la pulverización de los lazos sociales.

Recibimos cada vez más sujetos que se dirigen a los psicoanalistas porque se hallan triturados por el sistema social en el que hoy vivimos.

Queriendo resolver la cuestión del deseo con una ganancia de goce, el discurso contemporáneo termina, dice Lacan en 1971, produciendo subdesarrollo: "el subdesarrollo no es arcaico, se produce, como todos saben, por la extensión del poderío capitalista. Diré incluso más, percibimos cada vez más, que el subdesarrollo es precisamente la condición del progreso capitalista. (...) tenemos que hacer frente a un subdesarrollo que será cada vez más patente, cada vez más extendido"[1].

¿Y cuál es el lugar del psicoanálisis en todo esto? ¿Se debe ocupar? ¿Cómo analiza el malestar contemporáneo? ¿Qué puede ofrecerle a los sujetos que a él se dirigen?

Lacan, en particular a partir de los años ’70 se ocupó del "acceso al cenit social" del objeto de consumo y de sus efectos. Retomando la cuestión no tanto en términos de la disolución del lazo social, sino definiendo un nuevo lazo social, un nuevo discurso que llama capitalista. Lo específico del discurso capitalista, según Lacan, es el rechazo de la castración fuera de todos los campos de lo simbólico. El sujeto se reduce a lo que desea: los plus de goce que lo empujan al consumo.

Si en ciertos momentos Lacan era más pesimista con relación a la posibilidad de una vía menos consumista para el sujeto, en un párrafo de Televisión propone una vía para intentar perturbar el discurso capitalista, cuando dice "Cuantos más santos hay, más se ríe, es un principio, véase la salida del discurso capitalista –lo que [no][2] constituirá un progreso si solamente es para algunos"[3].

Si sustituimos al psicoanalista, parangonado al santo, por el discurso analítico, entendemos por qué el discurso analítico mismo se convierte en instrumento para un cambio de discurso. Dado que el psicoanalista en la transferencia ocupa el lugar gracias al cual el sujeto, desviado por su búsqueda de objetos, tiene la posibilidad de encontrarse en la estructura, el discurso analítico puede permitir una salida del discurso capitalista que no sea por medio del padre y su carácter de excepción.

En Televisión Lacan propone un cambio de discurso mediante la apuesta de la existencia del inconsciente, rechazado por el discurso contemporáneo.

La propuesta del discurso analítico, a partir de Lacan, no es la denuncia del discurso capitalista, porque al denunciarlo se lo refuerza, más bien se trata de escuchar al inconsciente e instaurar un nuevo lazo de discurso con la práctica de un análisis, que reintroduce el lugar del inconsciente. Permitir al sujeto dotarse de un inconsciente es un modo de no reducirlo todo a un sujeto consumado, simple soporte del objetivo consumista y sostén del mercado de los objetos plus de gozar. Es un modo, para un sujeto, de devenir un viviente singular, no totalmente orientado por los objetos pacotilla.

Como decía Lacan en 1973: "El discurso que digo analítico, es el lazo social determinado por la práctica de un análisis. Merece ser puesto a la altura de los más fundamentales entre los lazos que permanecen para nosotros en actividad "[4].

Traducción: Ennia Favret

NOTAS

  1. J. Lacan, El Seminario Libro XVIII, De un discurso que no fuera del semblante, Paidós, Bs As, 2009, p 36.
  2. N. de T.: En el texto establecido en español de Televisión (ver nota al pie 3) está ausente el "no" que agrego entre corchetes y que sí se encuentra en el original francés y también en la versión italiana.
  3. J. Lacan, Televisión, Anagrama, p 99.
  4. J. Lacan, Ib., p 97.
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