Septiembre 2010 • Año IX
#21
Ecos del VII Congreso de la AMP: Semblantes y Síntoma

Borde de semblante

Pierre Malengreau

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BRAGA MENÉNDEZ. Artista: Javier Barilaro.
Título: Sudamérica. Año: 2008.
Técnica: Acrílico sobre tela y papel. Medidas: 160 x 105 cm.

La fórmula « borde de semblante »[1] introducida por Jacques-Alain Miller arroja una luz inédita sobre el sinthome. Nos invita a cernir un uso del sinthome que no desmiente la marca que la no relación sexual deja sobre el semblante mismo. Esta fórmula recibe sus coordenadas lógicas de lo que se puede considerar como un tercer abordaje del semblante en Lacan.

La primera parte de su enseñanza vehiculiza una teoría implícita del semblante. Es una cuestión de fingimiento y de estrategia, de astucia y de postizo. Esta teoría remite el semblante a la falta, en tanto que tiene para cada uno valor de verdad. La segunda teoría del semblante es explícita. No remite más el semblante a una negatividad, sino a una positividad. No lo remite más al –phi de la castración, sino a lo real de un goce imposible de decir.

Estas dos teorías del semblante sitúan sentido y semblante del mismo lado. No son específicamente lacanianas. No tienen en cuenta un elemento esencial del cual Lacan no ha hablado de entrada, porque nada, decía el 22 de mayo de 1971, preparaba a su auditorio a escucharlo. Nada preparaba a su auditorio a escuchar que hay un enlace entre « la función del lenguaje y el hecho de que nada se pueda escribir de la relación sexual »[2]. Este es el punto sobre el que él se apoya para aislar un uso del semblante propio al discurso analítico.

La teoría del semblante que se desprende de este enlace no se apoya sobre la simple oposición del semblante y la falta, o del semblante y lo real. Se apoya sobre una estructura triple « que no se cierra »[3], sobre una « tríada »[4] en “forma de V” [5] (en forma de Uve) donde goce, semblante y verdad se articulan de una manera que lleva en sí misma la marca del « impasse sexual »[6]. Esta estructura construida sobre lo que Jacques-Alain Miller nombra como la « disyunción de lo real y de lo verdadero »[7] supone que sentido y semblante sean ellos mismos disyuntos. Es este el paso de la elaboración de Lacan que da todo su alcance a la fórmula « borde de semblante ».

Los pasos de Lacan se apoyan sobre la lógica. Esta aborda el semblante a partir de lo que se escribe. No se trata más de pensar el semblante a partir de la imposibilidad del significante a significarse él mismo. Se trata de pensar el semblante a partir del « impacto »[8] de las palabras, que se repite cada vez que las evocamos.

Algo de nuestro uso de la palabra se encuentra por esto modificado, y para cernir esta modificación puede servirnos la referencia a una estructura triple. Esta nos invita a no tomar más al semblante por relación a lo que lo distingue de lo real, sino por el extremo de su punto de enganche. Nos invita a pensar un borde entre semblante y goce que no esté del lado de lo verídico. Esto no va de suyo. Esto supone que no consideremos los diferentes semblantes como equivalentes. Ciertos semblantes[9] arrastran al sujeto del lado de su confrontación a lo que hace la verdad del deseo. La castración sigue siendo en este caso la orientación.

Otros - ¿pero se puede en esto verdaderamente hablar en plural? – confrontan al sujeto en los límites del poder de la palabra. Conviene en ese caso concebir un uso del semblante disociado del sentido, un uso que se apoye sobre la separación del S1 y del S2.

Esto es una dificultad en la medida en que Lacan considera en el mismo movimiento que no hay « función del semblante sin referencia a lo verídico »[10]. Decir que el semblante se refiere a lo verídico quiere decir que éste no se enuncia más que a partir de lo que se plantea como verdad. ¿De qué verdad se trata? Parecen oponerse aquí dos figuras de la verdad: la verdadera y la falsa. La verdad falsa es aquella detrás de la cual corremos. Es la que corre, aun sola, cuando hablamos. Es aquella de la que Lacan dice que tiene una estructura de ficción.

La que él nombra « la verdad verdadera » es otra. « La verdad verdadera es que entre el hombre y la mujer, eso no anda »[11], en nombre de un goce imposible de decir. Por esto esta verdad tiene por especificidad la de no poder atraparse más que por mentiras, y esta no es la menor de las paradojas del semblante. Esto nos obliga a conciliar lo inconciliable. La división del goce y del semblante es « sin remedio »[12], porque no podemos atrapar al goce más que por un borde que se inscribe en la dimensión de una verdad mentirosa.

La cuestión que se plantea entonces es la de saber en qué ese borde podría exceptuarse de esta verdad mentirosa. Toda la última enseñanza de Lacan encausa la idea de que lo real no se atrapa más que en la mentira. Este se atrapa también por el extremo de lo que llega como por azar.

El hecho de que esta estructura en forma de V sea abierta por uno de sus lados se verifica por esto esencial. Lacan habla a propósito de esto de verdadera abertura, lo que deja suponer que dicha abertura puede ser también, si llega el caso, falsa o mentirosa. Este es un punto crucial que redobla lo que se pasa del lado de lo verídico. La verdadera abertura es sexual. La misma se demuestra por lo que no se puede escribir, y se distingue de lo que la neurosis no cesa de poner delante para evitarla. El « nudo donde se encuentra lo real » procede de una estructura que incluye la no relación sexual. « En otro lado estamos en el fantasma »[13]. Estamos en el fantasma desde que intentamos conciliar goce y verdad.

Entonces, esta diferencia entre verdadera abertura y la abertura a la cual se engancha la neurosis, se verifica esencial porque ella hace pasar del lado de los semblantes lo que precedentemente estaba del lado de la falta. Hace de la castración misma un semblante[14], y abre la vía hacia lo que podría ser un discurso que no sería de semblante, un discurso pues que no se originaría de la castración. Se trata acá ni más ni menos que del « límite impuesto al discurso » analítico, y también a todo discurso « cuando se trata de la relación sexual »[15].

Qué es entonces, para terminar, del borde de semblante en esta estructura de V. Diferentes relatos de pase testimonian de que el borde de semblante no está dado de entrada. Es necesario un análisis para situar sus coordenadas en la singularidad de una existencia[16]. La estructura triádica anticipada por Lacan permite situar este borde de semblante, no entre goce y verdad, sino sobre la dimensión de lo verídico reducido a su punto de enganche al goce. La estructura triádica sigue siendo seguramente abierta, pero la misma permite considerar ese borde de semblante como siendo un punto de enganche al goce que no depende del Otro. Es un punto de enganche del goce sin tutor, podríamos decir retomando las palabras del testimonio de Anne Lysy.

Es por ejemplo también lo que Bernard Seynhaeve parece testimoniar en las enseñanzas que él extrae de su pase. El borde de semblante que su análisis ha producido bien podría ser ese testimonio mismo. Este nos permite por esto definir lo que sería ese borde de semblante producido por un análisis. Su testimonio tiene esto de particular, que él no recibe sus letras de garantía de un Otro situado sobre la dimensión de lo verídico tal como esta se deletrea a merced de los significantes de su historia. Su testimonio no recibe otra garantía que la que le viene del hecho mismo de que él lo sostiene en acto. De ahí a pensar que un testimonio de pase pueda ser elevado a la dignidad de sinthome el tiempo que sirva, no hay más que un paso que este testimonio hace posible[17].

Traducción: Viviana Fruchtnicht

NOTAS

  1. Jacques-Alain MILLER, Semblants et sinthome, La Cause freudienne 69, p.131.
  2. Jacques LACAN, Intervention sur l’exposé de S.Leclaire, Lettres de l’EFP 9, pp.448.
  3. Jacques LACAN, Intervention sur l’exposé de S.Leclaire, Lettres de l’EFP 9, pp.449.
  4. Jacques LACAN, Intervention sur l’exposé de S.Leclaire, Lettres de l’EFP 9, pp.448.
  5. Jacques LACAN, Intervention sur l’exposé de S.Leclaire, Lettres de l’EFP 9, pp.449.
  6. Jacques LACAN, D’un discours qui ne serait pas du semblant, p.143.
  7. Jacques-Alain MILLER, Semblants et sinthome, La Cause freudienne 69, p.129.
  8. Eric LAURENT, Bloc-Note del Sinthoma, p.92.
  9. El Nombre-del-Padre, el falo, el objeto a.
  10. Jacques LACAN, Intervention sur l’exposé de S.Leclaire, Lettres de l’EFP 9, pp.448.
  11. Jacques LACAN, Conférences et entretiens aux USA, Scilicet 6/7, p.16.
  12. Jacques LACAN, D’un discours qui ne serait pas du semblant, p.151.
  13. Jacques LACAN, Intervention sur l’exposé de S.Leclaire, Lettres de l’EFP 9, pp.449.
  14. Jacques LACAN, D’un discours qui ne serait pas du semblant, p.166.
  15. Jacques LACAN, D’un discours qui ne serait pas du semblant, p.166.
  16. Los artistas nos preceden una vez más en esta vía. Georges Braque deja constancia en alguna parte (en Francis Ponge, Pour un malherbe, Gallimard, 1965, p. 72) de su torpeza en copiar, en el Louvre. Eso le había enseñado sobre lo que le pertenecía como propio. Lo que es él mismo, lo que no es más que él mismo, es esta torpeza. Y bien, yo pienso que esa torpeza era su borde de semblante. Era el producto de su encuentro repetido y siembre fallido con otras obras de arte.
  17. La fórmula « borde de semblante » aporta pues un doble esclarecimiento al sinthome. Río arriba, la misma sitúa el sinthome como producto de un análisis. Lo menos que se puede esperar de parte de quien ha hecho un análisis es que no retroceda delante del punto al cual su análisis lo ha conducido. Río abajo, esta hace aparecer a la vez la singularidad del sinthome respecto del goce y su precariedad respecto de la verdad. Introduce en el sinthome la dimensión del tiempo. El sinthome tiene que ver con el tiempo no únicamente lógico sino también real. Es necesario el tiempo que él sirva o que uno se sirva de él.
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