Abril 2012 • Año XI
#24
Enseñanzas clínicas

Partir de otro destino

Adrián Scheinkestel

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Duilio Pierri. Rompecabezas N° 10
2008. Óleo sobre tela 80 x 80 cm. Massottatorres Arte Contemporáneo. ArteBA 2012. Cortesía de ArteBA fundación.

La propuesta de estas notas es realizar un breve recorrido de la ubicación del fracaso en la obra freudiana y la enseñanza de Lacan, a la luz de la orientación que nos propone Jacques-Alain Miller.

El desplazamiento del que es objeto el fracaso configura al goce y al amor en coordenadas novedosas.

Hace su aparición freudiana más notable en 1916, como uno de los tres tipos de carácter descubiertos en la labor analítica: los que fracasan al triunfar.

Allí, con dos ejemplos tomados de la literatura, Freud destaca la determinación simbólica de este destino que se repite: cuando el sujeto está por obtener una satisfacción, un éxito largamente buscado, esperado, sobreviene algo que arruina, opaca, ese logro. Es el éxito en el fracaso.

La espera deviene frustración y desesperanza.

Freud hace la demostración valiéndose de las coordenadas simbólicas, edípicas, de que este fracaso estaba escrito; es parte de un programa de goce.

Podríamos ubicar aquí la fórmula: el fracaso programado es el síntoma.

Estas reflexiones pertenecen a la última etapa de la plena eficacia de la interpretación, en el umbral de la aparición de las dificultades mayores de la práctica analítica, aquellas que desembocaron en la conceptualización de Más allá del principio del placer y la pulsión de muerte.

Es, en Lacan, siguiendo la orientación del curso de 2007-2008 de Jacques-Alain Miller, a la altura de El Seminario, Libro 11[1], que vemos desplazarse la determinación simbólica, la legalidad inconsciente del síntoma y de sus otras formaciones, su encadenamiento, su continuidad, hacia la cuestión de la causa, concepto que introduce la discontinuidad, el tropiezo, la falla, el traspié, la fisura; todos nombres del agujero, nombre de aquello que se interpone entre la causa y sus efectos.

Esto no es sin cierto pasaje hacia la indeterminación del sujeto del inconsciente.

Finalmente, en Lacan, en el último tramo de su enseñanza, es el concepto de contingencia el que adquirirá cada vez mayor relieve, mientras que lo necesario sustituirá el concepto de determinación.

Es en relación a estos recorridos que el término fracaso adquirirá otro valor.

El fracaso ocupa el título mismo en una de las traducciones posibles, de uno de los últimos seminarios de Lacan, el 24: L’insu que sait de l’une – bevue s’aile à mourre.

El fracaso del inconsciente, el fracaso –goce del pensamiento, su debilidad- se sitúa en relación al surgimiento contingente del amor; del amor que en última instancia es amor al síntoma. Amor a eso que resta de un análisis y que no es un fracaso; "aquello que constituye el valor de ustedes, por poco que sepan darle forma de obra."[2]

Más acá de esto, cuando el síntoma del que se sirve el neurótico para vivir se ha vuelto menos inconfortable, permite al analista consentir a esa satisfacción obtenida de "ese fracaso que se llama la alegría de vivir."[3]

Entonces, el fracaso queda ubicado por fuera de lo que ya estaba escrito y da cuenta de la respuesta singular con que cada quien ha producido respecto de su goce, por fuera de la repetición, del Ideal.

En la conferencia llamada "Una fantasía"[4], Miller ubica a la civilización hipermoderna, organizada alrededor del Eso marcha de todas maneras. Esta civilización tiene por cenit al objeto de satisfacción, al objeto de consumo, el objeto a, en lugar del Ideal, que daba cierta orientación al sujeto.

Frente al Eso marcha ubica el Eso fracasa del psicoanálisis, más allá de sus éxitos terapéuticos.

Ese Eso fracasa es índice de la no relación sexual. De su fuera del programa.

Una joven mujer relata, en una sesión de análisis, la siguiente secuencia, que le produce un gran enojo: ha decidido decirle a su madre que se quedará a dormir en la casa de su novio esa noche.

La madre, bastante sorprendida, ya que hasta ese momento su hija se ocupaba de ocultárselo, le responde: "De acuerdo, ¡pero que no se haga costumbre!".

Esta frase, que tiene la apariencia de censura por parte de la madre, en realidad es una expresión de deseos por parte del sujeto: que esa novedad amorosa no pase a la trituradora de lo acostumbrado, de lo esperado, que es más bien la versión que esta analizante tiene de la relación desapasionada de sus padres.

Crear las condiciones de posibilidad para la producción de lo inesperado, he aquí uno de los desafíos mayores para la dirección de la cura.

Es así que Samuel Beckett ha ubicado al ser del artista como alguien que fracasa como nadie osó fracasar, y nos lanza: "Intenta de nuevo, fracasa de nuevo, fracasa mejor."

NOTAS

  1. Lacan, J.: El Seminario, Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, 1987, pág. 29.
  2. Miller J.-A.: "Piezas sueltas", curso 2004-2005, sesión nº 3, del 1-12-04. Inédito.
  3. Ibíd.
  4. Miller J.-A.: "Una fantasía", en: Revista Lacaniana, nº 3, página 13.
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