Diciembre 2013 • Año XII
#27
EL SABER HACER DEL ARTISTA

Lacan, lector de Borges y de Beckett

Alejandra Eidelberg

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Beto de VolderSin título, 2013
Acrílico sobre madera calada. Palatina. Gentileza de arteBA fundación.

Hay encuentros con los escritos de Lacan que -cual surcos siberianos- producen un tipo de lectura que empuja a escribirla. En esta ocasión fueron detalles los encontrados, microlecturas que adquirieron volumen al ser capturadas por el deseo de conjeturar sobre la posición de Lacan mismo como lector; posición acotada a dos escritores que irrumpen entre las letras lacanianas casi como al pasar: Jorge Luis Borges, en una nota al pie; Samuel Beckett, en dos breves párrafos [1].

 

Borges y Beckett en contexto lacaniano

"¿Será necesario que la carta, entre todos los objetos, haya sido dotada de la propiedad de nulibiedad, para utilizar ese término que el vocabulario bien conocido bajo el título de Roget toma de la utopía semiológica del obispo Wilkins?*
* Nota al pie: La misma a la que el señor Jorge Luis Borges, en su obra tan armónica con el phylum de nuestro discurso, concede un honor que otros reducen a sus justas proporciones [...]" [2].

"Hay que decir, quizás, que estaba harto del basurero al que até mi suerte. Se sabe que no soy el único, para compartirlo, en confesarlo.

Confesarlo [l'avouer] o, pronunciado a la antigua, el haber [l'avoir] que Beckett contrapone al debe que hace del desecho de nuestro ser salva el honor de la literatura y me libera del privilegio que creería tener por mi posición" [3].

 

Los detalles coincidentes

El primero. A Borges y a Beckett los encontramos en sendos escritos lacanianos que abren secuencias. A Borges, en "El Seminario sobre La carta robada", de 1956, elegido por Lacan para abrir la serie de los Escritos 1 y 2 en 1966; a Beckett, en "Lituraterre", de 1971, que abre –por decisión de J.-A. Miller– los Otros escritos en 2001.

El segundo. Lacan no los cita en sentido estricto a ninguno de los dos; más bien, lo que escribe de lo que lee de ellos es la posición de enunciación que cada uno de estos escritores sostiene en relación a la literatura, lo cual trasluce dos singulares maneras de interesarse por las posibilidades y límites del lenguaje. En su operación de lectura, Lacan se enlaza con estas dos posiciones que, aunque distintas, tienen también algo en común entre ellas.

El tercero. Tanto en Borges como en Beckett la cuestión del honor literario está en juego: uno lo concede, el otro lo salva, sostiene Lacan. Y él, desde su campo que es el psicoanalítico, también comparte y se apropia de la modalidad de estas intervenciones.

 

Borges armoniza con Lacan

La obra utópico-semiológica del obispo Wilkins produce un neologismo: la "nulibiedad" (nulliebity). Desde un costado irónico, Lacan lo usa en su "Seminario sobre La carta robada"para caracterizar la nulidad o ausencia de una carta robada que la policía no encuentra, pues su imbecilidad la aleja de toda poética y capacidad matemática y solo le permite buscar en los escondites del sentido común. Por otro lado, la nulibiedad alude a la carta como significante fálico, destinado a faltar en su lugar (lo simbólico). Finalmente, también remite a la significación nula de un significante-carta-letra que prescinde de su mensaje dirigido al Otro-destinatario y muta a la condición de objeto, cuyo destino es retornar al emisor al final del trayecto, como su resto.

Lacan decide abrir sus Escritos 1 y 2 con este texto, pues es el objeto a "lo que se eleva al final de esta compilación", y quiere llevar al lector "a una consecuencia en la que le sea preciso poner su parte"[4]. Intentémoslo.

No nos es posible afirmar que Lacan haya leído a Wilkins. Pero sí es seguro que ha consultado el formidable y singular diccionario que es el Roget's Thesaurus, verdadero tesoro de significantes capaz de incluir ese neologismo[5] del siglo XVII inventado por el obispo creador de una "lengua artificial filosófica de uso universal".

A esa lengua se refiere Borges en "El idioma analítico de John Wilkins", texto que Lacan conoce bien, junto a otros de este escritor, a juzgar por la inusual apreciación que le merece su obra: "tan armónica con el phylum de nuestro discurso". La literatura borgeana queda así entroncada y entramada con el discurso lacaniano; el psicoanalista francés reconoce al escritor argentino como de su misma categoría o tribu discursiva.

¿De qué manera ese texto borgeano contribuye a esta trama? El hilo del honor es uno de los que la teje, en varias direcciones.

Borges, como Lacan, se interesa por lo menor, por lo que está en los bordes, en las orillas, en los márgenes. John Wilkins es un autor menor en el campo literario, pero, según Borges, "abundó en felices curiosidades"; entre ellas, acometió la empresa de crear un idioma universal que abarcara todos los pensamientos humanos. Y entonces, el honor concedido por Borges a Wilkins excede toda justa proporción, porque lo que comparten es un plus: el interés por el lenguaje, donde Lacan también entra en sintonía.

Pero el hilo no se agota acá. Hay algo imposible en la función del lenguaje para dar cuenta de una clasificación del universo que no sea arbitraria, dice Borges, pues su causa escapa: "falta conjeturar su propósito". Sin embargo, "la imposibilidad de penetrar el esquema divino del universo" no invalida los intentos clasificatorios, humanos y provisorios, aun cuando contribuyan al caos. Acá, el hilo del honor borgeano se carga de humor ante lo imposible y hace reír a Michel Foucault, al mismo tiempo que lo inspira, según él mismo lo confiesa, para escribir Las palabras y las cosas.

En este nudo real del hilo, aventuramos que Lacan también se encuentra en armonía con Borges. ¿Cómo no imaginarlo sonriendo frente al idioma analítico de Wilkins que divide al universo en géneros, diferencias y especies a los que le asigna letras significativas, con lo cual -"a alguien versado en esas categorías", sostiene Borges- la voz zana le dirá mucho más que la palabra salmón a la que corresponde? ¿Cómo no suponer que Lacan comparte con Borges el gusto por ese otro disparate clasificatorio de cierta enciclopedia china que divide a los animales, por ejemplo, en "pertenecientes al Emperador", "lechones" o "que acaban de romper el jarrón"?

Ahora bien, Borges decide concluir su texto apartando esperanzas y utopías, tanto chinas como wilkinianas, y dice: "[…] acaso lo más lúcido que sobre el lenguaje se ha escrito son estas palabras de Chesterton: 'El hombre sabe que hay en el alma tintes más desconcertantes, más innumerables y más anónimos que los colores de una selva otoñal… cree, sin embargo, que esos tintes […] son representables con precisión por un mecanismo arbitrario de gruñidos y de chillidos. Cree que del interior de una bolsita salen realmente ruidos que significan todos los misterios de la memoria y todas las agonías del anhelo' ".

Seguramente Borges también armoniza con Lacan por el honor que le rinde a Chesterton, un escritor incrédulo para quien el lenguaje -mero sistema de ruidos- fracasa en expresar y representar lo real que se juega en las lagunas del ser que habla, pero quien, sin embargo (o por eso mismo), no cede en saber hacer de este fracaso, una poética. Y así Borges, vía Chesterton, nos conduce a Beckett con Lacan.

 

Lacan comparte con Beckett

En los párrafos de "Lituraterre" citados, Lacan comparte con este escritor irlandés una confesión. Y en ella se pone en juego el estatuto del desecho y del basurero en una versión más extrema que lo menor a lo que Borges rinde honores y que el resto del circuito significante que es el objeto a (a fin de cuentas, semblante de real elaborable en un discurso). Quizás sea esta una de las razones por las que J.-A. Miller decide que "Lituraterre" ocupe el mismo lugar que el "Seminario sobre La carta robada", pero para abrir una secuencia otra de los escritos[6].

Al igual que en el texto de 1956, en "Lituraterre" el desecho es primeramente presentado con sus ropajes joyceanos: a letter, a litter, de una letra a una inmundicia, traduce Lacan. Sin embargo, cuando la materia se desprende del semblante fisurado no lituraterriza ya como objeto-resto o escoria, sino como letra. La basura deviene entonces escritura litoral y literal, que hace borde a un agujero en el saber, ahí donde el saber se abisma en fracaso para dar cuenta del goce, al mismo tiempo que lo invoca y evoca en el vacío. Esta escritura de borde es, en lo real, abarrancamiento del sentido.

Para que esto haya sido posible, Lacan tuvo que confesarse, al igual que Beckett, harto del tacho de basura como destino. A la posición de desecho que comparten (que queda del lado del debe y de la cual no reniega) se le contrapone un haber que puede pensarse como un saber hacer algo fecundo con ella: literatura de vanguardia, literatura cuya ambición es lituraterrizar, pues "está ella misma hecha de litoral y no se sostiene, por ende, en el semblante"[7].

Beckett salva así a la literatura en su honor y, según piensa Lacan, lo libera a él del privilegio de la posición honrosa del desecho. Hay al menos dos rasgos escriturales con los que Beckett lituraterriza en el campo lacaniano: su búsqueda de la despalabra (unwort) y su fracaso en encontrarla.

En su "Carta Alemana" de 1937 dirigida a Axel Kaun[8], este escritor confiesa que su idioma, el inglés oficial, se le aparece como "un velo que debe rasgar para acceder a las cosas que están detrás (o a la nada que está detrás)". Gramática y estilo se le han tornado una mera máscara. Para que el lenguaje sea usado del modo más eficiente se deberá abusar de él. Y arriesga: "Puesto que no podemos eliminarlo de una vez, al menos no queremos omitir nada que pueda contribuir a su descrédito. Hacerle un agujero tras otro hasta que lo que se esconde detrás, sea eso algo o nada, comience a filtrarse... No puedo imaginarme ningún objetivo más alto para el escritor de hoy." Beckett toma así, dice, el camino hacia esa "literatura de la despalabra" que le parece tan deseable, camino en el que no descarta algún mojón provisorio de ironía nominalista y en el que, como recurso para zafar de los vicios automáticos del estilo, comienza a escribir en una lengua extranjera (el francés) para poder transgredirla inevitablemente como quisiera hacerlo a sabiendas con la suya propia. Este camino hacia la despalabra -¿otra utopía?- es un camino que rinde honores al lenguaje en un sentido distinto a Wilkins, pues apunta a deshacer el lenguaje dado, no a inventar otro. Horada la palabra, la agujerea para acceder a su más allá, transgrede las lingüísticas oficiales y se sirve de recursos que la poética jakobsoniana rechazaba: el corte, la elisión, la fragmentación y la aliteración desplazan a la metáfora y la metonimia.

Lacan comparte con Beckett el honor de este esfuerzo todo a lo largo de su enseñanza, pero lo explicita sin ambages en su anhelo de "un discurso sin palabras" en el Seminario 16, en sus intentos de "un discurso que no sería del semblante" en el Seminario 18, en su interés por el "significante asemántico", tanto en el Seminario 3 como en "El atolondradicho".

El fracaso ronda estas empresas beckettianas y lacanianas, pero no las acecha para hacerlas zozobrar; al contrario, les da fuerza para renovarse, una y otra vez, aún…

"Try again, fail again, fail better", propone Beckett en Worstward Ho. No le interesa superar el fracaso, sino perfeccionarlo. También advierte en Disjecta que "apartarse del fracaso es deserción, manualidades, es dedicarse a las tareas domésticas" y que "el artista fracasa como nadie osa fracasar". Su escritura es letra que no elogia el fracaso, sino que lo bordea, con recursos que no son apoteóticos como los de Joyce. Son, al contrario, los detritos de la lengua desgarrada y violentada en su camino hacia lo mínimo, hacia el menos (lessness), hacia el balbuceo que no atina "cómo decir"[9] lo imposible de decir, pero que no deja de intentarlo mientras se va despalabrando en una afasia que es literal y literaria.

Trabajar poéticamente en el límite del lenguaje, ahí donde el lenguaje ya casi no es lenguaje: es lo que hace Beckett y salva el honor de la literatura. Conducir el análisis hasta el límite en que el sentido encalla y, por eso mismo, donde algo contingente, humilde, in-significante cesa de no escribirse al leerse: es lo que hace Lacan y salva al psicoanálisis de la estafa y lo torna sofisma poético. Pero este salvataje no es universal ni eterno. Los lectores de Lacan pueden reconocer sus marcas beckettianas en "La tercera", cuando le rinde honor al fracaso como única garantía de que el psicoanálisis triunfe, sobreviva y se multiplique. Si tiene éxito -o cree tenerlo- neutralizando lo real del síntoma, se extinguirá, olvidado él mismo como síntoma.

 

¿Y Joyce?

Joyce acompaña a Borges y a Beckett en los dos textos lacanianos de apertura. Pero no lo hemos incluido dentro de la misma tribu discursiva. Él no llega al punto donde el lenguaje pierde su condición de legibilidad habitual y prosaica; él está de entrada allí.

NOTAS

  1. A diferencia de Borges, Beckett es nombrado o aludido por Lacan un par de veces más a lo largo de su enseñanza.
  2. Cf. J. Lacan, "El seminario sobre La carta robada", en Escritos 1, p. 34. El texto en el que Borges se ocupa del obispo se llama "El idioma analítico de John Wilkins".
  3. Cf. J. Lacan, "Lituraterre", en Otros escritos, p. 19-20. Lacan podría estar refiriéndose a varias piezas teatrales de Beckett, como "Final de partida", "Esperando a Godot", "Acto sin palabras I y II", pero aquí consideraremos principalmente su "Carta alemana" de 1937.
  4. Cf. J. Lacan, "Obertura de esta recopilación", en Escritos 1, pp. 21-22.
  5. Cf. el Roget's Thesaurus, p. 62.
  6. J.-A. Miller, "Prólogo", en Otros escritos, p. 17
  7. Cf. J. Lacan, "Lituraterre", p. 26.
  8. Publicada en Disjecta.
  9. Nos referimos al poema de S. Beckett "Comment dire?" / "What's the Word"?

BIBLIOGRAFÍA

  • Beckett, S.: "La carta alemana", Beckettiana nº 5, Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, UBA, 1996.
  • Beckett, S.: Disjecta, New York, Grove Press, 1984.
  • Borges, J. L.: "El idioma analítico de John Wilkins", en Obras completas, Buenos Aires, Emecé, 2007, tomo 2.
  • Cerrato, L.: Génesis de la poética de Samuel Beckett. Apuntes para una teoría de la despalabra, FCE, Buenos Aires, 1999.
  • Lacan, J.: "Obertura de esta recopilación", en Escritos 1, Buenos Aires, Siglo XXI, 2008.
  • Lacan, J.: "Lituraterre", en Otros escritos, Buenos Aires, Paidós, 2001.
  • Lacan, J.: "El seminario sobre La carta robada", en Escritos 1, op. cit.
  • Miller, J.-A.: "Prólogo", en Otros escritos, op.cit.
  • Pauls, A.: El factor Borges, Barcelona, Anagrama, 2007.
  • Roget, P., J. & S.: Thesaurus of Words and Phrases, New York, Grosset & Dunlap, 1947.
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