Noviembre 2014 • Año XIII
#29
#Virtualia 29

Las paradojas de la transferencia

Miquel Bassols

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Las paradojas de la transferencia

Si definimos una paradoja como un dicho que aparentemente se contradice y aún así podría ser cierto, entonces el concepto de transferencia es el mejor ejemplo de esto en el campo de la experiencia psicoanalítica*. La transferencia es a la vez la condición de esta experiencia, y también el obstáculo más difícil de superar. A veces es la razón más evidente para la curación del sujeto, la causa de efectos terapéuticos espontáneos, sobre todo si el analista no interfiere con ellos o los bloquea. A veces, sin embargo, también es la razón para que el sujeto permanezca ligado a los beneficios secundarios del síntoma, de acuerdo a ese fenómeno que Freud detectó tempranamente como "reacción terapéutica negativa".

De hecho, cualquier práctica en el amplio campo de la terapéutica reconoce esta circunstancia que el psicoanálisis interpreta de acuerdo a los diversos efectos de la transferencia. Cuando los médicos observan que hay gran cantidad de efectos terapéuticos debido al fenómeno placebo, o debido a la respuesta o la mera presencia de un profesional, verifican - incluso sin saberlo - los efectos de la transferencia sobre el sujeto. También verifican estos efectos, por otra parte, cuando se quejan por la falta de colaboración o por la reacción negativa del sujeto al tratamiento. El problema consiste en la atribución de esos efectos a una distorsión, o incluso una falsificación, de los efectos correctos, calculados, del tratamiento. Los efectos de la transferencia, incluso en lo que nosotros consideramos como sugestión, a menudo ocurren en silencio, en secreto, pero a la vista de todos.

La primera paradoja de la transferencia, por lo tanto, es que actúa y trabaja en la clínica como ese objeto misterioso descrito en el cuento de Edgar Allan Poe "La carta robada", comentado por Jacques Lacan en uno de sus primeros seminarios. La transferencia es un objeto oculto que está, al mismo tiempo, a la vista de todos; un objeto que actúa y trabaja como un significante de lo que no sabemos el significado, y que secretamente determina el destino de cada uno de los personajes. La transferencia es la carta robada que determina una amplia gama de efectos en la clínica cotidiana.

El mérito de haber descubierto esta carta robada en la clínica, de haber descubierto el poder y el mecanismo del fenómeno de transferencia y de haberlo recortado como un concepto operativo en los orígenes del psicoanálisis, claramente le corresponde a Sigmund Freud. Fue Freud también quien iluminó la secreta relación entre la transferencia y el inconsciente.

El término freudiano para transferencia es Übertragung, que también significa traducción, transcripción, desplazamiento de un punto a otro. El fenómeno de transferencia fue considerado inicialmente como la repetición de una relación original, una especie de transcripción o traducción de un texto original. Sin embargo, la pregunta acerca de lo que se repite en la transferencia no se responde tan fácilmente como pensaron los analistas post-freudianos. Ellos redujeron la transferencia a la simple repetición de una relación de objeto originaria, por lo general la relación madre-hijo, que debía entonces ser recordada e incluso corregida en el análisis. En primer lugar, esta repetición tendría que ser interpretada como tal al sujeto. Lacan criticó esta concepción de la transferencia como una reducción simplista.

De hecho, en su texto "Psicoterapia de la histeria", Freud habla de la transferencia como un "falso enlace" entre el paciente y el médico. Es un falso enlace debido a una representación inconsciente que está ligada, a su vez, no a un objeto sino a un deseo, un deseo insatisfecho, un deseo que ya existía antes de que alguna relación de objeto fuera concebida. La transferencia como falso enlace al analista nos dice, por lo tanto, acerca de la verdad de un deseo inconsciente. Podemos ver una nueva paradoja: por un lado, un falso enlace; por otro, un verdadero deseo. El problema no es el supuesto objeto que estaría en la relación originaria, que el fenómeno transferencial repite. El asunto es la traducción, el desplazamiento de un deseo insatisfecho, un deseo que es siempre ya una traducción, un desplazamiento en sí mismo.

Es decir: no hay texto original de la carta robada de la transferencia. El original es ya una traducción, una transcripción de un texto perdido, una pérdida que es el deseo mismo, el deseo causado por la falta de objeto. Si Freud puede concebir la transferencia como un "falso enlace" no es porque haya un objeto originario o verdadero del deseo, sino porque la transferencia es siempre la pregunta acerca del deseo del Otro. No hay un "verdadero enlace" entre el sujeto y el Otro, sino siempre un "proton pseudos", una mentira original en el origen del deseo, tal como las histéricas enseñaron a Freud. Este "falso enlace", entonces, estará siempre en el centro de la cuestión del deseo.

Y este es el momento en que la transferencia emerge como un fenómeno en el tratamiento, por lo general como la pregunta por el deseo del Otro. El analista es quien puede asumir esta pregunta que constituirá un nudo en la relación del sujeto, no a un objeto originario, sino al propio inconsciente.

Voy a dar un breve ejemplo de esto - de la transferencia como la interrogación por deseo del Otro, una interrogación que no puede ser reducida ni explicada como una simple repetición de una relación de objeto inicial.

La primera vez que un joven viene a verme, dice que ha soñado conmigo la noche previa al llamado para concertar la entrevista. Él no sabía nada de mí, excepto mi nombre. En su sueño, me lleva en su automóvil. Voy en el asiento trasero. Él no puede ver mi cara, una cara que no conoce y que trata de descubrir en el espejo retrovisor. Hay un momento de angustia en el sueño cuando se da cuenta de que el otro puede verlo, pero que él no puede ver al otro. ¿Qué soy en el deseo del Otro? - esta es la pregunta que se convierte en una cuestión central tanto en su vida como en su análisis, como lo es, por otra parte, en todos los casos. Él sabe dónde va a, al consultorio del analista, pero no sabe de dónde viene. En el preciso momento en que me está diciendo esto, en nuestra primera cita y antes de cualquier intervención de mi parte, se da cuenta de lo siguiente: el problema que le ha traído al analista es un conflicto con su padre, un padre que era... taxista. En ese punto, acuerdo con una intervención breve y enfática: - "¡Aja!" - "Sabe, - agrega, citando a su padre - nunca se puede saber quien se está conduciendo en el auto". Y tiene razón, sobre todo cuando la persona que está llevando en el coche es la persona a quien le dirá las cosas más secretas de su vida, la persona a la que normalmente tiene en el asiento trasero cuando se recuesta en el diván.

Pero aquí también tenemos la paradoja de la transferencia: en su sueño va al analista conduciendo al analista mismo. Y no sólo esto ya que, además, ahora está diciendo su sueño a un analista con quien se encuentra por primera vez. Hay, por lo tanto, al menos tres analistas en esta breve historia: 1) el analista que el sujeto lleva en su auto, la persona que no puede ver; 2) el analista a quien va a ver y de quien sólo sabe el nombre; y 3) el analista como la persona real a quien le está diciendo todo esto en la primera entrevista.

Vale la pena subrayar otro hecho que constituye el punto de inflexión de este relato. La presencia real del analista fue necesaria para abrir la pregunta sobre el deseo del Otro que estaba incluida en el sueño. El encuentro real con un analista era necesario, como también fue necesario el acto de habla, la palabra dirigida al Otro, este acto real que es imposible predecir, imposible repetir. Es en este acto de habla que el sujeto advierte la relación entre su sueño y el interrogante sobre el deseo de su padre, que lo llevó a la analista.

En cualquier caso, como lo postula Lacan, la transferencia está al principio del psicoanálisis. Esto es cierto en un sentido histórico: el encuentro entre el sujeto histérico y Freud, la transferencia dirigida a la persona de Freud por el sujeto histérico, está en los orígenes del psicoanálisis. Pero también es cierto en un sentido estructural: la transferencia está al principio de cada psicoanálisis; cada sujeto llega, de cierto modo, con el psicoanalista en su auto, incluso si él no lo sabe. Lacan dice en alguna parte que el asunto es saber dónde estaba ya el analista en la imagen que el sujeto trae consigo al primer encuentro con el analista. En la breve viñeta que les he contado, esta cuestión es muy clara, pero precisamente porque es muy clara se plantea la cuestión aún más agudamente: ¿Dónde está el analista real? ¿Cuál de las tres figuras del analista que hemos señalado es el analista más real en el sentido lacaniano?

Voy a responder de la siguiente manera: ninguna de ellas tomada de a una, sino todas ellas tomadas como el nudo que forman en el acto de habla de la primera entrevista. Si la presencia real del analista está garantizada por la persona que ha escuchado al sujeto en esa primera entrevista, si el analista real es soportado por la persona que ha recibido el mensaje inconsciente del sujeto y ha confirmado la verdad de ese mensaje - el mensaje que vincula el sueño con la cuestión por el deseo paterno - si esta presencia real puede ser garantizada por alguien, es porque previamente hubo una persona en el asiento trasero del auto y porque ese auto va a alguna parte, aunque ni el conductor ni el pasajero, por el momento, sepan adonde.

Es decir que la transferencia es un nudo formado por tres registros: 1) el Otro simbólico, el Gran Otro, el lugar simbólico de la palabra y el lenguaje que está supuesto en el sueño del sujeto y en el acto de habla de la primera entrevista; 2) el otro imaginario que el sujeto concibe como su interlocutor en la realidad de esta entrevista, 3) el Otro reducido a lo real, el Otro que el sujeto no puede ver en su espejo retrovisor ni imaginar cuando va al consultorio del analista por primera vez.

Desde esta perspectiva, la transferencia y sus paradojas son algo más complejo que la simple repetición de la relación de objeto originaria a la que los analistas post-freudianos la habían reducido. Esta reducción fue siempre acompañada por una concepción de la transferencia como una relación dual entre el paciente y el analista, una relación dual en la que la resistencia a las interpretaciones y las intervenciones del analista fueron entendidas como el fenómeno más importante en una relación no empática. Por otro lado, el poder de la transferencia era imposible de distinguir de la mera acción de la sugestión como consecuencia de la abrumadora presencia de esa misma relación empática. Hay que decir que la concepción general de la denominada "alianza terapéutica" en las terapias cognitivo-conductuales de nuestros días no va mucho más allá de este reduccionismo.

Cuando Lacan comienza su crítica de esta concepción reduccionista en la década de 1950, muestra la complejidad del fenómeno transferencial señalando los tres registros que hemos subrayado -el simbólico, el imaginario y el real- los mismos tres registros que están implicados en su estructura.

La interpretación psicoanalítica depende de esta estructura de la transferencia, entendida como un nudo. Citemos dos breves párrafos de texto de Lacan de 1958 "La dirección de la cura y los principios de su poder", donde plantea esta dependencia de la siguiente manera:

"Resumamos. Si el analista sólo tuviese que vérselas con las resistencias lo pensaría dos veces antes de hacer una interpretación, como en efecto es su caso, pero estaría a mano después de esa prudencia.

'Sólo que esa interpretación, si él la da, va a ser recibida como proveniente de la persona que la transferencia supone que es. ¿Aceptará aprovecharse de ese error sobre la persona? La moral del análisis no lo contradice, a condición de que interprete ese efecto, a falta de lo cual el análisis se quedaría en una sugestión grosera". [1]

Una interpretación es recibida como viniendo de la persona que la transferencia le imputa ser al analista. Veremos en breve que esta imputación es, en primer lugar una suposición, una suposición de saber. Se trata de un "error sobre quién es él". En francés, Lacan escribe "erreur sur la personne", literalmente un "error acerca de la persona". Es el "falso enlace" de transferencia que Freud había señalado, y que hace necesario distinguir el registro simbólico del imaginario.

Desde el punto de vista de un análisis objetivo, la transferencia es un error, un error sobre la persona; es la confusión entre lo Simbólico y los lugares imaginarios. El sujeto atribuye al analista ser otra persona. Y el analista sólo puede tomar ventaja de este error en sus intervenciones si, al mismo tiempo, interpreta esa confusión con el fin de separar los dos registros. Mantener esa confusión sin interpretarla reduciría el psicoanálisis y la transferencia a una "sugestión grosera". La sugestión es, por lo tanto, la reducción de la transferencia al registro imaginario, una reducción que falla al interpretar sus efectos. La transferencia en el registro simbólico es la interpretación de la sugestión misma. Esto es lo que Lacan señala en su crítica a la concepción general de la "alianza terapéutica".

También hay una paradoja en esta observación que distingue a la transferencia y la sugestión a través de la operación de interpretación. ¿Cómo puede alguien sacar ventaja de ese error sobre la persona e interpretarla al mismo tiempo? Quizás este efecto podría ser interpretado en un segundo momento, pero en cualquier caso el analista debe estar en un cierto lugar simbólico para interpretar y, al mismo tiempo, debe interpretar los efectos imaginarios, los efectos sugestivos, de ese mismo lugar. En cierto modo, el analista debe salir con su interpretación del lugar mismo que la posibilita. Podemos ver la extrema paradoja de esta operación. Se podría decir Incluso que es imposible, y yo estaría de acuerdo, pero también añadiría que es por medio de esta imposibilidad lógica con que la interpretación trata, que toca un punto real en la estructura subjetiva.

Demos un ejemplo bien conocido, un ejemplo freudiano que también es un ejemplo lacaniano, que se encuentra en un hermoso texto escrito por la poetisa y novelista estadounidense Hilda Doolittle. El texto se titula Tributo a Freud. Allí, la autora recuerda su análisis con el famoso Profesor Sigmund Freud, llevado a cabo con un Freud septuagenario. Relata una anécdota que tiene un interés particular para nosotros. Hilda Doolittle había enviado a Freud un ramo de gardenias, sus flores favoritas, para su cumpleaños; un regalo que ella nunca dejó de enviarle en cada cumpleaños hasta su muerte. En esa ocasión, sin embargo, ella se había olvidado de escribir su nombre en la pequeña nota que acompañaba el ramo de flores. Freud no quedó muy contento con ese olvido y le respondió con una carta suponiendo que era ella quien probablemente había enviado el regalo, y aunque no estaba seguro, añadió: "En cualquier caso, afectuosamente suyo..." H.D. no supo qué había enfurecido tan repentinamente Freud. En su sesión habló con cierta indiferencia, con poca implicación, hasta que Freud interrumpió sus palabras golpeando con la mano en la cabecera del diván, diciendo: "El problema es que soy un anciano; usted no cree que valga la pena amarme". El impacto de estas palabras fue demasiado terrible para que ella agregara cualquier otra cosa, y quedó preguntándose sobre lo que Freud había querido decir.

Sin lugar a dudas, Freud estaba en un lugar muy admirado para Hilda Doolittle; como profesor, como analista, y como hombre. Escribe en su texto: "Fue exactamente como si el Ser Supremo hubiera golpeado con el puño en la parte posterior del diván donde yacía". [2] Con estas palabras, sin embargo, el mismo Ser Supremo que ejerce tal poder de sugestión sobre ella, habla desde ese lugar para decir que ella no lo considera un ser tan adorable. En ese momento, el Ser Supremo sale de su lugar. Siempre hay, por lo tanto, una mentira en el amor de transferencia, una idealización del objeto. En este sentido, se puede jugar con la equivocidad de las palabras del sujeto y decir que la interpretación del Ser Supremo golpea el diván mismo donde ella ha estado mintiendo sobre el objeto del amor.[3]

La interpretación de Freud, por lo tanto, golpea al sujeto y lo despierta de la sugestión, de su demanda de ser amado, señalando su división con la pregunta: ¿Qué quieres? ¿Cuál es el objeto de tu deseo? Esto no es una interpretación de la transferencia, sino una interpretación que se apoya en la transferencia con el fin de interpretar sus efectos de la sugestión.

Tenemos que distinguir, entonces, al menos dos niveles del Otro: en la transferencia y en la interpretación psicoanalítica.

$ - Transferencia -> A

$ <-Interpretación - A

En primer lugar, hay transferencia del sujeto al Otro, el gran Otro que será investido como el Otro de la transferencia, "...la persona que la transferencia supone que es [el analista]". Y, en segundo lugar, está el Otro de la interpretación, el lugar del Otro desde donde la interpretación se lleva a cabo, el Otro desde el cual la interpretación será recibida precisamente como una interpretación, gracias a la transferencia inicial.

La pregunta puede entonces ser planteada: ¿hay un Otro que podría interpretar la transferencia al Otro sobre el que se apoya la interpretación?

Podemos ver que una buena paradoja surge precisamente en ese lugar del Otro que podría interpretar la transferencia desde el interior. Es una paradoja muy similar a la conocida paradoja de Russell, que puso en duda los fundamentos de las matemáticas supuestos sobre una teoría de los conjuntos ingenua. Es la paradoja que el propio Bertrand Russell ilustrara con el ejemplo del barbero: "El barbero es un hombre del pueblo que afeita a todos aquellos, y sólo a aquellos, hombres del pueblo que no se afeitan a sí mismos." La pregunta "¿Quién afeita al barbero?", resulta en una paradoja imposible de resolver; porque de acuerdo a la afirmación anterior el barbero puede afeitarse o ir a la peluquería (la que, por supuesto, no es otra que la suya). Ninguna de estas posibilidades es válida: ambas resultan en el barbero afeitándose a sí mismo, lo cual no puede hacer porque sólo afeita hombres "que no se afeitan a sí mismos".

La frase "el analista que interpreta el lugar del Otro de la transferencia desde donde se recibe la interpretación" postularía un Otro del Otro de la misma manera, un Otro de la interpretación que contendría al Otro de la transferencia que hace posible la interpretación misma. No hay una solución a esta paradoja, y todos los malentendidos en el psicoanálisis post-freudiano relativos a la transferencia y la contra-transferencia, a la interpretación de la transferencia y la respuesta a la contra-transferencia, son de algún modo variaciones de esta solución imposible.

Lacan tomará esta paradoja como un síntoma de la particular estructura de la transferencia.

De hecho, podemos decir que propiamente hablando no hay interpretación de la transferencia. Es decir, no hay interpretación desde un lugar exterior a la relación transferencial. Cada interpretación opera y obtiene sus efectos desde el lugar interior que la transferencia asigna al analista, desde "la persona que la transferencia supone que es". Por otro lado, sin embargo, una interpretación debe ser siempre, en cierto modo, una interpretación de los efectos de sugestión de la transferencia misma. Debe utilizar el lugar de la transferencia con el fin de interpretar los efectos sugestivos de esa interpretación.

Una interpretación analítica funcionaría idealmente, entonces, no como en la interpretación clásica, no como una máquina que alimenta al sujeto con más significado; sino exactamente en los términos opuestos, como una suerte de dispositivo de auto-boicot, un sistema de auto-cancelación de significado. La interpretación analítica hecha bajo transferencia tiende a desactivar el lugar del Otro que es, por otra parte, el lugar donde el significado se origina con todos los efectos sugestivos de la transferencia misma.

Como Jacques-Alain Miller ha subrayado recientemente [4], el llamado "gran secreto del psicoanálisis" para Lacan, la gran revelación que abriría una nueva perspectiva en su enseñanza, fue enunciada en su Seminario de 1959, "El deseo y su interpretación". Este secreto, que era un secreto para los propios psicoanalistas, fue revelado bajo la fórmula: "No hay Otro del Otro". Este punto de inflexión, que también ha sido formulado por Jacques-Alain Miller con la expresión "el Otro sin Otro", se produjo en el momento en que Lacan comenzó a devaluar la función simbólica del Nombre del Padre, del significante que había cumplido hasta entonces el papel de Otro del Otro, el significante que había completado y hecho consistente el lugar del Otro. Algunos años más tarde, en 1967, Lacan agrega otra fórmula estructurada de una manera homóloga: "No hay transferencia de la transferencia" [5]. Era su forma de mostrar la salida de la paradoja de la transferencia que hemos indicado anteriormente. No hay Otro del Otro de la transferencia, y no hay incluso Otro del Otro de la interpretación.

Esta paradoja y su solución condujo a Lacan a mostrar una cara oculta del fenómeno transferencial, un fenómeno que parece ser intersubjetivo, es decir, un fenómeno que se produce entre dos sujetos. La transferencia fue concebida inicialmente en la enseñanza de Lacan como un proceso intersubjetivo, pero esta suposición se sostenía en la idea de la existencia de un Otro del Otro, y este Otro del Otro era el sujeto mismo.

La transferencia como un proceso intersubjetivo, la transferencia a un gran Otro que encontraría en el sujeto mismo la reciprocidad de un Otro del Otro, conduce a una paradoja que se enuncia con la otra renombrada fórmula lacaniana para la transferencia: el Sujeto Supuesto Saber.

El "Sujeto Supuesto Saber" es una versión conclusiva de la paradoja del Otro del Otro en la transferencia, o la paradoja de la transferencia de la transferencia.

Y toda la cuestión ética sobre el uso de la transferencia en el psicoanálisis gira en torno a la utilización de este "Sujeto Supuesto Saber" por parte del analista.

¿Qué es ese "sujeto supuesto saber"? En primer lugar, es suponer un saber en el lugar del Otro, el Otro concebido como sujeto, como otro sujeto - o, también, como Otro Sujeto. Este es el nivel más superficial de la transferencia. Usted toma al analista como Sujeto Supuesto Saber y hay una buena razón para dirigirse a él. Usted toma el coche de su síntoma y conduce a la dirección del analista. Pero hay otro analista en el coche de su síntoma, el analista que usted no conoce pero que es la verdadera causa de su transferencia, o incluso de su "agalma", para evocar el término de Lacan en su Seminario sobre "La Transferencia". Ese analista no tiene rostro, ni nombre, ni representación. Él o ella es un objeto, en el sentido lacaniano del objeto, y lo conduce sin saber de qué tipo de objeto se trata. Usted no sabe que es ese objeto ni tampoco el saber contenido en ese objeto que le concierne.

En este punto, debemos distinguir cuidadosamente entre los dos términos franceses para saber: "la connaissance", - que es el conocimiento de una persona en el sentido en que se puede sentir "Yo no lo conozco, no sé quién es él "- y" le savoir ", - que es el saber que se supone, el saber que el objeto contiene que le concierne y que usted no sabe.

Hay otro saber en la parte trasera del coche, es su saber inconsciente, el saber de su síntoma, el saber que no sabe pero que puede suponer si lo toma como una formación de su inconsciente. Como en el caso de un sueño, puede suponerse que hay un saber articulado incluso en su aspecto sin sentido, o puede que no. Depende precisamente de la... transferencia.

En este punto, sin embargo, nos encontramos con otra cara de la transferencia, o incluso otra lógica. La transferencia es transferencia con su inconsciente, la transferencia es suponer un sujeto a su inconsciente, suponer que usted está implicado como sujeto con su inconsciente y con su síntoma. La lógica de la transferencia como Sujeto Supuesto Saber no es, por lo tanto, sólo o básicamente suponer un conocimiento al Otro sino, en primer lugar, suponer un sujeto al saber de su inconsciente. Encontrarán esto subrayado cuando Lacan introduce esa nueva lógica de la transferencia como Sujeto Supuesto Saber, como crítica a su propia concepción inicial de la transferencia concebida como proceso intersubjetivo. En su texto inaugural titulado "La Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela", dice, por ejemplo:

"El sujeto supuesto saber es para nosotros el pivote alrededor del cual se articula todo lo que tiene que ver con la transferencia. [...] Aquí, el levitante de la intersubjetividad mostrará su sutileza al interrogar: ¿sujeto supuesto por quién, si no por otro sujeto? [Y Lacan responde:] Un sujeto no supone nada, es supuesto. Supuesto, enseñamos nosotros, por el significante que lo representa para otro significante". [6]

La fórmula de la transferencia que Lacan propone en este texto sigue la lógica de esta nueva concepción:

Encontramos en el nivel superior el vínculo entre un significante S - el significante de la transferencia, como lo señala Lacan, un significante con un significado desconocido - y otro significante Sq, "un significante que llamaremos cualquiera", el significante que representa el analista en principio, su nombre, por ejemplo, al cual está aquí reducido. Podemos ver el coche yendo al analista en la línea que conecta los dos significantes, con un significado desconocido. Esta es la transferencia en el comienzo del análisis, antes de su desarrollo.

En el nivel inferior también tenemos algunos significantes, - S1, S2... Sn – ordenados en una serie, la serie de significantes del saber inconsciente. Esta es la serie inconsciente de significantes de la historia del sujeto que están también en su sueño: un auto, un padre, un pasajero desconocido, tal vez una deuda imposible de pagar a ese padre... De hecho, esta serie de significantes ya estaban reducidos, en el nivel superior, condensados en un único enlace, el enlace de la transferencia. Pero como resultado del encuentro real con el analista, esta serie adquiere un significado, un nuevo significado: el auto no es un auto, el auto es un taxi con un conductor de taxi que es también un padre.

¿Y dónde está el sujeto? El sujeto, señala Lacan, es esa pequeña "s", - "le signifié" en francés -, el significado que suponemos al saber inconsciente, el significado que estaba "en souffrance", en espera, como el pasajero desconocido en la transferencia, el significado que sólo aparecerá en el encuentro real con el analista. El analista es sólo un Sujeto Supuesto Saber, pero él (o ella) también es el único sujeto que tiene lugar en la transferencia.

Es decir: en la relación transferencial hay un solo sujeto, supuesto a la cadena significante, y un objeto, que el analista debe soportar en esta relación.

Es decir, no hay intersubjetividad, como se muestra en el hermoso cartel que anuncia estas Jornadas de estudio clínico: el hombre y la mujer, no están hablando el uno al otro, "entre" ellos, sino con un objeto donde el sujeto puede suponerse.

Ahora podemos plantear una última pregunta: ¿quién es el analista real, el analista que es imposible de representar en el auto del síntoma, el síntoma que lleva cada sujeto a un analista? Tal vez encontremos algunas respuestas en los trabajos que se presentarán en estas Jornadas de Estudio Clínicos.

En cualquier caso, hay que tener en cuenta esta paradoja: la transferencia es el pasajero desconocido del psicoanálisis mismo, y el destino del psicoanálisis es el destino de este pasajero desconocido en cada tratamiento psicoanalítico que conducimos.

* Agradezco a Howard Rouse por su corrección de este texto.
Traducción al castellano: Nicolás Bousoño. Versión no revisada por el autor.

NOTAS

  1. Lacan, J. "La dirección de la cura y los principios de su poder" en Escritos 2, Siglo XXI, Bs. As. Argentina, 1987. Pág. 571.
  2. Doolittle, H. A Tribute to Freud: Writing on the Wall-Advent, New Directions Books, New York 1984, pág. 16.
  3. (N. del T.) M.B. se refiere a la equivocidad presente en la lengua inglesa entre "yacer" y "mentir"; para ambos "To lie" es la forma del verbo en infinitivo y "lying" el gerundio.
  4. Miller, J.-A. "El Otro sin Otro", conferencia en el IX Congreso de NLS, Atenas, 19 de mayo de 2013. Disponible en: http://ampblog2006.blogspot.com.ar/2013/09/intervencion-de-jacques-alain-miller-el.html recogido el 12/10/2014.
  5. Lacan, J. Seminario XV, (clase del 29/11/1967). Inédito. También en Lacan, J. "El acto psicoanalítico", en Otros Escritos, Paidós, Bs. As. 2012. Pág. 403: "No hay transferencia de la transferencia".
  6. Jacques Lacan, "Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela", en Otros Escritos, Paidós, Bs. As. 2012. Pág. 266.
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